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¿Qué le pasa a la izquierda extremeña?
Miguel Manzanera: "Las instituciones liberales han sabido reconducir la protesta social a través de las instituciones"
Segunda entrega de nuestra sección de reflexión política. Cada jueves, una persona reconocible de la izquierda política y social en Extremadura responderá a una serie de preguntas fijas elaboradas por el equipo de El Salto Extremadura, desarrollando una reflexión personal sobre la situación de la izquierda político-social extremeña y los desafíos a los que deberá hacer frente en el futuro próximo.
Miguel Manzanera Salavert, nacido en Madrid, vive en Extremadura desde 1995, y es vecino de Zafra desde 1998. Es doctor en filosofía y profesor de instituto. Posee una abundante obra publicada entre novelas, ensayos y artículos en prensa impresa y digital. Entre su activismo político y social destacan su pertenencia a la dirección de IU en Extremadura y su vinculación con la Plataforma Ciudadana Refinería No.
¿Qué fue, en Extremadura, de la oportunidad de cambio que se vislumbró a partir de 2011? ¿Puede hablarse de una crisis orgánica del Régimen extremeño del 83, o solo de una reconfiguración del sistema regional de partidos?
Extremadura es una región con una evidente personalidad propia en sus paisajes y sus gentes, que tiene una dinámica política diferenciada del resto del Estado español. Pero, en un mundo globalizado, esa dinámica viene condicionada por la situación internacional, además de las relaciones que mantiene con las otras instituciones españolas y autonómicas. Debemos pensar en ambos términos –local y global- para situar los problemas sociales que tienen que ser resueltos entre nosotros.
Empezando por lo global, la actual coyuntura histórica tiene indudables repercusiones en Extremadura. Podemos observar cómo la crisis económica y política afecta gravemente a los países desarrollados por el capitalismo liberal en Europa y América, especialmente; llevamos diez años de crisis y esta no ha hecho más que empezar. Prueba de ello es el auge de los movimientos extremistas –xenófobos, machistas y autoritarios- en numerosos países de ambos continentes, alimentados con frecuencia por el desencanto de las clases subalternas. Las capas sociales más pobres votan opciones políticas en contra de los Derechos Humanos, desorientadas por los ideólogos del sistema, cuando no es por la desesperación misma de los trabajadores sometidos a las presiones del mercado con condiciones de trabajo cada vez peores. Se repite un ciclo de acontecimientos que dio origen a la crisis mundial del siglo XX: depresión económica provocada por las políticas liberales, aumento de la desprotección social, movimientos de nacionalismo excluyente, incremento de las tensiones bélicas, etc.
En Extremadura, la agudización de la crisis acaba de manifestarse con toda su crudeza en estos días, al hacerse pública la noticia de que la población en riesgo de pobreza alcanza la cifra de más del 44%, 470.000 personas
Se trata de una salida falsa; pero la situación actual es muy confusa debido a las engañosas esperanzas creadas en las masas por la sociedad de consumo. Hoy sabemos que la utopía de la abundancia creada por el capitalismo liberal es insostenible, porque se basa en una fuente de energía que se agotará en menos de cien años: los combustibles fósiles. Como en el siglo XX, una solución progresista de la crisis, si es que existe, solo saldrá a la luz cuando los ciudadanos se aclaren acerca de los problemas actuales y sean capaces de formular una alternativa socialista y democrática, basada en una abundancia no consumista. Si no somos capaces de construir esa alternativa, la situación puede empeorar hasta límites insospechados, como ya ha sucedido en el pasado. Y si las fuerzas progresistas resultan incapaces de analizar los problemas y ofrecer alternativas razonables, es de temer que sigan desarrollándose los movimientos extremistas que estamos viendo en Europa y América.
En Extremadura, la agudización de la crisis acaba de manifestarse con toda su crudeza en estos días, al hacerse pública la noticia de que la población en riesgo de pobreza alcanza la cifra de más del 44%, 470.000 personas. Por tanto, la crisis no se ha cerrado, ni mucho menos, y la situación comienza a ser insostenible. Parece recomendable empezar a pensar en los cambios de todo orden que se necesitan en nuestra región para mantener el desarrollo humano de las últimas décadas. Afortunadamente, aquí hemos visto importantes movilizaciones cívicas, que manifiestan la existencia de una población crítica; pero, en el aspecto organizativo, no se han creado estructuras sólidas, independientes de la administración del Estado, para defender los intereses colectivos de los extremeños. Y esas estructuras son necesarias para el funcionamiento de una sociedad moderna, capaz de hacer frente a los desafíos de nuestra época.
En el aspecto organizativo, no se han creado estructuras sólidas, independientes de la administración del Estado, para defender los intereses colectivos de los extremeños
En nuestra región, el bipartidismo no se ha resentido por la crisis política. Y es previsible que en las próximas elecciones los partidos del sistema monárquico mantengan todavía su hegemonía política, hegemonía que está seriamente dañada en el resto del país. Este me parece el efecto de la parsimonia con que se realiza la evolución social en una región eminentemente rural, con todo el peso de la tradición y las costumbres, que se mantienen en los pueblos y las comarcas. Pero también por causa de esa historia recargada de represión que han sufrido las gentes extremeñas.
En todo caso, las nuevas situaciones creadas por la crisis económica exigen un nuevo orden político en Extremadura, lo mismo que en el resto del Estado español y en la UE. Un orden que no se funde en la dominación del capital financiero privado y las grandes empresas transnacionales sobre la sociedad y la política. A nivel mundial, la emergencia de la República Popular China como potencia hegemónica, en alianza con la Federación Rusa y demás Estados asiáticos, está marcando la aparición de esa nueva época histórica.
¿Qué balance haces de la acción de la izquierda social, política y cultural extremeña en esta legislatura 2015-2019 que ahora concluye?
La situación de la izquierda en Extremadura puede resultar algo paradójica. Por un lado, hemos visto importantes movilizaciones populares en tres oleadas sucesivas, como fueron la lucha ciudadana contra la refinería, el 15M y las Plataformas por la Dignidad. Y al menos en el último caso, se puede decir que la movilización extremeña estuvo en la vanguardia del Estado español, siendo uno de los focos más activos en la agitación política contra la precariedad y a favor de la renta básica. Por otro lado, mientras los problemas sociales se están agudizando, el nivel organizativo de esos movimientos populares se mantiene en el plano de la reivindicación social y económica, sin saltar a la construcción de una organización política que plantee un proyecto de sociedad alternativo.
Mientras los problemas sociales se están agudizando, el nivel organizativo de esos movimientos populares se mantiene en el plano de la reivindicación social y económica, sin saltar a la construcción de una organización política
La movilización ciudadana contra la refinería en Tierra de Barros –un desastroso proyecto económico de la Junta- fue el antecedente de la abstención de IU en la Asamblea de Extremadura, lo que hizo posible el único gobierno regional del partido conservador en nuestra región desde la época de la UCD. Pero no se produjo una auténtica fusión entre la dirección política de izquierdas y la ciudadanía movilizada; la cúpula de IU, absorbida por las tareas parlamentarias y el juego del poder en los órganos del Estado, se olvidó de la importancia de la creación de una organización sólida y dejó escapar una ocasión de oro.
Hay que subrayar que algo parecido pasó en el resto del Estado español con el 15M: pilló totalmente desprevenida a esta coalición de izquierdas, más absorta en sus problemas internos que atenta a lo que sucedía en la calle. IU demostró ser una organización para la resistencia frente al neoliberalismo, sin instrumentos para afrontar los cambios que se estaban produciendo con la crisis. El 15M tuvo una indudable repercusión en nuestras ciudades y dio origen a una segunda oportunidad para la formación de una importante fuerza popular. Sin embargo, esa movilización se quedó reducida a la formación de un grupo parlamentario de Podemos, que no ha construido lazos orgánicos con la ciudadanía, reduciendo de nuevo el debate público a los discursos en la Asamblea. Las instituciones liberales han sabido reconducir la protesta social a través de las instituciones políticas de la Monarquía Parlamentaria.
Las Plataformas por la Dignidad tuvieron desde el principio un fuerte arraigo entre la población más pobre de la región, en trance de ser desahuciada por la crisis económica. Consiguieron situar a algunos de sus miembros entre los parlamentarios elegidos en la última Asamblea, pero estos han sido barridos de la lista para elegir los nuevos cargos en las próximas elecciones, lo que es un síntoma más de la separación entre los representantes políticos de la izquierda y sus bases sociales. No obstante, dada la terrible situación creada por la crisis para las capas pobres, esas plataformas tienen una importante labor para desarrollar la actividad política entre esos sectores sociales desfavorecidos.
Esa movilización se quedó reducida a la formación de un grupo parlamentario de Podemos, que no ha construido lazos orgánicos con la ciudadanía, reduciendo de nuevo el debate público a los discursos en la Asamblea
Las causas de esa dinámica política de movilización y desorganización hemos de verlas en las peculiaridades sociológicas de nuestra región. En primer lugar, la mentalidad conservadora dominante, heredada del franquismo y la represión violenta de las corrientes disidentes y progresistas, se complementa con la escasa población, dispersa por un territorio enorme. La fuerte emigración en el siglo XX, cuando se fue la parte más dinámica y emprendedora de nuestros conciudadanos, podría explicar la escasez de cuadros de izquierda y personas comprometidas con el liderazgo social. En segundo lugar, la llegada de numerosas ayudas que la UE concede a las regiones más desfavorecidas ha traído cierto bienestar social y ha permitido crear redes clientelares a los políticos de la Junta agrupados por el PSOE. El autoritarismo del franquismo ha sido sustituido por el paternalismo del Estado democrático edificado sobre la Constitución del 78, sin que se pueda observar la formación de una auténtica madurez política entre los ciudadanos, excepto en algunas personalidades de vanguardia.
En definitiva, da la impresión de que la legislatura que termina va a cerrarse sin producir avances sustantivos para la organización popular. Pero la persistencia de los problemas exigirá nuevas formas de acción institucional. Existen loables iniciativas ciudadanas y populares al respecto que deben desarrollarse y aumentar su capacidad de influencia hacia los órganos del poder político extremeño. Para ello es necesario que mantengan su independencia respecto de la administración, lo que significa también que la administración debe ser capaz de respetar su autonomía.
¿Ves deseable y posible la unidad de la izquierda transformadora y los actores de cambio en Extremadura? ¿Qué desafíos les aguardan en el medio plazo del próximo cuatrienio, y qué estructuras y estrategias necesitaría desarrollar para enfrentarlos con éxito?
Sin duda, la unidad de la izquierda es lo más deseable para hacer frente a la actual crisis desde una perspectiva progresista. Ahora bien, no es suficiente con crear esa unidad a partir del pacto entre las cúpulas para repartirse los cargos, como parece ser la tónica en la izquierda de nuestro país. La unidad de la izquierda debería poder forjarse como bloque social, es decir, el conjunto de las asociaciones ciudadanas de todo tipo, dirigidas políticamente por la clase obrera consciente. De esa manera se podría crear una salida progresista a la crisis del liberalismo, puesto que en mi opinión esa salida solo puede consistir en una República de democracia participativa que tuviese por base una economía mixta, como fue el Estado del Bienestar en la Europa de los años 50-70, y como es hoy la República Popular China.
La unidad de la izquierda es lo más deseable para hacer frente a la actual crisis desde una perspectiva progresista
Ese modelo mixto aparece hoy como la única forma consistente del orden social en una economía desarrollada. Salvo caída en la barbarie y la destrucción planetaria, esa estructura mixta acabará imponiéndose a nivel mundial tras el fracaso del liberalismo. El error de los ideólogos del sistema es pensar que esa estructura social es una concesión graciosa del capitalismo, olvidando que fue siempre el resultado de duras luchas de los trabajadores organizados y conscientes –incluso a través de guerras espantosas que hoy se están repitiendo en Oriente Medio y el norte de África-.
En Extremadura, tropezamos con la dificultad de un tejido productivo muy débil y controlado por capas sociales conservadoras –agrupadas en el bipartidismo del PPSOE, como lo denominó el 15M-. Así que da la impresión de que la solución tendrá que ser inducida desde fuera. Mientras tanto, la única posibilidad, para las personas con inquietudes y comprometidas con el bienestar colectivo, es mantener un mínimo de conciencia social para hacer más fácil el advenimiento de ese nuevo orden mundial que se está abriendo paso a través de las actuales luchas políticas.
A pesar de todas sus deficiencias, la coalición electoral de las diversas fuerzas de izquierda es necesaria y debe ser apoyada por las personas conscientes. Mantener un pequeño grupo parlamentario permitirá conseguir ciertas cotas de poder político y debería servir para aglutinar a los diversos sectores críticos. Sin embargo, en pleno crecimiento del conservadurismo extremista en los países desarrollados, habrá que pensar en formas organizativas más sólidas.
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