Culturas
Antxoka Agirre: “Lo ingenioso de la cultura vasca ha sido mantener lo oral como moderno”

Estudió Periodismo, dirige desde 2013 la revista Bertsolari y es profesor de la Universidad del País Vasco (UPV). Su abuelo era bertsolari y, de niño, Antxoka Agirre también cantaba bertsos. En noviembre defendió su investigación sobre el antiguo arte de rimar palabras cantando. 

Antxoka Agirre Entrevista
Antxoka Agirre. Joxean Agirre

Su abuelo era bertsolari y, de niño, Antxoka Agirre también cantaba bertsos. Estudió Periodismo, dirige desde 2013 la revista Bertsolari y es profesor de la Universidad del País Vasco (UPV). Cuando tuvo que ponerse a escribir la tesis y dedicar varios años a un tema de estudio que le apasionara escogió el bertsolarismo. En noviembre defendió su investigación Bertsolaritzaren historia: hedabideratzea, eragiletza eta proiektua (1823-2018). Ahots subalternoaren bizi-indarraren testigantza bat, la primera historia social sobre el antiguo arte de rimar palabras cantando.

Casi 200 años de historia y mil páginas escritas, ¿con qué nos quedamos?
Mejor por dónde empezamos… El investigador estadounidense John Foley es un buen comienzo, fue el máximo experto en oralidad del mundo. En 2005 vino como invitado a la final de la txapelketa de 2005 en el Bilbao Exhibition Centre (BEC). Tras verla, escribió un artículo para la revista Oral Tradition, que publica la Universidad de Harvard, donde aseguraba que no había visto un fenómeno de improvisación cantada igual. Con un desarrollo tan sofisticado, tanto prestigio social y eco mediático.

¿A qué lo atribuyó?
Insistía en que se transmite en directo por televisión y radio, que hay un centenar de periodistas acreditados y que llena portadas de diarios. Y decidí tirar de ese hilo.

¿Con qué hipótesis partías?
Las intuiciones indicaban que, recogiendo la presencia mediática del bertsolarismo, iba a salir material para tejer su historia, y que iba a ser una historia singular.

¿Ha sido así?
Sí. Dentro de hemerografía histórica del bertsolarismo he recogido más de 4.000 piezas, que no estaban catalogadas. La más antigua es de 1823, con un cambio de metodología a partir de 1980.

¿Cómo lo has estudiado a partir de 1980?
La historia actual del bertsolarismo empieza en esa fecha, cuando Xabier Amuriza gana dos campeonatos y se asientan las bases del bertsolarismo contemporáneo. Desde entonces, he investigado solo lo que se publicaba sobre la final del campeonato, otros 1.700 textos. Todo era imposible. Para la parte cualitativa, he realizado 16 entrevistas: a cuatro campeones (Xabier Amuriza, Andoni Egaña, Amets Arzallus y Maialen Lujanbio), a periodistas especializados y a responsables de comunicación de la asociación Euskal Herriko Bertsozale Elkartea.

¿Qué joyas has encontrado?
El primer artículo publicado sobre bertsolarismo data de 1823 y apareció en una revista de viajes parisina; las crónicas judiciales de Etxahun, en las que se narra que él pensaba que estaba disparando al amante de su mujer y disparó a su amigo; y una crónica extensa en inglés de una actuación de 1882. Pero más allá de las curiosidades, al etiquetar a los protagonistas, a los promotores de las historias y a los autores de las piezas, puedes tejer una historia de cada época y construir una historia social del bertsolarismo, que estaba sin hacer. Había trabajos de épocas concretas y trabajos esquemáticos, pero no había aún una historia entera.

¿El bertsolarismo es la expresión artística de Euskal Herria?
Decir eso es muy gordo, pero al ser una comunidad muy pequeña y bastante marginal, el euskera y los vascos hemos tenido una institucionalización muy tardía. Las culturas de alrededor han tenido su academia de la lengua y escolarización en su idioma. En Euskal Herria, pertenezco a la primera generación alfabetizada en euskera batua. Llegar hasta aquí ha sido muy difícil. Por lo que cuando los demás empiezan a desarrollar su cultura en clave moderna y en clave nacional, se encuentran con que para que esto funcione aquí o lo acercas al bertsolarismo o no funciona. Esta anomalía, este desarrollo tan tardío de una cultura popular escrita, le ha dado un protagonismo y desarrollo excepcional al bertsolarimo.

¿A qué te refieres?
Las primeras generaciones de promotores culturales, con distinta ideología y concepciones de la cultura, querían llevar a cabo una modernización de la cultura vasca y lo tuvieron que hacer a contracorriente, porque durante muchos siglos lo moderno y el futuro han sido lo escrito, mientras que la cultura oral eran los rescoldos de lo que iba a desaparecer. Aquí, sin embargo, el camino ha ido por la senda contraria: por mantener, desarrollar y modernizar la cultura oral.

¿Y lo han conseguido?
Sí, tuvieron la capacidad de ser ingeniosos. El formato actual de los campeonatos se sitúa en 1935-36, pero 80 años antes ya había campeonatos de bertsolaris en los juegos florales. En otros lugares los juegos florales eran escritos, pero aquí se sumaron los bertsolaris, los improvisadores, los analfabetos.

¿Los bertsolaris eran analfabetos?
No todos, pero sí la mayoría. Los bertsos salían espontáneamente en sidrerías, en fiestas, en actos sociales y conmemorativos. Los promotores quisieron darles más altura, convertirlos en un símbolo de la cultura vasca, y empezaron a organizar saios en frontones y teatros, a vestirlos con lo que entendían que era cultura moderna. Lo hermoso de esta historia es que unos promotores de una cultura pequeñísima, con pocos medios y con prohibiciones, y haciendo frente a distintas dictaduras que han prohibido el euskera, consiguieron llevar a cabo un proceso de modernización muy interesante. Lo ingenioso de la cultura vasca ha sido mantener lo oral como moderno.

¿Cómo ocurrió?
Ha habido dos renacimientos de la cultura vasca. El primero lo encontramos tras perder los fueros en la primera Guerra Carlista, a finales del siglo XIX. Con una segunda oleada jetzale antes de la Guerra Civil, cuando hacen lo que hacen en Europa: convertir la cultura popular en cultura nacional. Un bertso lo cantas y se pierde, y ellos empezaron a compilarlos, a transcribirlos y a usarlos como símbolo. El segundo renacimiento se da a partir de los años 60 y 70, y también se inspira en Europa, pero en este caso hay un movimiento de estados sin nación que, en vez de promover la cultura desde una perspectiva tradicionalista y conservadora, lo hacen desde posturas más izquierdistas y abiertas.

¿Cómo es ahora?
La época actual ha recogido elementos tanto del primer como del segundo renacimiento. Del primer renacimiento, perviven los campeonatos y el símbolo identitario. Del segundo, la forma de organizarse como un movimiento social. A partir de los 80, los bertsolaris recuperan la iniciativa y desaparecen los promotores externos, que antes eran prohombres y, luego, durante el franquismo y los primeros años 80, Euskaltzaindia. Los bertsolaris propiciaron una ruptura y dijeron “ahora vamos a ser nosotros”, y montaron la asociación Bertsozale Elkartea que, en el fondo, es un movimiento social, porque además de bertsolaris hay aficionados.

¿Cambió la figura del bertsolari?
Sí, antes se proyectaba una mística o romanticismo del bertsolari, como un don con el que naces en sitios muy euskaldunes. A partir de los años 70, se crearon las bertso eskolas, que venían a decir que el bertsolarismo no es un don, sino que lo puedes aprender. Enseñaron a los niños a mejorar su técnica y han asegurado un modelo de transmisión que ha posibilitado romper con todos los estereotipos de que solo cantaban hombres con txapela y de caserío. Con las bertso eskolas han aparecido bertsolaris urbanitas, mujeres y euskaldunberris, que han conseguido romper con una imagen muy estereotipada, que no servía para nada, y adecuarse a los tiempos de hoy en día.

¿Y el símbolo de lo nacional?
En la primera modernidad, el reto era convertir la cultura popular en cultura nacional. En la modernidad tardía, el reto consistía en meter las culturas populares que perviven dentro de la cultura de masas. Y que se junten 14.000 personas para la final de la txapelketa en un recinto que solo lo llena el bertsolarismo, los Rolling Stones y AC/DC es cultura de masas.

¿Por qué la tradición oral tiene menos reconocimiento que la escrita?
La modernidad surge con la imprenta y de la imprenta nace una cultura escrita que solo podía estar en manos de las élites, ya que solo es accesible para los que pueden ir a la escuela: la aristocracia, la burguesía y el clero. Por clasismo la llamaron alta cultura y, a lo demás, cultura popular, que siguió siendo oral. Pero esas élites que decían que lo moderno, el progreso y el futuro era lo escrito y que lo popular había que erradicarlo y domesticarlo porque es pecado o un atraso, redescubren en el siglo XIX, con el movimiento romántico en Europa, que la cultura popular es cultura nacional. Si antes la alta cultura se inspiraba en parámetros universales de la belleza universal, y se desarrolló con la Ilustración y el neoclasicisimo, el movimiento romántico reaccionó ante el imperio francés de Napoleón y dijo que la cultura universal estaba muy bien, pero la nacional también.

¿Hay que saber cantar para echar bertsos?
No, hay bertsolaris que cantan fatal. Pero se agradece que canten bien.

¿Cuál es tu bertsolari favorito?
Andoni Egaña.

¡Porque es de tu pueblo!
No, porque me parece que lo tiene todo: el nivel intelectual, la preparación de los bertsolaris jóvenes y el rollo granujil de los bertsolaris viejos. Es muy bueno con el sentido del humor y apelando a las emociones.

¿Cómo ha llegado Maialen Lujanbio a ser la txapelduna?
Los artículos académicos hablan de bertsolarismo silenciado. Todos los registros de la tesis de antes de 1980 son de hombres. Solo he encontrado dos docenas de textos que mencionan a una mujer, lo cual representa el 0,6% de los textos. El bertsolarismo refleja la sociedad en la que cantan y no es hasta la creación de las bertso eskolas cuando empiezan a entrar las mujeres. Maialen es de las primeras o, al menos, la primera que ha llegado a la élite. Harkaitz Zubiri afirma que lo más importante del bertsolarismo en los últimos años es la entrada de la mujer y que el sentido del humor, los temas y los puntos de vista al cantar están cambiando, ya no recogen solo el punto de vista del hombre. No diría que está siendo un cambio lento, pero sí complicado, como en la sociedad.

¿Los medios de comunicación atienden más al bertsolarismo?
Hay un crecimiento exponencial. Del campeonato de 1980 se escribieron 12 páginas en toda la prensa. Del de 2017, 117 páginas.

La abuela de una amiga siempre le decía un refrán que traducido al castellano viene a decir que hombre de plaza, mal marido.
La visión clásica del bertsolari siempre ha sido la de un personaje marginal, muy crítico con las autoridades y los curas. Era el marginado y el parrandero, el que se dedicaba a malvivir con lo que sacaba de los bertsos. Txirrita era un solterón empedernido sin casa fija ni hijos. Es una figura subalterna, del margen, por eso ha funcionado muy bien en una comunidad también subalterna y marginada y por eso aún se dice que el bertsolari es la voz del pueblo. Que cuando canta el bertsolari, canta el pueblo, y no gusta que sea un tipo o una tipa perfecta ni con dinero.

Si te casas, ¿habrá bertsos en tu boda?
Tendrá que haber.

¿Qué es lo más horroroso de escribir una tesis?
Antes de empezar me daba la impresión de que era como un rito iniciático tribal: cuando dejan a un joven perdido en el bosque y, si sobrevive, será uno de los nuestros. Al principio andas muy perdido, pero luego te habitúas a estar solo en el bosque y, como Mowgli, en el bosque te haces tus amigos y todo es una aventura. He aprendido mucho y he disfrutado. Los plazos ha sido lo más duro.

En la lectura de la tesis te dijeron algo precioso: que gracias a que no hiciste caso a tus directores, te ha salido una tesis aún mejor.
Y además de bonito, me lo dijeron mis propios directores. Pero les he hecho más caso de lo que ellos se piensan. Una tesis es una experiencia extraña y es un reto personal. 

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