Madrid
Del graduado escolar al español para migrantes: ‘La Prospe’ cumple 50 años

La Escuela Popular de Prosperidad celebra este curso medio siglo de construcción de comunidad como testigo de los cambios en Madrid, en los movimientos sociales y en las necesidades del vecindario.
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La Escuela de La Prospe cumple 50 años este curso 2023/24. Durante todo este tiempo ha sido un espacio de enseñanza-aprendizaje. También ha sido, y es, casa de diversos movimientos sociales del barrio. David F. Sabadell
26 nov 2023 06:00

“Llegué al barrio en 1982 y conocía la Escuela porque estaba en mi misma calle, en General Zavala, pero no di el paso de entrar en ella hasta 2003, hace justo veinte años, porque la asamblea de vecinos de Prosperidad contra la Guerra de Irak se reunía en ella”, explica Paloma. “Luego seguí viniendo porque la Red de Barrio también se reunía en el edificio, en la sede actual, desde organizamos protestas como contra el parking del Parque Berlín o contra una tala de árboles. Y cuando la red desapareció, empecé a formar parte de la Escuela primero como alumna de árabe, con un monitor marroquí que antes había sido alumno de español, y luego en la Comisión de Permanencias, que somos los que atendemos en secretaría y estamos aquí siempre”.

En 1979 en la capital se contaban 36 escuelas populares, con monitores voluntarios, aplicando la pedagogía popular de Paulo Freire, y sostenidas por el activismo social

La Escuela Popular de Personas Adultas de Prosperidad, La Prospe, nació en 1973 en unos locales que pertenecían a la parroquia de San Juan de Ribera, en el número 57 de la calle Rodríguez Marín. Formaba parte del movimiento de escuelas populares presente en Madrid y en toda España que venía a rellenar el hueco que el estado franquista no cubría en la educación básica de adultos. Solo en 1979 en la capital se contaban 36 escuelas de este tipo, con monitores voluntarios, aplicando la pedagogía popular de Paulo Freire, sostenidas por el activismo social y dedicadas a sacar del analfabetismo o ayudar a sacarse el graduado escolar a quien lo necesitase. Estaban unidas en la Coordinadora de Escuelas Populares.

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La fachada de La Prospe luce ya la pancarta de su 50 aniversario. David F. Sabadell

“En los 70 Prosperidad era un barrio con una parte industrial y donde vivía mucha gente que había llegado de los pueblos. El primer colectivo que viene aquí a aprender a leer y a escribir son mujeres jóvenes que han venido a Madrid a servir en casas de clase alta”, explica Manuel, que nos atiende en la misma secretaría desde la que hablaba Paloma y pertenece también a la comisión de Permanencias. “En los 80 el centro consigue ser reconocido para dar el graduado escolar, entonces todavía había cerca de un 25% de personas que no lo tenían en el barrio”.

“El primer colectivo que viene aquí a aprender a leer y a escribir son mujeres jóvenes que han venido a Madrid a servir en casas de clase alta”, explica Manuel 

Hoy en día ‘La Prospe’ tiene su sede en el número 19 de la calle Luis Cabrera, en un local cedido a 50 años por la Comunidad de Madrid y que es su cuarto hogar. De Rodríguez Marín pasó al Centro Social Mantuano en la calle del mismo nombre, reutilizando una antigua para formación de mandos de la Falange, y de aquella a General Zabala 10, un edificio alquilado por el Arzobispado de Madrid al Ayuntamiento y que el alcalde Enrique Tierno Galván cedió a la Escuela. A finales de los 90, en un momento en que el centro tenía más de 400 alumnos (ahora mismo estiman unos 200), el gobierno de Álvarez del Manzano intentó expulsarlos judicialmente, provocando unas protestas vecinales que marcaron el cambio de siglo y derivaron en la actual cesión, que ha de llegar hasta 2050 si nada cambia.

“Llevo viviendo en el barrio 35 años, pero la Escuela unos 12 o así”, explica Jota, de la Comisión de Biblioteca, uno de los orgullos del centro, compuesta por libros donados o adquiridos para clases específicas. “Me uní cuando empezaron a hacerse aquí las reuniones del 15M, después de que la acampada de Sol se dispersase a los barrios. Pregunté si podía ayudar a ordenar unos libros que vi tirados y me dijeron ‘es que no es solo ordenar, es una biblioteca, hay que indexarlos, hacerles ficha’. Hemos sido la primera biblioteca pública en nuestro distrito en tener secciones de feminismo y de no violencia, pacifismo y antimilitarismo. Esta último se creó además por el Nostrolito, el monolito que representaba la tumba de la guerra y que había en la Plaza de Prosperidad desde 1986 por el Año Internacional de la Paz de la ONU. Se quitó en 2013 por el ayuntamiento sin consultar con el barrio y se recuperó en 2018 después de protestar los vecinos”.

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Manuel participa desde hace años en la comisión de Permanencias de La Prospe. David F. Sabadell
El cambio de siglo vivió el protagonismo de los Grupos de Aprendizaje Colectivo (G.A.C.), altamente politizados y centrados en asuntos como la economía o la lectura crítica de los medios de comunicación

La Escuela ha sido testigo de los cambios en el barrio y en la propia idea de lo que significan los movimientos sociales. La consolidación de la democracia en los 80 supuso oficializarse como asociación y las diferentes crisis económicas llevaron incluso a coordinar bolsas de trabajo o apoyar al movimiento okupa en los 90. Un ejemplo de las crisis recientes es el Banco de Alimentos, creado por el movimiento juvenil barrial, Prospe16, y que en estos momentos ya autogestionan las familias usuarias, coordinándose en las recogidas y repartos y usando el edificio de ‘La Prospe’ como sede. El cambio de siglo vivió el protagonismo de los Grupos de Aprendizaje Colectivo (G.A.C.), altamente politizados y centrados en asuntos como la economía o la lectura crítica de los medios de comunicación. En los últimos años también han aparecido comisiones y cursos acordes con las nuevas sensibilidades del activismo.

“El ropero lo llamamos la Boutique del Segundo Uso, porque queremos que sea un instrumento para dejar de consumir de la forma en que lo hacemos”, explica María, vecina del barrio llegada desde Zaragoza y que también forma parte del grupo Pega la Hebra. “Es un taller de ganchillo en el que también cosemos y aprendemos a reutilizar las prendas. Llevo cinco años y antes estuve un año impartiendo clases de español para extranjeros. A dejar o recoger ropa puede venir cualquiera, nadie te va a preguntar nada. Solo pedimos que la que dejes esté en buen estado: si a ti no te gustaría ponértela, nadie se la va a poner” y señala un montón en el suelo que acaba de cribar mientras hablaba con nosotros.

A mediados de los 90 también se asume que la administración ha cumplido su función en la educación de adultos y en general el nivel de alfabetización del país ya es más alto… pero ha aparecido un nuevo fenómeno: la migración de fuera de España. Es el momento a partir del cual el español para personas migrantes se convierte en la actividad principal de la Escuela. Actualmente existen cuatro grupos diferentes, en los que están aprendiendo el idioma alrededor de 100 personas, lo cual supone la mitad de los alumnos totales de la Escuela.

“Me recomendaron venir a través del Facebook de la Embajada de Filipinas, porque necesitaba aprender español para mi trabajo, donde poca gente habla inglés”, explica una de las alumnas del curso de español. “A mí me dieron la dirección de la Fundación Merced”, añade un compañero originario de Mali. “Estoy en España desde 2021 y necesitaba el español para desenvolverme”. Su monitora, Laura, es de Madrid, pero de otro barrio, no de Prosperidad, y nos explica que “vamos generando el material de enseñanza. Cuando empiezas te das cuenta de que no conoces tu propio idioma, y es raro lo que pasa en este grupo, que la gente repita curso. Es como una especie de segundo grado, pero como hay mucha rotación, te tienes que adaptar”. Ángela, otra de las monitoras, explica que en ocasiones “el grupo que acaba el curso es completamente diferente al que empezó, pero improvisas. Puede haber gente que sea refugiada y la muevan de sitio, o uno que nunca ha tenido estudios reglados y otro con dos títulos universitarios. Ahora mismo ha entrado un chico de India que habla cinco idiomas incluido inglés y ruso, así que le pido que me traduzca para las chicas ucranianas que hablan algo de ruso”.

Durante el confinamiento por covid 19 en marzo de 2020 la Escuela coordinó una comisión de apoyo mutuo que se prolongó durante toda la pandemia ayudando a personas mayores o que se contagiaban y no podían salir de casa. Los grupos destinados a paliar la soledad no deseada se han convertido en una constante, junto a los que se centran en aspectos como la salud mental o aspectos similares. Al mismo tiempo, el barrio alrededor ha cambiado, cada vez más absorbido en el distrito Chamartín, con los hijos de los militantes y activistas de los 70 y 80 mudándose a otras zonas por la subida de los precios. En los alrededores de la sede de Luis Cabrera, rodeada de estaciones de metro como Avenida de América o Cruz del Rayo, abundan ya más franquicias que negocios tradicionales.

“Yo llegué en el 99 cuando me mudé de un pueblo de Madrid e integrarme en La Prospe fue mi manera de hacer mi militancia”

“Al final somos como cualquier movimiento social, funcionando según disponibilidad, más a salto de mata”, explica Manuel de Permanencias. “Yo llegué en el 99 cuando me mudé de un pueblo de Madrid e integrarme en La Prospe fue mi manera de hacer mi militancia. Viví toda la pelea en la calle del cambio de local, que estuvo bien porque el cuerpo me pedía guerra, y luego los cambios en el barrio, como laminaban el movimiento okupa y llegaban nuevos con inquietudes igual menos sociales. Pero la base sigue siendo gente de aquí que aporta su tiempo y se financia con una cuota pequeña, de apenas 5 euros, que si alguien no la puede pagar por lo que sea no se va a quedar sin hacer actividades”.

La Escuela Popular de Prosperidad celebrará su 50 aniversario a finales de actual curso 2023/2024, en un acto aún por definir pero al que quiere invitar a todos los movimientos sociales de Madrid, que sirvieron de apoyo hace 20 años en la pelea por tener una sede fija en el barrio. Aldea gala de cultura y organización colectiva, ha sido testigo de las grandes transformaciones de la ciudad sin dejar de defender unos ideales de pedagogía y solidaridad obrera, en el que los alumnos se convierten en maestros y se eliminan las jerarquías tradicionales.

“Considero la escuela mi segunda casa, en mi vida ha marcado un antes y un después", resume Paloma

Paloma, de Permanencias, que abría este reportaje recordando el tiempo en que tuvo la ‘Prospe’ frente a la puerta de casa y no se atrevió a entrar, resume así su experiencia: “Considero la escuela mi segunda casa, en mi vida ha marcado un antes y un después. He aprendido de la autogestión, la importancia de la horizontalidad, la no competitividad, el pensamiento crítico, la transversalidad… Sobre todo, la importancia del paso de lo individual a lo colectivo”.




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La Prospe tiene hoy un alumnado de 200 personas y llegó a tener hasta 400 en los años 90 cuando se luchaba contra el analfabetismo .
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Laura, una de las monitoras de castellano, durante una clase.
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Las primeras clases sacaron a muchas personas del analfabetismo, en los 90 llegaron las clases de español por la necesidad de las personas migradas de aprender el idioma.
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“El ropero lo llamamos la Boutique del Segundo Uso, porque queremos que sea un instrumento para dejar de consumir de la forma en que lo hacemos”, explica María, vecina del barrio.
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En La Prospe también hay biblioteca, una despensa solidaria y distintos talleres autogestionados, como el de bicicleta.
En La Prospe también hay biblioteca, una despensa solidaria y distintos talleres autogestionados, como el de bicicleta.
En La Prospe nada se tira, todo sirve y se recicla.
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