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Explotación laboral
Kellys y aparadoras: “Dijimos ‘basta’ y nos unimos”
La lucha contra la precariedad, su invisibilidad durante años, la feminización del sector, la sobrecarga de trabajo y el elevado riesgo de enfermar por su empleo son algunos de los puntos en común que tienen las camareras de piso y las trabajadoras del calzado. Lo han comprendido y están uniendo fuerzas para pelearlo.
La sala que acogería el primer encuentro entre kellys y aparadoras se estaba preparando de forma que había una mesa presidencial. Minutos después, todo el mobiliario estaba colocado de modo asambleario. Algunas no paraban de ofrecer sillas porque seguía llegando gente. Pequeños gestos estos –y quizás inconscientes— pero que demuestran la máxima de estas trabajadoras que, durante años, han sido invisibilizadas: todas cuentan porque todas tienen algo que contar. Y si lo hacen unidas, el mensaje llega necesariamente más lejos.
Las aparadoras se asociaron hace apenas un par de meses. Las kellys de Alicante dieron el paso hace poco más de uno. Las más veteranas en la lucha conjunta son las Kellys de Benidorm, que a su vez forman parte de un colectivo más asentado. No obstante, para ellas no es tan importante el cuándo sino el qué: “Se tenía que haber hecho mucho antes, pero las cosas pasan cuando tienen que pasar”, resume Isabel Matute, presidenta de la Asociación de Aparadoras y Trabajadoras del Calzado de Elche.
Colectivos feminizados
Durante la primera parte de la asamblea de aparadoras y kellys, la ronda de presentación vino cargada de motivos. Motivos individuales que luego colectivizaron en una breve descripción de cada grupo: en Benidorm, las halagüeñas cifras del turismo no son acompañadas de la mejora de condiciones laborales. Muy al contrario, la sobrecarga de trabajo unida al riesgo de la externalización, la falta de representación sindical y las enfermedades laborales les obligaron a dar el paso.
Las Kellys
Las kellys le plantan cara a la precariedad
El caso de las camareras de piso de Alicante es similar y sus reivindicaciones son las mismas, aunque el detonante fue un cambio en el método de limpieza que se traducía en una mayor explotación. Las aparadoras, por su parte, pusieron el contexto histórico y denunciaron el silencio a gritos existente en Elche, así como las técnicas que impiden que las trabajadoras sepan siquiera para quién están trabajando. "Dos o tres euros la hora es esclavitud pura y dura", sentencia la presidenta. El colectivo más afectado por la economía sumergida ha reconocido el papel que las kellys han jugado en la decisión de dar el paso y asociarse: “Nos habéis puesto en el camino”.
Cuando las aparadoras decidieron unirse, el eco mediático fue notable, pero también el apoyo de la sociedad ilicitana. Ahora las aparadoras de Villena quieren seguir sus pasos
Yolanda García, portavoz de las Kellys-Marina Baixa, lo niega. “En el camino os habéis puesto vosotras solitas”. Porque cuando las aparadoras decidieron unirse, el eco mediático fue notable, pero también el apoyo de la sociedad ilicitana: “Todo el mundo nos preguntaban por qué no lo habíamos hecho antes. Era algo que estaba latente, sólo había que dar el paso; a veces se nos olvida que juntas tenemos la fuerza”.
Industria textil
Sumergidas en la cadena del calzado
Precisamente este primer impulso es lo que falta en otros sectores o en otras zonas geográficas. Así lo explica una aparadora de Villena: "He venido para ver si encuentro esa fuerza y también allí nos unimos". Ella hace alusión a las dificultades, al miedo y al inmovilismo todavía imperante. Enseguida surgen voces por parte de las tres asociaciones con una misma idea: sumar fuerzas para hacer posible que las aparadoras de Villena se asocien también allí.
Según defienden las kellys, durante años este tipo de empleos ha sido contemplado como un "ingreso extra" para la unidad familiar, y no como un empleo en sí
Alguien menciona la palabra sororidad. Si algo tienen en común estos colectivos, más allá de la explotación laboral y la invisibilidad histórica —de hecho, algunas defienden que es el "por"— es lo feminizado de los sectores. Una de las ideas más repetidas durante la asamblea fue la de "tenemos que apoyarnos entre nosotras".
En este sentido, las reivindicaciones feministas y la mención a los cuidados no estuvieron ausentes durante el encuentro. De hecho, uno de los puntos abordados fue la necesidad de dignificar estos trabajos como lo que son: un trabajo. Yolanda García explica que, durante muchos años, empleos como el de las kellys se han percibido como un "ingreso extra" para la unidad familiar, cuando las condiciones de las camareras de piso —y de las aparadoras— son muy diversas: "Es nuestro trabajo y tenemos que dignificarlo".
El malestar físico no es el único que comparten: "A vosotras os gritan desde la otra esquina del taller, a nosotras desde la otra punta del pasillo"
La dignidad y la consideración hacia su trabajo y hacia ellas mismas es una reclamación que, aunque obvia, no siempre es respetada por empresarios o superiores. No faltaron capítulos de historias estremecedoras que muestran la realidad de la explotación laboral y la falta de cuidados hacia las empleadas: el daño físico no es el único que se deriva de estas dinámicas. La conclusión fue clara: "A vosotras os gritan desde la otra esquina del taller, a nosotras desde la otra punta del pasillo", decía una kelly.
Tienen tanto en común que ya planean varias acciones conjuntas. Y muchas coinciden en que desde que están en la lucha, les cuesta más encontrar trabajo. "Pero no hay otra forma", señalan. La asamblea sirvió para compartir recomendaciones, explicar algunas claves para actuar, recordar la necesidad de conocer los derechos laborales e incidir en aportar soluciones a sus problemas. Pero, sobre todo, sirvió para insistir en la necesidad de "hacer ruido" y en la ventaja de hacerlo juntas: "Cuantas más seamos, más se nos escuchará", concluye Yolanda García. Las asistentes afirman con la cabeza. "Que el miedo se cambie de bando", sentencia una de ellas.