Opinión
Sobreinformación: atrapadas en la red

La lista de cosas terribles que deberíamos evitar, que no deberíamos aceptar, que es vergonzoso que ocurran en el siglo XXI, es tan larga que con ella podríamos llenar páginas sin fin.
5 oct 2021 06:00

Era una sospecha, pero ya es una certeza: detrás de la proliferación infinita de información hay una estrategia de los poderosos (o sea, del poder económico). La cantidad de datos con que nos bombardean a diario es de un calibre tal que resulta imposible de manejar. Miles de noticias, declaraciones grandilocuentes, sucesos increíbles, acciones a favor de esto o en contra de aquello se amontonan a nuestro alrededor como montañas de residuos no biodegradables, hasta ahogarnos. En los telediarios, mientras el locutor cuenta las noticias, nos pasan sin cesar en la parte inferior de la pantalla docenas de más datos e informaciones. A la vez, las imágenes de otras miles de cosas ocurren en el mundo se suceden en la pantalla situada detrás. En el estudio de televisión, todo son luces y brillos que giran y se mueven como en una discoteca. En la radio, cada mañana nos leen acelerados el resumen de las noticias del día con un fondo musical como de vuelta ciclista. Y mientras tomamos el café, nos gritan que contratemos un seguro más barato o nos compremos un coche nuevo; un coche en el que, con un poco de mala suerte, nos mataremos un día al ir a trabajar. Si además tenemos el móvil a mano, lo que no es raro, podremos acceder a la vez a más información todavía: mensajes, avisos, notas, recordatorios.

Ya es posible acelerar las grabaciones de las notas de voz. A duras penas daremos luego con un hueco en la agenda semanal para meter una clase de yoga, de chi-kung o de meditación en la que resetear la mente exhausta e intentar reaprender a fijar la atención. Y nos extraña que haya estudiantes universitarios incapaces de leer un libro entero (¡uno!). Dentro de poco ya no llamará la atención, serán sus profesoras quienes no podrán hacerlo. En educación secundaria no son capaces de atender una explicación oral que dure más de 10 minutos. Enseguida empiezan a moverse nerviosos en la silla buscando desesperadamente, como yonkis, nuevos estímulos, nuevos datos que añadir a su sobrecargado cerebro. Decía Agustín de Hipona que, así como el cuerpo necesita comida, también el alma necesita alimentarse con sabiduría. Pero la comida rápida es comida basura, no alimenta, nos envenena. El exceso de información es la basura del alma, nos pudre por dentro. Y el veneno nos va matando lentamente, sin que nos demos cuenta.

Un ejemplo concreto: el movimiento laicista difundimos a los cuatro vientos siempre que podemos el disparate que supone la presencia de una asignatura confesional en el currículo de enseñanza primaria y secundaria, y los vergonzosos privilegios de los que disfruta el catolicismo en ese ámbito. Cualquier persona sensata que nos escucha, creyente o no, practicante o no, admite enseguida que es un atropello, un escándalo, una injusticia. Pero, ¿de qué sirve? ¿Qué podemos hacer además de escandalizarnos? ¿Cómo movilizarnos para denunciarlo y responder al atropello? ¿Cómo evitarlo?

Y es que —no quiero compararlos— pero ahí están la subida de la luz; y los refugiados muertos en el Mediterráneo; y los desahucios que siguen; y las palizas y asesinatos a gays o a trans; y la destrucción de la sanidad pública; y la privatización de los servicios esenciales; y las mujeres asesinadas, y... La lista de cosas terribles que deberíamos evitar, que no deberíamos aceptar, que es vergonzoso que ocurran en el siglo XXI, es tan larga que con ella podríamos llenar páginas sin fin. Miles de páginas con datos, análisis, reflexiones, valoraciones. No sirven de nada. Son demasiadas cosas. No podemos metabolizar tanto dato. Nos atascamos. Para seguir estando informadas tenemos que dejarlo todo, dejar de pensar, dejar de vivir. Al dejar de pensar, no podemos decidir qué hacer, cómo, cuándo, con quién. La corriente nos lleva. Sobrecarga de información, Infoxicación, son términos que ya están en Wikipedia, señal de que existen (por supuesto, existen las palabras, pero también la realidad que nombran). Marina Garcés se ha referido a la imposibilidad de manejar las toneladas de conocimiento de que disponemos hoy. Lo ha sintetizado en una frase certera: “Lo sabemos todo, pero no podemos nada” (en Nueva Ilustración Radical, Anagrama).

Desbordadas de datos, sobrados de análisis, colapsado el sistema de drenaje del espíritu, nos vaciamos, supuestamente, en Twitter, Instagram o Facebook. Pero más que vaciar y limpiar, lo que hacemos es volvernos a cargar de nuevos datos. Y exhibirnos. Mostramos nuestra actitud progresista. Nos enfadamos y nos ocupamos en propagar nuestro enfado. Nos rasgamos las vestiduras, enfáticamente, que quede claro. Mostramos, en voz alta, ante el mundo, la más firme solidaridad con esta o con aquella causa justa. Escribimos artículos (este incluido), posts, blogs, libros, indignadas, exponiendo con rotundidad a razón que tenemos contra esto o a favor de aquello. “Yo apoyo esta causa”, compartimos la foto en la que nos mostramos risueños, o serias y responsables, pero siempre atractivos, altivas, y poco a poco, el mensaje se va deslizando hacia un lado y, sin darnos cuenta, el énfasis se traslada de la causa a quien la apoya. A los demás les gusta que yo apoye esta causa y me lo comunican (a mí y, de paso, al mundo entero). Y a mí me gusta que a ellos les guste. Y así durante un buen rato, como el eco de un pozo sin fondo. Millones de bits de aquí para allá para que todo siga en su sitio. Esto no se transforma y aquello nunca llega. Y siguen ocurriendo cosas que no deberían ocurrir, permanentemente, nosotras conscientes e informadas.

Nos dijeron que la información era poder y nos lanzamos frenéticas a su búsqueda. Era una falsedad paralela a la que rezaba ‘una imagen vale más que mil palabras’: nos costó percatarnos que sí, sirve, pero para mentir más que mil palabras. Tampoco vimos que la sobreinformación sólo trae incapacidad, angustia y ansiedad. Que la sobreinformación está más cerca de la desinformación que de la información. Y que va de la mano de la híper-conexión. Todo parece ser parte del mismo plan. Conectar con tres, cuatro, veinte, cuarenta, cien personas puede hacer comunidad. Estar permanentemente conectados con miles de personas que no conocemos ni nos interesan no mejora la realidad, no alivia ninguna pena, no proporciona ninguna alegría perdurable. Crea parálisis, lo único permanente. 

Red es malla, tejido, protección. La red de amigas y allegados nos protege como una tela mullida y tranquilizadora, amortigua las caídas como una red flexible y blanda. Nos conecta con personas que conocemos y queremos. Pero red es también trampa, urdimbre, trama, engaño. Pusieron el adjetivo “sociales”  y en sus redes caímos como chinches, una detrás de otro. Caímos en la trampa, animalitos atrapados. Y ahí estamos, en el cepo, prendidas en la malla, agitando los brazos para que nos vean los falsos amigos. La combinación letal de narcisismo indignado y sobreactuado y de exceso de información inmanejable nos ha colocado en la senda de acabar con toda esperanza. ¿Tiene remedio? ¿Seremos capaces de salir de la rueda de hámster? Decidme cómo.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Hazlo Posible
Hazlo posible Un año de investigaciones en El Salto: más impacto y visitas que nunca
En el último año El Salto ha publicado decenas de trabajos de investigación, con más impacto y visitas que nunca: desde la exclusiva de los festivales de KKR a la foto manipulada de Mazón, pasando por los agentes infiltrados en colectivos sociales.
Eventos
Evento Un Salto al periodismo desde el barrio: acompáñanos en un directo sobre periodismo situado
El Salto organiza un evento centrado en el potencial de los formatos sonoros para transmitir información veraz y fiable de forma cercana. Para hacer periodismo desde el barrio y barrio desde el periodismo.
c
7/10/2021 11:19

Aquí hay un error de fondo. No hay abundancia de información, hay APARIENCIA de abundancia de información, la cual se consigue con la repetición incansable de la misma información revestida de novedad. Cualquiera que vea con un poco de atención las noticias o las redes sociales se dará cuenta de que le llega una y otra vez las mismas noticias contadas como si fueran nueva.
Es importante señalar este hecho porque si no, uno lee este articulo y llega a la conclusión "si, es horrible, pero si dejo las redes no me enterare de nada", cuando no es así, usted puede dejar las redes sociales, puede dejar de leer el periódico, puede dejar de ver el telediario y se va a enterar de todo exactamente igual, simplemente en vez de enterarse de cada cosa ochenta millones de veces, se enterara de cada cosa una o dos veces.
Es como dejar de escuchar las radioformulas, no por ello va a dejar de saber cual es la canción del verano, simplemente no la va a oír ochentamil veces.
¡Dejen las redes sociales!, no tienen nada que perder.

2
0
Rafael Santana
7/10/2021 11:02

El artículo no puede ser más claro.
De todo, me quedo con esto : "El exceso de información es la basura del alma, nos pudre por dentro. Y el veneno nos va matando lentamente, sin que nos demos cuenta".
Gracias, porque nos hace 'darnos cuenta'.

0
0
Xunta de Galicia
Política A Xunta recibe ao embaixador de Israel en funcións mentres Gaza agoniza ao bordo da fame
O Goberno de Alfonso Rueda escenifica a súa boa sintonía coa Administración de Benjamín Netanyahu apenas unhas horas despois de que Israel bombardease unha escola que servía de refuxio e ordenase unha evacuación masiva en Gaza.
Palestina
Genocidio La ONG anti-UNRWA lanzada por exespías y marines de EEUU siembra el caos en el reparto de alimentos en Gaza
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) creada a comienzos de este año y vinculada a agentes del ejército y la inteligencia estadounidense ha sido acusada de desaparecer a una persona y disparar a quienes estaban esperando ayuda.
Alemania
Litigio climático Un tribunal alemán abre la puerta a que grandes emisores puedan ser responsabilizados de daños climáticos
El jurado descarta la demanda del agricultor peruano Saúl Luciano Lliuya por entender que el riesgo a su propiedad es demasiado bajo, pero esta misma argumentación podría llevar a condenas en otros casos.
Madrid
Derecho a la vivienda Victoria contra la Sareb: 16 familias consiguen firmar contratos después de años de lucha
Un bloque en lucha de Casarrubuelos (Comunidad de Madrid) consigue formalizar contratos con el banco malo, al que acusan de actuar “como un fondo buitre”. En Catalunya, diez ayuntamientos apoyan los reclamos de 62 hogares en huelga contra La Caixa.

Últimas

Universidad
Genocidio Las universidades españolas han firmado 44 proyectos con Israel desde septiembre de 2024
Los acuerdos dentro del programa Horizon Europe se han sucedido a pesar de las declaraciones de decenas de universidades de suspensión de relaciones con Israel.

Recomendadas

Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.