Conflictos bélicos
“No existe una cifra de personas muertas por ataques de drones, ya que estos ataques se ocultan o se niegan”

El cortometraje ‘Yalla’ de Carlo D’Ursi trae a la actualidad el caso de los cuatro niños que murieron en el ataque de un dron mientras jugaban al fútbol en Gaza. Una situación que se repite en otros puntos del planeta como Sáhara Occidental o Afganistán, Somalia y que denuncian organizaciones como Amnistía Internacional y la coalición Stop Killer Robots contra las armas autónomas.
Drones Palestina
Fotograma de Yalla, un corto sobre el uso de drones en Palestina.

“En uno de los últimos informes de Naciones Unidas, solo en 2019 han muerto más de 12.000 menores en conflictos armados en medio oriente. Desgraciadamente estas historias están a la orden del día”. Así responde el director de cine Carlo D’Ursi a la pregunta de por qué se fijó en la historia de los primos Baker para hacer Yalla, un cortometraje avalado por Amnistía Internacional. Cuatro niños que jugaban en una playa de Gaza en 2014 cuando el ataque de unos drones israelíes acabó son sus vidas. Dos proyectiles que, según las fuerzas armadas de Israel, se lanzaron a lo que pensaron que eran milicianos de Hamás, pero que en realidad eran dos niños de diez años, otro de once y otro de nueve jugando al lado de un hotel donde se suele hospedar la prensa extranjera. Fue precisamente un medio francés quien logró grabar la escena, con persecución incluida de los niños. En ella se aprecia que el dron, pese a no tener confirmación de si la zona era de guerra, disparó igualmente.

Eso es lo que se desprende de la investigación del caso, que fue archivado. Coincidiendo con el estreno de Yalla, el Supremo israelí anuncia que revisará el caso de nuevo. “Jugaban al fútbol”, remarca D'Ursi en declaraciones para El Salto. “Se me ponen los pelos de punta de solo pensarlo, y mira que han pasado años desde que he abordado esta trágica historia”, prosigue.

El cortometraje, que ya ha ganado el premio Forqué 2021 y está nominado a mejor corto de ficción para la edición de este año de los Goya, recrea una situación similar a la de los niños Baker pero que podría estar ubicada en cualquier terreno. Yalla en árabe significa ‘vamos’, ‘corre’ pero también significa 'ánimo'. Una palabra polisémica, una oportunidad para hacer el cortometraje más universal. “Desde la escritura del guion nos dimos cuenta que los diálogos podrían llegar a entorpecer la narración de un hecho tan trágico, que no necesitaba nada más. Usar una sola palabra, ‘yalla’, ha servido también para ayudar la distribución del corto a nivel mundial, porque de esta manera eliminamos la barrera idiomática”, comenta su director.

El impacto de los drones en el mundo

El pasado noviembre, el Frente Polisario denunciaba la muerte de 11 civiles en dos ataques supuestamente ejecutados por drones pilotados por el Ejército marroquí. Los drones sembraron el terror entre la población civil afgana. En ese país se cuentan numerosos casos de ‘errores’ al usarlos en ataques aéreos durante los veinte años de la ocupación estadounidense. “Estados Unidos es sin duda uno de los países que más ha usado drones de combate en los últimos quince años en diferentes países: Pakistán, Afganistán, Somalia, etc”, explica Miguel Ángel Calderón Gallego, director de Comunicación en Amnistía Internacional España, que indica que “no existe una cifra que refleje el número de personas muertas por ataques de drones en todo el mundo, ya que en muchas ocasiones estos ataques se ocultan o niegan”.

Amnistía Internacional estima que cerca de un 20% de las víctimas de ataques con drones en todo el mundo son civiles, datos que pueden ayudar a percibir la dimensión del problema

Esta organización en defensa de los Derechos Humanos sí que ha podido documentar de forma independiente, por ejemplo, que sólo en 2010 hubo en Pakistán más de 950 personas muertas por ataques de drones, y que cerca de un 20% de las víctimas de ataques con drones en todo el mundo son civiles, datos que pueden ayudar a percibir la dimensión del problema. Por eso, AI denuncia que “las leyes de la guerra que hay que cumplir en cualquier conflicto armado son los convenios de Ginebra, que entre otras muchas cosas prohíben los ataques a civiles, y en este sentido los drones en muchas ocasiones violan el derecho internacional”.

Robots asesinos

En concreto, Amnistía Internacional pretende poner las bases sobre el uso aceptable de estos drones y el coladero que supone los llamados ataques ‘de firma’. El uso de patrones de comportamiento y que haga falta confirmar la identidad del sospechoso o la amenaza inminente que pueda representar, están detrás de muchas de las víctimas civiles, o lo que AI llama “homicidios ilegítimos”.

Para limitar los abusos, esta organización pide que los gobiernos prohíban la transferencia de drones, sus componentes o su tecnología cuando exista riesgo de que se usen para cometer violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, incluidos los crímenes de guerra y las ejecuciones extrajudiciales. “Las transferencias internacionales de drones y su tecnología deben ser sometidas a estrictos controles de exportación y su uso debe ser cuidadosamente supervisado”, explica Calderón. Para él, el uso transparente gubernamental pasa por “revelar públicamente la base legal que sostiene el uso de los drones, la responsabilidad operacional, los criterios de selección de objetivos, procedimientos para evitar muertes colaterales, e información sobre investigaciones, entre otros”.

Un peligro que va más allá de los drones actuales con toda la tecnología en desarrollo que se está poniendo en marcha. Para advertir sobre los peligros presentes y futuros de estas armas autónomas se ha puesto en marcha la plataforma Stop Killer Robots, donde además de Amnistía Internacional participan más de 180 organizaciones como Human Rights  Watch o Cultura de Paz desde España.

Cine y Tercer Sector por los Derechos Humanos

La elección de que Yalla sea un corto no es causal. “Los cortometrajes —explica su director— permiten una gran libertad editorial y no están sujetos al mercado”. El corto ha estado presente en salas gracias a la vinculación con otras películas como Gaza. Mon amour. La repercusión, esperan, no se limite a la visualización, si no que “siempre es buen momento para el cine social, porque la sociedad es imperfecta y necesitamos muchas veces el cine para ponernos un espejo por delante y ser capaces de avanzar. Ante el retroceso de libertades básicas, la sociedad en su conjunto está reaccionando y más lo va a hacer. Solo queda esperar…”, desea D’Ursi.

Un deseo que comparte el director de comunicación de Amnistía Internacional: “Las víctimas de los ataques aéreos ilegales, incluyendo la familia de víctimas de homicidios ilegítimos, deben tener acceso efectivo a la verdad, la justicia y la reparación”. De momento, desde Naciones Unidas parece que tienen presente este gran peligro para millones de personas en zonas de guerra. Su secretario general, Antonio Guterres, pidió el pasado mes de diciembre que se establezcan nuevas normas sobre el uso de armas autónomas, sobre todo las basadas en tecnologías como la inteligencia artificial y el reconocimiento facial, que eviten más víctimas.

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