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Crisis climática
¿Y si el colapso llegase a tu ciudad?
En un contexto de crisis climática, todo depende hoy en día de los combustibles fósiles. Recorremos algunos puntos clave de la infraestructura energética y logística de Madrid, instalaciones que podrían colapsar fácilmente ante una crisis global.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Empecemos con un pequeño ejercicio de ciencia-ficción o, más que pensar en un futuro inimaginable, simplemente visualicemos posibilidades no tan lejanas de la realidad. Digamos que los rebeldes hutíes de Yemen destruyen con drones de combate gran parte de la infraestructura petrolera saudí; lo cual ocurrió, a menor escala, a mediados de septiembre con un ataque de diez aeronaves no tripuladas que acabó con dos refinerías de Aramco. Supongamos que por ello, o por cualquiera de las miles de posibilidades existentes en este mundo interrelacionado e interdependiente, el precio del petróleo se dispara, desencadenando una crisis económica fulminante.
Imaginemos que la tendencia en número de precipitaciones continúa y la sequía de 2017 —el año más cálido de la historia en España— se hubiese alargado unos meses, cuando en enero de 2018 los embalses estaban al 38% de su capacidad —hoy estamos al 41%— y hubiese serios problemas de abastecimiento de agua. O pensemos en lo que pasaría si no adaptásemos nuestra economía, medios de transporte y forma de vida al fin de los combustibles fósiles. O, simplemente, dejemos pasar los años y que se cumpla lo que dice nada menos que el Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático (IPCC): que vamos a un calentamiento de la Tierra de más de 3,5ºC sobre los niveles preindustirales, lo que desencadenaría imágenes que sí salen hoy en esas películas distópicas y catastrofistas tan de moda.
El ejercicio consiste en poner sobre la mesa un colapso ficticio —pero posible— que llegase a una urbe española. Pongamos de ejemplo la mayor de todas ellas: Madrid. ¿Está preparada?
Somos vulnerables
“Un escenario de crisis climática, energética, material y de biodiversidad nos coloca en una situación de tremenda vulnerabilidad”, explica Luis González Reyes, doctor en ciencias químicas y autor de En la espiral de la energía. Lo hace como colofón a una jornada organizada por la federación en la que milita, Ecologistas en Acción (EeA), en la que un autobús ha recorrido puntos clave de las infraestructuras energéticas y de abastecimiento alimenticio de una megaurbe como es la capital del Estado. “En todas ellas hay distintas fallas, pero eso no quiere decir que lo que tengamos por delante sea necesariamente un batacazo, dependerá del tipo de política que llevemos a cabo”.
“¿Qué vamos a hacer cuando este tipo de instalaciones sean una fortaleza militar ante posibles situaciones de emergencia social que puedan surgir si el petróleo se reparte solo entre las personas más ricas”, se pregunta Tom Kucharz
Políticas que se adapten a la realidad ambiental, climática y social actual o, por el contrario, que sigan cabalgando los límites en los que se encuentra la sociedad actual. Esa es la clave. Y por límites los ecologistas hablan del “gran cambio civilizatorio” que supone la crisis climática, el agotamiento de los recursos energéticos y materiales actuales y la pérdida de biodiversidad que supone la sexta extinción masiva de especies animales y vegetales ya en marcha.
Biodiversidad
Homo sapiens, asesino ecológico en serie
“Más allá de que ya nos estamos dando cuenta de que estamos en una emergencia climática, nos parece importante resaltar que el problema que tenemos es más amplio que ese —señala Adrián Almazán, investigador en agroecología y experto en ruralidades de EeA—, un problema multidimensional y en el que más bien estamos en escenarios de riesgo de colapsos ecosociales muy grandes”.
Como muestra el informe Caminar sobre el abismo de los límites: políticas ante la crisis ecológica, social y económica, desarrollado por la confederación ecologista, “la espiral de crecimiento y el desarrollo infinito han tocado techo”, y el tiempo juega en nuestra contra. “El decrecimiento material no es una hipótesis, sino una realidad que, nos guste o no, se está concretando. La disyuntiva se plantea entre un decrecimiento justo y otro injusto”, advierte el documento. O, en clave distópica, la pregunta es si los más ricos acapararan los escasos recursos de un planeta futuro para mala fortuna de una masa humana o si el reparto será igualitario.
energía, la clave
Instalaciones de CLH —siglas de Compañía Logística de Hidrocarburos— en Villaverde, Madrid. “En este tour queremos hacer visible cosas que normalmente no son muy visibles”, expone Tom Kucharz, investigador social, experto en relaciones internacionales y militante de la confederación ecologista. Es una de las 39 instalaciones de almacenamiento que esta compañía tiene en la península, tres de ellas en Madrid: Torrejón, Loeches y Villaverde. Constituyen “las reservas básicas energéticas fósiles que tiene esta ciudad para poder subsistir, no durante demasiado tiempo”, apunta Almazán. Son reservas que, como explica Kucharz, llegan a través de la red de 4.000 kilómetros de oleoductos gestionados por CLH que conectan los puntos clave de nuestro sistema energético y de transporte: 29 instalaciones de aviación, 13 portuarias y ocho refinerías.Para responder a la pregunta de cuánto duraría Madrid sin combustible ante un corte de suministro, dos datos: CLH tiene una capacidad estatal de almacenamiento de de ocho millones de metros cúbicos en todas sus instalaciones —lo que incluye no solo gasolina y gasóleo, sino también queroseno para aviación y, en menor proporción, biocombustibles— y España consumió en 2018 68 millones de toneladas de petróleo llegados de puntos tan dispares como Nigeria (15%), México (14%), Arabia (11%), Libia (11%), Irán (7%), Irak (7%), Kazajistán (7%) y Brasil (7%), entre los principales países suministradores.
Con un consumo normal, Madrid tendría reservas para “unos días”, apunta Kucharz a El Salto, aunque matiza: “Como la red está conectada a oleoductos, tendría que haber corte en las refinerías o en el suministro de países terceros”.
“Aquí se simboliza la mayor contradicción entre la emergencia climática que vivimos y esta dependencia del petróleo y de los combustibles líquidos que tiene nuestros sistema económico en la actualidad”, explica Kucharz delante de las instalaciones de CLH. La federación ecologista denuncia que el sistema actual ha creado una realidad ficticia en la que creemos que podemos seguir funcionando como lo hacemos actualmente de forma ininterrumpida, cuando eso es algo imposible, además de que trae las sobradamente conocidas consecuencias para el planeta.
“Hay estudios diferentes que plantean que el pico de petróleo, el momento de máxima extracción a partir del cual disminuye la capacidad de extracción mundial, ha llegado ya. Otros hablan de 2045, pero, en algún momento, esto se acaba”, señala Kucharz. “Por eso queremos simbolizar aquí qué está haciendo la administración pública para hablar de la cuestión fundamental del uso de los combustibles fósiles, en concreto del petróleo”.
Adrián Almazán: “Estamos en escenarios de riesgo de colapsos ecosociales muy grandes”
Los activistas recuerdan que el IPCC señala la necesidad de reducir un 7% anual las emisiones de gases de efecto invernadero de España hasta 2030, algo muy lejos del descenso del 2,2% de 2018, año anómalo por el incremento del 84% la energía hidráulica. Si miramos un año más atrás, en 2017 España aumento sus emisiones un 4,4%. “Para conseguirlo, instalaciones como esta tendrían que dejar de funcionar de aquí a 2030-2040”, indica Kucharz frente a los tanques de CLH. “La cuestión fundamental es qué haremos como sociedad cuando se acabe el petróleo. ¿Cómo vamos a repartir de forma justa para que todas las personas tengan una vida digna y acceso a la energía?”. Y continúa: “¿Qué vamos a hacer cuando este tipo de instalaciones sean una fortaleza militar ante posibles situaciones de emergencia social que puedan surgir si el petróleo se reparte solo entre las personas más ricas y miles de personas en los barrios no puedan acceder a los combustibles y se queden sin poder moverse, calentarse o cocinar?”.
alimentos fósiles
“En 1940 una caloría de alimento suponía 0,4 calorías de combustibles fósiles. En la actualidad la cifra es una caloría de alimento por diez de combustibles fósiles”. Lo que cuenta Almazán camino de la siguiente parada, el mayor nodo de distribución de alimentos frescos del Estado, y por supuesto de la ciudad —Mercamadrid—, incide en un modelo que depende de los combustibles fósiles en prácticamente todas sus fases de producción y distribución y que utiliza minerales finitos como el fósforo para generar fertilizantes químicos.“Es un sistema muy frágil”, señala Almazán, “en una ciudad como Madrid si se cierra un supermercado o si no hubiera abastecimiento no tendríamos prácticamente ninguna posibilidad de sustentarnos”. Señalando la entrada de Mercamadrid el experto denuncia que “este monstruo es necesario para alimentar el monstruo que vemos a lo lejos bajo la capa de contaminación”.
“Un escenario de crisis climática, energética, material y de biodiversidad nos coloca en una situación de tremenda vulnerabilidad”, explica Luis González Reyes
Todo ello, denuncian los ecologistas, es consecuencia de un sistema que necesita una cadena logística globalizada en busca del beneficio que no puede funcionar de un sur global al que comprar baratos sus recursos. Un drástico cambio de modelo que ha ocurrido en apenas unas décadas y que ha acabado con las sociedades campesinas, lo que en España ha llevado a niveles nunca vistos de despoblación rural. “Muy cerca, en la sierra norte de Madrid, podíamos encontrar comunidades que eran soberanas a nivel alimentario. En muy pocas décadas ha habido una transformación de los usos del suelo, una degradación, que nos sitúan en el atolladero de tener que depender de espacios como Mercamadrid para alimentarnos”, denuncia.
La alternativa en clave alimenticia es clara para EeA: salir del modelo de agricultura y ganadería industrial que no tenga el monocultivo y la obtención de beneficio como máxima absoluta y fomentar la soberanía y la autonomía alimentaria en todas sus facetas, de la ganadería extensiva a la agricultura ecológica. Un modelo en el que, como señala Almazán, la agroecología tiene mucho que decir, una saber que pone sobre la mesa una transformación del sistema agroindustrial para volver, en cierto modo, a formas de hacer que ya funcionaban en el mundo campesino.
“Lo primero es que la capacidad de regeneración del suelo, de uso de aguas, de uso de materiales, no se sustente en el extractivismo, sobre una adquisición de recursos de lugares muy lejanos, con todo lo que eso implica de injusticia, sino de cercanos”, indica el experto. Es una forma de vida que implica producir con lo que tenemos cerca y consumir las variedades locales y los productos de temporada, así como la construcción de redes de comercialización más pequeñas.
“Para hacer frente a los oligopolios de la alimentación lo que se plantea es entramados de pequeños productores y productores que tengan la capacidad de controlar el ámbito de la producción así como generar redes de alianza con consumidores con los que, ya sea en la ciudad o en el campo, establecen relaciones directas”, continúa Almazán.
Ejemplos como el parque agrario de Fuenlabrada, una dotación municipal destinada a la producción de alimentos en clave agroecológica; los grupos de consumo; los mercados de cercanía o los supermercados cooperativos ecológicos, como es el caso de Supercoop y La Osa, en Madrid, son espacios a los que la ciudadanía puede mirar para ayudar a cambiar el modelo poco a poco.
Aunque el grueso de todo esto queda en la pregunta que se hace Kucharz sobre qué medidas está tomando la administración para llevar a cabo una transformación necesaria en un país que tiene un ministerio de Transición Ecológica pero que ni siquiera tiene una Ley de Cambio Climático, instrumento clave para llevar a cabo es transformación. ¿Estamos preparándonos para lo que viene?