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Fascismo
El fetichismo de las urnas (I)
Como se sabe, el nacionalismo exacerbado llevó al imperialismo y a la I Guerra Mundial. Este clima nacionalista influyó en una parte de la izquierda italiana, tanto en el partido socialista como en los sindicatos. Fueron los partidarios nacionalistas de estas organizaciones obreras, las cuales apostaban por la entrada de Italia en la Guerra, -hecho que ocurrió en mayo de 1915- quienes fundaron oficialmente el fascismo italiano el 23 de marzo de 1919 en Milán -los Fasci di Combattimiento-, junto a un grupo de ex combatientes, entre los que se encontraba Mussolini, y unos cuantos intelectuales futuristas seguidores de Filippo Marinetti (Marinetti rechazaba la herencia cultural de la modernidad recogida en museos y bibliotecas y ensalzaba la velocidad, la tecnología y la violencia). El programa fascista de 1919 era una mezcla curiosa entre socialismo y nacionalismo. Pedían la materialización de objetivos expansionistas en los Balcanes y el Mediterráneo, el sufragio femenino, el voto a partir de los 18 años de edad, la jornada de las 8 horas, la participación de los trabajadores en la gestión de las fábricas, un impuesto gravoso sobre el capital, la expropiación de ciertas propiedades de la iglesia y la República.
Estos líderes fascistas que habían combatido en la Gran Guerra se sentían traicionados por los liberales en el poder por haber firmado una paz vergonzosa tras la victoria, y reivindicaban el derecho a gobernar. Empero, en las elecciones de noviembre 1919, los Fasci di Combattimento, no lograron sacar ni a un solo diputado. A partir de aquí, Mussolini y otros líderes fascistas comenzaron a emplear la táctica agresiva del escuadrismo como acción directa contra los que consideraban sus principales enemigos internos, esto es, los socialistas. Ya en abril de 1919 habían atacado la sede del periódico socialista Avanti en Milán, con un saldo de cuatro muertos. A partir del otoño de 1920, el escuadrismo será paradójicamente la base para construir hegemonía -que suele implicar un mayor nivel de consenso frente a la fuerza- en torno al significante vacío de la unidad orgánica nacional, esto es, territorial y de clase, entre los diferentes sectores que ansiaban orden social, como pedían, verbigracia, los terratenientes del valle del Po contra las reivindicaciones sociales de los obreros agrícolas. En este contexto, el escuadrismo modificó la composición social del movimiento, que era pequeño-burgués y obrero, inclinándola hacia la derecha, hacia el gran capital urbano y rural. Ello se reflejó en el programa del recién creado Partido Nacional Fascista en noviembre de 1921 que puso como objetivo central el productivismo y el llamado a las inversiones de capital. El idealismo anticapitalista del primer fascismo se disolvió. Ya en las elecciones parlamentarias de mayo de 1921, el gobierno liberal de Giolitti le había dado la mano a Mussolini para que entrara en la coalición electoral, obteniendo 35 diputados. En el otoño de 1921, el PNF tenía ya 250.000 miembros y se convertía en el mayor partido de masas de Italia. Los discursos nacionalistas antisocialistas de Mussolini atraían ante todo a la juventud de las clases medias de las zonas urbanas y rurales, -a pesar del giro programático- pero también intentaba conseguir de forma populista el apoyo obrero y campesino.
Desde el punto de vista de los intereses reales de clase, la burguesía italiana había logrado dirigir políticamente el proceso de la revolución democrática burguesa durante el primer Risorgimiento a mitad del siglo XIX. Pero solo pudo hacerlo a costa de concesiones político-económicas importantes a la gran propiedad territorial semi-feudal fundamentalmente en el sur. A partir de 1920, se asiste a una ofensiva del gran capital industrial para obtener su hegemonía política en el seno del bloque en el poder. Esta ofensiva logró quebrantar la hegemonía del capital medio, -representado por los gobiernos liberales de Giolitti, Bonomi y Facta respectivamente-, abriendo un período de inestabilidad política expresada en los cambios de Primer Ministro debido a las sucesivas pérdidas de confianza. En este escenario, el gran capital, como el grupo Orlando-Sonnino-Salandra, se orientó hacia un golpe de Estado y una solución militar. Esta ofensiva del gran capital industrial a partir de 1920, coincidió, curiosamente, con la transformación del fascismo en un gran movimiento de masas.
El éxito de los Camisas Negras -escuadristas- del valle del Po, no se basó solo en la fuerza, sino que dieron a algunos campesinos trabajo y tierra, compitiendo y arrebatándole base social a los socialistas. Pari passu, consiguieron demostrar la incapacidad del Estado para proteger a los terratenientes y mantener el orden social, por lo que los escuadristas comenzaron a no respetar el monopolio del aparato del Estado en el uso de la fuerza hasta el punto de llegar a ocupar ciudades enteras con el apoyo no solo de los terratenientes, sino de la policía local y de los comandantes del Ejército que les suministraron armas. Durante 1922, tomaron Fiume, Ferrara, Bolonia, Cremona, Trento y Bolzano. Cuando se celebró el Congreso Fascista anual, el 24 de octubre, en Nápoles, Mussolini ordenó a los Camisas Negras que ocuparan los edificios públicos y las estaciones de trenes para organizar una marcha sobre Roma el día 27. El gobierno provisional liberal de Luigi Facta, en el contexto de un Parlamento dividido entre católicos y socialistas y dentro de estos, reformistas y pro bolcheviques, estableció la ley marcial y ordenó a la policía el control de las estaciones ferroviarias, pero no fue suficiente para detener a todos los escuadristas que llegaron a Roma -unos 9 mil- en la mañana del día 28 de octubre. Lo que ocurrió a continuación es bien conocido, el Rey Víctor Manuel III, en vez de firmar el decreto de la ley marcial del primer ministro, ofreció el cargo a Mussolini. No fue la fuerza del fascismo lo que decidió realmente el asunto, sino el apoyo de los conservadores en el poder.