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Salarios
Degradación de las condiciones laborales: suma y sigue
La última Encuesta de Población Activa (EPA) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrece datos muy interesantes sobre la evolución del salario medio mensual del empleo principal durante 2020.
En comparación con 2019, los salarios nominales, en promedio, han experimentado un aumento del 2,8%. Teniendo en cuenta que en ese mismo periodo el índice de precios al consumo retrocedió un 0,4%, las retribuciones de los trabajadores en términos reales han mejorado, ganando capacidad adquisitiva. Sin duda alguna, una buena noticia, pero hay que tener en cuenta la excepcionalidad de la situación propiciada por la caída de los precios, que, salvo catástrofe, no se repetirá en los próximos ejercicios.
Muy diferente ha sido el escenario del año que acaba de concluir. En este caso, el INE contempla un moderado alza de los salarios nominales, inferior al 1%, mientras que la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) los sitúa en territorio negativo. Todavía es pronto para disponer del dato de inflación correspondiente a 2021, pero se estima que podría superar el 3% (el crecimiento interanual de los precios en diciembre ha sido del 6,7%). En consecuencia, los salarios de los trabajadores (de la mayor parte de ellos, para ser más precisos) habrán sufrido una importante pérdida de capacidad de compra. Y esto sucederá en el contexto de un crecimiento sustancial del Producto Interior Bruto (4,6%), que, según los postulados de la economía convencional, debería beneficiar al conjunto de la economía, también a los asalariados.
Volviendo al año 2020, el INE desglosa las retribuciones de los trabajadores por deciles de ingreso (figura 1). La información aportada es muy reveladora de la desigualdad existente y de su evolución reciente. El salario mensual de los trabajadores situados en el grupo peor retribuido era de 521 euros, mientras que el de los mejor posicionados alcanzaba los 4.964; esto es, era 9,5 veces superior. Ese ratio era en 2019 de 8,9 veces.
Si reparamos en el comportamiento de los salarios en cada uno de los diez niveles considerados, observamos que los trabajadores con menor remuneración han visto que, además, su situación ha empeorado claramente
Si ahora reparamos en el comportamiento de los salarios en cada uno de los diez niveles considerados (figura 2), observamos que los trabajadores con menor remuneración han visto que, además, su situación ha empeorado claramente: los salarios, que ya eran muy bajos, han retrocedido aproximadamente un 2%. Esto significa que en 2020, año en el que, como antes señalaba, los salarios han recuperado capacidad adquisitiva en términos agregados, dado el retroceso de los precios, los del decil inferior la han perdido. Los deciles 2 al 7 la han ganado ligeramente, pero donde se han registrado los mayores aumentos ha sido, precisamente, en los tres superiores, especialmente en el de mayor ingreso, que ha experimentado un aumento en la retribución media por encima del 5%. La conclusión es evidente: en tiempos de pandemia, cuando más necesario era llevar a cabo políticas de equidad, en línea con lo que tantas veces se ha repetido de “no dejar a nadie atrás”, la tijera salarial se ha abierto y la desigualdad se ha intensificado.
Este panorama, que nos habla de estancamiento y regresión de los salarios de buena parte de las personas trabajadoras y de una creciente desigualdad, contrasta llamativamente con lo defendido por instituciones como el Banco de España, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y nuestras patronales, que, antes, ahora y siempre, hacen bandera de la represión salarial, como si fuera el bálsamo de Fierabrás. Con los más variopintos argumentos.
Recientemente, con la existencia o amenaza de una supuesta espiral salarios/precios, como si la escalada de estos estuviera relacionada o pudiera desencadenar un alza descontrolada de aquellos. Y como ya es habitual, tirando del recetario neoliberal -que se mantiene intacto con y sin pandemias, con y sin crecimiento, da lo mismo- se rescatan los mantras habituales sobre los salarios: la necesidad de moderarlos (reprimirlos) para crear empleo, mejorar la productividad y fortalecer la competitividad.
Pero, en realidad, poco importa que la evidencia empírica y numerosos trabajos de investigación hayan desmontado esas presunciones. Todavía importa menos que con esas políticas las condiciones de vida de la mayor parte de las y los trabajadores hayan empeorado y que haya aumentado la desigualdad. Porque lo que realmente está en juego, lo verdaderamente decisivo, es aprovechar el shock provocado por la pandemia para crear las condiciones estructurales que permitan el desmantelamiento y la captura de los espacios sociales, debilitar toda forma de resistencia, imponer la lógica de la confiscación y la privación de derechos y, como consecuencia de todo ello, reforzar los privilegios de las elites económicas y políticas.
Pensiones
El Banco de España, contra las pensiones y nuestros derechos
En un contexto de escaso o nulo crecimiento económico, de masiva destrucción de puestos de trabajo y de represión salarial, la sostenibilidad financiera de las pensiones pasaría porque se cubrieran con cargo a los ingresos impositivos.