Comercio
China, las máquinas y los empleos
No es casual que China, un país razonablemente famoso por la existencia de mano de obra barata, esté siendo pionero en implementar los supermercados del futuro. De momento, hay personal orientando las compras, metiendo los artículos en bolsas y atendiendo en stands. Pero la cadena de supermercados de Alibaba ya ha advertido que su aspiración es funcionar sin personal

Una de las noticias que está revolucionando el mundo del retail mundial es la nueva forma de hacer la compra en China: máquinas inteligentes, carros de la compra automáticos, menos espacio a la exposición de productos en favor de espacios donde poder probarlos, pago con el móvil y, por supuesto, un refuerzo estratosférico de la venta online.
Las cifras no parecen querer dejar lugar a dudas de que la nueva forma de ir al súper es el futuro: los grandes de los grandes de la distribución en el gigante asiático, como Alibaba, JD.com y hasta Carrefour se han subido al carro del súper del futuro y la venta a través de Internet. Una venta que, por cierto, se multiplicará por cuatro el año que viene en China, según las previsiones de distintas empresas de consultoría. De esto, hay datos, estudios e informes de sobra. Lo que no hay es un análisis serio de las consecuencias socioeconómicas.
Está claro que estas cifras no serían alcanzables sin la introducción de máquinas y la consolidación definitiva del e-commerce. La diferencia es abismal, sobre todo porque en los últimos años la mano de obra en los establecimientos ha ido cada vez a menos, y las nuevas tecnologías permiten agilizar y multiplicar las compras casi a la velocidad de la luz. Más compras y menos personal al frente, en detrimento, claro está, de la atención al cliente, esa gran olvidada que se nos acabará olvidando por completo si no nos paramos a analizar lo que está pasando, antes de que sea demasiado tarde.
Este no es un artículo apocalíptico, sino un convite a la reflexión. No es casual que China, un país razonablemente famoso por la existencia de mano de obra barata, esté siendo pionero en implementar los supermercados del futuro. De momento, hay personal orientando las compras, metiendo los artículos en bolsas y atendiendo en stands que funcionan a modo de restaurante. Pero pronto habrá quejas de los negocios de hostelería (suponiendo que no las haya ya), y Hema, la cadena de supermercados de Alibaba, ya ha advertido que su aspiración es funcionar sin personal.
Hay quien apunta que la plantilla que se recorte en caja compensará el refuerzo de la misma en la gestión de almacén pero, ¿quién se encarga de asegurarnos eso? Pensemos, por ejemplo, en los perfiles de género que las empresas suelen asignar, por mero estereotipo, a cada tarea laboral: ¿No es demasiado inocente dar por hecho que el actual personal de cobros, con alta presencia femenina, será derivado automáticamente a cargar y ordenar cajas?
O, sin fijarnos en la cuestión de género (porque ya sabemos que a algunos todavía les cuesta), miremos la especialización. Si sustituimos la actividad de cobro por una función puramente comercial y la hostelería, ¿quién les asegura a las personas que trabajan en caja que podrán dar el salto a las nuevas funciones? ¿Se les dará (y, por tanto, pagará) formación específica? ¿O, puestos a ahorrar, después de introducir maquinaria que nos ha costado millones, se irá incorporando personal que ya venga con la lección aprendida?
Por no hablar de que vivimos en un oligopolio mundial del e-commerce en el que Amazon y Alibaba se disputan el mercado, y donde no se sabe si ambos gigantes convivirán felizmente durante muchos años o si uno se acabará merendando al otro. ¿Qué pasa si el asiático pierde la partida? ¿Cuántas personas, hombres y mujeres, se irían a la calle?
No hace falta ser economista ni profesional de la psicología para entender que el personal humano aporta un plus de cara al público que no ofrecen las máquinas. Tampoco es necesario para saber que, a pesar de los pingües beneficios que puede obtener una empresa con su innovación tecnológica, eso no se traduce en oleadas de contrataciones ni sueldos más que dignos para toda la plantilla. Eso ya no.
Por eso sorprende tanto que nos alegremos cada vez que pagamos con el móvil, o sonriamos ante la idea de ser perseguidos por un carrito de la compra por todo el súper. Estamos a tiempo de reflexionar y, sin necesidad de negarnos a abrazar la tecnología, poner el parche antes de la herida.
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