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Contigo empezó todo
Mika Feldman, ‘La Capitana’ de la Guerra Civil
Es mayo de 1968 en París. Un grupo de estudiantes construye a toda prisa una barricada. Saben que la policía llegará en poco tiempo. Entre ellos está una señora de casi 70 años, con el pelo casi totalmente blanco y ojos que insinúan sagacidad e inteligencia. A pesar de su edad, carga con cada adoquín con determinación. Reparte guantes de plástico blancos a unos jóvenes que no entienden su función. “Si os detienen con las manos ennegrecidas, los cargos son más graves. Si veis que os va a ocurrir, tirad antes los guantes”. Los chicos hacen bromas en voz baja sobre “la vieja sabionda”, pero se los ponen. Ella, que apoya totalmente la rebelión en marcha, no puede evitar pensar que en Sigüenza estos críos se hubieran meado en los pantalones.
Esta mujer es Mika Feldman y 32 años antes, en octubre de 1936, se encontraba encerrada con cientos de milicianos y civiles refugiados en la catedral de Sigüenza (Guadalajara). Los franquistas rodean y bombardean el templo. Tiene toda la pinta de que la localidad va a caer en breve. Un grupo de milicianos decide huir para retomar la lucha en otro frente. Feldman es una de ellos. Hace poco más de un mes su marido y jefe de columna, Hipólito Etchebéhère, murió en el campo de combate. Feldman lo pasó mal, muy mal, pero se recupera. A pesar de su género y su origen extranjero, su valentía y resistencia en el duro asedio de Sigüenza suscitan el respeto de las tropas. El grupo consigue romper las líneas enemigas y llegar a territorio republicano, librándose de las ejecuciones en masa que sufrirán sus compañeros de encierro. En los meses siguientes, Feldman se convertirá en capitana, la única mujer que alcanzó ese grado durante toda la Guerra Civil.
De la diáspora judía al frente español
Micaela Feldman nació en 1902 en Argentina, a donde sus padres habían llegado tras escapar de la persecución a los judíos en Rusia. En Buenos Aires estudió Odontología y comenzó a militar en grupos de izquierda, a través de los cuales conoció a Hipólito. Ambos fueron expulsados del Partido Comunista Argentino por su oposición al estalinismo. Tras trabajar en la Patagonia, emigraron a Berlín en 1931. Su presencia en Alemania se hizo insostenible tras la victoria nazi, por lo que de allí pasaron a París, donde se casaron para que Mika pudiera visitar a Hipólito en el sanatorio donde le ingresaron por el deterioro de su tuberculosis. Desde allí se trasladaron a Madrid. Lo que pensaban que sería una estancia de “estudio y vacaciones” tomó un cariz muy diferente tras el estallido de la guerra. La pareja rápidamente se alistó en una columna del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), en la que poco después vivieron los terribles hechos de Guadalajara.
‘La Capitana’, entre el género y las purgas
En la guerra, el grado militar conseguido le vale a Feldman el apodo de ‘La Capitana’. Ejercería el puesto en la 14ª División, liderada por el albañil cenetista Cipriano Mera. Una constante de su experiencia bélica fue su permanente empeño en que las mujeres, normalmente relegadas a las tareas de cocina y limpieza, fueran reconocidas como iguales por parte de sus compañeros masculinos. Estos defendían la igualdad de género, pero muchas veces del dicho al hecho iba un trecho. Feldman no se cortaba. En una ocasión, tras una acción de combate, su jefe y amigo Mera la vio llorar y le comentó: “A pesar de tu valentía eres mujer al fin”. ‘La Capitana’ le respondió: “Es verdad, mujer después de todo. Y tú, con todo tu anarquismo, hombre después de todo, podrido de prejuicios a pesar de tu virilidad”.
La trayectoria de Feldman en el marxismo antiestalinista no pasó desapercibida en la represión soviética que ejercieron Rusia y sus satélites en España a partir de la primavera de 1937. En abril, fue detenida en Madrid e interrogada como “trotskista, enemiga de la República”. Mera, un hueso cuyo prestigio e influencia le volvía difícil de roer para el estalinismo, logró personalmente su liberación. Ya con las mujeres expulsadas del ámbito militar, Feldman colaboró en labores sanitarias y educativas y con la organización Mujeres Libres. Permaneció en Madrid hasta pocos días antes de su caída, logrando escapar gracias a su pasaporte francés. En el país vecino tampoco duraría mucho, ya que la amenaza alemana y su condición de judía le obligaron a regresar a Argentina. Tras acabar la II Guerra Mundial, se instalaría de nuevo en París, donde en el 68, ya sin balas pero con guantes y adoquines, seguiría luchando por el socialismo que guió su vida.
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La editorial Cambalache de Oviedo tiene un libro sobre esta mujer, podéis encontrarlo aquí: https://www.todostuslibros.com/libros/mi-guerra-de-espana_978-84-939633-4-7
Dos alicantinas:
Encarnación Hernández Luna, nacida en el pueblo de Beneixama. Era una trabajadora textil. Alcanzó el grado de capitán. Destacó por su valentía. Gran estratega. Su marido, un brigadista cubano, murió en combate.
Remedios Jover Cánovas, del pueblo de Petrer, aunque nacida en Orán. Trabajaba en la industria del calzado. Tenía 38 años cuando estalló la guerra. Alcanzó el grado de teniente. Formó parte del Eatado Mayor de Manuel Tagueña. Combatió en Teruel y en el Ebro. Fue herida en la cabeza.
Mika no fue la única.
Un saludo.
No entiendo porque se ensalza a la gente violenta. Tendria que ser al contrario, despreciar a estos personajes sean de la ideología que sean
Totalmente de acuerdo. La violencia la ensalza quien la ensalce es la misma, sea cual sea la corriente de pensamiento .