We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Corrupción
La larga marcha de Ábalos en el PSOE
A la extensa trayectoria política de José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) le calza como un guante una frase del genial e icónico Rafael Chirbes: primero sobrevivir y luego filosofar, o hacer arte. Resume de forma brillante la capacidad del sagaz hijo del torero “Carbonerito” para haber transitado por todas las estaciones del universo orgánico del PSOE hasta llegar a hacer cumbre en la secretaría de organización del partido y tocar el cielo institucional, encabezando uno de los ministerios que más presupuesto maneja, el de Fomento (hoy Transportes).
Aunque su padre hizo sus pinitos en la tauromaquia, cuando José Luis era un niño, la familia se sostenía con un pequeño taller donde confeccionaban muñecas de trapo. Un negocio en el que desde los 11 años Ábalos formó parte, haciendo de vendedor ambulante de la producción familiar. No obstante, la extensión del plástico en la fabricación de juguetes, con la consiguiente merma en el negocio, llevó a su padre a empujarle a trabajar en una gestoría, donde comenzó con 15 años y compaginó con su formación en turno nocturno. Precisamente su politización, cuentan sus allegados, empezó en ese ambiente, donde le presentaron los que serían sus camaradas en el todavía clandestino Partido Comunista de España, allá por el año 1975.
A la extensa trayectoria política de José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) le calza como un guante una frase del genial e icónico Rafael Chirbes: primero sobrevivir y luego filosofar, o hacer arte
Y es que aunque ahora Ábalos parece un cadáver político andante, quemado por su vinculación con la trama de su antiguo asesor Koldo y expulsado de las siglas a las que tantas décadas ha dedicado, José Luis ha demostrado en más de una ocasión que sabe caminar sobre las brasas, quizá haciendo honor al mote torero de su padre, y que no se achica cuando tiene las de perder contra el aparato.
Cuentan sus allegados políticos que el gran activo del exministro siempre ha sido su capacidad para cuidar y dedicar tiempo a la militancia de base. Donde otros ven tedio y horas perdidas, Ábalos vislumbra la oportunidad de ampliar su camarilla de apoyos y cimentar su ejército para las batallas internas.
Pedro Sánchez percibió esa característica —y cómo podía sacar ventaja de ella— en su resurrección política tras ser defenestrado. En su visita a las fallas de 2017, Ábalos lo paseó por las agrupaciones e incluso le dio cobijo en su casa y le prestó su coche al entonces repudiado Sánchez. Un año antes, el candidato a presidente en 2015 y 2016 había visitado las fallas apadrinado por Ximo Puig, president de la Generalitat, pero en esa guerra intestina del PSOE de 2017, Puig estaba alineado con Susana Díaz. Ese detalle es quizá decisivo para el posterior nombramiento de Ábalos como secretario de organización estatal, en lo que supuso alcanzar el segundo cargo más poderoso del partido tras más de treinta años de batallas internas perdidas y ganadas.
La primera piedra en el camino
Una de las derrotas orgánicas más duras de las que tuvo que rehacerse fue tras salir perdedor de un congreso del PSPV al que llegaba convencido de que había tejido las suficientes alianzas para imponerse. Aquella votación en Alicante, en el año 2000, que perdió por tan sólo diez votos frente a Joan Ignasi Pla (179 a 169), supuso un varapalo en su ascendente trayectoria que, según cuentan sus afines de aquella época, le dejó realmente tocado, aunque no hundido. Ábalos acabó integrándose en la ejecutiva de Pla como vice-secretario general. Una constante, la de pactar con los ganadores cuando todo está perdido, que ha sabido manejar para seguir siempre en las entrañas orgánicas del partido.
Para entender lo inesperado de esa derrota hay que contextualizar el momento que vivía el PSOE a nivel estatal, con José Luis Rodríguez Zapatero recién investido secretario general. Ábalos le había apoyado, mientras que su principal contrincante, Pla, se había alineado con Rosa Díez, gran perdedora de aquel congreso federal junto a José Bono. Una de los primeros marrones orgánicos a los que se tuvo que enfrentar ZP y su entonces secretario de organización, Pepe Blanco, era pacificar la engrescada federación socialista valenciana.
Antes de su ascenso orgánico en el partido, Ábalos ya acumulaba años de trayectoria en la trastienda de la política institucional
Un año antes Ábalos se había alineado con su ahora contrincante Pla en un sonado congreso en el que este último derrotó a la opción preferida del aparato estatal, Antonio Asunción, quién había sido el candidato electoral que compareció encabezando el PSPV en la gran victoria de Eduardo Zaplana del 1999. Asunción, breve ministro del interior felipista (1993-1994) —que dimitió como responsable político cuando el director de la Guardia Civil, Luis Roldán, se fugó— encabezaba el grupo parlamentario autonómico tras su derrota aplastante frente a Zaplana. Mientras, Joan Ignasi Pla, era diputado raso en el Congreso de los Diputados. Almunia, entonces secretario general del PSOE, intervino y obligó a hacerse a un lado a Pla a los dos días de su proclamación, imponiendo una gestora.
Corrupción
Zaplana y el turbocapitalismo de amiguetes
El exministro Eduardo Zaplana ha sido detenido en el marco de la Operación Erial. Tras más de 25 años en primera fila política y empresarial, se pone el cerco a la actividad de un personaje que saltó a la fama en unas grabaciones en las que aseguraba que le hacía “falta mucho dinero para vivir”.
Con estos antecedentes y un contexto de guerra fratricida entre familias del PSPV que Zapatero tenía que pacificar, Ábalos parecía el favorito para alzarse con la secretaria general autonómica. Según cuentan dirigentes presentes en aquel congreso, la alianza de última hora de Ábalos con Ciprià Ciscar (que había sido su antiguo enemigo) y con el sector de “renovadores” que dirigía desde Madrid José Luis Balbás —posteriormente señalado como instigador interno del tamayazo por ser los dos diputados que dieron el gobierno a Esperanza Aguirre de su corriente— le hicieron perder otros aliados que saltaron al bando de Pla en el último momento.
La victoria en su batalla de Valencia
Era una confrontación a la que Ábalos comparecía tras haberse hecho fuerte en la vida orgánica de la ciudad de Valencia, donde encabezaba la secretaria general del partido desde 1995. El futuro exministro consiguió anotarse una victoria inesperada para la prensa de la época y demostró su capacidad para maniobrar en la sombra y convertirse en la opción respaldada por Joan Lerma, (expresident de la Generalitat que salía de una derrota electoral contra Zaplana).
La familia lermista prefería al entonces joven José Luis como mal menor que podía derrotar a la corriente valencianista de Vicent Soler y la corriente de izquierda socialista que encarnaba Vicent Garcés. Veinte años después de haberse convertido en el líder local de las Juventudes Comunistas, Ábalos culminaba su transición exitosa al PSOE (al que se pasó en el 1981) haciéndose con el control local del partido.
A la carrera por ese cargo llegó siendo una pieza orgánica menor, como portavoz de la humilde agrupación de barrio de Orriols, que encabezaba desde el 1988. En aquel momento, Ábalos llevaba tres años trabajando como asesor del grupo municipal en el ayuntamiento de València, en un discreto segundo plano que le permitió ir tejiendo las alianzas con las que se impondría a dos figuras mucho más consagradas en la política valenciana. Y es que, antes de su ascenso orgánico en el partido, Ábalos ya acumulaba años de trayectoria en la trastienda de la política institucional.
Empezó a liderar la agrupación socialista de Orriols cuando ejercía como jefe de gabinete del conseller de Trabajo y Seguridad Social, Miguel Domènech. Compaginaba ese puesto con el de Director de Cooperación Internacional de la Generalitat. Un cargo que al parecer, disfrutó tanto, que cuando terminó su etapa decidió fundar una ONG, Fiadelso. Recientemente (2023), la Agencia Valenciana Antifraude ha acusado a esta organización de incumplir sus obligaciones legales por no presentar sus cuentas entre 1993 y 1999 y entre 2011 y 2022, pese a recibir numerosas subvenciones de organismos públicos.
Esa etapa coincidió con la traumática reconversión de los hornos siderúrgicos de Sagunt, y la consiguiente lucha sindical que puso en jaque al PSOE. Unas movilizaciones en las que participaba discretamente, quizá para dar información a su entonces jefe
Antes de llegar a la administración de la Generalitat, Ábalos ya había ocupado otro puesto de designación política como jefe de gabinete de Eugenio Burriel, gobernador civil (antecedente de la delegación del gobierno actual). Esa etapa, que arrancó para él en 1983, coincidió con la traumática reconversión de los hornos siderúrgicos de Sagunt, y la consiguiente lucha sindical que puso en jaque al PSOE. Unas movilizaciones en las que participaba discretamente, quizá para dar información a su entonces jefe, responsable político de la policía nacional encargada de reprimir las protestas.
No le resultaría muy difícil participar en aquellas movilizaciones de forma discreta gracias a sus contactos sindicales. Años antes de aquellas movilizaciones, a finales de los 70, José Luis Ábalos ejercía como abogado de CC OO, defendiendo los derechos de trabajadores. En esa etapa José Luis militaba en el PCE, donde ya había desplegado sus habilidades orgánicas llegando a ser el responsable del comité local de las Juventudes Comunistas de Valencia durante un par de años, desde sus dieciséis a sus dieciocho, cuando ya adulto, empezó a participar de la vida orgánica del PCE.
Maestro de la supervivencia orgánica
Durante la época de Joan Ignasi Pla como líder de los socialistas valencianos(2000-2008), Ábalos se las apañó para seguir integrado en las direcciones ejecutivas, aunque en cargos secundarios, fuera del foco. Mientras tanto, ocupaba puestos institucionales en la Diputación, seguía con su carrera de concejal, y maniobraba para seguir en la brecha en las candidaturas municipales socialistas que Rita Barberá destrozaba convocatoria tras convocatoria. En la de 2007 volvió a hacer gala de su habilidad para sobrevivir, y tras aceptar la candidata preferida de la ejecutiva estatal, Carmen Alborch, tanto él como Rubio, su contrincante en las primarias, pactaron con ella para integrarse en el grupo y, en su caso, volver a ser elegido edil y ejercer también como diputado provincial.
En 2008, sin embargo, vislumbró una nueva ventana de oportunidad para conseguir liderar la federación valenciana del PSOE, cargo que ansiaba desde su derrota del 99. O al menos, eso dio a entender cuando presentó su candidatura, una de las cuatro que comparecían en aquella contienda. En el último momento, probablemente cuando entendió que no tenía posibilidades de victoria, volvió a elegir bando ganador, alineándose con un Jorge Alarte que derrotó al entonces alcalde de Morella, Ximo Puig.
A ese pacto, principalmente, le sacó el rédito de ir por primera vez como diputado a Madrid, en las elecciones de 2009. Ese “ascenso” a diputado, no impidió que cuatro años más tarde, en el congreso de los socialistas valencianos de 2012, celebrado otra vez en Alicante, Ábalos entrase como aliado del secretario general saliente, Jorge Alarte y cambiara de bando en el último momento. Romper esa alianza le granjeó el beneplácito del entonces nuevo líder, Ximo Puig, para obtener su respaldo y alzarse meses después como secretario provincial de Valencia, cargo que ostentaría hasta su proclamación como secretario de organización estatal.
A pesar de ese pacto con Puig, y sobre todo después de la toma de partido del ex president de la Generalitat por Susana Díez, Ábalos recibió el encargo de Pedro Sánchez de presentar batalla interna, y aupar candidatas y candidatos allá donde se presentase posibilidad de erosionar el control que ejercía Puig sobre el PSPV. Una batalla que libraba en las sombras y que nunca consiguió amenazar el control interno durante la etapa del expresident como líder del partido.
Las amistades peligrosas y los presuntos implicados
Hasta las elecciones municipales del 1999, José Luis Ábalos no había ocupado ningún puesto relevante en candidaturas electorales. En esos comicios se situó en los puestos de salida al ayuntamiento de València convirtiéndose en concejal y arrancando su largo periplo como cargo electo, un recorrido que aún no ha terminado, puesto que no ha dejado su escaño tras el escándalo provocada por la presunta corrupción dirigida por Koldo García, uno de sus hombres de confianza en el Ministerio de Transporte.
En esa etapa de oposición a Rita Barberá, Ábalos tejió una sólida sociedad política con su compañero de bancada Rafael Rubio. Ambos empezaron como concejales en la misma legislatura, e incluso Rubio llegó a encabezar la candidatura en la legislatura de 2003, derrotada de forma aplastante. Eran tiempos de mayorías intratables del PP local, tiempo también en el que se fraguaron tramas que, años más tarde, acabarían salpicando a muchos de aquellos ediles con la corrupción.
Una de ellas, el caso Azud, abierto desde hace seis años, apunta a una presunta trama urbanística de cobro de comisiones a cambio de adjudicaciones de infraestructuras en suelo público. El epicentro de esa trama sería José María Corbín, cuñado de Rita Barberá y señalado principal del caso. Aunque la mayoría de implicados son del entorno del PP, el caso salpica también a Rafael Rubio, que incluso pasó dos meses en prisión preventiva durante la instrucción de esa causa. La investigación policial sostiene que Rubio habría recibido una comisión en metálico de, al menos, 300.000 euros. Cuando saltó su imputación, Rubio ejercía de subdelegado del govern en València, un cargo al que le había aupado su antiguo compañero de fatigas en el ayuntamiento. Al conocerse la noticia, Ábalos, ministro en ese momento, declaró sentirse “inquieto” y no entender la imputación de su allegado.
Vera, que fue fundador con Ábalos de la ONG Fiadelso, aparece en el caso Azud. La investigación le señala como uno de los conseguidores clave para el PSPV y apunta que llegó a gestionar una comisión de dos millones de euros a través de una operación urbanística en Xixona
Otro de los compañeros de fatigas que se han visto cercados por casos de presunta corrupción es José Luis Vera. Vera, que fue fundador con Ábalos de la ONG Fiadelso, también aparece en el caso Azud. La investigación le señala como uno de los conseguidores clave para el PSPV por su estrecha vinculación con el partido aunque no ostentara cargo orgánico. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil cree que llegó a gestionar una comisión de dos millones de euros a través de una operación urbanística en Xixona. Un millón habría ido a parar directamente al partido y parte de él se habría destinado a sufragar en B las campañas electorales de 2007 y 2008. Y no es el único caso en el que está implicado. El caso Alquería o Divalterra, que investigaba “trabajadores fantasma” de una empresa de la diputación de Valencia con el que presuntamente recompensaban a personas afines al PSOE y al PP, también le señala como una figura clave.
José Luis Vera y Rafael Rubio, las dos viejas amistades peligrosas que han acompañado el historial de José Luis Ábalos, no consiguieron en su momento erosionar tanto la imagen del político al estallar sus escándalos. Pero como no hay dos sin tres, el estallido del caso Koldo ha sido la piedra de toque que ha situado la reputación política de Ábalos en sus horas más bajas. Como político superviviente, que ha vivido desde 1993 las noches más amargas de la derrota electoral, ha visto desfilar unos cuántos cadáveres de amigos y adversarios, todo parece indicar que el de Torrent se resistirá una vez a su destino. Primero sobrevivir, luego, quizá la jubilación que le permita filosofar, siempre a su manera.