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Guatemala
Guatemala: la opción indígena no triunfa
En las novenas elecciones desde el inicio de la era democrática, el primer partido indígena queda como cuarta fuerza, y ninguna de las dos opciones que disputan la presidencia parece augurar un futuro reformista para un país azotado por la inseguridad, la desigualdad y la corrupción.
El pasado domingo, en un contexto de notoria debilidad institucional agravada por el legado que deja el actual presidente Jimmy Morales, Guatemala ha acudido a las urnas decidiendo que Sandra Torres (UNE- Unidad Nacional de la Esperanza) y Alejandro Giammatei (VAMOS) serán los que se disputen la presidencia en una segunda vuelta que tendrá lugar el 11 de agosto.
Ninguna de las dos opciones parece augurar un futuro reformista para un país azotado por la inseguridad, la desigualdad y la corrupción.
Tras la descalificación en la carrera electoral de sus dos principales rivales, Zury Ríos (hija del dictador Ríos Montt) y Thelma Aldana (exfiscal general hostigada por el gobierno de Morales), era previsible que para Torres resultase más sencillo llegar a la segunda vuelta, especialmente en las zonas rurales, gracias a sus programas sociales asistencialistas en materia de salud, educación o seguridad alimentaria, que ya impulsó cuando fue primera dama durante el gobierno de su exmarido, Álvaro Colom (2008-2012).
Al mismo tiempo, su larga trayectoria política y, por ende, el ser un reconocido personaje público, supone un arma de doble filo para Torres, quien de acuerdo a medios de comunicación locales – que acuñaron el término sandrofobia- es la líder política que más animadversión genera dentro del país (un 49% de guatemaltecos le muestran su rechazo), lo que podría allanar el camino a la presidencia para Giammatei.
Giammatei busca ser presidente, y en la cuarta vez que lo intenta puede ser que lo consiga. Un gobierno de la plataforma VAMOS, supondría un triunfo de una derecha neoliberal, promilitar y autoritaria, recuperando la pena de muerte suspendida desde el año 2000 y aplicando “mano dura” contra el crimen común y el narcotráfico.
Ninguno de los dos candidatos ha mencionado explícitamente que ocurrirá con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que tiene como objetivo apoyar y fortalecer las instituciones del Estado de Guatemala en la lucha contra la corrupción y contra la infiltración de grupos criminales en las instituciones, cuyo mandato no será renovado este año por decisión unilateral de Morales. En los últimos diez años, la CICIG ha llevado a juicio a presidentes, expresidentes, funcionarios, narcotraficantes y empresarios acusados de corrupción.
MLP: la única opción no continuista con los gobiernos anteriores.
Como contrapeso al sistema establecido hasta el momento, ha sido el MLP (Movimiento para la Liberación de los Pueblos) el partido que durante la campaña electoral ha causado mayor expectativa. La candidatura de Thelma Cabrera, activista y militante indígena y campesina, no estuvo exenta de polémica, no sólo porque el lobby de las transnacionales ha intentado bloquear su candidatura, impugnándola ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE), sino también porque de los 26 partidos candidatos, el MLP contaba con el programa más identificado con los intereses populares, al incluir en su estrategia la creación de una Asamblea Nacional Constituyente de carácter originaria y plurinacional, lo que contribuiría a poner fin al legado histórico de discriminación, racismo y exclusión indígena.En uno de los países más desiguales del mundo en términos de distribución de riqueza e inequidad de oportunidades, de acuerdo a un reciente informe publicado por Oxfam1, una renovación en las cooptadas instituciones del Estado parecía necesaria, y el MLP, una opción para llevarla a cabo. Su victoria hubiera implicado una clara disputa con el poder de las élites, ya que es un partido de base social y popular que cuenta con la presencia de actores intelectuales procedentes de la expresión social campesina de la CODECA (Comité de Desarrollo Campesino) y que no defiende los intereses del modelo de acumulación capitalista que integran lo más selecto del G-8, como se denomina a la oligarquía guatemalteca.
Desafortunadamente el MLP, y el resto de fuerzas que se posicionan desde la izquierda, siguen sin encontrar el apoyo social suficiente para ser una alternativa real para conseguir el poder en Guatemala. Sea quien sea quien llegue a la presidencia en la segunda vuelta de las elecciones marcará una agenda política que, o bien será continuista, o bien se radicalizará aún más si cabe hacia la derecha, cuestión que es una pésima noticia para los colectivos populares por la defensa del territorio y de los derechos humanos ante la actividad de las grandes corporaciones empresariales y de las oligarquías nacionales.
1. OXFAM: Entre el cielo y el suelo: radiografía multidimensional de la desigualdad en Guatemala. Marzo 2019.