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Ciencia ficción
Las ciudades y las manos
Preludio
De la Omniversidad de O'Hara es muy complicado encontrar información fidedigna. Primero porque tal vez quiera ser ese jugueteo lingüististico que mencionamos anteriormente, pero también por la dificultad de encontrar referencias en un ciberespacio cada vez más limitado a lo que pocas empresas quieren que leas. Curiosamente se ha encontrado un pequeño texto en un anticuario de la calle Denneweg en La Haya donde se hablaba de su existencia en la ciudad de Mumforina titulado “Las ciudades y las manos”. En la parte superior de la página, esbozado y algo borroso, aparece el número “56”.
Interludio
Al entrar en la ciudad de Mumforina se hace acompañado de la sensación de quien nunca huye hacia delante. Las calles, los caminos, las casas, las esculturas, los dispositivos de información, todos los elementos de la ciudad están pensados para el disfrute y cuestionamiento del momento presente. Sus habitantes están acostumbrados a no dar nada por hecho y a fabricar aquello que necesitan con aquello que tienen a mano. Es por ello que enseguida te acostumbras a la extraña sensación de ver que todo funciona pero a través de objetos, elementos y lógicas que son usados de las formas más curiosas posibles. Cada uno de esos elementos, que en su día nació para cumplir una función, en Mumforina tienen un renacer completamente diferente en las manos de cada uno de sus habitantes. De hecho puede que incluso la palabra función no tenga un sentido estricto en Mumforina. Las casas no están abiertas, ni cerradas, porque al pasear por sus calles no logras distinguir lo que es puerta, de puente, de pasillo o de calle. Alguien podría vivir en una casa y mudarse sin sentir siquiera que se ha mudado. Los espacios vitales, que gustan en llamar nodos forman parte de una enorme malla donde cada uno de ellos se conecta con todos los demás, y de esta forma, todos pueden saber lo que pasa en otro espacio y al mismo tiempo hacer saber a los demás lo que está pasando en su espacio. En la entrada de cada nodo hay símbolos de manos: manos que construyen, manos que escriben, manos que ayudan, manos que arreglan, manos que cuidan... Y todos ellos forman el mapa de una red de araña que se va haciendo más fuerte cuanta más gente va visitando Mumforina.
Los habitantes de Mumforina están acostumbrados a no dar nada por hecho y a fabricar aquello que necesitan con aquello que tienen a mano
El bien más preciado de la ciudad y al mismo tiempo el que menos vale es la información. Los habitantes de Mumforina disfrutan explorando las capacidades de la propia ciudad, y es a través de la información sobre cómo modificarla que viven descubriendo cómo estirar sus posibilidades al máximo. Es por ello que la ciudad de Mumforina nunca está acabada e incluso el mero hecho de visitarla produce en ella el inevitable efecto de modificarla de forma que ya no es la ciudad que fue vista por el último visitante. Más allá de considerar la ciudad un proyecto público de construcción, es un acto cooperativo natural que crece de las acciones colectivas. Esa colectividad no es fácil de asumir; de hecho los habitantes de Mumforina son conocidos por su enorme habilidad para generar enormes conversaciones colectivas y bazares de códigos útiles para la creación ilimitada de soluciones creativas. Esta práctica ha sido llevada con la misma sutileza que quien hace muebles con hacha y por tanto estos habitantes consideran que a través de sus planteamientos y representaciones pueden crear no una sino mil Mumforinas interconectadas entre sí sin necesidad de que existan de forma que podamos tocarlas con nuestras manos reales.
Existe aquí un lugar para el cual nuestro lenguaje no tiene las palabras suficientes para describirlo ya que es uno y muchos, o mejor dicho, son todos los lugares al mismo tiempo. Esto es lo que denominan la Omniversidad: donde se guardan todos los conocimientos y la información fluye como el encuentro de un río con el océano. Aunque llamar a lo que se hace ahí guardar puede dar lugar a equivocaciones. Ninguno de los conocimientos que atesora alguno de los habitantes de Mumforina está vetado a que sea conocido por otro habitante o incluso por cualquier visitante. Ninguno de los logros alcanzados por esta civilización puede ser robado porque puede ser copiado, y es asi que Mumforina ha logrado a través de los siglos mantenerse como la ciudad más actual y más tradicional de cuantas he visitado. Del mismo modo, cualquier nuevo conocimiento que llega a la ciudad a través de un visitante o de una remesa de exóticos bienes de ultramar traídos por los expertos navegantes han de ser presentados y documentados en la Omniversidad. ¡Ay de quienes no acepten este hecho! La maestría y destreza de cien generaciones de piratas que fluye por las venas de cada habitante de Mumforina hace imposible que no se pueda cumplir este principio en la ciudad.
Por estas razones es que en Mumforina no se entienden ideas que sufrimos en nuestros reinos, como es la precariedad o la escasez. La ciudad vive en un jolgorio de abundancia y de fiesta donde las posibilidades de encontrar formas de quedarse a vivir tienen como único límite el que impone nuestra imaginación.
Postludio
En 1972 se publicaron “Las ciudades invisibles” de Ítalo Calvino y las probabilidades de que esto sea un texto apócrifo son inversamente proporcionales a que en realidad sea el fruto de una conversación donde D4ns le propone a Perikles imaginar una ciudad habitada y creada por hackers. Para poder imaginarla con un poco de fundamento hemos podido hurgar entre manifiestos que hayan iniciado la elogiosa tradición de verbalizar una realidad deseada. Porque obviamente, los manifiestos son exabruptos de alegría, y por tanto de hyperstición (Perikles dixit).
Las probabilidades de que este texto sea un relato apócrifo de Ítalo Calvino son inversamente proporcionales a que en realidad sea el fruto de una conversación donde imaginar una ciudad habitada y creada por hackers
Metiéndonos entre papelajos y cables de red sabemos que alguna vez hubo el llamado a una guerrilla por el acceso abierto y que además, con un descaro pícaro pero lúcido se declaró la independencia y soberanía del ciberespacio. La navegación llevó a la piratería, pero una llena de esperanza y deseo, donde convivieron organismos cibernéticos, híbridos de máquina y organismo, como auténticos ciborgs. La forma en que muchas veces se han comunicado ha sido compleja y enrevesada, pero siempre por razones de autodefensa de amenazas mayores. En Mumforina gustaban en llamar a esto la forma de hacer cripto-anarquista y a quienes lograban fusionar esa tremenda creatividad tecnológica con el saber-hacer informático, anargeek. Entendieron además que para poder organizar este esfuerzo colectivo necesitaban no sólo nuevas palabras sino formas que les representasen desde sus característicos flujos de red.
Parece que no hemos sido los únicos que hemos emprendido esta tarea. Hemos encontrado documentos que indican la existencia de una geek en la región de los Andes, lo que hoy se conoce como Bolivia, a quien llamaban la imilla hacker. Ella recopiló gran parte de estos manifiestos que seguramente llegasen hasta Mumforina en algún barco navegante.
Hoy nos quedan todos estos textos. Leerlos es convertirlos en presente.
Desde este concepto de la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) nos posicionamos para narrar: creemos profundamente en la investigación de las soluciones imaginarias. Somos la consecuencia de la hipótesis cibernética que destruye la distinción entre ficción y realidad. Bajo esta premisa, este espacio es un experimento de teoría-ficción para intervenir en la realidad mediante el diseño de líneas de fuga a la cibernética y la producción de deseo poscapitalista.
Coordinado por Club Manhattan, colectivo dedicado a la cultura y comunicación digitales.
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Coordinado por Club Manhattan, colectivo dedicado a la cultura y comunicación digitales.