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La vida da muchas vueltas. ¿Qué tienen en común las empresas de automoción occidentales y los agricultores europeos? Muy sencillo: quien promovió la globalización, occidente, la he perdido, sin más. Durante estas últimas semanas estamos asistiendo atónitos a distintas quejas por parte de las empresas de automoción occidental, y de los agricultores europeos con un nexo común, la demanda de aranceles a productos foráneos. Aún no son conscientes nuestros responsables de políticas económicas, así como los ejecutivos de nuestras empresas, de lo que supondría una vuelta de tuerca arancelaria contra China u otros países.
Los primeros, productores de coches –europeos, norteamericanos, coreanos…-, han perdido la batalla contra los fabricantes chinos, muy especialmente en los coches eléctricos. Elon Musk, en una reciente conferencia ante inversores, decía: “Las empresas chinas del automóvil son las empresas del automóvil más competitivas del mundo. Así que creo que tendrán un éxito significativo fuera de China dependiendo de qué tarifas o barreras comerciales se establecen. Francamente, creo que, si no se establecen barreras comerciales, arrasarán con la mayoría de las demás empresas del mundo".
Ahora están recogiendo los frutos de su falta de visión, centrada en muchos casos en satisfacer a unos accionistas ávidos de dividendos y a sus consejos de administración
Pero no solo pasa en el sector de automoción. La industria está llena de ejemplos donde China lo ha hecho infinitamente mejor que occidente –en energías limpias, literalmente nos arrasan-. Simplemente han hecho algo básico: política industrial. Algo que los defensores del laissez faire, laissez passer nunca entendieron. Aún susurran en mis oídos esa frase mítica “la mejor política industrial es la que no existe”. Se trataba de un eufemismo utilizado por los responsables políticos de la época, en pleno apogeo del neoliberalismo, para referirse a lo que realmente perseguían, el hundimiento de los salarios. Ahora están recogiendo los frutos de su falta de visión, centrada en muchos casos en satisfacer a unos accionistas ávidos de dividendos y a sus consejos de administración, en algunos ejemplos con emolumentos escandalosos. Mientras tanto, los directivos de sus fábricas tienen que hacer malabares para ver cómo pueden combinar lo que exige el consejo de administración y satisfacer a la vez a clientes, proveedores y trabajadores.
Los segundos, los agricultores europeos, se quejan de que los últimos responsables de su precaria situación son las importaciones de Marruecos y de otros países extracomunitarios; los acuerdos de libre comercio; y, como guinda del pastel, en un abracadabra alucinante, la agenda 2030. Pero se olvidan de lo que realmente importa. Primero, entender que hay detrás de la escalada de los precios de alimentos elaborados y no elaborados, de la cual apenas se han beneficiado.
Antes de echar la culpa a las importaciones de países en vías de desarrollo, deberían echar una ojeada para ver quienes realmente han impulsado la producción agrícola en los mismos
Ya lo hemos explicado hasta la extenuación: en los alimentos no elaborados, la desregulación de los mercados derivados de materias primas; en los alimentos elaborados, el poder de mercado de determinadas empresas, tanto de producción como de distribución. Además, antes de echar la culpa a las importaciones de países en vías de desarrollo, deberían echar una ojeada para ver quienes realmente han impulsado la producción agrícola en los mismos. Se llevarán alguna que otra sorpresa.
Para rematar la guinda de su incoherencia, elección tras elección, en su inmensa mayoría, han votado a partidos conservadores que junto con liberales y socialdemócratas están detrás de los acuerdos de libre comercio. La paranoia actual les lleva a algunos a coquetear con partidos de extrema derecha que, en su verborrea habitual, niegan el cambio climático, rechazan las ya de por sí escasas políticas públicas encaminadas a hacer frente a sus consecuencias y se quejan de las “paguitas”, mientras reclaman “libertad carajo”. Como corolario de este loco cóctel, y de tanta verborrea, ahora, pásmense, piden ayudas para hacer frente, entre otras cosas, a la sequía y al cambio climático –cuyos efectos en la producción agrícola hace mucho que se conocen, de manera que en zonas agrícolas del hemisferio sur ha llegado a producir cambios de cultivos.
Como empoderar al pequeño y mediano agricultor
El campo español tiene muchísimos problemas, que se deberían solucionar con el apoyo de una Política Agraria Común, sin la cual habría desaparecido. Pero lo primero que tienen que hacer los agricultores es identificarlos, más allá de las butades que estamos escuchando estos días. Y lo primero, pasaría, sin duda, porque los pequeños y medianos agricultores patrios se empoderen, exigiendo a las cadenas de distribución una remuneración más allá del coste de producción, que es lo que realmente está sucediendo, siendo su único beneficio y sustento las subvenciones de la PAC. Estas subvenciones, además, están siendo coaptadas y succionadas por grandes terratenientes y fondos de inversión de distinto pelaje, por obra y gracia de la financiarización.
Hace algunos años, algunos diseñamos y propusimos un instrumento que empoderara a los pequeños y medianos agricultores: la creación de warranteras. El agricultor acude a la warrantera con el objetivo de obtener el máximo valor posible de su cosecha (la vende cuando obtiene el precio más alto). Para ello son necesarios el almacenamiento y la conservación del género durante una temporada no superior a un año, y casi siempre inferior a seis meses. Quienes realicen la actividad de recibir bienes en depósito y emitir, por sí o por terceros, certificados de depósito y warrants se denominan warranteras.
Faltan ideas prácticas de cómo conseguirlo y la warrantera era una propuesta económicamente eficiente e inclusiva
Con ellas, intentábamos solventar un problema existente en mercados cooptados por el sector de intermediación, aquel que introduce menos valor en la cadena productiva. Respondíamos al dilema que tiene el productor (la mayoría pymes) al colocar en el mercado unos bienes de producción elástica frente a una demanda inelástica, trasladando la relación de poder desde la concentración de la demanda a la concentración de la oferta. El objetivo que se pretendía era conseguir que estructuralmente los pequeños y medianos agricultores fueran viables, se empoderaran y de esta manera no dependieran tanto de las subvenciones. Faltan ideas prácticas de cómo conseguirlo y la warrantera era una propuesta económicamente eficiente e inclusiva.
Dicho proyecto vertebraba el territorio, con impacto en más de una comunidad autónoma, especialmente en la España vaciada. Era un proyecto innovador que además aportaba un importante valor añadido en términos de I+D+I mediante el uso de tecnologías digitales. Cumplía además con el requisito de eficiencia energética, la mejora de la sostenibilidad del espacio agropecuario, con la incorporación de aspectos de economía circular favoreciendo la proximidad y el mercado local. Hasta ahora parece que hemos predicado en el desierto, pero esperemos que los problemas reales del campo, permita, al menos, que nuestros agricultores echen una ojeada al concepto de warrantera y se atrevan a dar un paso adelante.
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Me sorprende el negacionismo climático!!. El duro, el de las derechas y otros sectores alucinados con las teorías conspirativas, pero también el negacionismo blando: que no niega (es innegable) la disrupción climática pero no la incorpora en sus análisis. Así como el negacionismo energético: ese que oculta la dependencia total del actual modelo agropecuario de recursos fósiles en declive inevitable y consiguientemente cada vez más caros. En el fondo de todos los problemas del campo europeo (y global) hay una radical ineficiencia: para obtener una caloría de alimentos gastamos-quemamos más de 20 calorías de energía fósil, y al quemarlas disparamos sobre la estabilidad climática y la biodiversidad que son las condiciones bio-físicas sine que non de la producción agropecuaria. Sin encarar de frente esta doble pinza que hace el cambio climático y el declive de la producción (en realidad extracción y destrucción) de recursos energéticos, no hay modo de entender (y mucho menos de resolver) la cuestión alimentaria, y seguiremos andándonos por las ramas