El precio del poder

La palabra “puta” no forma parte de su vocabulario. Hablamos con Nerea y Anabel, dos mujeres que ejercen la prostitución.

23 mar 2018 16:07

Es la hora del café en un bar de barrio a las afueras de Iruñea. En el local solo hay hombres de edades diversas, aunque predominan los mayores. Pantalones vaqueros, camisas de cuadros, zapatillas de deporte. Toman carajillos, patxaran y coñac, pero parece que no vienen solo a echar un pote. Al fondo del establecimiento, una mujer juega en la máquina tragaperras con un chico, mientras otra termina de comer. El reloj marca las cuatro, Anabel deja su plato en la barra, Nerea se despide de su acompañante y suben juntas al comedor del piso superior. Resulta difícil nombrar su oficio, pero Anabel lo define rápido —“eh, bueno... puta”—, aunque Nerea prefiere los eufemismos: “la prepago, la jodiendo prepago”. Estas categorías, sin embargo, son bromas privadas, porque ellas nunca se han sentido “prostitutas”, ni se han identificado con esos conceptos: “Nosotras ofrecemos servicios que necesitan algunos hombres”. La palabra ‘puta’ tampoco forma parte de su vocabulario. Es el insulto más cargado de hipocresía, más lleno de connotaciones negativas. Para ellas, este oficio es una opción de vida y ofrece dinero rápido... aunque nada fácil. Una salida dentro de un abanico de posibilidades reducido, especialmente para Anabel, que como migrante asegura que “en ningún sitio encuentras empleo, pero vas a un puticlub y siempre hay plazas”. Nerea, gasteiztarra, y Anabel, venezolana, llevan más de diez años en Iruñea. Tras recorrer Alemania, Reino Unido o Italia por trabajo, aseguran que es un buen lugar para vivir. Sobre todo para la primera, que tiene una hija de ocho meses.

Abordar el trabajo sexual es adentrarse en un debate histórico dentro de los feminismos. Tanto que, incluso, la elección del modo con que se nombra supone tomar partido.

Profesionales del sexo

Los años les han hecho vivir todo tipo de experiencias. Han aprendido cómo la seducción y su trabajo están íntimamente ligados con la mentira. Por parte de los clientes, para conseguir lo que quieren y, por parte de ellas, para satisfacerlos mediante trucos. Usuarios que se hacen pasar por cineastas porno, policías que exigen una reducción de precio... Anabel ha visto de todo y tiene clara su respuesta: ”Ya puedes ser el presidente del Gobierno, que si no me das los cuartos no vas a tocar nada”.

Respecto a la clientela, el perfil es muy variado. Casi siempre basta con mirarles para saber a quiénes tienen delante. “No porque sea médico va a ser muy decente, porque luego puede tener unas cosas en la cabeza que echan para atrás. En Pamplona hay algunos hombres que asustan: la gente no sabe lo que realmente tiene en casa”. Unos quieren cariño, y otros cumplir fantasías o deseos reprimidos. “Un marido respetable que quiere que le meta un consolador de 25 centímetros por el culo no se lo va a pedir a su mujer. ¿Qué va a pensar?, ¿que es gay?”, explica Nerea.

Sado y relaciones de poder

El BDSM (bondage y sadomasoquismo) ha comenzado a darse a conocer en espacios alternativos y politizados como una herramienta performativa y de subversión del poder. Para las trabajadoras sexuales, sin embargo, estas prácticas se entremezclan con solicitudes de rituales fetichistas, incluso fuera de las “mazmorras” (habitaciones preparadas). “Cuando trabajaba en el club, había un cliente que me pedía que le vomitase”, cuenta Anabel.

Nerea ha trabajado durante años especializándose en sado, tanto de dómina como de sumisa. Para ella, dominar es más difícil ya que supone un esfuerzo psicológico duro, sangre fría, y una gran capacidad interpretativa. “Les ves sangrar y quieren que les des más fuerte. Tienes que estar preparada”, afirma.

Dado que las fantasías son variadas dentro del sadomasoquismo, es muy importante acordar explícitamente —con el cliente— lo que va a ocurrir en cada sesión, sobre todo cuando se trabaja como sumisa. En muchas ocasiones, el sado se aleja de lo que entendemos como sexualidad, y el papel de esclava tampoco se presenta como algo fácil. “El hombre puede pegarte, escupirte, llamarte ‘zorra’, ‘puta’... es una humillación”, lamentan. Nerea sitúa estas experiencias en la necesidad del hombre de demostrar una relación de poder explícita. “Cuando terminas la sesión, hablas con el cliente y te dice que tiene un trabajo muy frustrante y que necesita sacar la tensión acumulada de alguna manera”.

¿Lo personal es político?

El oficio les ha dado muchos conocimientos del mundo íntimo. Conocen posturas imposibles (el avión, el 70, el 80, el helicóptero, etc) y se saben el Kamasutra de memoria. Pero, sobre todo, les ha impulsado a cambiar su orientación sexual. “Te acuestas con tantos hombres a diario que... ¿qué voy hacer con otro en casa?”, comenta Anabel.

Muchas se niegan a practicar sexo lésbico por dinero, para separar la intimidad de lo laboral y porque las peticiones suelen venir de hombres. Eso sí, Nerea aprovecha algunas de las fantasías aunque rechaza por completo otras: “Yo lo de cagarme y mearme con una pareja... ¡no! Otra cosa es que me ponga un arnés. ¡Tengo un maletín en casa con todo!”.

Tienen un amplio círculo de compañeras del oficio con quienes intercambian preocupaciones. Sin embargo, de cara al público, prevalece la ocultación, y esa parte de su identidad suele desaparecer en otros espacios. Para Nerea esta es la parte más dura: “Estoy cansada de vivir mentiras, ya estoy en un momento en el que me da igual”.

Mientras que para Anabel es necesario guardar las apariencias, para Nerea es importante reivindicar su condición. Cree que, si se diese esa ruptura, sería más fácil que se conociesen mejor entre ellas y que se ayudaran. “Cuando vas al Centro de la Mujer y te encuentras con otras, hacen como que no va con ellas, pero todas sabemos lo que hay. Qué me importa que me vean esta y la otra... ¡si estamos todas ahí!”.

Mirando el futuro

Aunque no se les haya borrado la sonrisa, están cansadas de su oficio. Anabel aprovechó los cursos del INEM para formarse y buscar otros trabajos. Durante un tiempo le fue bien, estuvo dos años como asistente interna de personas mayores, pero las durísimas condiciones y el aislamiento social le hicieron abandonar. “200 por aquí, 50 por allá... Mira, al final, haces cuentas y vuelves”, cuenta Anabel, que asegura que es muy difícil salir totalmente del oficio porque te acostumbras a vivir sin jefes, sin horarios y con dinero en el bolsillo.

Por su parte, Nerea ha reducido la carga de trabajo, pero sigue en activo. Aunque le concediesen la renta garantizada, le resultaría muy difícil cambiar de oficio al 100%. Ha hecho números, y con 800 euros no cubre las necesidades de su hija, la compra de un piso de protección oficial y la ayuda que pasa a su madre, así que afirma que “si viene un cliente conocido, te dices: ‘venga, adelante, que éste es fácil’”.

Las dos ven difícil su jubilación porque no han cotizado. A Nerea le preocupa el futuro de su hija y, pese a estar comprándose una casa, se pregunta: “¿De qué voy a vivir? No tengo pensión y lo de casarme con alguien no creo que funcionara”. Se planteó darse de alta como autónoma (en otra categoría profesional) y pagar su seguridad social, pero suponía un gasto excesivo para sus ingresos y mucho papeleo.

Hace rato que se ha acabado el café y desde abajo un cliente reclama la presencia de Nerea. Demanda su ayuda para “tomar las pastillas de la tarde”. Antes de bajar, Anabel dice que ha dejado de soñar y aconseja a su compañera que, como ella, viva el día a día. “Hay que vivirlo, porque es lo único que existe”.

Los clubes, más duros que los pisos
Actualmente, hay en Nafarroa entre 700 y 800 mujeres dedicadas al trabajo sexual, ya sea en la calle, en clubes o en pisos, la mayoría en estos dos últimos. Los clubes son mucho más duros, el cliente busca ser “cazado”, lo que obliga al “baboseo” y a la competitividad con las compañeras. Además, el horario es casi siempre nocturno, con jornadas muy largas. “Por lo menos, en el piso te llaman por teléfono, les das tus datos, les dices más o menos cómo eres y ellos van o no van”, explica Anabel. Los pisos, además, abren la posibilidad a trabajar con compañeras y crear lazos. Poder decidir a quién abren y a quién no. Les da más independencia y flexibilidad horaria, lo cual supone también menos esfuerzo para conseguir clientela. Anabel siempre ha preferido alquilar una habitación, pero esta posibilidad no está al alcance de todas. Nerea, por otro lado, ha vivido diferentes tipos de alquiler. “Muchas no pueden disponer de una casa, así que van donde otras y trabajan al 50%. Cada vez más chicas alquilan una habitación semanal y se llevan todo lo que hacen. Prefieren ese sistema, pero así bajan el precio y hacen que los hombres se acostumbren a pagar menos”.
Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...

CRTVG - Corporación Radio y Televisión de Galicia
A Xunta do PP remata o seu plan de control sobre a CRTVG tras escoller á súa nova directora en solitario
A xornalista Concepción Pombo substituirá, co único aval do Partido Popular, a Alfonso Sánchez Izquierdo. O Goberno de Alfonso Rueda modificou a lei de medios para que os votos do seu partido fosen suficientes para elixila.
Altri
A Plataforma Ulloa Viva cambia a súa directiva para os vindeiros anos de loita contra Altri
A veciñanza da comarca máis afectada escolleu entre dúas listas logo de non chegar a un consenso. A gañadora tratará de ampliar a súa base de socias e socios por toda Galiza e abrirá máis as portas ás grandes organizacións do país, como a CIG.
El Salto n.79
A celulosa ou a vida: xornalismo situado e loita social para frear un ecocidio
O xoves 17 de xullo esperámosvos no CS 'A Nubeira' de Vigo para presentar o último número da revista El Salto xunto a algunhas das súas principais protagonistas: as que loitan contra o macroproxecto de celulosa liderado por Altri e avalado pola Xunta.
AGANTRO
O desprazamento forzoso en Chiapas: metáfora da vida núa
Conversamos coa investigadora América Navarro sobre o desprazamento forzoso en Chiapas.
Altri
Galiza elixe o rumbo da loita contra Altri nas eleccións á directiva da plataforma Ulloa Viva
A veciñanza da comarca máis afectada presenta dúas listas separadas logo de non chegar a unha proposta de consenso. Por unha banda, concorre unha candidatura continuísta e, pola outra, unha alternativa que se achega máis o nacionalismo institucional.

Últimas

O Salto medra contigo
O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.
Orgullo
O Orgullo Crítico enche de diversidade e de humanismo Galiza: “Transfeministas con Palestina”
Crónica visual de como unha enorme multitude encheu de diversidade o centro da cidade de Vigo.
O Teleclube
'O Teleclube' alucina no deserto con Óliver Laxe e 'Sirat'
Laxe leva o seu cuarto premio de Cannes, esta vez en competitición, polo seu novo filme que explosiona na gran pantalla.
A Catapulta
O tempo, o espazo e a poesía de Estíbaliz Espinosa
A poeta visita A Catapulta para conversar sobre o seu traballo e a súa traxectoria literaria
O Teleclube
'O Teleclube' pecha a temporada cos supervivintes de '28 anos despois'
Danny Boyle e Alex Garland volven ao mundo dos infectados que inspirou o renacemento dos 'zombis'.

Recomendadas

Medio rural
A esperanza da xestión colectiva fronte ao espolio: os comuneiros de Tameiga contra o Celta
Mentres varios proxectos industriais tentan privatizar e destruír os ecosistemas galegos, algúns grupos de veciños e veciñas organizadas fan oposición social construíndo alternativas comunitarias. Ás veces, tamén gañan ao xigante.
Feminismos
Dous anos sen reparación tras sufrir lesbofobia nun Rexistro Civil de Pontevedra cando ían inscribir a seu fillo
Un funcionario negouse a inscribir ao fillo de Antía e a súa parella. Un erro de redacción na lei trans está detrás dos argumentos que o funcionario esgrime para defender a súa actuación.
Migración
A veciñanza mobilízase para acoller migrantes tras o peche de centros de Rescate Internacional en Galiza
Tras o progresivo desmantelamento de varios dispositivos de acollida, moitos refuxiados foron trasladados a outros puntos do Estado sen aviso previo. Outros son simplemente desaloxados trala denegación da súa solicitude de asilo.
Ourense
Ourense organízase para loitar contra patrullas de extrema dereita nos barrios máis empobrecidos da cidade
A veciñanza e os movementos sociais responden ao discurso do medo promovido por Frente Obrero e sinalan a súa estratexia de criminalizar a pobreza e sementar odio en contextos de exclusión e abandono institucional.
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...