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Autogestión
Sinergias de la comunidad maker y los centros sociales
La unión de la comunidad maker creada en el entorno de los espacios sociales, que ya tenían una amplia red de contactos, permite la distribución local de pantallas sanitarias a hospitales, centros de salud y residencias desabastecidas por las instituciones.
“Yo llevo el movimiento maker un poco en mi ADN. Recuerdo ir de pequeño a juntarme con mis amigos con un destornillador en el bolsillo. Esto cubre muchísimas áreas. Una carpintera o alguien con una máquina de coser es parte también de esto. Las hacedoras no son solo las que usan un soldador o una máquina 3D, a pesar de que somos los frikis de lo tecnológico quienes acaparamos la parte más visual del mundillo”, comienza su relato Jorge Mendoza, que pertenece al Laboratorio Tecnológico del Nodo de Carabanchel (LTNC) y al grupo de Telegram de Coronavirus Makers, dos de los puntos desde donde se está coordinando la asistencia de EPIs y algunos componentes sanitarios a los hospitales. Antes de comenzar su historia, señala que “siempre cuidamos no personalizar el movimiento maker de ayuda al covid19, yo hablo desde mi experiencia, no hay líderes en esto”.
Javier Villalbilla indica que él es bastante nuevo en esto del movimiento maker. “Mi visión es bastante reducida, pero para mí lo importante es generar un laboratorio de uso tecnológico en mi entorno de Carabanchel, que es donde me muevo. Yo vengo del barrio y me apetece que haya algo así aquí”. Javier participa desde hace años en los espacios colectivos del barrio y forma parte también del LTNC. Coincide con Jorge en que “nuestras necesidades no siempre han ido ligadas a una impresora 3D, la filosofía del laboratorio es abastecer a una comunidad que tiene unas necesidades que resolver por sí misma”
Ambos han participado en proyectos maker surgidos desde el Eko de Carabanchel. “Se podría decir que el Eko es un espacio maker”, apuntan. Entre los proyectos desarrollados destaca, por ejemplo, el sistema de recogida de agua de lluvia. “No teníamos agua corriente así que decidimos aprovechar la lluvia. La filtramos, la purificamos y la usamos para los baños, no para consumo”, señala Jorge. “Otro de los grandes hitos fueron las placas de energía solar. Sin que hubiese ninguna persona experta en la materia, fuimos aprendiendo mientras lo hacíamos. Conseguimos que el espacio funcionase con energía solar fotovoltaica. A partir de ahí hemos ido desarrollando cosas relacionadas con electrónica. Podemos acceder en remoto a las instalaciones energéticas y detectar fallos desde casa”, añade Javier.
Coronavirus
La comunidad maker responde al covid19
Pantallas protectoras
Jorge comenzó a trastear con impresoras 3D, arduinos y microcontroladoras hace unos 5 años, asegura que el panorama por aquel entonces era muy diferente, más cerrado. La facilidad con la que fluyen la información y los turoriales, la naturaleza de compartirlo todo y documentarlo para hacerlo accesible a cualquiera, hacen que el movimiento maker se ensamble muy bien con los movimientos de autogestión. Las impresoras 3D generan la capacidad de hacer piezas de todo tipo a precios muy económicos.
Arduino es una pequeña placa de código abierto con circuitos integrados en los que se pueden grabar instrucciones básicas. Tiene una interfaz de entrada y otra de salida, por lo que se pueden conectar distintos periféricos para relacionarlos según las órdenes programadas. Por ejemplo conectar un sensor de luz que, cuando detecte que la luz se reduce, envíe una orden a una bombilla para que se encienda automáticamente.
El día 24 de marzo varios centros sociales de la ciudad de Madrid, entre los que se encontraban el Eko, la Ingobernable o el Espacio Vecinal Autogestionado de Arganzuela comenzaron a coordinar sus talleres y laboratorios de impresión 3D para elaborar pantallas protectoras. “Surgió de forma natural. Como hacíamos antes, se trataba de trabajar para suplir una necesidad en la comunidad. Ya teníamos una red en el barrio, a través de esos contactos nos llegaban peticiones de pantallas protectoras. Una persona que conoce a una asistente social o trabaja en un hospital de nosotras nos contacta y nos organizamos para hacer el envío”, cuenta Jorge. “Yo mismo era escéptico al principio, pensando que quizá estábamos empeorando la situación al hacer mascarillas que son demasiado porosas”.
Cuando comenzó a organizarse la creación de pantallas a través de impresoras 3D la última semana de marzo, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso declaró que estas no estaban homologadas, por lo que serían vetadas, sin embargo, el Ministerio de Sanidad desmintió esta información. “He de decir que a mí me ha sorprendido esta capacidad de respuesta”, admite Javier, “mientras las autoridades tenían problemas para acceder a los materiales por los cauces institucionales, la gente se estaba organizando para ser útil. Hay 16.000 personas en el grupo de Telegram de Coronavirus Makers coordinándose”. El grupo se encuentra dividido por zonas. Cuando alguien imprime pantallas en su casa, se lo comunica al coordinador de zona y este se encarga de la distribución a los centros que la necesitan. “Sin embargo, nos encontramos con la tesitura de que, debido a las órdenes institucionales contradictorias, aunque ya teníamos pantallas listas para llevar a los centros, los organizadores de Coronavirus Makers nos decían que todavía estaban discutiendo el tema de los elásticos y los materiales. Entonces vimos que podíamos llevar a cabo el proceso completo gracias al tejido local”, explica Jorge.
Jorge y Javier indican que existen dos formas de comunicación a raíz de esto. Por un lado una vía más institucional, a través del grupo Coronavirus Makers, que está en contacto directo con los profesionales y permite validar los diseños. Una vez que los diseños están validados se activa la segunda red, que es a través del contacto directo con personas que les piden pantallas. Se tata de aprovechar la estructura de contactos a través de boca a boca y redes sociales que ya existía previamente. Ya han entregado más de 250 pantallas en centros de salud, residencias y hospitales de Carabanchel, la Elipa, pero también en Coslada o al hospital Gregorio Marañón.
En un artículo de OKDiario acusaron falsamente a los centros sociales de estar rompiendo la cuarentena para usar las impresoras. “Es del todo falso. En el caso de las impresoras de estos centros sociales, hemos centralizado la producción en mi casa, con altas medidas de higiene”, cuenta Jorge, “no tiene ningún sentido romper la norma más básica de ayuda que es la de quedarse en casa. Sería contraproducente el resto del trabajo”.
Hazlo tú en comunidad
Jorge reconoce que él, al principio, le daba importancia al movimiento maker como forma creativa, de juego y entretenimiento. Reconoce que ese espíritu de juego, de prueba ensayo y error es una parte intrínseca de esta filosofía. “Sin embargo, ahora me lo tomo más en serio, esto me está demostrando que no se trata de ninguna broma. Podemos abastecer de bienes útiles a nuestra comunidad. Yo no sé si estamos salvando vidas. Pero suplimos una necesidad que se detectó. Todo se hizo desde lo local, eliminando todos los intermediarios”.
Tanto él como Javier coinciden en señalar la importancia de la idea de juntar en un laboratorio a personas de diferentes disciplinas y campos para experimentar juntas en función a sus necesidades e inquietudes. Recalcan que en este aspecto sigue residiendo el espíritu de juego que habita en gran parte de la comunidad maker.
“Podemos estar seguros de que en toda la historia del movimiento, las pantallas sanitarias han sido el objeto más imprimido”, añade. “Estoy flipando. No me lo habría esperado jamás. Esto fue una ola, una avalancha de energías. Quiero creer que es nuestro 15m y que nos va a dar visibilidad para organizarnos más allá del coronavirus. Algo más amplio donde nos demos cuenta de que la producción y la homologación no tiene que ser un impedimento para ayudar. Ojalá venga más gente a estos espacios con otros saberes y técnicas. Los centros sociales seguiremos siendo estos espacios donde hacer coincidir estas energías”.