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Honduras
Karina Aguilar, defensora ambiental: “La empresa nos persigue; no puedo ir con mi familia tranquilamente”
Karina trae una camiseta de un bebé Yoda y una sonrisa cálida. Fuera, un típico día compostelano donde la lluvia trabaja y el sol descansa. Abre la ventana y se asoma hacia las Brañas do Sar, pero Karina no tiene frío.
Creción en Namasigüe, Honduras. 34º de temperatura media y 315 días de sol al año. A sus 18 tenía “una vida tranquila” y fue madre de su primera hija. Era “feliz”, dice. La calma se acabó cuando la noruega Scatec Solar empezó a colocar paneles solares. Los recursos naturales se desvanecieron y las vecinas de las comunidades decidieron defender la tierra. Entre ellas, Karina, dispuesta a parar el proyecto.
Por ahora, han podido detener seis de los nueve parques, no sin consecuencias. Honduras es el país del mundo con más asesinatos a defensoras ambientales. Solo en este proxecto, hai docenas de encausadas y varias tentativas de asesinatos, dos de ellas a Karina, por las que se encuentra en un programa de protección a defensoras. Fuerte, perseverante e inteligente, Karina también es humana, y también tiene miedo.
Por todo y pese a todo esto, Karina visitó Galiza en compañía de las activistas Adolfina Contreras y Coralia Argentina, dentro del proyecto Mulleres Bravas, de Amigos da Terra y Enxeñería sen Fronteiras. Hablamos con Karina Aguilar del proyecto en Namasigüe.
Tienes 23 años, tu hija mayor tiene 6 y ya llevas años siendo defensora ambiental. ¿Cómo decide una adolescente defender la tierra? ¿Fue algo pensado o impuesto?
Tenía 18, y la verdad es que surgió. Nunca pensé estar aquí, pero en 2016 llegó una empresa estranjera con fondos noruegos para hacer un parque fotovoltaico de un tamaño de 186 manzanas. Yo quise defender nuestra tierra, el sitio donde vivimos, porque estaban atropellando nuestra tierra, nuestra agua y nuestros derechos humanos. Y así surgió mi lucha.
Sobre todo al agua. Los paneles solares están en una zona por donde pasa una corriente de agua que va a nuestras comunidades. En la mía ya casi no hay agua; el pozo que tenemos abastece a dos comunidades y solo tenemos agua cada ocho días. Es el principal impacto que sufrimos por culpa del megaproyecto fotovoltaico.
Aquí en Galiza, una de las quejas con este tipo de proyectos es la falta de información. ¿Cómo os enterais en las comunidades de Namasigüe?Los proyectos llegan a las autoridades, que deberían consultarnos a nosotras si estamos de acuerdo o no, pero eso no fue así. La empresa se puso de acuerdo con las autoridades municipales pero nunca nos informaron de lo que iban a hacer ni del tamaño que iba a tener. En la comunidad nadie dabía nada, solamente cinco o diez personas pagadas por la empresa. Fue ahí cuando comenzamos a buscar información.
Muchas familias llegasteis a acampar nueve meses para parar el proyecto.Mira, cuando escuchamos que estaban talando árboles de cientos de años, árboles que daban vida a nuestra zona, los campos verdes... decidimos ir allí y protestar para obtener más información, y se fueron. Después entraron una segunda vez y aí ya nos posicionamos claramente en contra del proyecto. Hicimos un campamento para que nadie pudiera entrar a trabajar. Las mujeres de día y los hombres de noche; así pasamos nueve meses. La mayoría era gente mayor, no había gente joven. De hecho yo era la más joven y ahora soy la portavoz de la comunidad.
Estos proyectos se suelen presentar en clave positiva: “progreso, “energía renovable”, “sostenibilidad”... ¿Entre las vecinas de Namasigüe había diferentes visiones con respecto al proyecto? ¿Opositoras y defensoras?Al principio, la empresa pagó a varias persoas da zona, que comenzaron a decirle al resto de vecinas y vecinos que nosotras estábamos locas. Fue difícil convencer a las personas de lo que estaba pasando y concienciar a gente de que teníamos que luchar. Y hubo mucho más: durante los nueve meses que estuvimos acampadas, la empresa se esforzó en romper el tejido social, entre amigas, hermanas, vecinas... Pagaban a la gente que en sus círculos dijesen que la empresa era buena. Mucha gente, y yo, dijimos que nuestra dignidad no tiene precio. ¿Cómo voy a darles la razón? Tenemos que ser conscientes de todos los daños que causan y que ya sufrimos.
Si, la radio surgió de la propia lucha contra la empresa. Las organizaciones decidieron hacer una radio comunitaria,Radio Stereo Namasigüe, para que la gente que no estaba en la lucha pudiese escuchar nuestra visión.
¿Cuál es el riesgo de oponerse a estos proyectos? Honduras es uno de los países con más represión hacia defensoras ambientales, especialmente si son mujeres.Nos afecta más a las mujeres porque además de defensoras, tenemos que quedarnos en casa, y siempre estamos allí. Es duro de compaginar. Con respecto a los riesgos, pueden llegar a asesinarte, porque estás muy expuesta. Al menos, yo lo estoy, y estoy bajo un programa de protección. Aún así, no es una seguridad real, porque la empresa nos persigue: no puedo salir sola, no puedo ir con mi familia tranquilamente... (silencio) porque tengo miedo de ellos. Las empresas buscan la manera de intimidarte, y no necesariamente a mi, si no a las personas que están conmigo, como a mi marido o mis hijos. A mi me intentaron matar después de unha persecución horrible. Un día iba por la ciudad y una moto me persiguió hata que me pude esconder. Este es uno de los riesgos que corremos las defensoras ambientales en Honduras, por que no es un país que proteja los derechos humanos. Más bien, los violenta.
Puedo ir con la moto yo sola, pero voy con miedo de que me hagan algo. Y si me lo hacen a mí, me lo hacen a mí. Pero con mi familia...
¿Estos casos de represión son responsabilidad de la empresa o de las autoridades?
Diría que de los dos. A veces la relación entre las autoridades y la empresa es muy cercana, y hasta tienen acciones en la empresa, entonces no les conviene que hablemos de lo que está pasando, y lo quieren tapar. La empresa le dio al alcalde 6 millones de lempiras (unos 220.000 euros) que se suponía que iban a ser repartidos entre las comunidades. Se suponía que por lo menos un millón iba a ser para dos comunidades. Y el alcalde dijo que iba a agarrar los 4 millones prestados porque estaba en pleno proceso de remodelación de la alcaldía, y que ya pagaría después cuando el Estado aprobase los presupuestos anuales. Y nunca más se supo.
Hubo tres casos. En el primero, un requerimiento fiscal que acusaba a 33 personas. Después otro contra 24 personas y por último, otro por un desalojo. Después del segundo de ellos, un jez comprado por la empresa dictó el desalojo y un año después hubo una orden de captura contra cuatro mujeres y cuatro hombres, entre las que estaba yo. Mi hijo tenía siete meses, me detuvieron y estuve casi un día detenida. Nos acusaban de coaccionar y de amenazas en el primer caso, de usurpación en el segundo y de daños a la propiedad privada en el tercero, aún que no habíamos hecho nada. La zona del proyecto estaba cerrada y nosotras ya no entrábamos allí para evitar estas cosas, pero ellos dijeron que entrábamos y robábamos material, algo que no es cierto porque nosotros siempre estuvimos fuera.
Es duro en algunas cosas, la verdad... A veces me gustaría poder pasar un tiempo agradable con mis hijos, llevarlos al parque, y a veces lo hago. Yo puedo ir con la moto sola pero voy con miedo de que me hagan algo. Y si me hacen algo me lo hacen a mi, pero con mi familia... nos cuesta mucho salir de noche, y si salgo, salgo con el temor de que me estén siguiendo o de que hagan fotos o cualquier cosa. Y esto me pasa, y nos pasa todos los días. Todos los días. Psicológicamente es duro.
Pues antes mi vida era... muy tranquila. Mi vida era tranquila. Totalmente tranquila. No tenía que pensar en nada. Y desde los 16 años estoy psicológicamente mal, porque voy a cama y pienso: ¿qué va a pasar mañana? Porque estamos en un proceso con muchas denuncias, tanto en organismos nacionales como internacionales. Queremos que se verifique con nuestros argumentos que la instalación de esta empresa fue ilegal.
¿Y cómo valoras el papel de los diferentes gobiernos de Honduras?No tenemos ninguna ayuda de los gobiernos. Estamos aquí y llegamos aquí con vida, y gracias a esto puedo contar mi historia a organizaciones internacionales. Por ejemplo, hoy estoy aqui gracias a que hay una red de defensoras de derechos humanos que nos ayudan, y gracias a ellas no estamos en la cárcel. Son mujeres abogadas muy capacitadas en derechos humanos. Hay muchas organizaciones y sería difícil mencionarlas, pero nuestro gobierno no nos apoya, nunca apoya las luchas sociales. Nunca.
Honduras no es un país que proteja los derechos humanos. Más bien, los violenta.
¿Cómo piensas y cómo te gustaría que acabase esto?
Me encantaría que el proyecto se fuese. Algunos dicen que si eso pasa, nosotras pagaríamos lo que la empresa tiene invertido allí. Pero nosotros tenemos fe de que de alguna u otra manera esto se va a acabar, que acabarán los procesos, las denuncias y todos los argumentos dejan claro que esto está mal. Ellos lo hicieron mal. Espero que se vayan y que el proyecto acabe.Estás en una gira por Galiza junto a las activistas Adolfina Contreras y Cora Argentina. ¿Cómo os ayuda venir aquí y conocer a otros colectivosomo vos axuda vir aquí e coñecer outros colectivos?
Nos ayuda de varias maneras. Una de ellas es que se nos escuche en medios de comunicación y en redes sociales para que se vea lo que está pasando. Y la otra es ver la organización de los colectivos gallegos, que puede ayudarnos a organizarnos. También ver que estos problemas no pasan solo en Honduras.
Alguien decía durante la gira que las luchas son similares, pero con diferencias. En Honduras, ser defensora ambientalista para mucha gente es un delito, aunque es deber de toda la ciudadanía defender el medio ambiente; sufrimos represión, hostigamiento, asesinatos... Y eso aquí no pasa, pero hay muchas cosas en común, la verdad. Todas estamos peleando para que estos procesos sean más democráticos y transparentes.
¿Piensas, viendo las luchas de aquí, “bah, pues no es para tanto”? ¿Cómo te lo imaginabas?Nosotras cuando veníamos no nos imaginábamos que había este tipo de luchas en Europa. Pensábamos que era todo perfecto, pero ahora tenemos otra perspectiva. Vemos que aquí hay luchas sociales y personas que defienden los bienes comunes. Esto que llamamos bienes comunes hay que defenderlo, porque aunque los impactos no se vean ahora, los veremos en el futuro. Nos vamos motivadas porque vemos que aquí también sembráis en vuestras huertas, algo nosotras ya no podemos hacer por la contaminación. Nos vamos con ánimo de seguir luchando.
Tu hija mayor tiene seis años. ¿Ya se va dando cuenta de lo que haces?Se da cuenta cun poco. Cuando me ve salir o hablo con mi marido de lo que voy a hacer, de que quiero estudiar derecho, ella me dice: “Mami, cuando yo esté grande, quiero ser como usted”. A mi eso me motiva mucho más, porque siento que soy un orgull para ella, una ‘mamá’ ejemplar , la ‘mamá’ ejemplar que ella quiere. Y quiero que además de sentir orgullo, sea luchadora como yo, que defienda el medio, el entorno donde vivimos, porque puede que algún día yo no esté, pero la tierra seguirá necesitando gente que la defienda.
Karina vuelve a Honduras por la tarde. Se despide algo menos tímitda, poniendo en perspectiva lo ya conseguido: “En Namasigüe hicimos una consulta y el 97% de las personas votamos 'No' a los proyectos mineros y fotovoltaicos.”
Se va Karina, con la misma sonrisa, sabedora de que vuelve a una vida que no es exactamente la que a ella le gustaría, pero con la certeza de que habrá quien luche para que el sol vuelva a ponerse de su parte.