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Israel
Por qué Netanyahu estaría preparado para ganar en unas cuartas elecciones
El primer ministro en funciones, el más longevo en la historia de Israel, cuenta con el fiel apoyo de sus seguidores para contrarrestar los golpes judiciales, la prensa y los adversarios políticos.
Benjamin Netanyahu ganó el pasado lunes unas elecciones que —por ahora— le salvan la carrera política, y lo hizo cuando debía estar más débil. El líder del Likud ya había sido el candidato más votado en los dos comicios celebrados el año pasado, pero esta vez la hazaña política es mayor: ahora sí, Netanyahu está imputado por tres casos de corrupción, cuya investigación comenzará el próximo 17 de marzo, pero este es un hecho que parece no importar a buena parte del electorado israelí. La existencia de antiguas voces amigas que denuncian su rol como una amenaza para la democracia del país y tener a buena parte de la prensa nacional en su contra tampoco han podido con el fenómeno “Bibi”, y durante los últimos días ha corrido mucha tinta intentando explicar el porqué.
El Likud de Netanyahu consiguió 36 escaños mientras que su máximo rival, el candidato Benny Gantz y su partido Azul y Blanco, obtuvieron 32. Son resultados que, a priori, no deshacen el bloqueo político en el que Israel lleva metido un año entero: los partidos que quieren revalidar el mandato de Netanyahu no suman lo bastante como para conformar una mayoría parlamentaria y las opciones para ver a Gantz de líder del ejecutivo pasan por una coalición de grupos con idearios irreconciliables. Salvo algún movimiento extraño, las cuartas elecciones parecen el escenario más probable. Y si ese fuera el caso, el primer ministro en funciones podría ser ya el mejor posicionado después de la agresiva campaña electoral que ha protagonizado durante estas últimas semanas.
Netanyahu está imputado por tres casos de corrupción, cuya investigación comenzará el próximo 17 de marzo, pero este es un hecho que parece no importar a buena parte del electorado israelí
“Bibi” se ha movilizado por diferentes puntos del país y ha llegado a hacer hasta cuatro actos políticos en un solo día antes de recibir, el pasado lunes, unos 175.000 votos más de los que obtuvo en las elecciones de septiembre. El controvertido líder visitó municipios periféricos, como Rishon LeZion a las afueras de Tel Aviv o como Beerseba en el sur del país, donde tuvo ocasión de conectar de nuevo con una parte del electorado tradicional del partido.
Según algunos analistas, el Likud pudo recuperar el apoyo de funcionarios del estado o miembros de los cuerpos de seguridad residentes en estas ciudades, donde hay una fuerte presencia de judíos cuyos padres o abuelos llegaron a Israel desde África u Oriente Medio. Los mizrahim, como se conoce a esta comunidad, son una parte importante del apoyo electoral a Netanyahu después de que las condiciones de muchos de ellos hayan mejorado ostentosamente desde el nacimiento del Likud en 1977.
La fundación del estado de Israel, en 1948, fue liderada por los judíos provenientes de Europa, que continuaron dirigiendo el país durante las siguientes décadas. Los mizrahim —palabra que significa “oriental” en hebreo—, fueron discriminados por la élite que gobernaba el país en beneficio de los asquenazíes, los judíos de origen occidental. Tal cosa ocurrió con el reparto de tierras, relegando a los orientales a las peores ubicaciones del nuevo estado de Israel y reservando las más codiciadas para los occidentales, pero también con asuntos relacionados con la educación, con el empleo o con la sanidad. El dominio de un grupo sobre el otro podría haber incluido el robo de bebés, un conflicto todavía abierto: recientemente, el tribunal supremo israelí permitió a once familias de origen yemenita registrar una demanda por la desaparición de sus hijos durante los años 50, supuestamente en favor de familias de origen occidental.
Aunque Benjamin Netanyahu es parte de esa élite asquenazí que ideó el estado de Israel —su padre, el polaco Benzion Netanyahu, fue un profesor e historiador sionista—, tanto él como su partido han impulsado las oportunidades de los judíos mizrahim y han hecho de ello una importante baza electoral. Muchos de los miembros de esta comunidad encontraron por primera vez una vivienda o un empleo dignos en los asentamientos ilegales en Cisjordania, subsidiados por el estado, o en el ejército israelí, respectivamente. Otros fueron empleados en el partido o en el régimen.
Contentando las demandas de los mizrahim, que podrían llegar a suponer más de un tercio de la población israelí, el Likud se ha asegurado la fidelidad de una bolsa de votantes determinante: en estas últimas elecciones, se cree que muchos de ellos se habrían movilizado ante el riesgo de que Netanyahu, a quien ven como responsable de su progreso social, terminara expulsado de la vida política.
Aunque Benjamin Netanyahu es parte de esa élite asquenazí que ideó el estado de Israel tanto él como su partido han impulsado las oportunidades de los judíos mizrahim y han hecho de ello una importante baza electoral
El jefe del Likud también debe parte de su liderazgo nacional casi incontestable al relato que lo eleva como garante de la esencia judía de Israel ante las supuestas amenazas que pretenden acabar con ella, básicamente la izquierda israelí y la minoría árabe. Israel es cada vez más religioso y de derechas, tal y como mostró una encuesta de Haaretz hace dos años, y parece que ambos conceptos van de la mano en el estado judío. Según el estudio, el 22% de los votantes de tercera edad decían ser religiosos, un porcentaje que se triplicaba (64%) entre los votantes más jóvenes. Además, tres de cada cuatro votantes de derechas consideraban que Israel existe por promesa divina, un vínculo entre sentimientos nacionalistas y religiosos que el propio Netanyahu ha sabido potenciar y aunar en su figura.
Pero la estrategia política no lo abarca todo y algunos expertos destacan un par de factores que habrían reforzado la candidatura de Netanyahu de cara a las últimas elecciones. Las primarias que el Likud celebró el pasado diciembre, en las que el líder del partido se tuvo que enfrentar a Guideon Saar, obligaron a Netanyahu a moverse por el territorio y a reencontrarse presencialmente con los seguidores del partido después de un período en el que había relegado su comunicación política a las redes sociales. Otros destacan el día en el que “Bibi” retiró la petición de inmunidad que había presentado en el parlamento: ese movimiento permitió que sus problemas judiciales desaparecieran de la prensa, desarmando el argumento electoral más utilizado por su rival Benny Gantz y dando paso a que la crisis por el coronavirus captara la atención de los medios.
Benny Gantz y otras derrotas
Después de haber liderado las encuestas durante buena parte de la campaña electoral, Gantz y el resto de su equipo vieron como el Likud los adelantaba a menos de una semana de las elecciones. Azul y Blanco consumó entonces un giro a la derecha en un intento de captar votantes del Likud que pudieran estar cansados de la supremacía de Netanyahu, pero la estrategia ahuyentó apoyos por la izquierda. Tal y como valoró tras saberse los resultados Ayman Odeh, el líder de la coalición de partidos árabes Lista Conjunta, Azul y Blanco perdió por su “racismo” contra los palestinos: “mientras los partidos de centroizquierda continúen aplicando las mismas fórmulas de la derecha, continuarán fracasando”.
Tras haber mantenido una postura poco clara con respecto al asunto palestino, Gantz pasó a alinearse con el discurso de Netanyahu: aplaudió el Acuerdo de Paz propuesto por Trump en enero e incluso alardeó de los ataques que Israel hizo sobre Gaza cuando él lideraba el ejército hace unos años. En su mismo partido ha habido otras manifestaciones similares, eliminando cualquier matiz que lo pudiera diferenciar de la línea dura del Likud: Yair Lapid, antiguo ministro de economía a quien se le asocia con ideas más progresistas, se atrevió a negar públicamente que la fundación de Israel hubiese comportado la expulsión y el desplazamiento forzoso de centenares de miles de palestinos, que se refugiaron en Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania o la Franja de Gaza. Para los palestinos tanto de Israel como de los territorios ocupados, estas elecciones son la confirmación de que no hay ningún líder judío con opciones de tocar poder en Israel que tenga intención de negociar nada con sus homólogos palestinos.
Para los palestinos tanto de Israel como de los territorios ocupados, estas elecciones son la confirmación de que no hay ningún líder judío con opciones de tocar poder en Israel que tenga intención de negociar nada
La victoria de Netanyahu eclipsa el rechazo de la mitad de los votantes a apoyar ninguna de las opciones que conforman el bloque pro-Bibi, pero hay partidos que no han logrado beneficiarse de ello. La izquierda sionista sigue con su caída en picado: después de haber acumulado 56 escaños en el año 1992, justo antes de los Acuerdos de Oslo, los partidos Laborista y Meretz se quedaron en 7 a pesar de concurrir unidos.
Paradójicamente, la coalición árabe Lista Conjunta debe parte de su éxito al voto de ciudadanos judíos y progresistas que han optado por darles su apoyo como opción útil para evitar que el bloque favorable a Netanyahu formara mayoría. “Nosotros hemos hecho nuestra parte —decía un portavoz de la coalición árabe—: hemos detenido el gobierno de extrema derecha de Netanyahu”.
Una cuarta parte de los israelíes, ‘abandonados’ por Netanyahu
Durante su discurso de celebración del lunes por la noche, mientras se conocían los primeros resultados a pie de urna, Netanyahu evitó mencionar sus problemas con la justicia. No fue el único asunto que excluyó: el primer ministro en funciones, que a menudo repite la idea de que Israel se encuentra “en el mejor momento de su historia”, tampoco valoró las cifras según las cuales uno de cada cinco israelíes vive bajo el umbral de la pobreza. El dato, publicado el pasado diciembre por el Instituto de Protección Nacional, afectaría a 1,8 millones de israelíes en una población total de 9 millones, e incluiría la constatación de que el problema va a peor: la pobreza aumentaría en un 1% respecto al año anterior y en lo que a pobreza infantil se refiere incrementaría un 2%, ubicando a Israel en la penúltima plaza en ese apartado entre los estados de la OCDE, solo por delante de Turquía.La organización independiente Latet arroja datos más críticos. Según su estudio, publicado también en diciembre, la pobreza sería un problema que afectaría a una cuarta parte de la población, lo que supone medio millón de personas más que lo que estimaba el estudio del Instituto de Protección Nacional. A juzgar por los datos de Latet, que mide la pobreza incluyendo indicadores relativos a la vivienda, la alimentación o la sanidad, los niños estarían siendo los más afectados por la situación, con más de un millón de ellos bajo el umbral de la pobreza.
Según el jefe de Latet, Gilles Darmon, las autoridades israelís hace tiempo que no priorizan la lucha contra la pobreza. Las acusa incluso de “haber abandonado a una cuarta parte de los israelíes” y ya en diciembre advertía del riesgo de tener el ejecutivo paralizado: “la continua campaña electoral y un gobierno en funciones incapaz de gobernar nos han hecho perder un año [en la lucha contra la pobreza]. A diferencia de la política, la vida de las personas bajo el umbral de la pobreza no se detiene”.
Tampoco mencionó Netayahu el difícil acceso que tienen muchos israelíes a la vivienda. Desde el 2008, que casi coincide con los 11 años consecutivos que “Bibi” lleva liderando Israel, el precio de la vivienda en el país se ha encarecido un 130%, un incremento superior al de cualquier otro estado occidental. En Israel no hay alternativa al mercado privado, cosa que deja a la mayoría sin la posibilidad de vivir en las principales zonas urbanas. La vivienda pública en Israel solo supone un 2% sobre el total, y hace años que organizaciones como el Centro Adva, una entidad que analiza el desarrollo económico, piden un impulso “masivo” de esta opción para que las familias jóvenes “puedan asentarse cerca de colegios y de opciones laborales”. Pero a día de hoy, ese asunto no aparece entre las prioridades de las autoridades, ni tampoco en los discursos de quien sigue siendo el político más poderoso de Israel.