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“Mafalda expresó las transformaciones en materia de deseos y aspiraciones de un nuevo tipo de mujer”
El éxito de Mafalda ha trascendido generaciones y fronteras durante décadas. A esta niñita, que tranquilamente declaraba frases tan turbadoras como “lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre” o “la sopa es a la niñez lo que el comunismo es a la democracia”, puede vérsela comúnmente pegada en las paredes de oficinas o como estandarte de diversas protestas y manifestaciones. A España llegó en pleno tardofranquismo y fue muy bien recibida por diversos círculos antifascistas. ¿Qué elementos tiene este personaje para conectar tan intensamente con un público transnacional y transgeneracional?
La historiadora uruguaya Isabella Cosse se desempeña desde hace años como investigadora en la Universidad de Buenos Aires, y ha dedicado su último libro, Mafalda, historia social y política, a desentrañar los significados sociopolíticos que esconde este tierno y carismático personaje, explicando en parte los motivos de su rotundo éxito. El libro fue presentado en Buenos Aires en septiembre del pasado año como conmemoración de los 50 años de creación de la famosa tira por Joaquín Salvador Lavado Tejón, alias “Quino”.
En tu libro sostienes que Mafalda es un instrumento muy útil para estudiar a la clase media argentina de las décadas de los 60 y 70. ¿Qué lectura se hace en Mafalda acerca de este segmento social?
En mi interpretación, Mafalda nos permite pensar dos fenómenos en relación a la clase media de los años 60 en Argentina. Uno tiene que ver con la emergencia de una identidad de clase media intelectual progresista, a la que Mafalda da cuerpo. Esta niña, desde su primera presentación, es concebida como una niña intelectual, que pone cara y da forma a esta identidad de clase media progresista intelectual que resulta relativamente nueva en términos de su masividad. Por supuesto que existían personas de esta clase social, pero lo que no existía es un prototipo, una figura, que convocase masivamente la significación que tenía y que iba a tener cada vez más este segmento social. El otro fenómeno coloca en el centro a la complejidad de la clase media. A medida que el personaje va complejizándose, la historieta introduce nuevos protagonistas que expresan diferentes prototipos sociales. Por ejemplo, el prototipo de Susanita, la mujer burguesa, preocupada por el qué dirán, por los niños, la familia, el matrimonio; o el de Manolito, el inmigrante gallego (español), cuyo máximo objetivo es hacer dinero. Con estos prototipos diferentes la historieta compone una imagen de una clase media heterogénea a partir de las tensiones y las disputas que dividían a ese sector social como las que se instalan entre Mafalda y Susanita, entre Susanita y Manolito. Es decir, la tira pone en juego una idea de la clase media atravesada por contiendas culturales y políticas que se materializan en los propios personajes aunque esto no impide que la clase media aparezca también como una unidad, una unidad en la diferencia.
¿Cómo podemos percibir hoy la historia argentina a través de Mafalda?
El libro contiene una reconstrucción de la historia misma de Mafalda ─la historieta─ para intentar pensar algunos fenómenos centrales de la historia de las últimas décadas, como la modernización sociocultural de la clase media, la radicalización social y política, la represión y el autoritarismo en Argentina, los intercambios culturales globalizados y la cultura de izquierda o progresista en el contexto del ascenso del neoliberalismo en los años noventa. Y lo hace a partir de pensar el humor de Mafalda en términos sociales y políticos. Presto atención a los modos en los que los y las lectoras leían e interpretaban la historieta y a los modos en que se fueron modificando y re-significando sus implicaciones sociales. El humor de Quino trabaja sobre la interconexión constante de lo público y lo privado y esa estrategia resultó especialmente rica. Una de las primeras historietas de Mafalda pone en juego la bomba nuclear. Mafalda se introduce en el living de su casa en el que están sus padres apacibles, y reproduce el ruido del estallido de la bomba. Los padres se asustan pero ella se divierte y entonces mira al lector y dice “psicosis colectiva”.
A veces a través de la radio y de la televisión también entraba ese mundo.
En efecto: la radio y la televisión son los dos modos en los que Quino, a través de Mafalda, reflexiona sobre el papel de los medios de comunicación (todo un tema en los años sesenta) pero también permite colocar los problemas políticos y sociales (los males del mundo) en el escenario de la familia. Muchos de esos grandes problemas trascendían a los años 60: la guerra, la injusticia, la desigualdad, lo que ha permitido que la historieta mantuviera su actualidad, perdurase en el tiempo.
¿Cuál es la posición política o ideológica de Mafalda respecto al mundo?
Es una buena pregunta, porque Mafalda fue modificando su postura política hasta que encontró su lugar en lo que podríamos decir el Tercer Mundo. Mafalda va a ubicarse en esta confrontación entre occidente y oriente, entre capitalismo y comunismo, en un espacio intermedio, una posición que asumió entidad en los años sesenta, que le va a permitir confrontar o discutir con los dos bandos enfrentados. Y es desde ahí que ha sido increpada, desde la izquierda y desde la derecha, aunque en cualquier caso resultó central su componente cuestionador y antiautoritario.
En el momento en el golpe de estado de 1966, llevado a cabo por el general José Carlos Onganía, Quino publica el mismo día del golpe una caricatura en la que Mafalda mira al lector y se pregunta: “¿Y aquello que nos enseñaron en la escuela?”. Ese “aquello que nos enseñaron en la escuela” eran justamente los contenidos democráticos que habían puesto con este nombre los militares que habían derrocado al general Perón, y que además iban a ser de nuevo violentados con ese nuevo golpe del general Onganía. Esta enorme ironía es un interrogante que podían comprender en estos términos exclusivamente quienes habían sido los coetáneos de este proceso. Éste fue un elemento muy central que hizo de Mafalda un emblema antiautoritario y que le dio enorme popularidad. Había quienes colocaban tiras recortadas del diario en las paredes, en los negocios, y la historieta era referida por la prensa para demostrar la existencia de la confrontación contra el nuevo gobierno. En estos momentos Quino profundiza en componentes vinculados con la lucha contra la censura. La propia sopa por ejemplo, que es otro elemento en el cual lo privado y lo cotidiano asumen sentidos políticos, representa, diría Quino, aquellas cosas que nos hacen tomar a pesar nuestro, representando de alguna manera el autoritarismo.
Justamente hay dos personajes en la última parte de la historieta, digamos posterior a 1968 y 1969, que coinciden con los estallidos de protesta de obreros y de estudiantes que tuvieron lugar en aquellos años. Uno es Libertad y el otro Guille. Los dos expresan los nuevos movimientos de radicalización y polarización de la sociedad argentina. Libertad está más a la izquierda que Mafalda, y hay disputas ideológicas entre ellas. Guille representa la confrontación más radical, mas desafiante en términos culturales de las nuevas generaciones. Es quizás el desafío en sí mismo cuando se ríe en la cara de sus padres, se mofa incluso de los mayores y de los amigos de Mafalda. Es el último personaje, el más descarado de la historieta.
¿Qué lecturas de género se llevan a cabo en Mafalda? ¿Qué dirías que aportó al feminismo
Bueno, yo creo que Quino fue extremadamente sensible e intuitivo al convertir a una niña como Mafalda en la protagonista de su historieta. Originariamente protagonizaba la tira un matrimonio con un hijo y una hija. A Quino le habían pedido algo parecido a Charlie Brown, que cruzase a Charlie Brown con las famosas tiras familiares de los años 30. Este niño era bastante parecido a ese personaje, y finalmente lo dejó de lado poniendo el centro narrativo y moral en el personaje de la niña, de Mafalda. Yo creo que eso fue muy intuitivo porque expresó las transformaciones en materia de deseos y aspiraciones de un nuevo tipo de mujer. Mafalda es una niña joven, que confronta. Incluso al comienzo de la historieta es francamente andrógina, la propia figura del personaje tiene características bastante masculinas. Y le permite representar lo opuesto a lo que se esperaba de una niña dulce, delicada, que jugaba con las muñecas. Por ejemplo, Mafalda construye ella misma una camita y el papá la ve y la dice “ah, bueno, estás haciendo la camita para la muñeca”, y ella responde “¡no! es el diván del psicoanalista”. Es una niña que se enoja, e incluso hace pillerías como si fuera un varón, cruzando las fronteras de lo permitido y lo deseable para una niña o una mujer. Creo que en ese aspecto Quino dialogó justamente con el crescendo del feminismo.
Con la madre también se configura una relación de oposición...
Absolutamente. Estas nuevas mujeres jóvenes establecen una disputa identitaria y generacional muy densa y muy importante. Prácticamente en las mismas publicaciones en las que salía Mafalda, al lado de sus tiras, podíamos encontrar a algunas figuras femeninas del momento entrevistadas por periodistas, pronunciando discursos bastante semejantes a los que vemos en las tiras de Quino, en cuanto a las diferencias y a la desvalorización de estas mujeres domésticas, hogareñas, centradas en la maternidad, el matrimonio y el hogar.
En tu obra afirmas que a Mafalda se la puede ver en las tiendas de souvenires en Argentina junto figuras como el Ché Guevara, Evita Perón o Maradona. ¿Cómo se ha configurado ese personaje como icono nacional?
Bueno, yo creo que eso tiene que ver con la gran riqueza del humor para poner en diálogo procesos que involucran muy fuertemente a lo social. Creo además que el humor, para ser comprendido y causar gracia, debe interpelar sentidos que están contenidos en el sujeto a quien está interpelando. Debe movilizar estos contenidos, y lo que hace risible es el juego entre lo que el humor dice y lo que provoca en el otro.
El humor de Quino es extremadamente conceptual y muy exigente en esta interpelación. Ha permitido que puedan dialogar en su historieta fenómenos sociales como el feminismo o como la oposición a la censura, haciendo de Mafalda un símbolo de la lucha antidictatorial, y un fenómeno social en el cual se proyectan, se catalizan distintas preocupaciones que afectan a buena parte de la sociedad argentina. Así, Mafalda va a ser reinterpretada a partir de la llegada de la democracia en función de los derechos humanos, posteriormente va a quedar relacionada con las fisuras abiertas por la crisis del 2001, y eso la coloca en un lugar muy significativo para la sociedad argentina, vinculado además con la importancia subjetiva que tuvo para generaciones y generaciones de lectores.
¿Cómo ha sido recibida tu investigación en Argentina?
Ha sido muy bien recibida. Una de las cuestiones más movilizantes para mí de esta investigación es tener conciencia de estar estudiando una producción cultural de enorme significación subjetiva para las personas en la actualidad. Entonces los lectores me ofrecen sus propias ideas, interpretaciones y experiencias en torno a la historieta. Y yo me he sentido exigida a ofrecer una reconstrucción que contemple las variadas experiencias sociales y políticas que moviliza Mafalda, con toda la significación subjetiva que tuvo la historieta en estas anécdotas y en estas interpretaciones que me ofrecen muchos lectores.
¿Cómo llegó Mafalda a España?
Bueno, en España el fenómeno es extremadamente interesante. Mafalda es leída en un momento de ascenso del antifranquismo a fines de los años 60 y comienzo de los 70. La historieta llega a partir de los envíos que recibía la famosa librería de Miguel García que traía las novedades al círculo intelectual y progresista madrileño, ahí llega Mafalda. Y poco después Esther Tusquets, de la editorial Lumen, compra los derechos de autor de Mafalda y se convierte en un éxito, en un gran bestseller de ese momento y cataliza, al igual que en Argentina, esta expresión antiautoritaria y antifranquista.
En un momento en el que en España el humor estaba jugando un papel bastante importante aglutinando cierta sensibilidad antiautoritaria, se produjo un fenómeno bastante interesante con la revista de cómic El Globo, la cual hispanizó a Mafalda y la convirtió en su símbolo del cómic en lengua española, otorgándole una tonalidad española. En el primer número de El Globo está Mafalda en el editorial saludando con tonada española a los lectores. A pesar de que las tiras que se reproducían mantenían el lunfardo porteño, la revista intentó facilitar la apropiación de la tira por parte de las generaciones jóvenes a las que se dirigía El Globo en su doble dimensión de confrontación generacional y antiautoritaria.
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