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Contigo empezó todo
Un marinero estafado y un continente condenado
Contento por una recompensa que nunca recibiría, un 12 de octubre de 1492 el marinero Rodrigo de Triana dio comienzo a la colonización de América.
Tierra!”, grita a las 2 de la mañana del 12 de octubre Rodrigo de Triana, vigía de la carabela Niña, lleno de alivio y alegría. Alivio, porque Rodrigo y los otros 90 marineros están hartos de este interminable viaje que, según el odioso almirante Cristóbal Colón, ya hace tiempo que les debería haber conducido a la costa oriental de las Indias. Alegría, porque esa luz que acaba de ver en la lejanía le garantiza la jugosa recompensa de 10.000 maravedís, ¡nada menos!, ofrecida por los Reyes Católicos para el primer navegante que viese tierra, y de añadido el jubón de seda que Colón prometió hace pocos días, como una de sus formas de aplacar a una tripulación al borde del amotinamiento.
Rodrigo, en su condición de sencillo marinero, al fin ve la luz al final de esa travesía que parecía un túnel oscuro y no repara en la catástrofe que supondrá su buena vista para los taínos, pobladores de la isla de Guanahaní (en las actuales Bahamas), y las decenas de millones de habitantes de lo que pocos años después los europeos al fin entenderían que era un continente hasta entonces desconocido para ellos.
Desastres de la colonización
Ese mismo 12 de octubre, Colón desembarcó con sus banderas de conquista y, ni corto ni perezoso, tomó posesión de la isla en nombre de los reyes. Los taínos, arremolinados alrededor de los extraños visitantes, no entendieron cuál era el verdadero objetivo a pesar de la insistencia de los inmigrantes en descubrir dónde había oro.Así, los primeros contactos fueron respetuosos, intercambiando obsequios unos y otros. Pero la amable bienvenida indígena no conmovió en lo más mínimo los planes de Colón, quien a los dos días ya ponía por escrito lo que entendía por encuentro entre culturas: “Puédenlos todos llevar a Castilla o tenellos en la misma isla captivos, porque con cincuenta hombres los ternán a todos sojuzgados y los harán hazer lo que quisieren”.
La esclavitud que sugería el recién llegado, la guerra y las enfermedades supondrían la desaparición de la inmensa mayoría de los americanos solo un siglo después, y el saqueo sistemático por las potencias europeas durante más de tres siglos dejarían la economía (salvo en el Norte, donde la aniquilación indígena fue casi absoluta) en una posición de subdesarrollo secular.
Entre los factores mencionados, las enfermedades fue el principal responsable de la debacle entre los pueblos originarios de América, existiendo un consenso bastante amplio en que fueron responsables de entre un 75 y un 95% del descenso de la población, a su vez de proporciones gigantescas. El ecólogo Jared Diamond estima que el 95% de la población precolombina, que según los diferentes estudios podía oscilar entre 20 y 150 millones de personas, perdió la vida.
Los americanos no tenían defensa frente a las enfermedades europeas (viruela, sarampión, gripe…) y las epidemias hicieron estragos. Por ejemplo, la demógrafa Elsa Malvido calculó que tres epidemias de viruela entre 1518 y 1540 aniquilaron al 80% de los habitantes de lo que hoy llamamos México. H. F. Dobyns estimó que solo el 10% de la población del Imperio Inca se salvó de las nueve epidemias ocurridas desde 1529 hasta 1618, lo que supone la desaparición de alrededor de 14 millones de personas.
Un marinero sin premio
En esos días de octubre de 1492, la invasión daba sus primeros pasos y el horror se iba acercando. Rodrigo de Triana, responsable directo del “descubrimiento” para la Corona española, no estaría entre los beneficiados debido a la codicia de su almirante. Colón llevaba una década haciendo de lobbysta para conseguir el respaldo de las coronas de Castilla o Portugal a su proyecto de alcanzar lo que según él era el extremo oriental de Asia. Ahora que su proyecto vital se veía cumplido, no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo.Las capitulaciones de Santa Fe, el documento firmado entre Colón y los reyes el 17 de abril que daba vía libre a la expedición, contenían jugosas remuneraciones para el navegante genovés. Éste, que pasaría a ser almirante, virrey y gobernador de todas las tierras descubiertas, tendría derecho al 10% de todas las ganancias económicas generadas.
Pero a Colón no le bastaban sus enormes prebendas. Después de que Rodrigo de Triana comunicara su hallazgo, el almirante explicó que la recompensa le pertenecía a él, ya que había avistado tierra cuatro horas antes que el marinero sevillano. Estafado y resentido, al volver a Europa el vigía que “descubrió” un continente condenado renegó de la fe cristiana y se fue a vivir al Norte de África.