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Magreb
El norte de África abraza la bandera de Palestina
El verde y el rojo inundaban las calles de Rabat. El pasado 15 de octubre, más de 18.000 personas, una de las marchas más multitudinarias en los últimos años, desfilaron desde la puerta Bab el Had de la medina de la capital de Marruecos hasta el parlamento. Las banderas marroquíes y palestinas hondeaban durante toda la marcha. Los vítores de “la normalización es una traición”, los kufiyas (pañuelos palestinos) y las fotografías de muertos, muchos de ellos niños, y heridos en Gaza eran los símbolos de un grito de auxilio entre una población tradicionalmente propalestina.
La marcha, que fue convocada por el Frente Marroquí de Apoyo a Palestina y Antinormalización y el Grupo de Acción Nacional Propalestina, además de otras formaciones islamistas como el Partido Justicia y Desarrollo (PDJ), choca de frente con la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Israel y Marruecos en 2020. El pueblo marroquí se alza en contra de los Acuerdos de Abraham, instigados por Estados Unidos para acercar a los países árabes al Estado de Israel. Pero no es solo Marruecos. Decenas de miles de ciudadanos en Egipto, Túnez y Argelia protestan contra la agresión y el contraataque de Israel en Gaza, que suma más de 7.500 muertos en la Franja.
Estados Unidos y otros países reconocieron la soberanía marroquí sobre la región saharaui a cambio del estrechamiento de las relaciones entre el monarca alauí y el estado de Israel
En El Cairo, y a pesar de que las manifestaciones civiles están prohibidas, cientos de personas protestaron frente a la mezquita Al Azhar, uno de los grandes símbolos del mundo islámico suní. En Túnez, un grupo de manifestantes a favor de los palestinos sacó las banderas y gritó sus eslóganes frente al centro cultural francés de Susa, en la costa este de Túnez. Francia, junto con Estados Unidos, es uno de los países que apoyan a Israel en la ofensiva. En el país vecino, Argelia, miles de personas brotaron desde diferentes puntos del país para reclamar el cese inmediato de los bombardeos israelíes.
Los malabarismo de Marruecos
Marruecos ha sido uno de los últimos países en incorporarse a los Acuerdos de Abraham. Con el Sáhara Occidental como moneda de cambio, Estados Unidos, mediador entre ambos, además de Israel, reconocieron la soberanía marroquí sobre la región saharaui a cambio del estrechamiento de las relaciones entre el monarca alauí, Mohamed VI, y Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel. Desde principios de 2023, Marruecos ya es el país del norte de África que más visitas ha recibido por parte de ministros y altos cargos israelíes.
A pesar de la ruptura de las equidistancias entre ambos países, el pueblo marroquí se opone a la reanudación. Según un sondeo de Arab Barometer de 2022, más de dos tercios de la población civil de Marruecos es contraria al régimen del Estado de Israel y reconoce la soberanía e independencia de los territorios palestinos. Aun así, y entre equilibrismos, la cúpula de poder en Marruecos ha priorizado en los últimos años la intensificación de la cooperación bilateral en materia de seguridad y armamento. Es más, Israel ha apoyado la guerra de baja intensidad entre Marruecos y el Frente Polisario, además de respaldar sus discrepancias con Argelia, su gran adversario en la región.
Según un sondeo de Arab Barometer de 2022, más de dos tercios de la población civil de Marruecos es contraria al régimen del Estado de Israel y reconoce la soberanía e independencia de los territorios palestinos.
A ello se suman los beneficios comerciales tras la reanudación de la relación. Según datos de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, el volumen de comercio entre ambos países ascendía, hasta finales de mayo de 2023, hasta los 33,4 millones de dólares. Un 110% más en comparación con el mismo periodo de 2022. También el turismo se ha convertido en una baza para la economía tanto de Rabat como de Tel Aviv, pero, sobre todo, para el primer caso. Según el Observatorio marroquí de Turismo, el número de turistas israelíes ha crecido desde los casi 16.000 visitantes en el primer semestre de 2019 hasta casi los 40.000 tres años después.
En el contexto de la última ofensiva entre Hamás e Israel, la diplomacia marroquí y el propio rey han sido elusivos con el conflicto. En la sesión inaugural de otoño del Parlamento, el monarca no mencionó el conflicto ni la crisis humanitaria palestina. Por su parte, en el comunicado del Ministerio de Asuntos de Exteriores de Marruecos del pasado 8 de octubre, condenaron “los ataques contra los civiles cualquiera que sea su procedencia”, además de solicitar el cese inmediato de todos los actos de violencia. Sin especificar.
Una reminiscencia a la Primavera Árabe
Las manifestaciones en apoyo a Palestina suponen un reto político para los líderes políticos del norte de África y otros países de Oriente Medio, además de para Occidente. Entre los países árabes que se habían adherido recientemente a los pactos de Abraham o, que, en el caso de Arabia Saudí, estaban a punto de hacerlo, se ha ensanchado la brecha ente los gobernantes y la población. El estallido en las calles puede ser el combustible a un hastío regional con reminiscencias a la llamada Primavera Árabe.
El arraigo religioso sumado a la pertenencia a la etnia de lengua árabe impulsa una simpatía con el pueblo palestino y su causa. En 2010, la gota que colmó el vaso en Túnez fue la quema del joven Mohamed Bouazizi, humillado por las autoridades y discriminado por su estatus social, en un contexto de mano dura en las arcas gubernamentales y crisis económica. La chispa que entonces prendió las movilizaciones de la Primavera Árabe podría reanudarse con la discrepancia que el pueblo árabe tiene, desde hace 75 años, acerca de la formación del Estado de Israel además de a las últimas imágenes que llegan desde la Franja de Gaza. Una franja que millones de personas, en la distancia, sienten como su hogar.
El pueblo marroquí se alza en contra de los Acuerdos de Abraham, instigados por Estados Unidos para acercar a los países árabes al Estado de Israel. Pero no es solo Marruecos
Es cierto que ya hubo una Primavera Árabe y que es harto complicado que estalle otra revolución social similar. Ahora bien, el ataque de Hamás y la contraofensiva de Israel han añadido más leña al fuego. El futuro de la región del norte de África no solo queda en manos de su población civil, también de los países occidentales que, si no miden con conciencia su relación con Israel, alimentarán ese fuego.