Memoria histórica
106 años de la revuelta de las faeneras de Málaga

Un siglo después de las semanas de revueltas, el papel de las obreras de la industria agrícola tradicional malagueña vuelve a ser recordado.
Faeneras Málaga
Ilustración de Manolito Rastamán para el libro de Raquel Zugasti «Mujeres en lucha. La revuelta de las faeneras. Málaga 1918»

La rebelión de las faeneras tuvo lugar del 9 al 21 de enero de 1918. Trabajadoras malagueñas de todos los sectores salieron a la calle como protesta por la subida del precio de los productos básicos. Las faeneras, es decir, las obreras de la industria agrícola tradicional, iniciaron la revuelta, a la que posteriormente se sumaron obreras textiles, dependientas, empleadas del servicio doméstico, planchadoras, cocineras, costureras y amas de casa. Mujeres que trabajaban en el Trust, almacenes de los señores Bevan y Compañía, la fábrica de estuches y Casa de los señores Peña, almacenes de limones, naranjas y almendras, junto con las mujeres de los barrios de El Perchel y La Trinidad. 

El pan llegó a valer 60 pesetas. Hacer frente a la subida de precios, sobre todo de los productos de primera necesidad, era una cuestión de mejorar sus condiciones de vida y de las personas que dependían de ellas. Se trata de una crisis de abastecimiento y encarecimiento que no sólo afectó a la capital malagueña, sino que se extendió por todo el país, en el marco de la neutralidad española de la I Guerra Mundial. El aumento de la demanda externa, aprovechado por el sector empresarial para una exportación incontrolada sin límites gubernamentales. Esta situación favoreció la ya conflictiva situación social por el régimen de la Restauración, donde campesinado, obreras y jornaleras tuvieron un papel clave.

La revuelta de las faeneras era una cuestión de mejora para sus condiciones de vida y de las personas que dependían de ellas

Año tras año, se llevan a cabo marchas para recordarlas. Así lo explicaba en 2019 Alicia Morales, portavoz de la Plataforma Por la Memoria de las Faeneras de Málaga 1918, ya que “el principal detonante fue que no había comida en las casas, empezaban a pasar hambre a pesar de ser mujeres trabajadoras y decidieron hacer lo que no hicieron ellos, salir a la calle, protestar y emprender negociaciones con el gobernador, el alcalde y los sindicatos”. 

Entre 800 y 1.000 faeneras fueron del Gobierno Civil al Ayuntamiento de Málaga, reclamando a todas las autoridades posibles precios justos y condiciones laborales dignas bajo reclamas de “¡pan y trabajo!”. Los gobernadores prometieron bajadas de precios. Sin embargo, los proyectos de abaratamiento de productos básicos y restricciones de exportaciones de los productos desde el puerto se encontraron con un fuerte rechazo del sector industrial y empresarial, que cesó al Alcalde, Salvador González Anaya, por presionar y lo reemplazó por el conservador Mauricio Barranco Córdoba. Es así que las manifestaciones masivas tuvieron que continuar, tomando los altos hornos que por entonces atravesaban la costa de Alborán. A las faeneras se les fueron uniendo trabajadoras y trabajadores de todos los sectores, obreros y obreras, campesinos y campesinas. 

Faeneras Malaga 2
Manifestación de las faeneras, Málaga, 1918.

“Desde un primer momento, con su ocupación del espacio público las faeneras malagueñas consiguen poner a la ciudad de su parte, que rápidamente empatiza con sus reivindicaciones, y a las autoridades a trabajar en negociaciones con comerciantes y empresarios, que permitan establecer unas tasas con las que regular los precios de productos como el pan, el pescado o las patatas, además de poner límites a las exportaciones y presionar a la compañía de ferrocarriles andaluces para que agilice la llegada de las cargas de carbón y leña a la ciudad”, explica la historiadora Raquel Zugasti sobre el éxito de las primeras reclamas.

Tras el mitin multitudinario del 12 de enero, donde miles de personas se reunieron para organizarse y plantearse cuestiones así como continuar la lucha hasta conseguir la bajada de los precios y dejar participar a los hombres desde la retaguardia. Se deben recordar a obreras y manifestantes como Bernarda Martín García, Dolores Guerrero Lucena, María Núñez Neguete, Antonia Jaime Portillo, María Pareja, María Rodríguez Espino, Dolores Fernández Bascuñana, y Concepción Mesa. El 14 de enero comenzaron las acciones continuadas, que hoy llamaríamos acciones directas no violentas. Se asaltaron vagones de los trenes que, desde la estación de los Ferrocarriles Andaluces (Estación María Zambrano), partían a exportar el pescado malagueño. Las manifestantes requisaron el pescado que iba a salir de la ciudad para venderlo a los precios previos a la I Guerra Mundial, recolectar el dinero y entregárselo al gobernador civil para que lo repartiese entre los dueños del pescado. Lo mismo ocurrió con un cargamento de patatas, que vendieron en el Mercado Alfonso XII (Atarazanas), entregando las ganancias a la Sociedad Lopera, Arroyo y Cía. 

El 15 de enero de 1918 la policía cargó contra las manifestantes, abriendo fuego y terminando con la vida de 4 de ellas

El 15 de enero de 1918 la policía cargó contra las manifestantes, abriendo fuego y terminando con la vida de cuatro de ellas. Otras 20 resultaron heridas. Este fue un punto de inflexión, que dio paso a una segunda parte del conflicto en forma de Huelga General. Se cerraron los comercios y las fábricas. La manifestación partió de tres puntos: el Puente de Tetuán, La Victoria y las Playas de Huelin; siendo reprimida desde su inicio. La revuelta de las faeneras es estudiada como la primera revolución feminista en Málaga, así como un punto de inflexión en la feminizaciómn de las organizaciones obreras. Sin embargo, esta segunda fase, además de transversalizarse, se masculinizó con el recrudecimiento de la violencia. De hecho, Zugasti explica cómo “la prensa se va a referir a la huelga en clave masculina, produciéndose una progresiva desaparición de las mujeres en la lucha directa para otorgar ese espacio a los hombres, quedando ellas relegadas al papel de cuidadoras, de encargadas de conseguir las subsistencias”.

El 16 de enero comenzó el paro desde primera hora de la mañana como señal de protesta, pero también de duelo. Se paralizó la actividad industrial y comercial, pidiendo también la destitución del gobernador civil al haber justificado las cargas policiales. El 17 de enero tuvo lugar la pitá, donde se hicieron sonar pitos, silbatos y todo aquello que pudiese hacer ruido. El 18 de enero la ciudad entera vistió de negro en forma de luto. Y es así, con pequeñas protestas continuadas, que el 21 se dio por concluida la huelga junto con una relativa bajada de los precios del pan, patatas, pescado y aceite. 

Las malagueñas fueron las primeras en salir a las calles en toda España, al día siguiente lo hicieron las trabajadoras de Barcelona y se sumaron otra treintena de ciudades españolas en los siguientes días

Como relata Morales, “las malagueñas fueron las primeras en salir a las calles en toda España, al día siguiente lo hicieron las trabajadoras de Barcelona y se sumaron otra treintena de ciudades españolas en los siguientes días, pero las faeneras de Málaga fueron las precursoras”. Este movimiento fue clave para la visibilización de la lucha obrera de las mujeres. Concretamente, la lucha obrera de las mujeres andaluzas. Este fue el germen de la Ley de 8 horas laborales en Europa, conseguido en Barcelona precisamente un año después. También es una de las luchas claves del movimiento campesino y el movimiento anarquista andaluz.

Cabe recordar aquí las reivindicaciones de las Cigarreras de Cádiz, que “desarrollaron una conciencia colectiva y de clase que no se desligará de su condición de mujeres y cuidadoras en el ámbito familiar y vecinal”, como explica la historiadora Esther Alberjón Castillo. Desde 1871, las Cigarreras dejaron claro que “luchar contra la mecanización no sólo suponía defender los puestos de trabajo de las obreras con las condiciones laborales y de salubridad que habían conquistado hasta el momento, sino que se trataba de defender una forma de trabajo colectivo y compartido”, volviendo a movilizarse meses después de las Faeneras, en noviembre de 1918. En palabras de Zugasti, “quizá el mayor valor de esta revuelta esté en la ruptura de roles por parte de las obreras” ya que “en un momento en que el espacio de la mujer estaba restringido al ámbito de lo privado, hicieron una ocupación del espacio público, tradicionalmente reservado a los hombres.”

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