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La insumisión económica de Yonopago

Inspirado en el griego ‘Den Plirono’ y autoconvocado a través de las redes sociales, el movimiento sigue ganando activistas y propagándose por el Estado.

Yo no pago

Madrid, 15 de enero. Un centenar de activistas autoconvocados en las redes sociales se reúnen en la Puerta del Sol. Su objetivo es saltar de forma colectiva los tornos del metro como acción de desobediencia civil simbólica. Pretenden poner de manifiesto que el peso de la crisis recae sobre los hombros de los más débiles, y para ello, eligen la insumisión a pagar el billete de suburbano de forma pública y colectiva como método de denuncia.

El caldo de cultivo en Madrid lo proporciona una reciente campaña publicitaria de Metro de Madrid, calificada por Autocontrol, un organismo de auditoría de contenidos de las empresas de publicidad, como “engañosa”, ya que con el eslogan “Más por menos”, pretendía hacer pasar el precio del billete por el más barato de Europa sin tener en cuenta su proporcionalidad con los salarios.

Los activistas se encuentran con un inesperado dispositivo policial que custodia la entrada a la estación de Sol. Deciden moverse hasta Callao, donde logran realizar su acción simbólica, pero son reprimidos violentamente por la policía, que detiene a dos activistas, identifica a otros veinte, y se emplea con contundencia, a porrazos y patadas, contra los participantes. Un miembro de las fuerzas de seguridad resulta herido por la porra de otro agente. Los participantes muestran en todo momento una actitud y un comportamiento pacífico, que contrasta con la violencia policial.

La protesta también se desarrolla en Bilbao, Barcelona y Valencia, aunque no se produce ningún incidente con las fuerzas de seguridad. Era el bautismo de fuego del movimiento Yonopago, que surge inspirado en la homónima iniciativa griega ‘Den Plirono’. Su aterrizaje en el Estado se produjo en las redes sociales el pasado mes de enero. Un activista vizcaíno de 30 años creó el perfil en diferentes plataformas de internet y convocó a esta primera acción. Según declaró a la Cadena SER: “Sólo son acciones simbólicas. Que cien personas se cuelen en el metro sólo supone 150 euros, una pequeña cantidad que se pierde de las arcas públicas. Eso no es nada. Donde se va el dinero en realidad es en el 80% de las empresas del Ibex-35 que juegan en paraísos fiscales”.

El llamamiento a realizar acciones de desobediencia civil pacífica y simbólica tiene como objetivo denunciar que son las ayudas a los bancos las que han generado un sobrecoste para el usuario en los servicios públicos. Según indican participantes del movimiento, el dispendio de 130.000 millones entregado a las diferentes entidades financieras es el verdadero causante de la crisis de la deuda pública, que a su vez repercute en estos “tarifazos”. Los activistas reivindican como ilegítima esa deuda pública, al ser los principales acreedores del Estado esas mismas entidades ayudadas.

Repetición de la jugada

El número de seguidores de los perfiles Yonopago en internet se dispara tras realizar la primera acción, lo que lleva a convocar de nuevo a los activistas para saltarse los tornos del metro. En la tarde del 1 de febrero, el centro de Madrid aparece absolutamente tomado por la policía. 30 furgones de la policía nacional toman posiciones en la Puerta del Sol y aledaños, apoyados por varias dotaciones de policías locales. El centro de la ciudad parece estar en alerta máxima, ante la amenaza de que un grupo de activistas, que en esta ocasión suma dos centenares, proteste de forma creativa y pacífica. Los activistas comienzan a reunirse en el interior de la estación de Sol, pero una dotación de 50 agentes de la policía nacional les rodea. Se producen las primeras identificaciones y detenciones. Los activistas corean eslóganes como “yo no pago, ni su crisis ni su deuda” o “este billete, lo paga Urdangarin”. Deciden subir a la superficie. Caminan en cortejo hasta Callao, donde otra dotación policial bloquea la entrada al metro. Desandan lo andado y tras pasar fugazmente por Sol, se encaminan a Tirso de Molina, donde acceden al suburbano y realizan un viaje simbólico hasta la parada de Gran Vía. Al salir de esa estación, los participantes se encaminan nuevamente hacia Sol, pero son acorralados en la Calle Montera por un centenar de antidisturbios que cargan violentamente. Comienza un rosario de identificaciones y retenciones que acaba con el traslado a comisaría de cinco de los participantes.

Ese mismo día, en Barcelona, el colectivo de Iaioflautas, activistas de la tercera edad vinculados al 15M, se suma al llamamiento y unos 70 toman el autobús de la línea 47 de la Empresa Municipal de Transportes de Barcelona. Según testigos presenciales, en la ciudad condal, los vigilantes del Metro no identificaron a los activistas que saltaban los tornos.

En Madrid, este colectivo de trabajadores del suburbano, ha respondido al activismo de Yonopago. En la página web especializada “servigilantes” se informa de que se ha puesto en marcha una iniciativa denominada “yonoparo”, como protesta por una degradación en sus condiciones laborales y en solidaridad con los activistas de Yonopago. Proponen no parar por iniciativa propia a ninguna persona que acceda a las instalaciones del suburbano sin su billete.

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