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Daniel Feierstein es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y también uno de los intelectuales que llega advirtiendo desde hace años sobre el avance de la extrema derecha. En esta charla con El Salto, Feierstein reflexiona sobre uno de los asuntos que más conmueven el escenario político argentino: la posibilidad de que un gobierno de ultraderecha, con Javier Milei a la cabeza, triunfe en las próximas elecciones del 22 de octubre.
¿Qué análisis haces del escenario después de las elecciones Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO) en las que se eligen los candidatos de cara a las generales?
Creo que se efectivizaron algunas cosas sobre las que yo venía alertando, en relación al crecimiento, y la consolidación, de una derecha neofascista. Es decir, veía que había condiciones para que pudiera crecer, pero no con esta velocidad y esta contundencia. Y no es solo Milei, sino que la propuesta política y el estilo de Bullrich [candidata del partido del expresidente Mauricio Macri] va muy en la misma línea, y estamos hablando de una fuerza que interpeló a cerca de la mitad de los votantes.
¿Y por qué crees que se aceleró ese proceso que se venía gestando?
Fundamentalmente porque se profundizaron las condiciones de posibilidad. El proceso pandémico también generó un acentuamiento de los malestares, y creo que ahí hay un punto de inflexión que es la foto de Olivos [en pleno encierro por la cuarentena, el presidente Alberto Fernández, apareció en una foto en la residencia presidencial celebrando un cumpleaños con otras personas]. Eso terminó de quebrar la relación entre representantes políticos y sociedad. El neofascismo tiene entre sus elementos esta cuestión de la antipolítica y esto, que venía madurando en un proceso creciente, pegó un salto enorme al ver que la máxima autoridad política ratificaba la paranoia antipolítica de que ‘los representantes políticos disfrutan mientras el pueblo sufre’. Creo que esa foto fue como la constatación más flagrante de ese proceso y fue demoledor. Un poco esto es lo que emerge en las PASO, y casi que patea el mapa político.
“Hay un núcleo [de simpatizantes de Milei] mucho más grande, que está expresando un profundo malestar, hastío, enojo y cansancio. No creo que a ese sector le impacte sí esta propuesta es más o menos viable”
Mucha gente cree que las PASO fueron como una advertencia de algo que no necesariamente se verá reflejado en la primera vuelta de octubre, ¿cómo lo ves?
Yo creo que esas son formas de autotranquilizarnos. Puede que haya una porción de votantes que decida que no ha llegado el momento de hacer estallar todo, porque creo que parte de ese voto implica eso, un enojo muy fuerte. Aunque no todo el voto a Milei es igual. Sobre todo el voto de sectores populares expresa un cansancio y un enojo profundo. Existe la posibilidad de que el día antes de decidir el voto haya una reflexión por parte de algunos sectores y eso no tenga ese impacto, pero es más bien una expresión de deseo. Digamos, si uno analiza racionalmente los motivos de esos comportamientos, o sea, la situación presente, la devaluación del 20% posterior a las PASO, la espiralización inflacionaria, o la continuidad de los mismos problemas que había antes, bueno, cuesta imaginar que esa situación pueda cambiar.
Y el hecho de que luego de las PASO se haya puesto más el foco en Milei y que, lo que antes eran sólo expresiones grandilocuentes sin demasiado sustento ahora sean vistas como algo más concreto ante la posibilidad de que sea presidente, ¿te parece que puede cambiar algo?
No, yo no comparto la idea de que los votantes de Milei no saben quién es Milei y ahora se van a enterar. Eso implica subestimar un poco ese voto. Creo que hay sectores muy distintos que han decidido votar a Milei, hay un sector que es más pequeño y que tiene realmente una convicción de esta línea de la escuela austriaca, y de la liberalización absoluta, a los que no me parece que escucharlo más vaya a convencerlos de lo contrario. Y después hay un núcleo mucho más grande, que está expresando un profundo malestar, hastío, enojo y cansancio. No creo que a ese sector le impacte sí esta propuesta es más o menos viable, sino que tienen una voluntad de que vuele todo por los aires de una buena vez.
Defiendes que los progresismos a nivel mundial se han vuelto conservadores, ¿a qué te refieres?
Básicamente, que desde hace muchos años han dejado siquiera de prometer, o promover, una transformación social sustantiva. La propuesta central de los progresismos, hoy por hoy, pasa por mantener todo más o menos como está para que no pase algo peor. Se han convertido en la defensa de lo menos malo, y eso no puede entusiasmar a nadie. Eso es un elemento preocupante que se vio en la campaña electoral y que se sigue viendo ahora que la fuerza más entusiasmada es la de Milei. Uno no ve un profundo entusiasmo con el proyecto que presenta Massa [oficialismo/peronismo] o Bullrich [la oposición macrista], sino que básicamente el argumento sería que, con el otro [Milei], las cosas van a volar por los aires y va a ser peor. Esto lo podemos ver en Argentina, pero también con Macron en Francia o con el socialismo español. Es la administración de lo existente sin siquiera la promesa de una transformación radical de la situación. Entonces, pareciera que la propuesta de cambio, de transformación, de rebelión, y de patear el tablero, está en manos de la nueva derecha. O sea, quien está proponiendo cambiar las cosas es la derecha neofascista y, quien está proponiendo mantener las cosas como están, es el progresismo. Y ahí me parece que ha habido una alteración de identidades que explica mucho el momento actual porque, si las cosas están muy mal, proponer dejarlas como están no va a interpelar a mucha gente, solamente va a interpelar al que no está tan mal. Este me parece uno de los asuntos más graves del escenario político a nivel regional, y a nivel internacional.
“Los progresismos se han vuelto conservadores. Se han convertido en la defensa de lo menos malo, y eso no puede entusiasmar a nadie”
También describes a los progresismos como omnipotentes, en el sentido de que se saben todas las respuestas, no son receptivos a ninguna clase de cuestionamiento y no escarban en las condiciones más profundas…
Sí, no sé si los llamaría omnipotentes. Omnipotente es otra cosa y, justamente, si hay algo que les falta a los progresismos es potencia. Es más bien omnisciente, en el sentido de que aparecen como ya teniendo todas las respuestas, pero son más bien formas de hablar y no transformaciones sociales. Entonces, ya hemos decidido quiénes son los buenos y quiénes son los malos, qué se puede decir y qué no, cómo hay que hablar y cómo no, pero estas cosas no le transforman seriamente la vida a nadie. En este sentido, creo que además se han vuelto profundamente cancelatorios. Es decir, dentro del propio campo popular, se vuelve imposible formular cualquier crítica a esas verdades porque rápidamente uno se transforma en agente del colonialismo, del patriarcado o de quien le hace el juego a la derecha y, en esta imposibilidad de poner un signo de pregunta sobre alguna de estas verdades, se vuelve una fuerza, al contrario, totalmente impotente, o sea, sin capacidad de actuar.
Sin cuestionar nuestras verdades es imposible interpelar a nadie, mientras que esa fuerza uno la ve mucho en estas nuevas derechas que lo que hacen es poner sobre la mesa esos consensos y preguntarse si valen la pena. Digo, aun cuando me parezcan terribles algunas cosas, como intentar romper el consenso democrático de la post-dictadura, no se los puede combatir solamente con una afirmación discursiva de esto no se puede tocar, sino que se tiene que poder explicar por qué es importante la democracia, qué cosas no ha resuelto o porque no ha podido cumplir muchas de sus promesas, y cómo hacer para que, efectivamente, pueda cumplirlas. Sí no aparecen estas interrogaciones, el único que tiene capacidad crítica e interpela es el neofascismo, y es probable que llegue con mucha más potencia a los jóvenes que son los que siempre se interpelan, preguntan, critican, tienen nuevas preguntas y quieren nuevas respuestas.
¿Cómo se explica qué en Argentina, un referente mundial en materia de derechos humanos, pueda emerger una nueva versión de la teoría de los dos demonios?
Eso salió en un libro mío que se llama Los dos demonios (recargados), de 2018, pero yo te diría que ese libro expresa cosas que ya estaban pasando desde hacía cinco o seis años. Justamente, al no poder cuestionar muchos de los discursos armados, que se estructuraron en la Argentina de los últimos 15 años en torno a los derechos humanos y, al no poder interpelar a las nuevas generaciones, y hacerse cargo de algunas discusiones que quedaron muy tapadas, bueno, de pronto se generó el espacio para la reaparición de esto que parece ser la teoría de dos demonios, pero que es otra cosa, porque es una versión recargada y muchísimo peor. Los dos demonios era un intento de condenar la violencia represiva al costo de despolitizar su comprensión, y de hacerla equivaler con la violencia insurgente.
“Sancionar leyes que penalicen expresiones de negacionismo [de los crímenes de la dictadura], lo único que va a lograr es darle más fuerza, porque al victimizarlo lo vuelve un discurso más atractivo”
¿Y la versión recargada?
La versión recargada pone el foco, no en la violencia represiva sino en la violencia insurgente y, por eso, el foco es inverso, lo que quiere es poner sobre la mesa y discutir la violencia insurgente. Por otro lado, en esa discusión, un objetivo central que no estaba en la versión original de los dos demonios es que ese poner sobre la mesa la violencia insurgente, busca relegitimar la acción represiva y el rol de las fuerzas armadas y de seguridad. Me parece que ahí hay una novedad que está presente hace una década o más, y que no estamos pudiendo terminar de identificar, ni comprender, y a la que, por lo tanto, tampoco le estamos pudiendo responder. Es decir, se le responde con un discurso que era un discurso que intentó desmontar la versión original de los dos demonios, cuando esto es otra cosa. Tengo la percepción de que en general, el discurso de derechos humanos argentino no le está hablando a esos problemas, y está tratando de impedir que se hable antes de pensar qué hacer con esto. Es decir, sancionar leyes que penalicen cualquiera de estas expresiones (se habla de leyes anti-negacionismo), lo único que va a lograr es darle más fuerza, porque al victimizarlo lo vuelve un discurso más atractivo. Para cualquier joven, si hay dos discursos, y a uno no se le deja expresarse, la sospecha es que ese discurso es el que debe tener el nivel más alto de verdad.
En relación a eso, ¿crees que el hecho de que el que kirchnerismo haya sacado de la lucha más a pie de calle a los militantes de derechos humanos, y los haya institucionalizado, hizo que se perdiera algo en el camino?
Sí, yo creo que ese es un elemento fundamental, pero no lo plantearía de esa manera. No creo que el kirchnerismo haya sacado a la militancia de la calle, creo que algunas de las organizaciones que expresaban esa lucha fueron las que prefirieron el camino de la institucionalización estatal en vez de la continuidad del camino de la producción social y de la denuncia del Estado, que es el rol de un organismo de derechos humanos. Entonces, comparto que fue un proceso de este tipo, pero no cargaría tanto las tintas en lo que hizo o no hizo el Gobierno, sino que me centraría más en lo que hicieron o no hicieron las organizaciones. Todos los logros en los procesos de memoria en Argentina tuvieron que ver con comprender que la memoria se construye desde abajo hacia arriba, mientras que la institucionalización estatal es la convicción de que la memoria se construye desde arriba hacia abajo y, cuando es desde arriba hacia abajo, se queda sin sustento y justamente abre la puerta para la aparición de contrahegemonías de derecha que se van construyendo desde abajo hacia arriba. Entonces, me parece que este proceso ocurrió, que se invirtió la percepción de lo importante en relación a esta construcción desde abajo hacia arriba y esto implicó un vaciamiento y una pérdida de potencia de gran parte de la producción del campo popular en relación a la disputa por la memoria.
Todos los logros en los procesos de memoria en Argentina tuvieron que ver con comprender que la memoria se construye desde abajo hacia arriba
Hay quienes advierten, como Pablo Semán, que lo que está en crisis es la idea del Estado. En concreto, lo que él dice es que la crisis de la democracia expresada en el ascenso de candidatos autoritarios, es mucho más que una crisis del kirchnerismo, es una crisis del sistema de partidos y una crisis del Estado que se explica porque el Estado objetivamente ocupa cada vez menos espacio en la vida social y tiene cada vez menos capacidad de regulación
Lo comparto totalmente, creo que efectivamente esto no interpela sólo al kirchnerismo. Primero, porque interpela a muchas más fuerzas en Argentina, pero además porque es un proceso internacional. Y ese vaciamiento o degradación del funcionamiento estatal tiene que ver con políticas de ajuste, pero también con cosas que yo planteo como falsos igualitarismos. Esto es, la idea de que haciendo como que no existen las desigualdades en el lenguaje, eliminaríamos las desigualdades de la realidad. Me parece que esto genera un vaciamiento de ese rol estatal y que la respuesta son estas figuras que proponen deshacerse del Estado, y que encuentran escucha ante un Estado casi inexistente o que funciona muy mal. Entonces, si vos tenés un sistema en profunda degradación y quiebre, cuando decís “tenés que defender el derecho a la atención estatal en salud”, es posible que muchos te contesten “¿qué derecho?”. O sea, ¿cuál es la atención concreta de salud que recibo más allá del amor y el empeño que ponen mucho de los trabajadores de salud con sus salarios y la infraestructura destruida, el sistema quebrado, o la imposibilidad de atención?
Y podemos pensar lo mismo en educación, o en lo que hace a las políticas de seguridad con respecto a poder garantizar la vida cotidiana en barrios populares, e incluso en relación a la capacidad de cobrar impuestos a los sectores de mayor poder adquisitivo. Creo que el Estado ha ido renunciando al ejercicio de su poder, esto lo hace entrar en crisis y aparecen posturas que lo que plantean, justamente, es sincerar ese proceso de destrucción. Por eso se vuelve tan problemático este planteo de no poder aceptar que recorten sus derechos a sectores de la población muy amplios, y no solo de Argentina, que podrían responder: “¿De qué derechos me estás hablando?”. Esa pérdida de derechos no nace con un candidato que dice que los va a quitar, sino que esa pérdida de derechos se viene sufriendo desde hace años. Entonces, parece más un sinceramiento que una destrucción.