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Málaga
Memoria histórica feminista: calma tensa, privilegios y resistencias
Área Feminismos APDHA
Asociación La Bisabuela.
Muchas manos han tejido este texto, en tiempos y lugares distintos, en todo momento con la memoria como rabia transformadora. Esperamos que os resuene y que os llene las manos, el cuerpo, los ojos, de lo sensorial y de más preguntas que respuestas.
El apellido de mi bisabuela era López. Se escurrió por el desagüe del grifo de la casa donde estuvo años sirviendo. La memoria de todas las mujeres se escurría con el agua sucia de todos los lugares que limpiaron y que limpian, desde casas propias, ajenas, hospitales, colegios, teatros, baños… ¿Dónde está su memoria? Queremos entender qué nombramos cuando hablamos de memoria histórica feminista. Y especulamos algunas respuestas: estar en calma con tus ancestras, con las historias pasadas de las personas con las que convives, hacer justicia feminista con la historia y la memoria.
Es cierto que estudiamos las biografías, obras, ideas y creaciones de mujeres relevantes, en su mayoría, mujeres que pudieron dejar constancia de sus propias vidas por pertenecer a una determinada clase social o tener los recursos necesarios para hacerlo. Aun así, no son todas las que nos gustaría conocer. Nos faltan muchísimas. Como analizó la profesora Ana López-Navajas, apenas un 12,8% de las personas que aparecen en los libros de texto de la Educación Secundaria Obligatoria son mujeres. Entre las referentes individuales se nos olvidan las cotidianas, nuestras antepasadas más cercanas y aquellas que actuaron en colectivo. Las genealogías de las que “no fueron nadie”, las que con su día a día construyeron resistencias. Las marías, las anas, las carmenes, las aminas, victorias, ángeles, hibas, fatimas, roxanas, camilas…
Sus memorias, intrincadas también en la propia memoria histórica del movimiento feminista, nos llevan a pensar en nuestras bisabuelas, abuelas y madres: mujeres republicanas represaliadas por la dictadura franquista, mujeres que sirvieron y sirven al capital como clase trabajadora sosteniendo los cuidados, mujeres que reivindicaron el derecho al aborto y a decidir sobre sus cuerpos, sus vidas, tener derechos como personas políticas más allá de las violencias patriarcales; mujeres y disidencias que no cabían en el encorsetado binarismo. La memoria histórica feminista pertenece a todas aquellas personas que cuestionaron y resistieron las violencias machistas, que pensaron que otro mundo era y es posible.
Muchas de estas voces y nombres comunes silenciados comienzan a ser investigadas por otras mujeres feministas, como acto de resistencia y compromiso. Nos referimos particularmente a las investigaciones recientes sobre la violencia ejercida por el Patronato de Protección a la Mujer durante la dictadura franquista y la Transición. La historiadora Esther López Barceló realizó una recopilación magnífica, a la que sumamos un par de referencias: el trabajo de la investigadora María Rosón (2021) sobre el patronato como espacio de perpetración de la violencia y el corto Els buits, dirigido por Sofia Esteve Santonja, Marina Freixa Roca e Isa Luengo y nominado recientemente a los premios Goya.
La memoria como calma tensa
Estos versos, escritos por Mayte Gómez Molina (2024), nos hacen pensar en la memoria como calma tensa. La suspensión de algo que no está claro, no está cerrado, que sigue permeando en el ambiente, una calma aparente y forzada. Entre comidas distendidas aparecen nombres, momentos, silencios. La memoria que se va construyendo, que va encontrando su lugar desde la cuna. Las hijas y las nietas de represaliadas han ido encontrando retazos de su memoria, de la familiar y de la pública —porque, ¿dónde está la separación?— en conversaciones entre los salones de sus casas.
Y, sin embargo, ante esta construcción, el león seguía entre el trigo. ¿Nos preguntamos qué mecanismos de poder, qué dinámicas y jerarquías sociales heredadas del franquismo se mantienen en nuestra sociedad actual? Mamamos esas jerarquías fascistas y patriarcales, las aprendemos también sin darnos cuenta porque son la normalidad, son esas cosas que son así porque “así han sido siempre”.
¿Qué calma cabe en un país sin memoria?
La memoria como privilegio
Actualmente, la calma es un privilegio neoliberal, ¿quién puede pensar con calma en este mundo? Mientras escribimos este texto, pensamos en la memoria del pueblo palestino y en las miles de personas asesinadas en el genocidio cometido por el Estado de Israel, ¿qué historia se contará? La calma de los privilegiados del norte global, los hombres blancos, cisheteros, capacitistas, con poder político, económico y social construyendo el relato sin la angustia del tiempo en su contra.
¿Qué memoria nacerá de todo esto? ¿Qué calma cabe en un país en llamas?
Conclusión
Quizá este texto debería terminar con más respuestas. Sin embargo, creemos en la movilización de las preguntas y así queremos concluir: con la capacidad accionadora de la memoria histórica feminista. Cuando estas palabras se publiquen, estaremos caminando en La Desbandá, reparando la desmemoria de la represión franquista en Andalucía, con la que aún hoy convivimos. Estaremos hurgando en los recovecos incómodos de la memoria, de las memorias que tienen nombres y apellidos comunes y repetidos, las que sembraron disconformidad en las sociedades injustas. El camino es largo, pero no pararemos.