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Terrorismo
¿Por qué unos jóvenes de Ripoll?
Seis meses después de los atentados de Barcelona y Cambrils, especialistas del CIDOB analizan qué pudo llevar a unos jóvenes de la localidad gerundense a perpetrar estos ataques.
Seis meses después de los atentados de Barcelona y Cambrils, y una pregunta sigue en la mente de muchas personas ¿Por qué unos jóvenes de Ripoll aparentemente bien integrados? Y tras ella, otra cuestión: ¿hemos aprendido algo de lo que sucedió? Expertos del think thank CIDOB Barcelona Centre For International Affairs intentan responder estas preguntas en diversos artículos que se recogen en el libro Atentados de Barcelona: reacciones, explicaciones y debates pendientes (Cidob Report, febrero del 2018).
En el imaginario colectivo del modelo de joven que perpetra un atentado terrorista es de origen árabe, pero nacido en Europa, que viven en suburbios o en sitios marginales y, por ello, no se adaptan. Pero los jóvenes de Ripoll rompieron totalmente estos esquemas. No eran de ningún suburbio y tanto sus vecinos como profesores o educadores sociales destacaron que estaban perfectamente integrados en la sociedad. Entonces ¿qué ha pasado?
El investigador de este centro Moussa Bourekba pone de relieve en su artículo La explicación imposible, las posibles explicaciones la diferencia entre integración y pertenencia. En este sentido, manifiesta que si es verdad que los jóvenes de Ripoll estaban integrados en la sociedad en tanto que se escolarizaron en esta localidad de los pre Pirineos y hablaban catalán, pero ¿se sentían que formaban parte de esta sociedad? “Sí, nos criamos aquí y no tenemos problemas de convivencia, pero somos y siempre seremos los moros. En el colegio éramos los moros y las chicas no querían salir con nosotros. Y los mayores creen que vendemos hachís”, es el testimonio de uno de un familiar de uno de los chicos de Ripoll que Bourekba recoge en su artículo.
El investigador hace hincapié que entre este colectivo hay una sensación de exclusión. Si bien están integrados en términos de legales, políticos, socioeconómicos, la realidad es que se sienten excluidos por su cultura.
Es en este contexto que el Estado Islámico está haciendo calar su discurso entre los jóvenes que residen en Europa. Éste tiene un doble argumento: por un lado, resalta que la sociedad del viejo continente les excluye, al mismo tiempo que asesina sus hermanos/as árabes en el Medio Oriente, detalla Bourekba. Para estos chicos, el Estado Islámico se erige como un grupo terrorista transnacional que tiene una ideología política religiosa que se presenta con unos razonamientos lógicos para ellos, que quieren sentirse parte de un grupo.
Para Bourekba uno de los problemas principales es que tras los atentados y, a raíz del conflicto entre España y Cataluña, se ha mirado rápidamente hacia otro lado y falta un debate más profundo sobre lo que sucedió este trágico mes de agosto. Una opinión que también comparte Jordi Moreras.
“Nunca hasta entonces se había producido una situación en la que, tras un suceso de estas características, se pasase página tan rápidamente, sin que se extrajeran conclusiones de lo sucedido o que, al menos, se anunciara a la ciudadanía que tal cuestión quedaba pendiente de debatir”, señala Moreras en su artículo Diez días de agosto.
Este investigador también pone de relieve que las comunidades de acogida también pueden ser una interferencia entre la continuidad y transmisión cultural de estos jóvenes que les ha llevado a tener una crisis con sus principales instituciones como son la familia y la mezquita. Además, estos chicos se sienten desplazados de la sociedad en la cual han crecido, formado y sociabilizado.
Y es que, precisamente, algo ha fallado cuando adolescentes como los de Ripoll acaban atentando contra la sociedad que los vio nacer a muchos de ellos. De hecho, Moreras detalla que en fecha del 1 de enero del 2017, el 21,5% de las personas vinculadas a la comunidad marroquí y que residen en Cataluña habían nacido en suelo español, mientras que el 36,8% tienen menos de 25 años.
Se cree que el cerebro de esta cédula era el Imán Abdelbaki Es Satty, quien impartía sus oraciones en un centro cultural islámico de Ripoll, al cual acudían los jóvenes que posteriormente perpetraron los atentados. Por eso, uno de los debates que se han abierto tras los ataques es ¿quién puede ser un imán?
Desde la comunidad musulmana se ha pedido ayuda tanto al Gobierno español como catalán al porque para ser Imán no se requiere ningún tipo de formación. Es por eso, que este mismo colectivo es quien está formando y seleccionando los que lideran sus plegarias.
Moreras explica en su artículo que Enric Vendrell, director de asuntos religiosos de la Generalitat de Cataluña, aseguró que desde este Ejecutivo no se puede hacer nada más que acompañar en el proceso de selección. Sin embargo, desde la comunidad musulmana se pide que haya una mayor implicación de la Generalitat en la elección de los imanes.
Este investigador también propone que, para combatir la exclusión, se debería permitir que las comunidades islámicas tengan una mayor participación en las estructuras políticas catalanas. En esta línea, representantes de entidades islámicas se reunieron el pasado 21 de septiembre con la Consejera de Gobernación.
El giro de Barcelona
Por su parte, la investigadora Blanca Garcés subraya las diferentes respuestas que se dieron en la sociedad catalana tras los atentados de agosto en relación a las de otras ciudades que también han sido víctimas del terrorismo. En Barcelona cambia el guión, Garcés explica que la sociedad catalana y española dijo tres NO contundentes: igual que otros países se materializó el No al terrorismo; tras los atentados se incrementaron los ataques a la comunidad islámica, pero en paralelo el NO a la xenofobia tanto por parte de la clase política y social; y el No al miedo (no tinc por).
Uno de los elementos que también remarca Garcés es la importancia que adquirió la sociedad después de los atentados. La manifestación tras los ataques de Charlie Hebdo (3 de noviembre del 2015), fue encabezada por familiares de las víctimas y una amplia representación política con líderes de todo el mundo. En Barcelona, y por petición del ayuntamiento, los partidos políticos no lideraron la manifestación posterior de los atentados.
Después de los atentados del 11-S se tejió una línea entre amigos y enemigos, que eran los terroristas yihadistas, en ese caso, de Al-Qaeda. Algo que también sucedió en París donde se perfilo la diferencia entre Occidente y barbarie.
Pero también en Barcelona se dio un paso más allá y se intentó analizar en qué se había fallado cómo sociedad para que se hayan dado estos ataques. En este contexto, dice Garcés, los manifestantes también pusieron de relieve que no se habían cumplido los objetivos de acogida de refugiados; o que España vende armas a países como Arabia Saudita, que está bombardeando el Yemen o que parte de su arsenal ha acabado en manos del Estado Islámico.
Si tras los atentados del 11-M de Madrid se culpabilizó al Gobierno por haber entrado en la guerra de Irak, después de los de Barcelona se condenó el negocio de armas del Ejecutivo y que no hubiera acogido los refugiados que se había comprometido.
Por eso, tras esto se cuestionó el papel del propio Gobierno en relación a la violencia del yihadimso extremista. Así pues, a diferencia de otros países, los atentados de Barcelona eliminaron las líneas divisorias que se crearon en Estados Unidos o Francia como amigo, demócratas y Occidente versus enemigo, violentos y barbarie.
Las manifestaciones que se realizaron tras los atentados de Barcelona y Madrid tuvieron lugar en dos contextos políticos muy diferentes, pero al final las dos iban orientadas a exigir responsabilidades políticas, comenta Garcés.
Pero tras los atentados también hay otro debate patente. Si los jóvenes de Ripoll rompen todos los moldes y perfiles de potenciales yihadistas, ¿cómo se puede evitar que el Estado Islámico capte a jóvenes europeos? Esta es una de las preguntas que intenta responder la investigadora senior asociada del Instituto Statecraft and Governance de Londres, Fatima Lahnait. La especialista explica que, normalmente, los autores de ataques terroristas son musulmanes de segunda generación o conversos que, realmente, no entienden el Islam. Según detalla se trata de una especie de “movimiento juvenil” de personas que se sienten rechazadas por esta sociedad y que necesitan sentirse que forman parte de un grupo que los acepta.
Este sentimiento de estar en un grupo también lo facilitan las nuevas tecnologías que permiten que estos jóvenes se sienten que forman parte de un colectivo aunque sea virtual, expone la investigadora. Además, resalta que el Estado Islámico utiliza los factores de incitación (push) y atracción (pull) basado en un sistema que instiga a cometer actos violentos. Los jóvenes que captan, a menudo, tienen problemas de identidad porque se sienten marginados y discriminados por su origen o cultura. Eso les lleva a tener un sentimiento que se está cometiendo una injusticia hacia ellos, ya sea a nivel interior como la prohibición del velo; como exterior con las guerras de Siria e Irak. Por eso, el Estado Islámico aprovecha estas vulnerabilidades sociales y psicológicas para manipularlos e incitarlos que atenten.
Desde Europa, explica Lahnait, se han lanzado programas para combatir el yihadismo a nivel Prevenir el Extremismo Violento (PEV) y de Combatir el Extremismo Violento (CEV). En el caso del PEV se están trabajando con colectivos que no, necesariamente, son fuerzas de seguridad como podrían ser profesores de las escuelas o personal de los servicios sociales. Este consiste en detectar las personas que son vulnerables a convertirse en yihadistas y trabajar con ellas para que no se acaben convirtiendo.
En el caso concreto de España, resalta la especialista, tanto el PEV como el CEV se han implementado con la finalidad de prevenir la radicalización o extremismo violento; como método de protección para que el país sea menos vulnerable ante los atentados; para hacer un seguimiento a los posibles yihadistas; y tras unos atentados se intenta recuperar la normalidad cuanto antes.
Para evitar la radicalización, Lahnait propone que se busque un lugar para los jóvenes en las sociedades actuales en vez de reprimirlos o excluirlos. Además, considera que estas políticas de PEV se deben de llevar en las calles y las cárceles donde se encuentran los potenciales autores de ataques terroristas.
Y es que tras la pregunta ¿por qué unos chicos de Ripoll? La respuesta es difícil, pero sobre la mesa se ha puesto una realidad: en cualquier sociedad puede crecer el futuro autor de un atentado, si entre todos no ponemos de nuestra parte. Para ello, es esencial que estos jóvenes no se sientan excluidos y que les demos el lugar que se merecen: el de un ciudadano más dentro de nuestra sociedad. No solo tienen los mismos derechos y obligaciones, sino que también tienen el derecho de desarrollarse como ser humano acorde su cultura sin que, por ello, sean vistos como “los moros”, “los raros” o “los que no se adaptan”. Seguramente, el primer paso para que se adapten es que nosotros les demos la oportunidad de ser un miembro más de nuestro colectivo.
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Las instituciones religiosas siempre han ido en contra de cualquier avance positivo para la humanidad.
Lo único que han hecho por la clase obrera es
esclavizarla,empobrecerla intelectualmente y economicamente.
Es deprimente que en el siglo 21 la mayoría de países sigan controlados por la religión.
En este caso estaban controlados por el PP. Redirija Ud. su odio.
Manipulados por la "inteligencia" Española, la TIA de Felipe el preparao.