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Economía social y solidaria
“Una economía con más economías transformadoras tiene más resiliencia en términos de igualdad social y sostenibilidad”
Amaia Pérez Orozco y Silvia Piris, de la Colectiva XXK, y Álvaro Porro, del Comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Política Alimentaria del Ayuntamiento de Barcelona, desvelan las fallas del actual sistema y ofrecen pistas para una necesaria transición.
La actual pandemia y la nueva crisis desencadenada por esta confronta a la sociedad, una vez más, con la importante disyuntiva en la que se encuentra: ¿buscamos la vuelta al sistema injusto e insostenible del que venimos o apostamos de manera decidida por una transición a otro modelo como el que nos propone la Economía Solidaria y los movimientos sociales transformadores?
Una mirada al entorno de REAS Red de redes puede ayudar a encontrar respuestas al interrogante: Amaia Pérez Orozco y Silvia Piris, de la Colectiva XXK, y Álvaro Porro, del Comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Consumo del Ayuntamiento de Barcelona arrojan luz sobre las fallas del actual sistema y dan pistas para esta necesaria transición.
Desde la economía solidaria se mira hacia la raíz etimológica de la palabra “Oiko-nomía” para ampliar al término “Economía” respecto de su significado bajo imaginarios capitalistas. ¿Qué estamos dejando fuera en esta forma de entender la economía bajo lógicas capitalistas?
Álvaro: Hablo siempre de las dos capas invisibles que están en la punta del iceberg, ocultas bajo esa economía productiva que sale en las páginas de la sección de economía de los periódicos. Una es la de los ecosistemas en que basamos toda nuestra actividad económica y vital, y que en cualquier momento pueden desestabilizarse como hemos visto ahora, y la otra es la de toda la capa de la economía reproductiva, de los cuidados, que no se ve pero es la que permite que la economía productiva y la vida existan. Por tanto, todo eso es lo que se deja la economía convencional fuera.
Además, la economía productiva ha tendido a invisibilizar una parte de esa economía que agrupamos bajo la etiqueta de la Economía Social y Solidaria (ESS) en un sentido muy amplio y que debería ser más visible porque pesa más en el PIB y en la generación de ocupación de lo que muchas veces nos creemos. En Barcelona se estima que puede llegar al 7% del PIB y al 8% de ocupación. Es una tercera pata de la economía productiva, que no es ni sector público ni mercado privado convencional de empresas mercantiles, que tiene mucho que decir y más en los nuevos contextos que se abren.
¿Qué aprendizajes se están pudiendo sacar de nuestro sistema de cuidados en la presente situación de emergencia?
XXK: La situación actual deja en evidencia lo que ya estábamos viendo; hay una situación nueva, pero las bases de lo que no funciona no son nuevas. Hoy ha resultado más evidente y trágico lo que ya afirmábamos: que el sistema de cuidados no funciona, que los cuidados no se pueden privatizar, que se están dando en condiciones de precariedad y fuera del común, que se está negando el derecho colectivo al cuidado… Y que todo esto es la base misma del mundo en que vivimos.
No estamos cuestionando los trabajos de puertas para adentro de las casas; este sigue siendo el terreno principal de la no politización
Quizá lo más novedoso sea que mucho de esto es hoy un poco menos invisible. Se ha evidenciado que la vida hay que cuidarla, y que hay que cuidarla en colectivo. Poder estar viendo todo esto es mérito acumulado a lo largo de años de insistir en el asunto; no debemos negar lo que hemos conseguido. El problema es que lo estamos viendo, pero no lo suficiente y no desde el ángulo adecuado. No se está discutiendo cómo están mal repartidos los trabajos; ni cuestionamos que los trabajos que son más relevantes para la vida los haga quien menos capacidad de elección tiene y tengan las peores condiciones laborales. Tampoco estamos cuestionando los trabajos de puertas para adentro de las casas; este sigue siendo el terreno principal de la no politización. Para poder cambiar el sistema de cuidados, necesitamos profundizar infinitamente más el debate y abordarlo desde una perspectiva feminista.
Estamos viendo estos días algunas de las consecuencias de la externalización y la especialización productiva de este sistema globalizado. ¿Cómo impactaría en el desarrollo de los territorios la relocalización económica?
Álvaro: Desde los movimientos sociales o progresista tenemos que repensar a qué instrumentos de impacto nos referimos exactamente cuando hablamos de relocalización porque si no podemos hacer un discurso sin aplicación práctica. Podemos hablar de al menos tres líneas de trabajo con impacto: por un lado impulsar la demanda voluntaria de las personas consumidoras hacia productos locales por otrode una contratación pública que priorice el producto local però esto a parte de voluntad política y tècnica implicaría cambios importantes en la legislación sobre contractación pública, sobre todo europea de no poder discriminar por origen. Y como tercero y probablemente más relevante de hablar de las regulaciones del comercio mundial. A veces es un debate que ha quedado muy marginado y demasiado escorado a la extrema derecha, con visiones proteccionista pero arcaicas.
Dicho esto, claramente la relocalización de las economías obligaría a una mayor diversidad de nuestras economías para poder trabajar muchos más productos y servicios, y por tanto que todas las economías tendrían sus fábricas de mascarillas o respiradores, y aplicado a sectores como la alimentación implicaría modelos más localizados y un mayor equilibrio territorial. En este proceso se nos abren también retos como el encarecimiento de determinados productos o los que nos plantea la economía digital que, pese a lo que parecía inicialmente, tiende a producir concentraciones de poder mucho más grandes y tendencias oligopolísticas cuando no monopolísticas muy fuertes. Por tanto, requiere una fuerte reflexión por parte de la ESS para saber cuáles serían los elementos y retos en un contexto socioeconómico como el que se nos presenta.
Estáis trabajando en un proyecto llamado Derivas, que busca entender cómo nos impacta este sistema en nuestra vida cotidiana, donde os centráis en varios ejes entre los que se encuentran la soberanía alimentaria y el desplazamiento del empleo como eje central de nuestro sistema económico y de sustento. ¿Por qué son importantes estas transiciones?
XXK: Hay pocas cosas más cotidianas y más cargadas de significados que el propio hecho de alimentarnos: cómo llegan los alimentos a nuestra mesa, cómo gestionamos la alimentación en nuestros hogares, qué modelo de consumo tenemos... Transformar la alimentación no es solo modificar lo que comes, sino transformar la ordenación del territorio, la relación con otros Estados/pueblos, la organización de las tierras, las redes de distribución... En cómo abordamos la alimentación se ve también hasta dónde nos ha calado el sistema: el argumento de que la comida agroecológica es cara puede, ¡y debe!, sacarse a la luz para buscar modos en que estas propuestas no sean elitistas. Pero, si lo lanzamos para no revisar nuestras prioridades de gasto, estamos haciendo trampa. Por todo eso (¡y más!) la soberanía alimentaria es clave, pero creemos que aún no hemos desatado del todo el nudo de qué significa una mirada feminista ahí, aparte de ampliar la cadena alimentaria y poner en cuestión las relaciones que se dan en todos los eslabones.
Transformar la alimentación no es solo modificar lo que comes, sino transformar la ordenación del territorio, la relación con otros Estados/pueblos, la organización de las tierras, las redes de distribución
Y el empleo… temazo. Nos apetecía indagar en los trabajos porque creemos que no tenemos una propuesta feminista clara. Nuestras vidas se organizan en torno a una diversidad de trabajos; no podemos dar alternativas a uno sin abordar el conjunto. No queríamos caer en la mirada capitalista o androcéntrica del empleo en el centro, pero al final hemos acabado hablando de empleo, aunque desde un lugar que lo descentra. Esto significa una ruptura grande con cierta parte del feminismo que sitúa (o quizá más bien situaba) el empleo como un pilar de la emancipación de las mujeres. Para nosotras empleo es la forma de trabajo alineada del capitalismo. No tener el empleo como horizonte no significa renunciar a la autonomía vital y financiera, sino intentar lograrla por otras vías; Finalmente, hemos prestado mucha atención a las lógicas productivistas que nos atraviesan a nosotras mismas y a esas otras formas de entender el trabajo que queremos construir.
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Los valores de la Economía Social y Solidaria han demostrado ser más resilientes y necesarios en tiempos de crisis. La salida de la crisis que va a suponer el covid-19 tiene mucho que aprender de las propuestas y las prácticas que demuestran las organizaciones del sector.
Se viene hablando desde hace algunos años de las Economías Transformadoras, ¿qué son exactamente y cuáles son los aportes de éstas para el bien común desde una perspectiva local?
Álvaro: Para mí las economías transformadoras es ese ecosistema vibrante de prácticas económicas y empresariales que de alguna manera se salen del esquema más convencional, en base a poner en el centro elementos diferentes a la rentabilidad del capital. Aquí encontramos un ecosistema muy variado y diverso, donde hay realidades muy antiguas y relativamente sólidas, o al menos con actores con relativa solidez económica y financiera, y realidades más nuevas o más desmonetarizadas, en la frontera de lo que entendemos comunmente por ecomiaol que cuesta definir pero que aportan sin duda prácticas transformadoras. Hace año la primera vez que utilizé el concepto y intentamos hacer una suerte de taxonomia, me movió el poder entender la riqueza, diversidad y complementariedad de este ecosistema de manera que también pudieramos sentir que en la pluralidad también hay algo común
Respecto a la aportación al bien común de las economías transformadoras desde la perspectiva local, tenemos, en primer lugar, que son prácticas económicas y empresariales que incorporan de manera más evidente y directa la dimensión invisible de la economía de la que hablábamos anteriormente. Por otro lado, son prácticas que tienen a generar mayor igualdad en el reparto y la distribución de la riqueza, así como una mayor democracia en la toma de decisiones; lo que se materializa, por ejemplo, en que en situación de crisis como la de ahora el cooperativismo destruye mucho menos empleo y lo recupera antes, como pasó en la crisis de 2008. Por tanto, una economía con más economías transformadoras tiene mucha más resiliencia en términos de igualdad social, distribución de la riqueza, sostenibilidad, democracia económica; en definitiva, de los que deberían ser los objetivos del sector público, y por ello, de alguna manera, hablamos de que son un sector público no institucional.
En vuestra investigación estáis también estudiando las alternativas existentes, ¿qué prácticas estáis encontrando?
XXK: Hay alternativas en todos los ámbitos y son muy diversas y variadas: grupos autogestionados, cooperativas, organizaciones feministas, “auzogestioa” (autogestión desde, por y para el barrio) … Hemos hecho un esfuerzo por visibilizar las disputas desde lo cotidiano, cuidarlas (al no exigirles perfección) y ver cómo se entretejen. También nos ha interesado identificar qué dinámicas productivistas y heteropatriarcales se están dando dentro de ese campo de lo alternativo, sin perder la mirada afectuosa. Nuestras iniciativas las reproducen; el sistema nos hace entrar todo el rato en contradicciones. Verlas es el modo de avanzar. Finalmente, hemos intentado dotarles de un sentido de conjunto, integral. Porque, a veces, las vemos en aislado, a trocitos, y vistas así no nos sirven; pero si las entendemos a modo de collage quizá sí nos den un terreno más sólido por el que apostar.
Queremos resaltar que la economía social y solidaria estaba presente siempre: en soberanía alimentaria, en el tejido de formas colectivas de cuidados… Y, por supuesto, en las formas de destronar el empleo. Una de las cosas que intentamos todas en tener curros más amables; y en muchos casos esto pasa no tanto por buscar trabajo asalariado, sino por intentar inventar un trabajo que rompa con la idea de empleo (trabajo asalariado capitalista). Para nosotras, romper con la centralidad del empleo significa tres cosas: llenar de contenido social el trabajo y que cuide el cuerpo-territorio, ir desmercantilizando la vida y liberar tiempo de vida del trabajo asalariado capitalista. La economía social y solidaria entra de lleno en las dos primeras apuestas. Quizá es en la tercera ruptura en la que vemos mayores conflictos. Porque, en general, te dejas la piel...
¿Qué políticas públicas deben implementar las administraciones para un desarrollo local de los territorios desde criterios de justicia, equidad, solidaridad y sostenibilidad?
Álvaro: Es una pregunta sumamente amplia. Creo que desde la perspectiva del desarrollo local, en términos económicos, más allá de las políticas de intermediación de los agentes locales o de atracción de inversores internacionales, que también son políticas necesarias, necesitamos medidas que pongan en valor las relaciones relocalizadas y que den respuesta a cómo podemos poner en valor las redes, tejidos, intercambio, en una lógica local. Creo que ese es un elemento importante.
El otro es incorporar esa mirada más transversal a la económica que hable de las diferentes capas que hablábamos al principio, los ecosistemas, la economía reproductiva, y dentro de la productiva, toda esa pata de la economía social y solidaria, que no es pública completamente ni privada. Y creo que también es importantísimo, además de visibilizar esas economías invisibles, construir una alianza entre lo público y esa tercera pata, que creo que comparten valores y que se puede aportar mutuamente. Desde el lado de lo público, la solidez y la capacidad financiera, y desde la ESS, su dinamismo y capacidad de generar nuevas formas de organizarse y activar energía social entorno a nuevos paradigmas y prácticas.
Me parece importante que seamos capaces desde la ESS de intervenir en las políticas públicas, en la política institucional, que haya personas con bagaje en la ESS que formen parte de la pata institucional
También me parece importante que seamos capaces desde la ESS de intervenir en las políticas públicas, en la política institucional, que haya personas con bagaje en la ESS que formen parte de la pata institucional, a nivel político o técnico, y que la ESS se dirija más a ser proveedor del sector público al tiempo que la administración trabaje fuertemente su capacidad de demanda, para que hacer desde la contratación pública de tractor de un sistema más justo, sostenible. Creo que la Administración pública debe reinventarse en algunos aspectos de su funcionamiento para poder afrontar muchos de los retos que se nos vienen encima y que implica, en términos ecológicos y tecnológicos, ser capaces de vislumbrar nuevos horizontes y adelantarnos, aprovechando el impulso de lo público como en otras etapas de la historia para generar nuevos contextos y nuevas oportunidades.
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Las compras de tu ayuntamiento pueden ser feministas
Las licitaciones y compras por parte de las administraciones públicas pueden ser una herramienta efectiva para luchar contra la desigualdad de género y el machismo. Los ayuntamientos están jugando un papel muy importante en esa lucha, pese a las reticencias no solo de las empresas, sino también internas.
El cambio de paradigma que necesitamos precisa de un nuevo imaginario de vida, ¿cuál sería vuestro aporte a este relato para invitar a quienes están más apegadas al modelo actual para apostar por la transición a un nuevo modelo en pro de la sostenibilidad de la vida?
XXK: Dices que la batalla cultural está más viva que nunca… ¡ojalá! Por mucho que digamos que no queremos la normalidad de antes, hay un punto en el que colectivamente sí se quiere volver a la normalidad, sobre todo si a mí no me iba tan mal o creo que me iba mejor que en ese posible siguiente.
Creemos que, en estos momentos, hay dos lugares potentes de incidencia: la reconstrucción de las redes de cuidados y la de las redes alimentarias. Hay una oportunidad grande para conectar con la vulnerabilidad de la vida, con los básicos de la vida, pero esa conexión no es automática. Queremos pasar de puntillas por el hecho de que no para todas es posible esa vuelta a la normalidad. Y pensamos que es también el momento de relocalizar y relocalizarnos. Estábamos muy en el hacia afuera, sin límites en el mundo. Recolocarnos en nuestro mundo más cercano obliga a repensar el espacio en que vivimos: hoy que está todo cerrado, podemos ver más claramente lo muerto que está un barrio sin nada más que casas cerradas, sin espacios en los que hacer vida compartida.
Cuidados, alimentación, reorganización de los espacios más cercanos, y reparto de los tiempos. Para nosotras esos son nudos clave para mantener la batalla cultural abierta, conectándola con cosas de la vida cotidiana, reconocida en su vulnerabilidad e interdependencia.
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Añadiria que las cooperativas (así como las economias comunitarias y las redes de cuidado desmonetizadas y desalarizadas) son las únicas empresas adaptadas para lo que está llegando (o debería llegar), que es un mundo de crecimiento cero, lo cual, debido a la ley de los rendimientos decrecientes, significa también un mundo de beneficio cero. Las cooperativas, como antaño las cajas de ahorro, ya son instituciones económicas que no necesitan ganancia para mantenerse. Son algo así como la avanzadilla de una economia estacionaria y reproductiva, no orientada a la generación de plusvalia (o que cuando la genera la reinvierte en economías transformadoras, no en crecimiento por el crecimiento)