Ecofeminismo
Adiós, Ursula

El pasado 22 de enero moría Ursula K. Le Guin, una de las principales autoras de ciencia ficción del siglo XX, cuya obra tenía una fuerte componente ecologista y feminista.

Ursula K. Le Guin
Ursula K. Le Guin
29 ene 2018 10:58

La ciencia ficción es un género que trata de los “¿y si…?” de nuestras sociedades. Como tal, es raro que no se haya utilizado más para explorar las posibilidades de mundos en los que las relaciones de género fueran diferentes, o en las que tuviésemos otro tipo de concepción de los recursos naturales y su reparto. Ursula K. Le Guin dedicó un espacio considerable de sus obras a explorar ambas vertientes.

Su novela más famosa es probablemente Los Desposeídos, que cuenta la historia de dos mundos, Anarres y Urras, a través de la visita de un físico, Shevek, de una a otra. Anarres y Urras son dos lugares muy diferentes desde una perspectiva tanto ecologista como feminista.

Mientras que Anarres es una especie de pseudoutopía anarquista ultraigualitaria (en la que Ursula, en un ejercicio de autocrítica, anticipó ciertos posibles vicios sociales) Urras es un planeta extremadamente desigual y jerarquizado; mientras que Anarres es un planeta yermo y austero en el que se reparte la escasez, Urras – de entrada más rico en recursos naturales – tiene una élite que concentra todo el poder político y económico y toda una enorme casta de desplazados – los desposeídos – que Shevek no descubre hasta después de haber rascado la superficie; mientras que en Urras las mujeres son, en el mejor de los casos, un objeto estético y sexual al servicio de la minoría de hombres poderosos, en Anarres mujeres y hombres acceden de forma igualitaria a todos los trabajos, incluido el de cuidados – que también es asumido por el cuerpo social. Es más, la autora intelectual de la revolución que llevó a que se formase esta sociedad anarquista imaginada por Ursula es una mujer, Odo, y ellos se llaman a sí mismos “odonianos”.

No obstante, la visión de género de Anarres le valió a Ursula algunas críticas por considerarla un ejercicio de feminismo liberal, en el que la igualdad se conseguía eliminando toda diferencia entre mujeres y hombres mediante la conversión de las mujeres simplemente en un tipo más de ente individual y desapegado de las necesidades de su propio cuerpo y de los de las personas que la rodean, en vez de concebir tanto a mujeres como a hombres como seres interdependientes. Resulta difícil abordar esta crítica separando unos ejes de otros – el ejercicio de imaginar unas relaciones de género diferentes del ejercicio de imaginación política que supone describir una sociedad que prima a la vez la libertad individual absoluta y una fuerte conciencia de comunidad. Ursula se atrevió a imaginar unos cuantos ejes a la vez, y, no lo olvidemos, todo ello en los años setenta.

Desde un punto de vista ecologista, esta novela destaca por lo pronto que supo anticipar algunos problemas relacionados con la crisis de recursos (Los límites del crecimiento se acababa de publicar), tanto en Anarres y Urras como en Terra, un planeta del que solo se habla brevemente, pero del que su embajadora dice: “Mi mundo, mi Tierra, es una ruina. Un planeta arruinado por la especie humana. Nos multiplicamos y nos devoramos unos a otros y peleamos hasta que no quedó nada en pie y entonces perecimos. No dominábamos ni nuestros apetitos ni nuestra violencia; no nos adaptamos. Nos destruimos a nosotros mismos. Pero primero destruimos el mundo (…) Fracasamos como especie, como especie social”. La situación que se esboza para la Tierra es la de un colapso total que ha derivado en una especie de ecototalitarismo: “hemos salvado cuanto podía salvarse, y hemos organizado una especie de vida entre las ruinas, en Terra, del único modo posible: por la centralización total. Una vigilancia absoluta de cada hectárea de terreno, cada resto de metal, cada litro de combustible. Racionamiento total, control de la natalidad, eutanasia, conscripción universal de las fuerzas de trabajo. La reglamentación absoluta de cada vida, y la supervivencia racial como meta”. En comparación, podría considerarse a la austera sociedad odoniana, con su economía neoagraria y su simplicidad radical, como una posibilidad de horizonte post-colapso deseable dentro de las corrientes llamadas “ecocomunitaristas”. Urras, en donde los restos tras la devastación ecológica están al servicio de unos pocos, sería lo más cercano en esta novela a lo que suele llamarse ecofascismo.

Otra obra de Le Guin, probablemente la que más comentarios ha recibido por su forma de abordar el género, es “La mano izquierda de la oscuridad”, en la que un nativo de Terra entra en contacto con la cultura de otro planeta, Gethen, cuyos individuos son “ambisexuales” – su género puede ser tanto masculino como femenino. Sin embargo, Ursula decidió no inventar un pronombre nuevo para estos seres y utilizar el pronombre masculino, lo que hizo que incluso ella misma los imaginase fundamentalmente como varones. Esta decisión ha sido acusada por muchos por mantener a la mujer en el papel de “El Otro”, y la propia Ursula reconocería más tarde que lo hizo por hacer la lectura más cómoda a la mayoría – masculina – de aficionados a la ciencia ficción, y que probablemente no fue la decisión más adecuada.

“El nombre del mundo es bosque”, de 1976, describe la invasión colonialista de los athstianos por parte de los humanos, algo parecido al argumento de Pocahontas, Avatar, etc. El expolio de los recursos en otros territorios debido a la escasez en el propio es lo que vertebra sin duda la visión ecologista de esta novela. Por otra parte, la sociedad athstiana (los llamados despectivamente “crichis” por los colonos), muy profundamente conectada con la naturaleza, mantiene unas formas de organización y un papel social de las mujeres muy parecido al que podríamos encontrar en algunas naciones indígenas latinoamericanas, y encarna un espíritu que podríamos relacionar con una especie de ecofeminismo esencialista. Aun así, al igual que en las otras novelas, los personajes principales de esta son masculinos, e incluso se cumple el cliché de la “mujer en la nevera” al ser la violación y muerte de una mujer athstiana la que desencadena la rebelión de estos.

Ursula K. Le Guin ha sido una de las primeras autoras en introducir temas feministas y ecologistas en sus obras. Ha sabido, además, ganar renombre y visibilidad en un género indudablemente dominado por hombres, haciéndose un hueco en las estanterías de miles de personas por todo el mundo.

Desde Saltamontes celebramos su vida, su obra y su mensaje y le damos las gracias por habernos regalado innumerables escenarios sobre los que explorar, indagar y disfrutar de todos esos “¿y si…?” necesarios para transformar nuestras sociedades.

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Salyana
30/1/2018 11:14

Tal vez podías haber añadido "y un fuerte componente anarquista".

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