Cristina García Pérez

Lanzarote, vista desde cierta altura, duele. Quizás es porque allí uno se siente en otro planeta o más cerca de la forma primitiva del nuestro.

A veces buscamos sentido a los recuerdos como quien espera una revelación. Un retrato robot. Un superviviente del naufragio. Algo que merezca la pena ser conservado de nosotros.

¿Están creando las plataformas de consumo un infierno del que no podemos escapar?

Los museos son el cementerio más céntrico de todas las ciudades. Suele haber cierta calma antigua en ellos.

Cualquier persona con un estilo de vida exagerado necesita al menos un ancla al mundo cada 24 horas. Eso es para mí el desayuno

El deseo es material, tensa nuestros músculos, acorta la respiración y recorre nuestra espina dorsal como una descarga eléctrica

La depresión vive en las profundidades, muy por debajo de la tristeza. Es, en esencia, un fracaso de la propia vida.

Una idea de digestión lenta para una sociedad voraz de pensamientos desechables.

Los productos de ficción son un símil de nuestra propia vida: existe un deseo ileso de que ambos terminen de manera reveladora.

Una vez escribí una carta a mi yo del futuro, la misiva comenzaba: «cuando leas esto yo ya habré muerto»

La música nos aboca a desear siempre más, a transitar en un deseo incandescente de por vida.

Hay un proceso catabólico similar a la fermentación en la mirada del fotógrafo. En ese entrar en contacto con el mundo se forma la muesca inconfundible de nuestra memoria.