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Infancia
“El punto crítico de las familias con menores confinados es la relación de pareja”
Blas Campos nació en Cascante en 1959, y soñaba con ser reportero y viajar. Tuvo su primera cámara a los 17 años y luego se licenció en Pedagogía. Empezó trabajando en proyectos educativos con adolescentes, y lleva treinta años centrado en el ámbito de los profesionales de ayuda. Nunca ha dejado de sacar fotos.
Supervisor, asesor en desarrollo organizacional, terapeuta, especialista en crisis y en riesgos psicosociales... es, junto a Lola Azparren, miembro fundador de Bidari, asociación que integra el aprendizaje y la creatividad para el desarrollo personal, familiar, profesional y social.
Antes de empezar, ¿cuál es vuestra filosofía?
Partimos de un perspectiva sistémica-constructivista, una meta-teoría que integra diversas teorías con fines prácticos y humanos; integra lo biológico (cuerpo), lo psicológico (mente) y lo social (grupos, organizaciones y culturas). Reconocemos esta multiplicidad de niveles autónomos e interrelacionados. Ello nos lleva a adoptar una óptica de la complejidad: asumimos la existencia de múltiples modelos interpretativos sobre la realidad, especializados y fragmentados (ciencias y teorías). En consecuencia, aspiramos a establecer correlaciones recursivas entre los diferentes niveles de realidad, cada uno con su autonomía y especificidad. Por otra parte, aceptar esta complejidad supone renunciar a “un modelo de pensamiento único” aplicable a todos los niveles: objetos, máquinas, seres vivos, mentes, interacciones, grupos, entidades y culturas. Se trata de generar una nueva epistemología, en la línea de la sociología y filosofía de Edgar Morin.
¿Es este confinamiento adultocéntrico, tal y como afirma César Rendueles?
Evidentemente. Cada persona, cada grupo y cada cultura construye sus propios mapas mentales sobre “lo que la realidad es” y, partir de ellos, percibe el mundo y orienta sus pensamientos y acciones. Los líderes políticos comparten algunos meta-mapas que les permiten jugar “al mismo juego” e integrar sus pequeñas o grandes diferencias en una mirada que, en el fondo, es común. La posición adultocéntrica, entendida como que los más importantes son los hombres productivos (y algunas mujeres), de entre 25 y 55 años, que trabajan en una jerarquía de sectores definida con precisión, es buen ejemplo de ello. La infancia, la ancianidad, el género, la precariedad o la extranjería te sitúan en lugares “no esenciales”, en los márgenes, en el subsuelo.
La infancia, la ancianidad, el género, la precariedad o la extranjería te sitúan en lugares “no esenciales”, en los márgenes, en el subsuelo.
¿Están vulnerándose los derechos de la infancia ?
España firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional vinculante de cumplimiento obligatorio. El Segundo Principio dice que el niño o la niña gozará de una protección especial, y que dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Este tipo de finalidades indican que la consideración fundamental que hay que atender es el interés superior del niño o la niña. Pero los informes internacionales sobre la situación de la infancia en España, desde la crisis del 2007, indican un deterioro grave. Está en los últimos puestos de Europa. Así que el punto de partida antes de la pandemia era ya malo, y las decisiones sobre el confinamiento están vulnerando todavía más los derechos de siete millones de personas.
Estamos tristes, nos sentimos emocionalmente vulnerables ¿tenemos estrés?
Aclaremos qué entendemos por estrés. Muchos estudios nos dicen que la población tiene una idea confusa, cuando no errónea, y que lo asocia, sobre todo, al agobio por la gestión del tiempo. Es una perspectiva muy adultocéntrica.
¿No tenemos estrés?
Nuestro cerebro es un detector de amenazas. Cuando percibe algo que afecta a nuestra seguridad genera, de forma autónoma, hormonas del estrés. Pero, ante una misma situación, el grado de activación del estrés varía significativamente de un individuo a otro. En términos prácticos, hay que considerar cuatro características básicas del estrés que, aunque no tienen por qué activarse simultáneamente, cuando lo hacen, y además, de forma aguda e intensa como en este caso, lo disparan con energía.
Pero, ¿está ocurriendo o no?
Veamos. Primero, nos está sucediendo algo por primera vez, algo que nos sorprende, hay una novedad que nos limita. Segundo, nos genera un nivel alto de incertidumbre; sucede algo impredecible, o sea, “no sabemos”. Tercero, carecemos de poder para afrontarla; impotentes, sentimos una falta de control sobre nuestras vidas. Y, cuarto, sentimos miedo y angustia por la propia supervivencia, percibimos múltiples amenazas por el trabajo, el modo de vida, la familia. El futuro es oscuro y desconocido.
Entonces, tenemos un estrés fuerte.
Estamos viviendo una situación de estrés agudo, personal y social. Algo a escala planetaria y que atraviesa todos los planos: individual, familiar, laboral, económico. Hasta ahora, nos encontrábamos con muchas personas y colectivos afectados por diversos tipos de estrés. Es la primera enfermedad laboral en Europa. Pero es que ahora todos estamos estresados, incluidos los profesionales del ámbito de la prevención y el tratamiento de los riesgos psicosociales. Además, nuestras intervenciones formativas y de acompañamiento están suspendidas.
Estamos viviendo una situación de estrés agudo, personal y social. Algo a escala planetaria y que atraviesa todos los planos: individual, familiar, laboral, económico.
¿Es un estrés democrático que afecta a todas las personas igual?
No. Las personas que hasta ayer se sentían invulnerables, cuyo mapa mental les inducía a “creer” que controlaban el mundo, y que todo estaba previsto y regulado, sufrirán, probablemente, un mayor grado de estrés. Por ejemplo, los grandes beneficiados económicos de los Sanfermines.
¿Las ricas también lloran?
Su mapa sobre “lo que el mundo debería ser” ha entrado en crisis. Puede, incluso, que se haya hecho añicos y que se sientan muy perdidas y angustiadas. También pueden hiperactivarse de forma irreflexiva, tomando decisiones y actuando improvisadamente para mantener su sensación de control. O dedicarse a buscar chivos expiatorios.
Peor estará quien en esta situación solo pueda vender su fuerza de trabajo...
Su poder real es mucho menor, así que sentirán más impotencia. Pero a quienes posean un mapa mental que incluye una clara conciencia de que “la vida es imprevisible” y que los humanos somos seres vivos limitados, frágiles y vulnerables, la catástrofe, aunque nueva, no les sorprenderá tanto. Por ejemplo, para familias de agricultores como la mía, lo desconocido y lo imprevisto siempre han estado y estarán ahí. Probablemente, regularán mejor su estrés y responderán con mayor calma, todo lo cual facilitará una actitud más racional y una regulación más eficiente de sus capacidades cognitivas, emocionales y sociales.
¿En qué condiciones se convierte el confinamiento en un hecho traumático?
Desde una perspectiva sistémica, que una situación sea traumática depende de muchos factores que operan sobre distintos planos y que pueden estancarse o evolucionar en el tiempo. Uno básico es el contexto. Los virólogos nos dicen que no saben qué pasará. Solo los profetas y los adivinos predicen el futuro, el resto vivimos en la incertidumbre. Sabemos que el futuro lo estamos construyendo ahora mismo, pero también que un hecho vivido como traumático puede evolucionar positivamente, dependiendo del proceso.
A quienes posean un mapa mental que incluye una clara conciencia de que “la vida es imprevisible” y que los humanos somos seres vivos limitados, frágiles y vulnerables, la catástrofe, aunque nueva, no les sorprenderá tanto.
¿Y qué consecuencias puede tener a largo plazo, aunque no sean traumáticas?
El carácter traumático de un suceso concreto y su persistencia en el tiempo depende, en gran parte, de las expectativas tanto de los protagonistas como de los profesionales especializados en el diagnostico de patologías. La combinación de ambas puede llevar a dinámicas peligrosas. También hay situaciones que presentan tal nivel de dramatismo que nos hacen sucumbir a la fascinación del problema. Según nuestro punto de vista, “un trauma” hay que aceptarlo, nunca se debe negar pero, en gran parte, es una construcción que se puede deconstruir y reconstruir. Como nos enseña Viktor Frankl, es un relato personal y social que dota de un sentido determinado a un suceso. Podemos construir un relato fortalecedor o bien victimizante.
¿Tiene la infancia riesgos específicos en el confinamiento?
En la mayoría de los casos, lo fundamental es escucharla y tratar de comprender, con un interés genuino, cómo interpretan su experiencia y qué sienten realmente, sin asustarnos ni negarlo. No debemos confundir las emociones y los temores del adulto —o las profecías catastróficas que le rondan— con lo que “realmente” está viviendo esa niña o ese niño. Se trata de mantener una actitud atenta, comprensiva, empática y disponible. Sin agobiar y, sobre todo, tratando de regular los adultos sus emociones y su expresión. La infancia va comprendiendo el mundo y su lugar en él, confiando en los adultos que le aportan cuidados y afecto. No les ayuda nada percibir que los adultos están perdidos o angustiados. Por otra parte y, como es obvio, hay sectores concretos de población con riesgos muy altos.
La infancia va comprendiendo el mundo y su lugar en él, confiando en los adultos que le aportan cuidados y afecto. No les ayuda nada percibir que los adultos están perdidos o angustiados.
¿Y en el terreno de lo concreto?
Hay conversaciones que fortalecen los vínculos y la autoconfianza. Por ejemplo, podemos recordar o tomar conciencia de las fortalezas de cada persona, y de la propia familia a través de las generaciones. Activar la resiliencia familiar. Yo puedo mostrar y narrar cómo me hice, siendo niño, esta gran cicatriz en mi mano. Puedo comprobar contigo, hija mía, que ya no me duele, que es una huella en mi piel de un trauma, un recuerdo, una aventura que puedo contarte con sus dosis de humor. Los abuelos (o nosotros en su nombre) pueden rememorar y compartir las penurias familiares durante la Guerra Civil y su cruel posguerra. Y cómo lograron salir adelante con esfuerzo y con ingenio, de manera que nosotros estamos aquí y ahora, contentos de estar juntos, vivos y esperanzados. Nuestras raíces son fuertes.
¿La pobreza supone un agravante en el confinamiento?
Genera situaciones multiproblemáticas, y según el perfil de las personas o de las familias empobrecidas, más. Centrados en la infancia, los resultados de los estudios sociales anteriores a este momento hablan de un menor acceso a la formación y a la cultura, peores índices de salud mental y física, peor rendimiento escolar, mayor probabilidad de conductas de riesgo y antisociales... Además, las desigualdades generadas durante la infancia tienen consecuencias a lo largo de todo el ciclo vital, facilitando la transmisión y reproducción intergeneracional de la exclusión y de la pobreza. Todo lo anterior se ha incrementado estas semanas.
Las desigualdades generadas durante la infancia tienen consecuencias a lo largo de todo el ciclo vital, facilitando la transmisión y reproducción intergeneracional de la exclusión y de la pobreza. Todo lo anterior se ha incrementado estas semanas.
¿Qué es lo mejor para recuperar la salud psicosocial después del confinamiento?
Centrarse en mantenerla ahora, empezando por reforzar el sistema inmunológico, físico y mental. Recordemos que los virus son patógenos oportunistas que proliferan en organismos vulnerables, y que no solo de pan y ejercicio vive el hombre. Cómo afrontamos el estrés afecta seriamente a nuestra vulnerabilidad. Hay que protegerse de las “profecías catastróficas” propias y ajenas; de las personas que tienden al dramatismo y al pesimismo, y que en esta situación juegan de forma oportunista. Es necesario alimentar la empatía, la curiosidad, el humor, la alegría, en uno mismo y en los demás. Recordar que la alegría junto a otros es más alegre y la tristeza compartida es menos triste. Reforzar y mantener vivos los vínculos con quienes nos aman y a quienes amamos, con amistades y colegas. Repartir y recibir caricias emocionales, también en la distancia: hablar por teléfono, conversar, escuchar, compartir, expresar agradecimiento, sonreír. Y, finalmente, implicarse en la solidaridad y el apoyo mutuo.
Pero, a pesar de todo, ¿qué conflictos provoca un confinamiento familiar?
Donde hay vida social hay conflictos. Algunos los resolvemos, otros los transformamos, otros se enquistan, y otros nos persiguen. Hay que aceptarlo y asumirlo. Estamos obligados a ajustar necesidades, intereses y sentimientos diversos. Es fundamental una actitud flexible y comprensiva hacia los demás y hacia uno mismo. Ponerse en el lugar del otro y no empeñarse en ganar siempre. Tampoco ceder constantemente ni olvidar las necesidades propias porque eso suele acabar en resentimientos. Y un viejo consejo: se selectivo en tus batallas porque, a veces, es mejor tener paz que tener razón.
Y un viejo consejo: se selectivo en tus batallas porque, a veces, es mejor tener paz que tener razón.
Habrá algunos conflictos más importantes que otros.
La familia es un sistema de sistemas, es decir, un conjunto de subsistemas relacionados entre sí, con sus propias dinámicas. El potencial conflictivo es grande en la pareja, entre madres-padres e hijos, o entre hermanos. Y a eso hay que añadir un contexto social de profundos cambios en los roles. En cuanto a jerarquizarlos, yo coloco en primer lugar a los adultos, el grado de acuerdo o desacuerdo que tienen y cómo resuelven sus desacuerdos. En ese sentido, el punto crítico de las familias con menores confinados es la relación de pareja. Es la que genera el clima emocional de casa y es el modelo del que los niños y las niñas aprenden para afrontar los conflictos. En esta situación, quienes ejercen los roles parentales se enfrentan a una intenso programa de adaptación de la vida familiar y, en muchos casos, pueden estar viviendo un estrés de rol ante el confinamiento. Las monoparentales serían capítulo aparte.
¿Hay soluciones?
Ayuda crear diversas rutinas, y respetar los espacios y tiempos de intimidad de cada individuo. Desde la infancia hasta los adultos, existe el derecho de poseer, al menos, un rincón y unos tiempos cotidianos personales, propios, para hacer o para simplemente estar. También es útil confiar en la creatividad, compartir las soluciones, generar redes de apoyo mutuo entre familias o con el vecindario.
¿Nacerán muchas criaturas dentro de nueve meses o lo que va a haber son muchas separaciones después del confinamiento?
El pasado 26 de marzo, leí una entrevista al psiquiatra y terapeuta familiar Robert Neuburger en el Sud Ouest. Decía que en nuestra sociedad muchas parejas se sienten muy unidas, pero que lo hacen en los roles de padre-madre, o de colaboradores en la gestión del hogar, como un “equipo”. Claro que, ¿se ven como pareja? Muchas parejas no tendrán problemas de pareja porque hace tiempo que ya no son pareja: el confinamiento no será lo que cree las disensiones, en caso de que aparezcan. Son anteriores, y el confinamiento las saca a luz. Él describe tres escenarios. La pareja se alegra de reencontrarse después de haber olvidado todo aquello que les unió, se acerca y, quizá, se amplié la familia. La opuesta es que uno, o ambos, se den cuenta de que hay ya muy poco que vibre entre ellos: parejas que, frente a las dificultades de la vida cotidiana, han ido abandonando la dimensión erótico-afectiva y, en cuyo caso, existe un riesgo claro de ruptura. La tercera opción reúne a quienes aprovechan el confinamiento para hacer una especie de balance sobre su relación de pareja, comparten sus insatisfacciones y, también, sus deseos ocultos, y tejen juntos nuevos proyectos de pareja para después del virus. A menudo, cuando se está emparejado desde hace más de diez años tiende a creerse que el otro espera lo mismo de uno que cuando se conocieron, y eso es falso. Las parejas tienen la ocasión de transformar la penosa crisis del confinamiento en una crisis positiva. Si su pasado está congelado, su futuro no ha nacido, y en sus manos está encender el fuego.
Nuestro hijo de dos años duerme mal, la mediana de cuatro se muerde las uñas, cosa que no había hecho antes, y al de seis le ha salido un tic en el ojo derecho.
Son síntomas de que “algo” no funciona bien. Los enfoques tradicionales tratan de eliminar las molestias o los síntomas, por ejemplo con fármacos. Para nosotros el síntoma cumple una función y nos esforzamos por comprenderlo. Toda conducta tiene un componente de comunicación y de expresión. Necesitamos una hipótesis para actuar: dichas conductas parecen relacionadas con algún tipo de temor o ansiedad. ¿Significan lo mismo?, ¿son propias de cada individuo, o indican una reacción ante el contexto familiar y social? Debemos observar y escuchar a los protagonistas. Es interesante observar en qué momentos y contextos hay excepciones. ¿Cuándo duerme tranquilo? ¿Cuándo no se muerde las uñas? ¿Cuándo desaparece el tic? Tener presente que son comportamientos “automáticos”. Uno no lo “controla” y, por eso, no tiene sentido exigirles un control consciente del tipo: ¡duérmete ya!
¿Qué pensaste al escuchar que los menores iban a salir de compras pero no a pasear?
Me vinieron a la cabeza los límites del programa mental adultocéntrico. Me acordé de los magníficos insultos del capitán Haddock: brontosaurios, antracitas, rizópodos, ganapanes, coloquintos, lepidópteros... Por cierto, recomiendo a las familias enseñar el arte del insulto a través de este especialista en el lenguaje. Buscar en el diccionario su significado, inventar nuevos términos y aplicarlos con energía a quien se lo merece. Es una forma sencilla e inteligente de sacar la agresividad.
Me vinieron a la cabeza los límites del programa mental adultocéntrico. Me acordé de los magníficos insultos del capitán Haddock: brontosaurios, antracitas, rizópodos, ganapanes, coloquintos, lepidópteros...
¿Qué medidas para menores anunciarías si fueras Ministro de Sanidad?
Yo daría un mensaje claro y sincero. Y lo expresaría antes y después de nombrar las medidas, para señalar que es el más importante: “confío plenamente en las familias y en la infancia de este país, agradezco los grandes esfuerzos que estáis realizando, y deseo que disfrutéis de los paseos lo máximo posible, gracias”.
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Muy interesante y didáctica. Ojala seamos capaces de ponerla en práctica. ¡Muchas gracias!