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Política
La apropiación política de la crítica social
Vivimos en tiempos confusos. La vida política nos rodea, está en todos lados. Las broncas constantes en el Congreso, las luchas internas partidistas, la ultraderecha campa a sus anchas con el respaldo de los grandes medios de comunicación. Desde aquí, desde Andalucía, somos acribillados todos los días con noticias de fuera de nuestra comunidad, como si no tuviéramos ya suficiente con nuestros propios problemas. Paro, turistificación, servilismo hostelero, la lista es infinita.
Ante este caos estructural, se alzan voces críticas al sistema, que cuestionan al status quo, como podrían ser Miquel Amorós, Ruymán Rodríguez, Francisco Molero o El Salto. Sin embargo, estas voces se disipan cuando los partidos de turno se apropian de dichas consignas, de dichas críticas. Tenemos a Podemos, que para algunos es la segunda llegada de Cristo, que enarbolan la bandera del pueblo, o aquí en Andalucía a Teresa Rodríguez y su “novedoso” partido Andalucía No Se Rinde, que no es más que un refrito de un refrito. En otras palabras, los mismos perros con distintos collares. Expuesta la situación me pregunto, ¿por qué se apropian de nuestras críticas? La respuesta corta sería por la existencia del fantasma ideológico que sobrevuela por nuestras cabezas, inundando nuestros pensamientos e ideas, para que el sistema pueda seguir funcionando.
Nos replicarán que sin partidos políticos será el fin de la política, a lo que deberíamos responderles que su versión del final de la política no es más que una versión política de su propio final
En primer lugar, tendríamos que identificar a qué nos referimos cuando hablamos de fantasma ideológico. Para conocer este término, debemos explicar el fundamento de dicho fantasma, es decir, la ideología. Tomemos como base la definición marxiana de ideología, su «no lo saben, pero lo hacen». De este modo, otorgamos a la ideología una especie de naiveté, una ingenuidad que crea una separación entre lo que realmente se hace y una «falsa conciencia», lo que sería una excusa, en otras palabras.
El ejemplo más claro de esto lo encontramos en la ideología clásica (y no tan clásica) burguesa de la libertad. El universal de “libertad” incluye, entre otros muchos ejemplos, la capacidad de los obreros de vender su fuerza de trabajo, una máscara que oculta la capacidad esclavista y explotadora del trabajo. Otro ejemplo actual sería el universal de “libertad de expresión” que, entre otras opiniones y discursos, favorece y alienta la reproducción exponencial de discursos “pseudo-fascistas”, que se amparan en dicha universalidad. En contraposición a este término marxista de ideología, nos encontramos con lo que Peter Sloterdijk denomina razón cínica:
La fórmula de la «razón cínica» sería: «Saben muy bien lo que hacen, y sin embargo lo hacen». La razón cínica ya no es ingenua, es la paradoja de una «falsa conciencia ilustrada»: se es muy consciente de la falsedad, […] pero aun así no se renuncia a esa universalidad. (Zizek, 2017, pp 73-74).
Esta negación de la ideología crea un fantasma ideológico. Para explicar este fantasma, regresamos a Zizek, «el «cínico» que «no cree», que conoce bien la nulidad de las proposiciones ideológicas, desconoce, en cambio, el fantasma que estructura la propia «realidad» social». “En el término marxista de ideología, la ilusión está en el lado del «saber», mientras que, en la razón cínica, el fantasma ideológico funciona como una «ilusión», un «error», que estructura la propia «realidad», que determina nuestra actividad” (Zizek, 2017, p. 77).
¿No sabemos, en lo más profundo de nuestra psique, que el sistema de gobierno actual es una ilusión, una pantomima?
Luke Skywalker, el perfecto cínico
Para ilustrar esta ilusión, «saben muy bien que, en su actividad real, se rigen por una ilusión; sin embargo, continúan haciéndolo». Podemos retomar el concepto de trabajo: sabemos que en su concepto de «libertad» nos explotan como trabajadores; sin embargo, los seguimos apoyando, porque, ¿quién no quiere «libertad»? Otro ejemplo más. En la saga de Star Wars, Luke Skywalker es el perfecto sujeto cínico. Él ha dejado de creer en los jedis; conoce perfectamente que la Orden es una ilusión y, sin embargo, vuelve a caer en la ilusión ayudando a Rei y creyendo en ella como jedi.
En segundo lugar, ¿no es la convicción en la estructura política actual un fantasma ideológico? Partiendo de la razón cínica anteriormente explicada, la respuesta a dicha pregunta es sí. Una reflexión nos da como resultado que somos sujetos cínicos respecto al sistema de gobierno actual. Para argumentar este hecho, no tenemos más que repetir la fórmula de la razón cínica: “Saben muy bien que, en su actividad real, se rigen por una ilusión; sin embargo, continúan haciéndolo”. ¿No sabemos, en lo más profundo de nuestra psique, que el sistema de gobierno actual es una ilusión, una pantomima? ¿No sabemos perfectamente que los gobernadores no les hacen caso a los ciudadanos, que no se preocupan por nuestro bienestar? Sin embargo, esta verdad parece que le aterroriza a la gente, el saber que no hay nadie en el gobierno que se preocupe por ellos (a menos que haya algún fin electoralista, cuando toda la clase política se convierte en magnánimos altruistas); de este modo, nos refugiamos en la ilusión, en el fantasma ideológico que estructura nuestra realidad. Refugiándonos en este fantasma, la posición cínica se articularía de esta manera: “Sabemos perfectamente que el sistema de gobierno actual es una farsa, que no se preocupan por nosotros; sin embargo, seguimos apoyando al sistema y creyendo a los nuevos candidatos y partidos que se hacen fotos con el pueblo”.
Justo esta posición podemos observar últimamente en cualquier manifestación obrera, sindicalista o movimiento social. Todos los partidos de “izquierda” apoyan las manifestaciones y los movimientos, defendiendo las causas populares, prometiendo el oro y el moro. ¿No deberíamos mirarlos a la cara y decirles sin titubeos que no se aprovechen de la clase obrera para ascender en el escalafón político y conseguir sillones? Decir que no, que no vamos a participar en un sistema que abusa de los obreros y las obreras, ya que, aunque el látigo sea de izquierdas o derechas, sigue siendo un látigo. Nos replicarán que sin partidos políticos será el fin de la política, a lo que deberíamos responderles que su versión del final de la política no es más que una versión política de su propio final, donde las estructuras de dominación políticas actuales serán derrocadas para el renacimiento de una sociedad sin Amo.
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¿Qué propones, Mario? Frente a la organización partido, ¿qué otra forma de organización?
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Hola compa, soy Mario,
Sí, es una pregunta interesante la que me haces. Desde que terminé el texto, he comenzado con la bibliografía para poder responder de la mejor manera como yo entiendo la problemática. Es una de las ideas para los próximos artículos, muchas gracias por el comentario.
Un saludo, M.
No comparto. La idea central es innecesariamente rebuscada y compleja. Además de que acaba concluyendo con un manoseado y anestesiante "todos los políticos son iguales".
Creo que se podría formular la idea de otra manera: “Sabemos perfectamente que el sistema de gobierno actual es una farsa … puesto que el poder no reside en el Gobierno sino en los grupos/familias/juntas del gran Capital; sin embargo, seguimos apoyando al sistema y creyendo a los nuevos candidatos y partidos … porque no nos queda más remedio: es el resquicio mínimo por el que podríamos acercarnos eventualmente a algún tipo de poder".
La prueba está en que cualquier intento más o menos explícito de operar cambios en el poder real ha desatado una persecución sin tregua y una estrategia concentrada de acoso y derribo. Si por un casual no hubiera ganado el PP en Madrid, seguramente experimentaríamos una explosión primaveral de terrorismo de derechas/ultraderecha/capital.
No es exagerado, siguen al pie de la letra el guión de la toma del poder por el fascismo italiano.
Realmente vale que no todos los partidos sean iguales como dice pero se fundamentan en unos principios organizativos (disciplina de partido por ejemplo) que hace que en su aplicación de políticas utilicen los mismos mecanismos (en mayor o menor intensidad) que no dejan de ser las mismas herramientas de opresión: es como creerse que si Podemos gobernase mañana en solitario dejaría de existir la policia o de haber desahucios, hay ciertas cosas que jamás cambiará un partido.
Por ello, según mi parecer y en base al análisis que realizo, considero que la mejor herramienta de cambios que puede emplearse para alcanzar logros significativos a largo plazo sería la organización ciudadana con base horizontal, descentralizada y en definitiva asamblearia a través de la cual poder tomar decisiones fundamentales que puedan llevarse a cabo gracias al apoyo mutuo y la acción directa que la vertebren, para así poder transformar esta realidad con una serie de cambios realmente trascendentes.
No digo que el 15M tenga que repetirse, fue un fenómeno que tuvo su momento y su contexto dentro del panorama nacional de su tiempo, pero sí puede utilizarse este caso como ejemplo a partir del cual emplear sus enseñanzas prácticas sobre cómo afrontar la realidad que nos acontece, desmitificándolo y atribuyéndole un valor que vaya más allá de aquel dado por la política de partidos.
Atentamente: Chacal