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Medio ambiente
Las otras víctimas de los incendios
Insectos, conejos, córvidos, caballos... la fauna gallega padeció el pasado octubre una experiencia traumática con los incendios.
Las llamas rodean el recinto de la hípica Amazonas, en el término municipal de Ponte Caldelas (Pontevedra). El fuego cerca las instalaciones mientras las personas y los caballos se refugian en el área donde normalmente a estos últimos los montan sus jinetes. A la dueña, Loli, le ha cogido el incidente en México, donde está participando en una competición hípica. Su familia, sus trabajadores y sus caballos están a escasos metros de unas llamaradas que los locales describen como singularmente veloces y voraces.
Por mensajería móvil, Loli consigue contactar con los servicios de extinción, después de leer en un grupo que su hípica ha ardido. Están desbordados. Decenas de focos de incendio amenazan diferentes núcleos urbanos de la zona en este 15 de octubre de 2017, que será recordado en Galiza como un día devastador. Por fortuna, el WhatsApp que recibió alertándole de que sus instalaciones habían sido calcinadas no era del todo exacto. Su padre, su hijo y algunos de sus empleados sobrevivieron al cerco de las llamas. Resultaron heridas tres de sus yeguas, que, durante meses, siguieron necesitando cuidados como una mascarilla para respirar o permanecer a la intemperie para que cicatrizaran mejor las quemaduras.
Platera es una yegua blanca que, al empezar los fuegos, estaba atada en una finca. No es un pura raza como los caballos de hípica, sino una yegua de escaso valor económico. El animal forzó la atadura para escapar, asustado ante las llamas, y acabó destrozándose la pata. Beatriz, del colectivo La Pradera de Beaheyder, que se dedica al rescate y atención de animales en A Coruña y Pontevedra, llevó a este animal al hospital equino de Casal do Rio. Su repartidor de heno le avisó que un particular tenía la yegua herida en mal estado en una cuadra “de mierda, asquerosa” y cuenta que, cuando fue a verlo, le insinuó que, si no se la llevaba alguien, la sacrificaría, como varios que ha recogido esta activista tras ser despeñados y que no han sobrevivido.
Beatriz cuenta que el dueño dijo: “Es que vino el Seprona y ya me advirtió que así no podía estar, y no quiero problemas, está sin identificar, no quiero problemas, esta yegua no vale [porque es un cruce], no vale”. Beatriz recalca que el caso de Platera es “el de muchisimos otros caballos que tienen un proprietario particular que, como no son caballos de raza, se olvida de ellos”. Platera ha sobrevivido, pero el coste de su tratamiento y manutención, así como los pagos a los remolques por el transporte, ha sido asumido por Beatriz “sin haber visto un euro de ninguna institución pública”.
También estuvieron en primera línea y expuestos a las llamas los conocidos como ‘garranos’, caballos salvajes que mantienen sus hábitats en las comarcas del sur de Pontevedra. Xilberte Manso, del Instituto de Estudios Miñoranos (IEM), asociación que promueve y divulga el conocimiento de la Val Miñor, cuenta con pasión que “son una joya biológica y una joya cultural porque probablemente sea el único caballo salvaje, y lo de caballo entre comillas, que exista en el mundo en la actualidad”. Vicente Felipe Bárcenas, zoólogo también del IEM, dice que probablemente sea una subespecie equina por las diferencias morfólógicas y etológicas: son territoriales, tienen pautas de conducta distintas a los caballos, por ejemplo.
El Monte Galiñeiro y la Serra da Grova son dos de los hábitats de estos equinos que se vieron afectados por los fuegos. Manso explica que “están aquí desde la última glaciación, y permanecieron en un reducto del norte de la Península Ibérica los potocas vascos, los asturcones asturianos, los sinos de Burgos y los garranos o bestas do monte del norte de Portugal y de Galicia. Sin embargo, fueron perdiendo el estatus de salvajes en el resto del norte”.
la rapa das bestas
Una vez al año, los equinos son conducidos a un cerco por sus propietarios, en una celebración que se conoce en algunas partes como ‘rapa das bestas’. Los cercos donde los conducen, a los que denominan “curros”, ardieron por completo en el Monte Galiñeiro. Xilberte cuenta que, en la rapa das bestas cogen a los animales “al empezar el día y durante toda la mañana y al mediodía los meten en el recinto grande. Separan las crías y se marcan, algunas se sacrifican”. Este es el único momento del año en el que los animales tienen relación con sus dueños, el resto del tiempo pastan en libertad.
Tras los fuegos de octubre, la veintena de garranos que habitan en el monte Galiñeiro huyó hacia las poblaciones colindantes durante los días siguientes hasta que fueron encontrados y reconducidos a cerrados. Los animales fueron alimentados durante semanas con paja donada por particulares. Los propietarios aseguran que no buscan el rendimiento económico y Manso diferencia entre el valor y el precio de estos animales “Tienen un gran valor y tienen poco precio. Porque, claro, hay cosas que no se pueden tasar en euros ni en dólares ni en nada, la naturaleza no se puede tasar”. Antes del plástico, las crines obtenidas en la rapa das bestas servían para hacer cepillos o relleno de sofás y de asientos.
En el pasado, los caballos eran utilizados en las tareas propias del rural, especialmente antes de la llegada de los vehículos a motor. “La sociedad aquí evolucionó muchísimo en los últimos años: la industrialización, el abandono del campo, los cambios de uso del monte. Aquí, en Galicia, el monte cambió, se privatizó, porque les plantaron árboles, les cerraron los montes y les prohibieron pastorear, les prohibieron cazar, les prohibieron coger leña, les prohibieron coger piedras, todo”. Hasta que no terminó el franquismo, no volvió el modelo de gestión comunal, y para entonces el monte había cambiado.
la fauna silvestre
La fauna silvestre ha sido la gran damnificada. “La pérdida de ratoncillos de campo, lirones, comadrejas y erizos ha sido importante; también de zorros, jabalíes y mamíferos asi un poco mayores: algunos se escaparon y otros no, pero ahora tenemos un problema, que el hábitat desapareció y entonces estos animales aunque sobrevivan tienen que buscar otro hábitat”, explica Afonso, bombero forestal.
Muchos de los conejos que perecieron lo hicieron bien pasto de las llamas, del humo o bien por la ausencia de briznas de xestas y codexos entre las cenizas las semanas posteriores. Algo que afecta a toda la cadena trófica: córvidos, lechuzas, búhos, zorros. “El 90% de los animales carnívoros de la zona se alimentan de conejos”, explica Julio Seoane, de la asociación Aprofauna. “Se ve afectada la población existente como también el índice de reproducción. No les afectó en el momento porque no era época de cría, pero al ser animales precavidos y no encontrar alimento, como medio de defensa natural no se reproducirán”, explica Seoane.
Desde esta asociación dedicada a la concienciación y protección de los animales, desarrollan un proyecto de repoblación con el conejo autóctono de monte. Los crían en semi libertad antes de reintroducirlos. “Que se acostumbre a conocer hierba, que conozca a los depredadores. Un conejo de calidad que repueble el monte”, sentencia Seoane.
El otro gran damnificado, más visible, es el suelo, que tardará cientos de años en recuperarse salvo que se actúe. “Estamos aplicando una serie de técnicas para intentar que la erosión del suelo sea lo menor posible. La mayor parte de lo poco que se hizo de manera efectiva fue por parte de voluntarios, por parte de comunidades de montes, por parte de ayuntamientos”, explica Afonso.
Los días posteriores al incendio, Seoane explica que “no solo Aprofauna u otras organizaciones, sino que la misma gente organizaba batidas para ir al monte. La ley no permite que tú te lleves un animal silvestre en ningún caso, aunque en circunstancias especiales, como las del incendio, se puede transigir siempre que se haga con cuidado. Si existe la posibilidad que desarrolle la maniobra una persona capacitada, mejor”. Para Afonso, “así se hizo más rápido y más eficazmente porque, de hecho, la Xunta no hizo nada”.