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Educación pública
Estudiantes se rebelan contra un código de vestimenta que regula el uso de pañuelos en la cabeza o el largo de las faldas
Menos medir la longitud de faldas y pantalones y más introducir educación sexoafectiva en las aulas. Esto es lo que han reclamado un grupo de estudiantes en la puerta del instituto público Manuel Fraga Iribarne, situado en el barrio madrileño de San Chinarro, la mañana del 16 de junio. Algunas de las manifestantes (la mayoría eran chicas) venían del propio centro, también había ex-alumnos, estudiantes de otros institutos cercanos y gente del Sindicato de Estudiantes. El motivo de la concentración: el 30 de junio se votará en el centro un reglamento que incluye límites a la vestimenta.
El profesorado deberá votar así sobre la prohibición de gorras y pañuelos que cubran la cabeza, pantalones o faldas “que queden por debajo del largo de los brazos estirados completamente”, o camisetas “que dejen al descubierto el abdomen, la ropa interior o el pecho”. Tras descartar también chanclas, camisetas de baloncesto de tirantes, y bañadores, lo que parece aún un borrador, concluye: “En todo caso se mantendrá un código de vestimenta semiformal de acuerdo a los usos sociales que evite la hipersexualización de los menores de edad”.
“Nos llegó la noticia de la norma a varios estudiantes y nos empezamos a unir y movilizar a la gente. A partir de ahí empezamos a hablar con varios medios y sindicatos para conseguir más ayuda”, cuenta Celia, una de las alumnas que sostenían la pancarta en la concentración contra el reglamento. Tanto ella como su compañera Anabel refieren que la forma en la que visten las chicas parece suponer un problema para la dirección y parte del profesorado, y que están cansadas de que se les llame continuamente la atención por su ropa: “Sin embargo, no esperábamos que en un instituto público se pudieran tomar este tipo de medidas. El detonante ha sido la queja planteada por una familia, que reclamó que no podían reprochar nada a su hija por su vestimenta, puesto que no existía ninguna norma en relación al vestuario de los alumnos”, narra Anabel.
Las estudiantes refieren que la forma en la que visten las chicas parece suponer un problema para la dirección y parte del profesorado, y que están cansadas de que se les llame continuamente la atención por cómo visten
Por otro lado, temen que la alusión a no poder llevar pañuelos en la cabeza pueda apuntar a impedir el uso de hiyab, aún cuando nadie usa el velo de momento en el instituto. Celia comenta que lo que quieren es hablar con el profesorado y que se les informe y tenga en cuenta. “Esto no es contra ellos, lo que queremos es reflexionar juntos”.
“¡Mi cuerpo y mi ropa no provocan nada!”, “¡me visto como quiero y que se joda al clero”!, coreaban decenas de estudiantes frente al centro, muchas de ellas y de ellos vestidas con shorts, minifaldas o tops. Con ellas, algunas profesoras y profesores han decidido sumarse a la concentración.
“Ha habido bastantes casos con este tipo de modificaciones en varios centros públicos, con normativas en las que se señala a las alumnas en lugar de protegerlas”, apuntaba a la mañana Carmen, del Sindicato de Estudiantes, que consideraba además la propuesta racista ante quienes llevan velo: “un centro público no debe apoyar estos reglamentos que al final lo que hacen es dividir al alumnado y ponerles en situaciones incómodas. Basta ya de señalarnos: hoy es en el instituto, ¿y mañana qué? ¿Tenemos que permitir esto en nuestros centros de trabajo? ¿en la calle?”
Carmen ya está en la Universidad y, con los compañeros y compañeras del sindicato han traído pancartas y un megáfono con los que anima la concentración, en lo que parece una especie de taller de educación sexo afectiva con enfoque feminista, en plena calle. Conecta con lo que el grupo de alumnas y alumnos que ha convocado la concentración considera prioritario.
“Nos preocupa la transfobia, la homofobia, el machismo y el racismo, que aún a día de hoy siguen presentes en nuestras aulas y en la sociedad. Creemos que en vez de debatir este tipo de medidas que contribuyen a empeorar el problema, podrían enfocarse en combatirlo”, señala Anabel. ¿Cómo? “tratando estos temas y haciendo hincapié en ellos en asignaturas como Valores Éticos”. La estudiante considera que en estos tiempos lo que se necesita es incidir en la formación en pensamiento crítico “en vez de aprender a obedecer y a acatar”. La demanda es también de educación sexoafectiva “ya que en los cuatro años de educación secundaria obligatoria tan sólo se imparte una única charla sobre educación sexual con la información básica que se centra, en su mayoría, en el ámbito sanitario”.
”En los cuatro años de educación secundaria obligatoria tan sólo se imparte una única charla sobre educación sexual con la información básica que se centra, en su mayoría, en el ámbito sanitario”
“¡Con ropa o sin ropa, mi cuerpo no se toca!”, opinaban sobre los códigos de vestimenta, y añadían, a coro: “no hay excusa para el que abusa”. Un resumen de lo que han querido comunicar en el manifiesto, leído a varias voces: “Rechazamos el control que se ejerce sobre nuestros cuerpos”, leía una estudiante, tras ella, otra ha continuado: “creemos que un centro público como el nuestro se debería poner en el foco en la mirada y no en nuestros cuerpos”. En el texto del alumnado se hacía también referencia a la necesidad de visibilizar otras identidades de género, y de luchar contra el racismo. “Invitamos a la sociedad y al profesorado a reflexionar sobre el mensaje que se traslada al alumnado proveniendo este tipo de medidas que se están discutiendo desde el máximo secretismo”, denunciaban por último.
Avanzada la concentración han llegado cinco coches patrulla. La policía ha pedido la documentación a un integrante del Sindicato, y revisado el teléfono de un joven de 14 años, que sostenía que no estaba grabándoles si no jugando en el móvil. Él y sus compañeros intentaban comprender lo que estaba pasando en su instituto. La aparición de la policía y la negativa de dirección a hablar con los estudiantes ha bajado un poco la moral a quienes se han concentrado, que estaban muy satisfechas con la afluencia y el apoyo de algunas profesoras y profesores. “Han llamado a la policía así que supongo que no les ha hecho gracia la concentración. Pero ya contábamos con eso”, valoraba Celia, que contaba tras la acción que les han invitado a pedir cita con la directora a través de secretaría. Esperan que se la den antes de las votaciones de la votación del 30.
Además de organizarse para que el centro ponga más atención a la educación y menos a la ropa, las estudiantes reclaman una mayor participación en las decisiones que se toman en el centro poniendo en marcha un sindicato o un consejo de estudiantes, comenta Celia, y “obviamente, nos gustaría cambiar el nombre de nuestro centro ya que se llama como un ministro franquista”.