Opinión
Trump, el hijo bastardo del 68

Este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la revuelta global de 1968, sin que quede del todo claro si lo que se conmemora es el acontecimiento en sí o su fracaso como motor de cambio.

Aleix Romero Peña
18 may 2018 10:48

Este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la revuelta global de 1968, sin que quede del todo claro si lo que se conmemora es el acontecimiento en sí o su fracaso como motor de cambio. Sabemos que aquellos acontecimientos, cuyo epicentro más conocido fue el mayo francés, han dejado un importante legado, pero es difícil evaluarlo.

Evidentemente, el mundo de ahora es diferente del que había hace cincuenta años, y eso se debe, en buena parte, al impacto de las ideas sesentayochistas, como se aprecia en el influjo actual de las políticas de identidad —de género, minorías étnicas, etc.—, tan denostadas hoy tanto por la derecha como por cierta izquierda, o la importancia de la conciencia ecologista. Pero este triunfo ha de ser atribuido sobre todo al relevo generacional producido en las élites culturales, académicas, políticas e incluso económicas.

Desde luego que esta no fue la forma de implementar las transformaciones que se predicó en las barricadas del Barrio Latino. Entonces, en aquel mágico mes de mayo, quienes estuvieron en las calles parisinas pretendieron encabezar una revolución social, la última practicada en Europa occidental hasta el momento. Una revolución que, contradiciendo los dictados marxistas más ortodoxos, no tenía un sujeto revolucionario, sino dos: proletarios y estudiantes.

Los llamamientos a una unidad de acción para tomar universidades y fábricas y transformar la sociedad y las costumbres cayeron bien pronto en saco roto. Ni la clase obrera, más bien anclada en el mundo de una posguerra donde los comunistas eran fuerza predominante, comprendió las rupturistas inquietudes de los estudiantes, ni aquellos, sumergidos en su mundo de insurrecciones de papel, tuvieron en cuenta las necesidades reales de esta. No puede valorarse el coste de la brecha sin recordar que desde el siglo XIX el proletariado conformaba la gran masa en cuya redención se depositaban las esperanzas revolucionarias; que ahora viniese a rechazar su misión histórica equivalía a decir que todo la lucha desplegada no servía para nada.

El divorcio fue, por ende, traumático y sus consecuencias han perdurado hasta el día de hoy. En un primer momento, se saldó con graves acusaciones de traición hacia las organizaciones tradicionales que venían representando a los trabajadores, especialmente el partido comunista francés y el sindicato CGT, que pagaron con creces el descrédito.

Años después, una vez concluido que la clase obrera no había sido engañada, sino que ella misma se había exceptuado de la responsabilidad de culminar la revolución, las viejas ensoñaciones comunistas dieron paso a un individualismo desengañado y militante. El colectivismo pasó a ser visto como algo propio de tiempos añejos, aquellos en los que la Unión Soviética —otra traidora— era el gran modelo a imitar, convirtiéndose de paso en enemigo de la libertad.

Asumiendo algunas de las enseñanzas sesentayochistas, las izquierdas, así como el liberalismo de corte progresista, se han alejado de la clase obrera como masa acomodaticia y reaccionaria, que además estaba llamada a desaparecer. De esta forma la han entregado a Donald Trump y a otros oportunistas de derechas, los hijos bastardos del 68, cuyo apoyo popular no deja de crecer pese a ser cada vez más evidente su fascismo implícito.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Opinión
Opinión Ser palestino es difícil. Pequeño ensayo contra la indiferencia
La resiliencia, sin embargo, no es un cumplido: es el elogio de quien ha decidido no intervenir. Hay una comodidad cobarde en llamar resiliente a quien en realidad resiste.
Opinión
Análisis Un dios menor
Musk parece uno de los empresarios hiperactivos y obsesionados consigo mismo que conspira para apoderarse del universo que imaginó el autor Philip K. Dick.
LGTBIAQ+
LGTBIAQ+ Unha casualidade, unha resposta masiva e un debate incómodo: a sentenza de Samuel Luiz en contexto
O 22 de maio, o TSXG ratificaba o veredicto do xurado popular e recoñecía que o asasinato de Samuel Luiz foi un crime motivado por LGTBIfobia. O caso supuxo unha mobilización sen precedentes.
Xunta de Galicia
Política A Xunta recibe ao embaixador de Israel en funcións mentres Gaza agoniza ao bordo da fame
O Goberno de Alfonso Rueda escenifica a súa boa sintonía coa Administración de Benjamín Netanyahu apenas unhas horas despois de que Israel bombardease unha escola que servía de refuxio e ordenase unha evacuación masiva en Gaza.
O Salto medra contigo
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.

Últimas

Alemania
Litigio climático Un tribunal alemán abre la puerta a que grandes emisores puedan ser responsabilizados de daños climáticos
El jurado descarta la demanda del agricultor peruano Saúl Luciano Lliuya por entender que el riesgo a su propiedad es demasiado bajo, pero esta misma argumentación podría llevar a condenas en otros casos.
Madrid
Derecho a la vivienda Victoria contra la Sareb: 16 familias consiguen firmar contratos después de años de lucha
Un bloque en lucha de Casarrubuelos (Comunidad de Madrid) consigue formalizar contratos con el banco malo, al que acusan de actuar “como un fondo buitre”. En Catalunya, diez ayuntamientos apoyan los reclamos de 62 hogares en huelga contra La Caixa.

Recomendadas

Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.