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Los supermercados cooperativos no son una creación contemporánea. El primero que conoció la ciudad —la Aglomeración Cooperativa Madrileña— data de fines del siglo XIX y se proponía cubrir las demandas alimentarias de la población de menor renta y, en simultáneo, expandir las ideas del socialismo. Al día de hoy, algunas se mantienen.
Aparte de otras experiencias a nivel del Estado, dos colectivos madrileños se han constituido para lanzar sendos proyectos. La motivación detonante la habría generado la proyección tres años atrás del documental Food Coop, de Tom Boothe. Describe la experiencia de un supermercado cooperativo —el Park Slope Food Coop— que desde 1973 funciona en Brooklyn, Nueva York.
Las iniciativas madrileñas recogen la fuente de inspiración de sus antepasadas locales, incorporando las nuevas pautas de demanda y consumo devenidas de las transformaciones en los hábitos alimentarios de la población. En el barrio de La Ventilla (Tetuán), surge La Osa, que pretende abrir sus puertas a lo largo de la segunda mitad de 2020.
El otro grupo se concentra en Lavapiés, un barrio castigado por la especulación inmobiliaria y la gentrificación, que en los últimos años ha perdido —por la vía judicial o por la económica— buena parte de su tejido vecinal. Y también han desaparecido profusión de comercios tradicionales, sea por el alza de los alquileres o por haber sido sustituidos por negocios orientados a la atención de las demandas turísticas.
Sin embargo, además de la resistencia a los desahucios que ofrecieron las vecinas de Argumosa 11, entre otras, hay otra, no por menos épica y visible menos enconada. Queda algún taller de reparación de calzados y artículos de cuero, tiendas donde comprar un buen queso, jamón o carne de calidad sin que te asalten y donde los que te atienden te llaman por tu nombre, luthiers de instrumentos y artesanos de variado pelaje. El bar Achuri continúa impertérrito atendiendo a su clientela de siempre, con su estilo espontáneo, directo, antimarketing y, como él, bares, tascas y tabernas que se postulan como parte de un núcleo vertebral que resiste al esnobismo y las modas. Para que el alma del barrio —esa que el apetito especulativo olfatea para finalmente aniquilar con la gentrificación— no desaparezca sin dejar rastros.
Como parte activa, que ya no simple “resistencia”, de creación de vínculos singulares surge un nuevo supermercado, SuperCoop. Se propone la osada tarea de promover una estética de vida diferente a la del neoliberalismo campante. Después de todo, parece que este no solo ha conseguido que, cifra más, cifra menos, el 1% de los más ricos ingrese más que el otro 99%. Quizá lo más desasosegante es que estaría ganando “el alma” de las sociedades, instalando su lógica, fatal a cualquier noción de colectivo, común o de organización social articulada por fuera del exclusivo beneficio económico individual. SuperCoop propone otras dinámicas de producción, trabajo, convivencia y consumo, que se nos antojan antagónicas o, como mínimo, alternativas a la del devastador modelo.
Así lo enuncia Elisabeth, una de sus socias fundadoras: “Sin duda, somos más de tropa que de la estética plasticosa y funcional que se ha instalado en Lavapiés. Por supuesto, la prioridad está puesta en hacer que los productos del súper sean accesibles a todos los bolsillos, pero se trata de lograr ese objetivo haciendo barrio por el camino, juntando muchas manos y con el espíritu de la cooperativa muy presente. “Tener algo” conlleva la responsabilidad de cuidarlo entre todas: este súper lo estamos construyendo entre muchas, también va a ser un espacio de reunión, de intercambio, de toma de decisiones horizontales”, afirma.
UN MODELO INSPIRADO EN OTROS QUE YA FUNCIONAN
Según Pepe Roncero, uno de sus inspiradores: “No nos estamos inventando nada, sino aplicando un modelo que está operativo en el Park Slope Food Coop de Brooklyn y en La Louve de París, que funcionan a la perfección. En Brooklyn tienen 17.000 socios y llevan así desde 1973. Ambos están alcanzando a pleno rendimiento una reducción del precio de hasta el 40%. Nosotras no aspiramos a tanto y menos al principio, donde es probable que no haya diferencias de precios con los supermercados convencionales, al menos hasta que tengamos un número de socios suficientes y hayamos pagado la deuda”.Super Coop se asienta en tres pilares: no hay beneficio, es participativo y, además, tiene un tamaño que le permite hacer compras a gran escala para poder ofrecer precios.
SuperCoop se asienta en tres pilares. Los dos primeros son decisivos: no juega a la lógica capitalista (aunque se aplique un porcentaje sobre los precios de compra, hasta amortizar la deuda contraída y para pagar la mano de obra especializada y el alquiler del local) y es participativo (ya que no solo en las decisiones, sino también las personas socias cubrirán alrededor del 75% de la mano de obra no especializada). Según sus organizadores, este es el segmento de mayor peso salarial en un supermercado —sectores de reposición, clasificación, transporte y descarga, limpieza—. Y esto, de obligado cumplimiento para las socias, redundaría en una merma sustancial en la planilla de costes.
El tercer pilar es su tamaño: sus casi 700 m2 de superficie, habilitan a este mercado a hacer compras en gran escala, con las consiguientes ventajas comparativas para negociar precios con proveedores. En esto no se diferencia de los supermercados tradicionales, pero sí de las pequeñas cooperativas y grupos de consumo.
Solo las socias podrán comprar en SuperCoop. Pero es muy fácil ingresar en la categoría de tales. Solo hay que cumplir las condiciones de abonar 100 euros una única vez, que se te devolverán si en algún momento esa persona decide retirarse del proyecto, hacer la compra habitual en el SuperCoop, accesible gracias a un stock de productos diversos y con distintos rangos de precios, y trabajartres horas cada cuatro semanas en el supermercado, aunque “es evidente que haremos lo posible por ajustarlo a situaciones personales”, aclara Elisabeth.
VARIEDAD DE PRODUCTOS Y ECONOMÍA DE ESCALA
Conscientes de la importancia de ofrecer la gama completa de productos que un hogar demande, valoran que si la gente tiene que terminar la compra en otros sitios, acabará desencantándose. “El tiempo es muy valioso y si no puedes comprar todo en un mismo lugar, mal vamos” completa Chiara, otra de las fundadoras. “Eso es lo que ha sucedido con los grupos de consumo, que han hecho su proceso y cumplido su misión, pero han tenido ese techo”, valora Pepe.Pero también saben que, sobre todo al principio, SuperCoop no podrá ofrecer un abanico de productos tan diversos como los supermercados convencionales. Aspiran a que, en un plazo asumible, llenar la cesta en SuperCoop resulte sencillo y puedan brindar una variada gama de productos —limpieza e higiene, además de alimentación— para cubrir este flanco que, al menos al inicio, los colocaría en un marco de debilidad frente a las grandes superficies. Confían en que su localización geográfica en el mercado municipal de San Fernando ayude a suplir el resto de productos o variedades que SuperCoop no esté en condiciones de ofrecer. “Se trata además de fomentar el comercio de proximidad y tejer alianzas con quienes nos rodean, en el propio mercado y sus alrededores”, completa Pablo García Bachiller, arquitecto empeñado en la obra y en el proyecto.
EL PÚBLICO y los proveedores
En la apuesta por cubrir todas las necesidades básicas y la cesta completa se parece a un supermercado convencional. Pero, por fundamento democrático, tiene como premisa una segmentación de precios que permita atender a las pautas de consumo y al poder adquisitivo de los diferentes estamentos de Lavapiés y áreas próximas. Dado este condicionante de inclusión social, aunque tenderán estratégicamente a los artículos ecológicos, no lo harán en exclusividad, ni siquiera como línea hegemónica, sabido es que los productos de este perfil son notablemente más caros.ESTRATEGIAS PARA CONJURAR MANIOBRAS ESPECULATIVAS
SuperCoop ha superado la barrera crítica de los 500 socios y esperan seguir creciendo a buen ritmo hasta la inauguración, prevista para marzo
Temas debatidos en asambleas, entre otros, son la pertinencia de no incluir algunas marcas en la oferta de productos susceptibles de objeciones, quizá gravar algunos otros considerados no esenciales en una cesta básica —el alcohol de alta graduación o los refrescos azucarados— y repercutir ese ahorro en alimentos de primera necesidad y en tejer redes con otros proyectos similares para compartir saberes.
Entre los asuntos a debatir está también el de los volúmenes de compra. En principio, no habría límites de compra, dado que valoran que sería beneficioso que las adquisiciones sean frecuentes y cuantiosas, al tiempo que promueven que cada unidad familiar tenga tantas socias como personas vayan a realizar compras. Además, no admiten bares, asociaciones u otras entidades colectivas. Ya han superado la barrera crítica de los 500 socios. Esperan seguir creciendo a buen ritmo y dar un salto más cerca de la inauguración, que se proponen para marzo del año próximo.
Industria alimentaria
Cuando la comida devora el planeta
El sistema de producción y distribución de alimentos impone unas normas que no priorizan la salud ni la justicia, sino sus propios intereses. Los procesos de gentrificación alimentaria desplazan a la población y ahondan en las desigualdades sociales a través de la comida. Del reto de concebir la alimentación como derecho, y no como mercado, depende que la población tenga acceso a alimentos saludables y asequibles.
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Y qué diferencia hay entre crear capital desde una SA o hacerlo desde una organización popular ?
Entiendo que en una cooperativa todas las personas socias son propietarias de la misma, las decisiones se toman por consenso y en asamblea. Una sociedad anónima es todo menos eso.
Está en el Mercado de San Fernando, calle Embajadores, 41, Lavapiés.
Y mañana sábado 26 hay asamblea general, a partir de las 11hs. Veníos!
http://mercadodesanfernando.es/