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Literatura
I.P.E.S., un laboratorio con ecos a cementerio nuclear
Repasamos la lucha en el oeste salmantino contra el proyecto I.P.E.S., con el que ENRESA pretendía construir un centro de investigación y que fue tomado por un cementerio nuclear, despertando las protestas de las poblaciones locales, y llegándose a situaciones muy graves.
Esta es una lucha que incluye secuestros y atentados, y equivocadamente asociada al movimiento antinuclear, marcado por su resistencia no violenta. Ponemos aquí negro sobre blanco para evidenciar la completa particularidad de esta lucha.
Radiactividad. Esa palabra que todavía en muchas partes del planeta provoca rechazo, es una palabra especialmente prohibida en el oeste de Salamanca. Allí en la actualidad hay un proyecto minero que está dando mucho de qué hablar, pero también es ahí donde hace 30 años se quiso poner en marcha un proyecto que hizo que toda una comarca se uniera como pocas veces ha pasado en este país, alcanzándose situaciones extremas. Pero en contra de lo que algunos creen todavía hoy en día, el proyecto I.P.E.S. (Instalación Piloto Experimental Subterránea) no era un cementerio nuclear encubierto, era un proyecto de investigación que nunca se llegó a poner en marcha por la férrea oposición de su población. Es por ello que, en España, Aldeadávila y el proyecto I.P.E.S. son tomados por una minoría como un referente antinucleary es habitual verlos como ejemplo de esa lucha pese a sus irreconciliables divergencias en métodos y objetivos.
Aclaremos los hechos. En 1987, año en el que se produjeron los Sucesos de Aldeadávila, España acababa de entrar en la Comunidad Económica Europea (CEE). Al hacerlo, el Gobierno descubrió la existencia de un nuevo proyecto que se estaba poniendo en marcha y que podría ser de interés para que España se consolidase en el nuevo panorama político del que ahora formaba parte. Este proyecto pretendía estudiar la respuesta a la radiactividad de determinadas rocas con el fin de conocer cuáles son las más adecuadas para construir en el futuro almacenes de residuos nucleares que fuesen eficientes y seguros. Pero por aquel entonces solo había dos instalaciones aprobadas: el Hades Underground Laboratory en Bélgica, elegido para estudiar unas arcillas; y el Asse II en Alemania, en una antigua mina en evaporitas (rocas formadas por precipitación química y que en muchos casos son bastante solubles). Pero todavía no había una instalación asignada para estudiar granitos, roca de la que precisamente España no escasea, con algunos ejemplos incluso ya excavados. Con todo ello, el Gobierno central no tardó en asignar a la recientemente creada Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA) el desarrollo del ansiado proyecto. Y el enclave elegido no fue otro que Aldeadávila de la Ribera, un pequeño municipio salmantino ubicado en una región despoblada y estable desde el punto de vista tectónico, pero que tenía la peculiaridad de tener la presa hidroeléctrica más importante del país (y en la que acababan de terminar las obras de ampliación para alojar un segundo grupo de producción). Pero lo más importante de todo esto era que las instalaciones de Aldeadávila son fundamentalmente subterráneas y están excavadas precisamente en uno de esos granitos. Porque en realidad, en el proyecto I.P.E.S. la clave estaba en la presa.
El proyecto I.P.E.S. (Instalación Piloto Experimental Subterránea) no era un cementerio nuclear encubierto, era un proyecto de investigación que nunca se llegó a poner en marcha por la férrea oposición de su población.
Aldeadávila de la Ribera se encuentra en pleno corazón de la comarca de Arribes del Duero, una región aislada, rural, pobre y despoblada que se encuentra en la frontera con Portugal. De hecho, fue precisamente desde el país vecino desde donde llegó la primera noticia sobre el proyecto, aunque unos meses antes ya había saltado en medios nacionales sin montar mucho revuelo. Pero no fue hasta que vino de Portugal cuando la gente de Arribes empezó a movilizarse, en parte porque lo que a ellos les había llegado era el rumor de que se iba a construir un cementerio nuclear. Y el hecho de que fuera ENRESA la responsable del proyecto no hizo más que alimentar ese rumor. Es por este motivo que cuando el Gobierno central, e incluso el autonómico, quisieron matizar la realidad de I.P.E.S., ya era demasiado tarde.
Lo que vino después es ya historia de España. La gente de la comarca empezó a movilizarse activamente en contra del proyecto que temían fuera a convertirse en un cementerio nuclear, y que con el tiempo ha acabado siendo confundido con uno de ellos. Se produjeron movilizaciones en varias ciudades, hubo secuestros (el más famoso, el del Vicepresidente de la Diputación de Salamanca) y hasta un atentado con explosivo en el que fue derribada una torreta de Aldeávila. Y las consecuencias de todo ello no se hicieron esperar, ya que ese mismo año, año electoral, el PSOE perdió el Gobierno de la Junta de Castilla y León (en favor de un todavía desconocido José María Aznar) y el de casi todos los ayuntamientos del oeste de Salamanca. Al final, en octubre de 1987, el proyecto I.P.E.S. era cancelado oficialmente y la región de Arribes pudo vivir tranquila durante años, todo ello gracias a su oposición a un proyecto de investigación que fue tomado por un cementerio nuclear.
En 1987 tres eran los proyectos para estudiar la respuesta de la radiactividad en diferentes tipos de rocas. Uno de ellos, el belga Hades Underground Laboratory, es uno de los laboratorios más importantes del mundo en estas cuestiones, todo un éxito que ha demostrado la importancia de las arcillas en temas de seguridad nuclear. En el otro lado de la moneda tenemos el proyecto Asse II de Alemania, un fracaso absoluto que nunca ha dejado de dar escapes radiactivos y que podría ser, sino lo es ya, el destino de más de 300 000 m3 de desechos radioactivos. Nunca sabremos en qué lado habría estado el proyecto I.P.E.S. de haber seguido adelante. El granito es mucho más difícil y costoso de excavar que las evaporitas de Alemania, y eso hace pensar que el proyecto habría sido del todo inviable como cementerio nuclear, pero ya se sabe que la historia está llena de malas ideas. En cualquier caso deberemos quedarnos con el hecho de que lo que ocurrió en Arribes del Duero hace más de 30 años representa uno de los pocos ejemplos en los que un pueblo luchó contra su gobierno y salió victorioso. Los motivos de esa lucha, si fueron acertados o no, es una cuestión que queda en la opinión personal de cada uno.
Daniel Hernández Barreña es autor de la novela IPES, inspirada en la historia real del secuestro que tuvo lugar en Aldeadávila de la Ribera con motivo del proyecto I.P.E.S.