China
Intereses cruzados en el río Mekong

El río Mekong es la principal fuente de vida para decenas de millones de personas. Por su carácter internacional (involucra a China, Camboya, Laos, Myanmar, Vietnam y Tailandia), la gestión de sus recursos requiere un delicado manejo de los distintos intereses de sus seis países y de otros como EE UU.
Rio Mekong
El Mekong en algún lugar de la frontera entre Laos y Tailandia. No CC Álvaro Minguito

La particular fama que el río Mekong se ganó en la cultura popular de nuestros países a través de los videojuegos y el cine no alcanza a hacer justicia a la importancia efectiva que tiene en la vida de millones de personas. Más allá de haber sido un importante lugar de choque entre las tropas vietnamitas y los invasores estadounidenses durante la Guerra de Resistencia contra Estados Unidos, conocida fuera del país como Guerra de Vietnam (1955-1975), el Mekong es el sustento económico, alimentario y comunitario de millones de personas.

A lo largo de sus casi 5.000 kilómetros, el conocido en China como Lancang riega las tierras de las provincias de Qinghai y Yunnan, así como las de la Región Autónoma del Tíbet. Más allá de las fronteras chinas, el Mekong atraviesa territorios birmanos, laosianos, camboyanos, vietnamitas y tailandeses. Esta situación, lejos de tener una relevancia meramente geográfica, se torna central para entender la vida en la península de Indochina, así como su relación con China y entre sus varios países. Debe mencionarse, para tratar de dimensionarlo, que cerca de 60 millones de personas viven a partir de la pesca de agua dulce que se genera en el curso del Mekong.

Siendo el segundo río con mayor diversidad del planeta (solo superado por el inmenso Amazonas), el de los nueve dragones es el que mayor producción pesquera concentra en todo el globo. Es inmenso el aporte proteico que supone para una enorme cantidad de personas. Además, la producción de arroz en su cuenca podría alimentar anualmente a cerca de trescientas millones de bocas, un número mayor a la población combinada de los cinco países a los que atraviesa al margen de China (Myanmar, Laos, Camboya, Vietnam y Tailandia). Sumado a esto, según el Centro Internacional de Comercio más del 60 por ciento de las importaciones de arroz realizados por los estados marítimos del Sudeste Asiático (que suman entre todos ellos cerca de cuatrocientas millones de personas) provenían del Sudeste asiático peninsular, especialmente Vietnam, Camboya y Tailandia. Así, la importancia del Mekong en la producción mundial de arroz solo es comparable con su trascendencia a nivel regional.

El papel de China

Su centralidad en el funcionamiento de la zona no se agota aquí. A su relevancia en el sustento alimentario directo debe sumarse su creciente rol vinculado a la generación de energía hidroeléctrica gracias a la construcción de presas especialmente en la zona alta de China y Laos. ¿Por qué en estos dos países? Porque debido a su cercanía al nacimiento del río y a la consiguiente disponibilidad de zonas de alta pendiente, las condiciones para el aprovechamiento eléctrico son enormes; a través de ello, esta casualidad geográfica se traduce en una relación de poder entre los países implicados: Laos y China, fundamentalmente, tienen la capacidad de “abrir y cerrar el grifo” gracias al control de las presas en zona alta. Laos, por un lado, es capaz de jugar en su favor esta ventaja. Siendo apenas un país de 7 millones de personas, es el principal proveedor de electricidad de Tailandia. Además, la construcción de presas en el país no se detuvo ni siquiera cuando la pandemia redujo sustancialmente el consumo eléctrico de la economía tailandesa; las mismas estarían destinadas al desarrollo económico nacional y a convertir a Laos en “la batería del sudeste asiático”.

Ahora bien, es por supuesto China quien dispone de una posición más favorable como consecuencia de su ventaja geográfica (es en la provincia de Qinghai donde nace el río), su preeminencia económica, su liderazgo político y sus inversiones en Laos. En realidad, Pekín ejerce una inmensa influencia en la gestión hídrica de todo el continente desde que en 1951 afianzase su soberanía sobre la meseta tibetana. De ella nacen buena parte de los ríos más importantes del continente además del Mekong, como el Amarillo, el Yangtsé, el Brahmaputra, el Indo o el Karnali.

Cerca de 60 millones de personas viven a partir de la pesca de agua dulce que se genera en el curso del Mekong

Desde hace unos años, allí donde China juega un papel relevante, automáticamente surgen las especulaciones y los ataques; esta situación no iba a ser menos. Sucede que la contaminación por plástico o los efectos derivados del cambio climático son elementos que preocupan a los países de la cuenca del Mekong y a muchas organizaciones internacionales. Como consecuencia de factores como el aumento de temperaturas, la contaminación química producto de la explotación agrícola y otros tantos, procesos como el repoblamiento con especies invasoras están a la orden del día.

Por el carácter internacional del Mekong, su presencia e importancia, no podía sino ser sujeto de discusiones políticas. Quizá la principal de ellas es aquella vinculada con las presas que el Gobierno chino ha venido construyendo recientemente, que ascienden a 11 al tiempo de publicación de este texto y que, según determinados sectores políticos y científicos, tendrían responsabilidad en las sequías que ha sufrido en especial la región baja del Mekong, con especial impacto en el delta ubicado en Vietnam y que tuvieron su punto álgido en la crisis del 2019, cuando se alcanzaron mínimos en más de 100 años. Tras aquello, en la última reunión de líderes de la Cooperación Lancang-Mekong se alcanzó el compromiso a través del Premier chino -una de las figuras más importantes de la política nacional- Li Keqiang de que China compartirá información durante todo el año sobre la gestión del agua en su porción del río.

Como lo expone Marc Goichot (WWF), ha habido tres causas alrededor de las cuales han estado focalizadas las especulaciones sobre las sequías: el cambio climático, al distorsionar los ciclos de lluvia; el uso de la tierra, al limitar la cantidad de agua que se filtra en el suelo; las presas. Definir cuál de ellas sea la central sería, por ahora, poco más que una conjetura. Desde varias instancias del poder estadounidense, pareciera de una aplastante evidencia que el culpable de las sequías es China a través de las presas y, más específicamente, el Partido Comunista. No obstante, expertos como el propio Goichot defienden que esto no tendría por qué ser así, ya que las presas no cambian el flujo de la temporada de lluvias y que, de hecho, pueden llegar a suponer un impacto favorable durante la estación seca. Al poder descargar agua durante la producción de energía y en momentos de excepcional necesidad, las presas pueden amortiguar las sequías incluso en las zonas más bajas del río.

Los planteos del gobierno chino apuntan en la misma dirección, como atestigua un estudio resultado de la colaboración entre la Universidad de Tsinghua y el Instituto de Recursos Hídricos de China, según el cual los depósitos de agua que la acumulan durante las temporadas más lluviosas y la descargan durante las secas, ayudan a aliviar los efectos de las sequías a lo largo de todo el Mekong. Existen otras cuestiones, no obstante, que los países implicados deberán dirimir en los años venideros, como la necesidad de que China amplíe el abanico de información que pone a disposición del resto de gobiernos. A este respecto, la cuestión de los sedimentos que pasan (o no) a través de las presas es una de las más relevantes por cuanto es fundamental para que las autoridades vietnamitas puedan gestionar lo concerniente al delta. De hecho, a menor altitud del curso, mayor urgencia en la disponibilidad de datos en general.

¿Qué tiene que decir Estados Unidos?

El interés de Estados Unidos en el Mekong no terminó cuando fue expulsado por el FNL de Vietnam luego de masacrar a su población. Por aquel entonces, el objetivo era reconocido de manera mucho más evidente y beligerante que en nuestros días: evitar un gobierno comunista más en la región del Asia Pacífico a través del control directo de una parte o de la totalidad de Vietnam, luego del afianzamiento de los gobiernos socialistas en países como China o Corea.

Hoy, las expectativas son más humildes y los discursos menos claros, pero la voluntad de Washington de jugar un papel central en la región es obvia. No por casualidad la Administración Trump oficializó su estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto. Independientemente de la intención estadounidense de influir en la articulación ideológica de los países del Mekong, sus preocupaciones centrales son algunas como el avance de China en el liderazgo regional o la autonomía productiva de naciones como Vietnam.

Estas preocupaciones, como el resto, tienen que ver con su intento de obstaculizar el crecimiento de China debido a la rentabilidad política de continuar siendo la primera potencia mundial, con su negativa a aceptar la posible expansión ideológica del modelo chino y con la ventaja que obtienen los capitales estadounidenses de la actual división internacional del trabajo en la que los países del Mekong juegan un importante papel en la fase de manufactura y ensamble. Ese papel es el que China está abandonando paulatinamente al tiempo que fomenta el liderazgo de los capitales y el estado nacionales en el proceso productivo, generando un trastorno en las formas de producción global de las que venían beneficiándose los capitales estadounidenses -entre otros-. Este es un motivo central de la creciente ofensiva norteamericana contra el Gobierno chino, y un motivo también crucial para entender que Estados Unidos quiera mantener un rol importante en la región, con el objetivo de impedir que países como Vietnam (donde todavía logra producir a bajo coste) sigan un camino similar.

Es por ello que los lazos económicos y, sobre todo, el vínculo con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) por parte de Estados Unidos se hacen importantísimos. A Estados Unidos le interesa una ASEAN fuerte en la que, además, ostente una gran influencia. A pesar de que la ASEAN no pretenda por el momento intervenir de forma directa en los asuntos del Mekong (pese a que Vietnam tratase de incluir el tema en la agenda de la organización el año pasado) y plantee que deben ser gestionados por los países implicados autónomamente, lo cierto es que cinco de sus diez Estados miembros están atravesados por el río. Es por ello que Estados Unidos pretende capitalizar (a menudo, crear y difundir) demandas contra China en relación a la gestión fluvial. Labrarse el apoyo de estos cinco países del Mekong supondría conseguir una alianza estratégica con el 50% de los estados miembros de la ASEAN.

Desde muchos sectores en China son conscientes de la intención interventora de los gobiernos estadounidenses y advierten que “las disputas por los recursos hídricos se han convertido en una forma de que Estados Unidos abra una brecha entre China y los países del Mekong”. Se es consciente de la manifiesta capacidad de Estados Unidos de movilizar ONGs de varias formas para generar un clima contrario a los intereses del Estado chino.

No obstante, el ejemplo de Camboya ilustra lo compleja que es la situación, puesto que el país pareciera ser un firme aliado de China que no estaría dispuesto, a priori, a ponerse del lado norteamericano. Además, está por ver cómo se desarrolla la situación política en Myanmar tras el golpe de febrero para comprender qué papel jugará el país en el asunto del Mekong y los intereses de Estados Unidos y China. En general, no será fácil para ningún gobierno estadounidense hacer valer sus intereses en la región frente a la firmeza de China a la hora de defender su posición en la misma y frente a la creciente capacidad de atracción y persuasión del gigante asiático a través de una diplomacia basada en los “acuerdos win-win”.

¿Qué dará de sí?

La gestión del Mekong -como la de cualquier río internacional- está marcada por la existencia de intereses cruzados. Vietnam, por ejemplo, necesita información y una colaboración directa con China para asegurar el correcto manejo del flujo y los sedimentos; solo así podrá diseñar planes para optimizar los recursos hídricos en las provincias más cercanas al mar como Ben Tre. Laos, por su parte, tiene sólidos vínculos ideológicos con Vietnam -el PPRL bebe directamente de las ideas de Ho Chi Minh- que influyen en sus posiciones; al mismo tiempo, China es por mucho el principal inversor económico en el país.

Como sea, parece claro que únicamente la negociación interestatal entre los países implicados puede conducir a soluciones en favor del planeta y de quienes viven directamente de aquello que ofrece el río. En esa dirección parecen marchar los acuerdos del último encuentro de la Cooperación. El Partido Comunista Chino parece convencido de la existencia de canales para los acuerdos en múltiples ámbitos que permitan afianzar los lazos entre los países. En el informe presentado por la Universidad de Yunnan en 2019 se defiende que la cooperación entre los seis estados del Mekong ha alcanzado las áreas de la conectividad, la capacidad industrial, la economía interfronteriza, la agricultura, la reducción de la pobreza, la economía digital, la protección medioambiental, la salud, la higiene y, por supuesto, la gestión de recursos hídricos. Además, China dio prioridad a estos países en su campaña por la vacunación global en la que ha donado y/o vendido millones de dosis de, por ejemplo, la vacuna Sinopharm.

Debiera parecer una obviedad que corresponde fundamentalmente a los gobiernos de China, Myanmar, Camboya, Laos, Vietnam y Tailandia decidir de qué manera se organizan en la gestión de un recurso que les es común. La cooperación entre ellos, de seguir avanzando en la dirección marcada en 2020, podría ser un paso más en el afianzamiento de China como líder regional al tiempo que hace valer los intereses colectivos de la gente que vive en y del río, tejidos a través del desarrollo no tutelado de lazos interestatales. Si países como Estados Unidos tienen una voluntad honesta en el cuidado de los recursos naturales del Mekong, deberán escuchar con atención lo que tienen que decir las autoridades soberanas de los países implicados; si, por el contrario, lo que tienen es una ristra de intereses extractivistas y de manejo político maquillados por el accionar tramposo de ONGs afiliadas a los estados centrales del capitalismo global, van a verse obligados a disputar poder a China y a los gobiernos locales a través de la propaganda, las sanciones y, en el peor de los casos, la intervención violenta directa.

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