Medio ambiente
Catarina Alves: “Hay un lobbie dentro del gobierno portugués que quiere instalar la mayor mina de litio europea”

Catarina Alves pertenece a la Associação Unidos em Defesa de Covas do Barroso, un colectivo que se opone al proyecto que afectaría a 542 hectáreas y cuatro cráteres de la pequeña aldea para la extracción del “oro blanco”, lo que la convertiría en la explotación europea de mayor envergadura.
Catarina Alves
Catarina Alves. Foto cedida por la entrevistada

Ante el colapso global y medioambiental presente, el nuevo mercado del coche eléctrico y sus baterías de litio se han convertido en una esperanza para los fabricantes de coches y tecnología, los cuales ven en estos emprendimientos “sostenibles” una forma de relanzar nuevos productos. El extractivismo del litio, un mineral indispensable para el capitalismo verde, esconde de forma engañosa un nuevo impulso al paradigma del consumo salvaje, aunque disfrazado de amigable con el medio ambiente.

La explotación del litio es considerada fundamental para la “transición energética” por parte del gobierno portugués, pero ha sido sistemáticamente rebatida por colectivos como la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Quercus). La organización, que demandó públicamente una “suspensión inmediata de la estrategia del gobierno para el litio”, concluyó tras un estudio que el proceso de minería, de un recurso no renovable, dará como resultado “altos niveles de emisiones de CO2”, estimando que “cada mina de litio emitirá 1,79 millones de toneladas adicionales de gases de efecto invernadero cada año”, lo que significa que es un plan de desarrollo energético insostenible medioambientalmente.

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Al norte de Portugal se encuentra la pequeña aldea de Covas de Barroso. Se trata de un espacio privilegiado, zona de hermosas montañas, considerado Patrimonio Agrícola Mundial por la manera comunal de vivir de sus habitantes y la forma de relacionarse sosteniblemente con la agricultura y el ganado. Ahí se tienen proyectadas 542 hectáreas y cuatro cráteres para la extracción del litio, el “oro blanco”, lo que sería la explotación europea de mayor envergadura. Catarina Alves, de la Associação Unidos em Defesa de Covas do Barroso, nació y creció allí, aunque con 20 años se fue a vivir a Londres. Un día, encontró en un recorte de un periódico internacional una referencia a sus orígenes: el artículo señalaba que en la pequeña aldea se estaban haciendo prospecciones. Alves atiende a El Salto para hablar de su pueblo, de los procesos organizativos, del movimiento anti-minería y de la solidaridad internacional. 

¿Cuál es el origen de este proyecto?
Cuando yo leí aquel recorte de prensa en el que se mencionaba Covas do Barroso, a principios de 2000, se hablaba ya de litio y había geólogos interesados en hacer exploración de la tierra. Quise saber exactamente qué estaba pasando y encontré en artículos especializados que una de las reservas más grandes del mundo, y la más grande en Europa, estaba en las montañas de mi aldea. 

Pero en esa época en Covas no se hablaba para nada de litio. Solo se sabía que había una licencia para hacer prospección, y estábamos tranquilas porque en principio era en un área muy restringida, lejos de la villa, arriba en las montañas. Sin embargo, en 2006 la licencia se activó y se dijo que habría una Evaluación de Impacto Ambiental. No se hizo, pero la licencia sí se activó. 

Cuando la gente supo que los recursos venían para explotar el litio, nos sorprendimos porque fue la primera vez que se supo que la licencia era realmente para eso. Quise saber exactamente qué decía la licencia, la evaluación ambiental y la compañía. Cuando vi la extensión del área, no me lo podía creer. Cuando fuimos conscientes de para qué era la licencia, también entendimos los enormes riesgos que implicaba la mina para el pueblo, a unos metros de proximidad.

¿Cuáles son las particularidades de Covas do Barroso?
Covas do Barroso es la cabecera de la pedanía de Covas do Barroso, junto con otras dos pequeñas aldeas, Romaínho y Muro. En la pedanía viven alrededor de 300 personas. Está en un valle entre montañas, tenemos un microclima, por lo que la agricultura es diferente a la de las otras villas  de alrededor, somos ricas en agua. El asentamiento es muy antiguo, por lo menos del siglo XII, alrededor tenemos muchas ruinas y tres castros celtas. La iglesia es una monumento nacional. Es un área rica por la tierra. La gente siempre ha vivido de una manera sostenible. Se gestiona el agua muy eficientemente, mediante un sistema que permite que todas y todos tengan acceso, especialmente en el verano, en el invierno no hay problema porque el agua fluye continuamente, aunque hay unas normas muy claras.  Como es zona montañosa, se pueden sembrar cereales, pero también frutas y por supuesto hay ganado vacuno que es central en nuestra forma de vida.

Covas do Barroso ha sido catalogado por la FAO como Patrimonio Agrícola Mundial desde 2018, por su forma tradicional de trabajar la tierra, el cuidado del ganado y la ayuda mutua de sus habitantes. Siempre hemos estado alejados de lo que podría considerarse una zona pobre. La migración siempre ha existido en la región pero se ha incrementado dramáticamente desde hace 30 años, principalmente se debe a que el gobierno ha descuidado la zona y se ha negado a invertir. El drama es muy claro, pero destruirla no es la solución, no van a encontrar la solución para los problemas demográficos mediante una mina y todos los riesgos que implica.   

¿En qué etapa del proyecto se encuentra la mina?
Todo comenzó con una licencia que se otorgó en 2006 a Feldespar y Quartz,  sin incluir la explotación del litio, además de que era un área pequeña de 120 hectáreas. En 2016, un nuevo contrato fue firmado para reemplazarla, extendiendo el área de 120 a 542 hectáreas e incluyendo sorpresivamente y abusivamente la explotación de litio. Fue firmado por la Dirección General de Energía y Geología (DGEG) y la compañía Imerys, la cual finalmente la vendió a la compañía británica Savannah Resources en 2017.

La licencia de la minera británica Savannah Resources ya incluyó las 542 hectáreas, un crecimiento brutal que nadie se esperaba.  De hecho, llegaron a un acuerdo con otra compañía para unir otros proyectos, por lo que la extensión ha crecido más. En total, junto con la otra compañía, serán cuatro minas de explotación muy cercanas. En una de ellas tienen pensado hacer un agujero de 500 a 600 metros de diámetro y de 150 metros o más de profundidad, además de los otros tres agujeros en principio más pequeños. Pasará por el río, será un desastre total, la compañía asegura que no habrá problemas, que será una instalación seca, pero no convence. Será algo permanente, habrá riesgos de fallas. Todo muy cerca de Covas.

Lamentablemente, y con muy poca información, el contrato fue firmado, pero la gente no se dio cuenta de lo que representaba, y se sorprendió cuando se enteró, cuando se dieron cuenta de la extensión del área y de la proximidad con el pueblo. Pero también fueron conscientes de que tenían derecho a pelear por la tierra contra la minería de litio. Nos cuestionamos y nos dimos cuenta que las cosas no eran como nos habían dicho. 

En Covas de Barroso somos conscientes de que tenemos derecho a pelear por la tierra contra la minería de litio

Actualmente estamos esperando a ver si la Evaluación de Impacto Ambiental estará a favor o no. Otra de las cosas es que el gobierno español tendrá que ser consultado también sobre el impacto ambiental. Por lo que la presión ante este gobierno también será importante.

¿Cuál es la opinión de la gente, la municipalidad y la región respecto a la instalación de la mina?
En Covas no hay duda, toda la gente está segura que la mina traerá un gran impacto negativo, se oponen completamente al proceso, saben que la gente se tendrá que ir. No quieren instalaciones, no quieren que las y los agricultores se vuelvan mineros. El uso del suelo cambiará. Todo cambiará, el agua, la ganadería. La mina es mala para nosotras. Se escuchará ruido todo el tiempo, destrozarán el territorio: la mina estará a 40 metros de las casas más cercanas —en el caso de la mina Borralha— o a 200 metros —en el caso de la mina proyectada para Covas do Barroso—. Además, tendremos que resistir explosiones diarias, como las de 720 kilos en Mina de Borralha, y ver desde casa montones de casi 200 metros de altura.

La gente de alrededor no está tan segura del impacto, piensan que pueden sacar algo de la mina, pero creo que no se dan cuenta de lo que representa. Quieren construir una carretera para la mina, además de todos los servicios que las instalaciones necesitarán. La municipalidad está en contra: en 2006 no supieron lo que pasaba, pero luego se dieron cuenta de los importantes riesgos y decidieron que no podían apoyar el proyecto. Ahora están completamente a nuestro favor: saben que a largo plazo la mina generará  un grave perjuicio a la zona.

¿Cómo ha sido vuestro proceso de organización en la lucha contra este proyecto? 
En octubre de 2018, tras el resultado de la prospección, la gente del pueblo se juntó en una asamblea: no entendían qué estaba pasando y querían respuestas de la municipalidad y del gobierno. Al no recibirlas, creamos un movimiento social, independiente del control político; una asociación civil para luchar contra la mina y obtener más información. En este sentido, el rol de las mujeres ha sido fundamental en la lucha porque fueron las primeras en darse cuenta de lo que se estaba planteando y pensar a largo plazo, son el motor del movimiento antiminas.

Las mujeres son las que están haciendo el movimiento anti-minas y pensando a largo plazo

Al principio contactamos con ONG pero no recibimos apoyo alguno, nos decían que el litio era necesario, que de algún lado había que sacarlo y que el gobierno estaba de acuerdo, que sufriríamos las consecuencias si no aceptábamos el proyecto. Poco a poco comenzamos a conocer otras resistencias en otras regiones del país y ahora vamos juntas contra la política del gobierno. Formamos parte de “Sí a la Vida, No a la Minería”, una red global de y para comunidades que están batallando contra proyectos mineros destructivos y buscando alternativas sostenibles para la vida.  En este momento muchas organizaciones nos apoyan y tenemos también al Partido Verde portugués de nuestra parte. Por otra parte, campamentos como los que se han organizado en el contexto de la Gira Zapatista por la Vida, nos ayudan a dar a conocer nuestra lucha y nos hacen ver que no estamos solas.

¿Qué dificultades asumís en vuestra lucha y cómo podéis hacerle frente? 
Llevamos mucho tiempo luchando contra la desinformación del gobierno, que no quiere que la gente sepa lo que pasa. De hecho, hay una campaña de desinformación brutal en prensa y televisión promovida por la empresa Savannah, la cual además se quiere hacer pasar como socialmente responsable.

En el campamento se comentó que muchas veces se cree que las democracias ya vienen empacadas y listas para trabajar adecuadamente, pero en realidad tenemos dictaduras en todos lados. Por eso, las democracias siempre están en construcción y por eso deben de ser activas. Hay un lobbie dentro del gobierno portugués que quiere instalar la mayor mina de litio europea, un ecocidio, pensando en beneficios industriales a corto plazo. No están escuchando a la gente del terreno, están ignorando cómo perjudicará. El gobierno está haciendo cosas a espaldas de la gente y sin poner atención a los efectos a largo plazo. Desde el principio ha habido mucha falta de información.

El gobierno está haciendo cosas a espaldas de la gente y sin poner atención a los efectos a largo plazo

Obviamente la solidaridad internacional es clave. El problema de la participación ciudadana es que la gente no está informada, más bien desinformada por el gobierno. Necesitamos recursos de información independiente porque no podemos sacrificar a las comunidades, es posible un mundo más sostenible, pero hay que cambiar la actitud y la forma de vida. Debemos ser capaces de hacer que los gobiernos escuchen y trabajen para el pueblo, como ya lo hicieron las compañeras del movimiento contra las prospecciones y explotación de petróleo mar adentro en el sudoeste de Portugal, quienes consiguieron detenerlas en 2018.

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