Crisis climática
Dos jóvenes protestan en el Museo del Prado: “déjenlas sin futuro”

Incitación a la violencia en Twitter contra las autoras de la acción de protesta en que dos jóvenes pegaron sus manos a los marcos de los cuadros de la Majas de Goya
Asunción Bernárdez Rodal. Catedrática de Periodismo. Universidad Complutense
6 nov 2022 12:04

Decir hoy día que no te gusta Twitter es hacerte el harakiri, así que mientras me desentraño, dejaré que corra la sangre del desprestigio. No me gusta Twitter porque deja al descubierto las ideas de alguna gente, y el panorama que queda al descubierto es para morirse de melancolía.


Dos jóvenes se pegan a los marcos de los cuadros de las Majas de Goya en el Museo del Prado, mientras pintan en la pared “1,5 grados centígrados”, en alusión al incumplimiento de todos los gobiernos del mundo de su promesa de reducir sus emisiones tóxicas. No voy a dar cifras ya, ¿para qué? Tanta ciencia y tanta racionalidad para que el mundo se divida mayoritariamente entre gente a la que no le interesa nada de la crisis ecológica y gente que se siente atacada, humillada y ofendida porque otros le recuerden lo mal que pueden ir las cosas si continuamos así.


Las jóvenes son dos, pertenecen al colectivo FuturoVegetal y han sido enseguida detenidas y llevadas a comisaría. Los comentarios de Twitter son demoledores: les desean que no puedan seguir estudiando, que no puedan trabajar en el futuro, que las dejen en la cárcel sin comida ni bebida, que las mantengan pegadas varios días, que las tengan en la cárcel sometidas a trabajos forzados, o que se desarrolle un plan de eutanasia en el que las primeras que deben caer son ellas dos ¿A qué nos suena pedir que metan a alguien bajo tierra o que lo cubran con brea y plumas?


Me dirán que todo esto es literatura barata, que son imágenes de un pasado horrible que la humanidad ya ha superado, que ahora los niveles de civilización son superiores y que por lo menos las agresiones son verbales o simbólicas a través de una red social y no pasan a la realidad. Y aquí me pongo bíblica: “lo primero fue la palabra”. Sin palabras no hay vida social, no hay pensamiento, por eso este tipo de gente necesita verbalizar la hostilidad y el deseo de agredir. Sus palabras no son un síntoma del odio, sino que son el odio mismo. ¿Qué harían estas personas que escriben estas cosas si tuvieran poder físico sobre esas dos jóvenes? ¿O qué ocurriría si en lugar de animarse unos a otros en las redes se encontraran en una calle oscura con ellas? ¿Actuarían como una jauría? ¿Cómo una “manada”? Alguien puede decirme que estoy sacando las cosas de quicio, que son comentarios sin trascendencia… Yo sigo preguntando ¿qué pasaría si…? Nadie sabe qué nos pasará en el mundo en el futuro próximo con todo este odio acumulado, no podemos saberlo, pero sí conocemos cómo ha funcionado en el pasado. De hecho, las imágenes que estas gentes proyectan están en nuestras cabezas, porque ya han ocurrido. No hace falta saber historia para saber cómo se ha castigado a los disidentes de cualquier sistema político o ideológico cuando se han enfrentado al poder: la barbarie no ha tenido límites.


Por eso es necesario decirles a estas personas: quédense sus ideas si solo sirven para emponzoñar la vida social. Guárdenlas en sus cabezas y dejen que hable la gente que propone encarar la vida en claves positivas de convivencia democrática. No extiendan el veneno del odio, ese caldo de cultivo necesario para que florezca la violencia.

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