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Cine
‘Luz por todas partes’, un ensayo audiovisual para demoler con estilo la sociedad de la videovigilancia total
Hace unas semanas, Luz por todas partes se alzó con el premio del jurado a la mejor película internacional en el festival Documenta Madrid. Después de participar también en el Festival Internacional de Cine Independiente L’Alternativa, la obra está disponible por un tiempo limitadísimo (entre los días 3 y 5 de diciembre) en la extensión virtual de este último certamen a través de la plataforma Filmin.
Se trata de una nueva oportunidad de acercarse a esta demolición —marcada por un tono sobrio y meditativo que se envuelve de un bello dispositivo estético— de los sueños-pesadillas de la sociedad de la videovigilancia total y la correspondiente extracción masiva de datos.
‘Luz por todas partes’ cuestiona la supuesta objetividad de la tecnología y nos habla de la omnipresencia de ojos mecánicosLuz por todas partes cuestiona la supuesta objetividad de la tecnología y nos habla de la omnipresencia de ojos mecánicos. A la vez, es una de esas películas que encarnan implícitamente, y quizá involuntariamente, algunos efectos colaterales.
El tsunami constante de imágenes que se graban no implica un acceso a ellas. Las horas y horas de metraje capturado por las cámaras de los cuerpos policiales estadounidenses que pasan a los archivos de la empresa Axon, fabricante de las pistolas eléctricas Taser y muchos gadgets más, no son accesibles para el público. Y la película del documentalista (¿o ensayista de la imagen?) Theo Anthony parece condenada a tener una difusión muy restringida dentro del competitivo mercado del contenido audiovisual. Un mercado que tiende, como tantas esferas de la vida contemporánea, a estar dominado por los productos corporativos. Por desgracia, parece difícil concebir que Luz por todas partes pueda conseguir un espacio más allá de ser uno de los muchos estrenos semanales que se pierden entre el flujo de contenidos de las plataformas de vídeo por streaming, o de un estreno limitado en unas pocas salas comerciales de la geografía española.
El acercamiento de Anthony puede recordar a otro gran documental de especial utilidad pública que ha quedado sepultado por el torrente de imágenes. Oeconomia era una contundente confrontación con los idearios y los falsos dogmas dominantes en materia económica, pero se alejaba de las maneras del audiovisual protesta. Su indagación era insistente, pero no escenificaba ninguna indignación (aunque pudiese generarla). Su realizadora, Carmen Losmann, destacaba el mal funcionamiento del sistema, o el desencaje entre lo enunciado y lo que acontece verdaderamente, pero sin atender especialmente a la ética de la economía. Devenía una especie de nerd que buscaba las incongruencias de los discursos superficiales del neoliberalismo económico, y hacía emerger su lógica profunda real, sin explicitar unos principios que la situasen a la contra.
Cine
Las cosas no son como te las han contado, te lo dice un festival de cine
De El año del descubrimiento a la tristemente tronchante indagación sobre el capitalismo financiarizado que es Oeconomia, la programación del Festival de Cine Independiente de Barcelona L’Alternativa abre ventanas al cuestionamiento de las supuestas verdades del mundo… y de las convenciones narrativas que se usan para relatarlas.
Quizá Anthony lanza unos ciertos hilos de conexión con la sensibilidad comunitaria de los movimientos sociales, pero su empeño sigue resultando de ejemplo de un cine político que es contrario a la gesticulación. Y que no resulta menos penetrante por ello.
Sobre los ojos electrónicos y sus sesgos
Luz por todas partes incluye varios relatos. Por una parte, tenemos al documentalista que visita la sede de Axon, que graba a un curso para policías de iniciación al uso de los productos Axon o que documenta los intentos de un empresario de reflotar un polémico proyecto de vigilancia de la ciudad de Baltimore a través de cámaras aéreas. Entre los fragmentos de estos relatos, aparece el Anthony ensayista (en quien podemos ver varios referentes: desde la divulgación estéticamente cuidada de la historia de la brujería en Häxan hasta las películas de Chris Marker) que ofrece un recorrido histórico: se detiene en diversos intentos humanos de objetivar el visionado y la interpretación del mundo a través de la tecnología. Caben desde las observaciones astronómicas hasta la implantación estandarizada de fichas policiales con diversos retratos, huellas dactilares y mediciones, que inspiraría los estudios sobre supuestos fenotipos criminales y sus correspondientes derivados en forma de ensoñaciones eugenésicas.
El cine de ficción nos ha hablado muchas veces sobre la indeterminación de las percepciones y los posibles fallos en la interpretación de estas. El thriller de terror italiano llegó a convertirlos en un cliché narrativo. Véase, por ejemplo, buena parte de la filmografía de Dario Argento, comenzando por El pájaro de las plumas de cristal o Rojo oscuro. En algunas elaboraciones narrativas, el ojo mecánico desplazaba al ojo humano. El giallo de autor Blow up, de Michelangelo Antonioni, y su derivado Impacto, de Brian de Palma, son otros ejemplos de ello. Anthony opta por un cierto ensayismo audiovisual para dimensionar estos fallos en la captura y decodificación de las imágenes del mundo, y por afirmar reiteradamente la imposibilidad de la objetividad. Los sesgos que siempre condicionan, sea por el mismo funcionamiento de la visión humana, por el diseño de los dispositivos electrónicos orientados al uso policial...
El autor invita al espectador a malpensar, porque la adopción de las tecnologías suele estar promovida por unos poderes con sus propios intereses y cosmovisiones
El autor invita al espectador a malpensar, porque la adopción de las tecnologías suele estar promovida por unos poderes con sus propios intereses y cosmovisiones. Los tecnooptimistas de la película, siempre con intereses económicos, llegan a poner en palabras verdaderas distopías de sociedades panópticas bajo vigilancia permanente. En su papel de emisor de autobombo empresarial, un portavoz de Axon parece inconsciente de las connotaciones inquietantes de sus palabras. Afirma que una cámara y un arma condicionan de manera similar la conducta de la persona observada-apuntada, sin pensar en cómo sus palabras explicitan la coacción y la violencia implícitas en su mundo de ojos electrónicos omnipresentes.
Luz por todas partes también recoge voces a la contra. Un anónimo asistente a una reunión en un centro comunitario de Pittsburgh lanza unas precisas cargas de profundidad contra el securitarismo, sus asimetrías y sus negocios derivados, antes de que la discusión se disperse y encone. El cineasta, a través de una voz en off, ensaya una enmienda calmosa a la totalidad del tecnooptimismo pro-vigilancia. Una voz en off femenina habla de las distorsiones derivadas del gran angular de las cámaras corporales que usa la policía, y de las connotaciones de estas: la perspectiva subjetivizada no muestra qué hace la persona que porta el dispositivo, y las posibles amenazas a las que esta se puede enfrentar parecen más cercanas. La voz nos recuerda que estas grabaciones, especialmente cuando pueden ser consultadas por los agentes participantes antes de prestar testimonio, facilitan la producción retroactiva de una narrativa que justifique el uso de la fuerza.
‘Luz por todas partes’ evidencia que la crítica de la brutalidad institucional y de los sistemas que favorecen su impunidad puede ser sobria, distante
Luz por todas partes evidencia que la crítica de la brutalidad institucional y de los sistemas que favorecen su impunidad puede ser sobria, distante. A pesar de que el recorrido que propone su autor es desasosegante y transmite inquietud respecto al presente y el futuro, el resultado es una película extrañamente bella. Puede tener su lógica que el filme tenga algo de experiencia sensorial, dado que atiende al fenómeno de la percepción. Las meditaciones sobre (im)posibilidad de ver, registrar e interpretar objetivamente la realidad llegan al espectador a través de un montaje poético y una sugerente banda sonora. Porque nos podemos confrontar estilosamente a la distopía cotidiana.