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Coronavirus
Es la guerra
Aquí no se desaprovecha ocasión para pegar un palito al contrincante político y hay una soterrada lucha entre quienes acusan al actual Gobierno de lentitud en la gestión de la epidemia y los que cargan contra el Gobierno anterior, que recortó el presupuesto de la sanidad pública y resulta que no estábamos tan preparados como se decía. Así es que te mandan al peluquero. <<¿Cómo le corto el pelo, caballero?>>; <<Calladito>>.
Porque hay otra lucha con un enemigo común y venceremos: tal es el sentido esperanzador que hemos dado a nuestros días. Todos juntos. Luchamos contra el Covid-19, un ejército de virus que invaden nuestros cuerpos, parasitan en nuestras células, las destruyen y pueden ocasionarnos la muerte. Nos atacan sin verlos y solo creemos que existen porque matan. Recuerden que antes del microscopio electrónico los virus no se hicieron visibles, y para la mente primitiva eran espíritus malignos a cuyo tratamiento se aplicaban curanderos con rezos y exorcismos. Y, aunque hemos avanzado mucho, no pocos afectados han muerto ya y, según los entendidos, la evolución de la enfermedad no ha llegado a su punto de inflexión, no en nuestro país. El panorama de momento es sombrío. Mientras que médicos y sanitarios están en el frente, la mayoría dejamos nuestro destino en manos de la ciencia médica y los poderes públicos y aceptamos con responsabilidad cívica el aislarnos en nuestras casas y suspender la alegría del vivir en comunidad. No es fácil. Nos asomamos a las ventanas y los naranjos en flor nos traen aromas de nostalgia e inquietud. La riqueza material y social que hemos construido se ve amenazada. La muerte viene acompañada del hambre. Como en la guerra, pero sin retaguardia donde organizar una verbena y bailar un pasodoble.
Coronavirus
Las ratas que se alimentan del coronavirus
En este punto quiero acabar en la brevedad del artículo. No refiriéndome ahora directamente a las consecuencias económicas que esta crisis puede acarrear (desempleo, ruina, etc.), sino al impulso de acudir en tropel a los supermercados y hacer acopio de alimentos. Y, aunque no es recomendable, es comprensible que la gente se agolpe en los supermercados y llene carros y carretas, aunque se les asegure que no habrá desabastecimiento e, incluso, lo crean: tratan de salir lo menos posible de las casas para evitar el contagio, que es una de las principales restricciones para contener la difusión de la epidemia. Y también por el hoarding food, un desorden mental que les conocí a gentes en EEUU durante la Guerra Fría y en pleno furor consumista: disponían un cuarto de la casa para almacenar alimentos con los que se podría abastecer una tienda de ultramarinos. Unos se construían refugios antiatómicos y otros para que no les faltara al menos la ultima cena. Sí, vivimos en estado psicológico de guerra donde el absurdo nos invade por la fragilidad de nuestras vidas.
Suerte y salud. Venceremos.