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Migración
¿De qué estamos hablando?
No acaba de arrancar el ambiente electoral en Andalucía a menos de un mes de las elecciones. Puede que sea porque los partidos no saben si mirar en lo autonómico, lo estatal, lo europeo o las próximas y muy reñidas elecciones municipales. Lo cierto es que en el plazo de un año quienes podamos ejercer el voto vamos a tener la opción de reconfigurar el panorama político desde la base local al escenario internacional de la Unión Europea.
Los temas del debate político son relativamente previsibles aunque no necesariamente sean los que más peso tengan para la vida real de la población. Es una agenda que demasiadas veces depende de elementos emocionales o simbólicos. En un escenario de dudosa postcrisis, el debate sobre qué sociedad estamos construyendo está aflorando con fuerza. Algunos temas son bien concretos, las condiciones laborales de asalariados y autónomos, los impuestos, el mercado de la vivienda… Pero otros son más abstractos, se habla también de sentimiento de pertenencia trufado de apelaciones a las identidades nacionales y culturales. Incluso se habla según quien de la Constitución y la monarquía, qué osados.
Aunque se puedan tratar como compartimentos estancos, todos estos temas hablan de Política con mayúscula. Estamos en un momento de cierta tregua en la economía tras los diez años durísimos de una crisis que ha sacudido a toda la sociedad. Es posible que sea la primera ronda electoral en una década en la que se acuda a las urnas sin la sensación de que un apocalipsis inminente se va a cernir sobre el país. En este escenario merecería la pena que los partidos abordasen la agenda de campaña también con más sosiego que emotividad. Por desgracia la comunicación de redes sociales y el esfuerzo por estar en el trending topic cotidiano juegan contra el discurso sereno.
Hablando de esto mismo el otro día, me preguntaban qué pensaba que debía decirse sobre inmigración en esta campaña. Lo cierto es que creo que nada. Nada debería decirse puesto que no es ni un tema que afecte a la reconstrucción de los vapuleados servicios públicos ni a la distribución de los beneficios del crecimiento económico. Los dos temas que son lo que realmente me parece que necesita la ciudadanía con urgencia para que no salgamos de la crisis peor que entramos.
Pero, por desgracia, en el juego de las identidades la inmigración tiene un papel simbólico importante y no es casualidad que los partidos que más ruido hacen en torno a la identidad nacional también sean los que más hablen de migraciones, demasiadas veces de forma superficial pero contundente.
Conviene por tanto dejar claro qué papel juega la inmigración en la vida de la gente para que así se puedan plantear el discurso en campaña. Dejo algunas claves para que cada cual valore.
Primera idea, la inmigración no es la foto de las llegadas colectivas en embarcaciones a los puertos andaluces. Estas personas por llamativas que puedan ser las imágenes no representan ni el 0,1 % de la población del país. Cualquier discurso alarmista sobre algo tan anecdótico en términos numéricos es falso bien sea por ignorancia o por voluntad de manipular a la población. El verdadero problema en estos casos es en qué sociedad nos convertimos si faltamos al trato humano de personas que han cruzado a la desesperada el mar. Tan a la desesperada que este 2018 se va a cerrar en torno a los 2000 muertos confirmados sin que la Unión Europea se dé por enterada.
Segunda idea, montar cualquier propuesta política contraponiendo los españoles frente a los migrantes puede tener rédito electoral pero está condenada al fracaso práctico. España llegó mucho más tarde que otros países europeos a convertirse en un país receptor de personas migrantes, pero lo hizo con la misma energía que su crecimiento macroeconómico. En los últimos treinta años más del 10% de la población está compuesta por personas que o han nacido fuera de España o son hijos de ellos. Pensémoslo bien. Uno de cada diez vecinos del país está de una manera u otra vinculado a eso que llamamos la inmigración. ¿Y hay quien quiere proponer políticas diferenciadas? No estamos ante algo pasajero si no ante una de las características de la sociedad moderna. Cualquier propuesta que no sea general para toda la población que resida en un territorio es abonar el conflicto social y la fractura de la convivencia. Algo de lo que ya tenemos bastante por otros motivos como para seguir ahondando para sacar un puñado de votos basados en el miedo.
Tercera y última idea, las personas migrantes no generan nuevas demandas de servicios públicos, buscan lo que cualquier persona y por tanto comparten las fortalezas o debilidades de los servicios existentes. Si en un barrio no hay plazas de guardería es porque en España no es una apuesta pública, no porque se priorice a la población extranjera. Si en un colegio no hay plazas es porque la inversión en educación pública está congelada o ha mermado desde hace tiempo. Si no hay trabajo es porque la crisis en España se está resolviendo con mayores diferencias sociales como no para de recordarnos la propia Unión Europea. Poner a los migrantes de culpables es tapar los problemas sin cambiar las causas.
No sabemos qué decisión colectiva va a resultar de todo este ciclo electoral, pero si es una que apueste por la criminalización de la inmigración será porque no estamos resolviendo los verdaderos retos que tenemos. Cuanto más se hable de inmigración en estas campañas es que menos estaremos hablando de lo que necesitamos hablar.