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Memoria histórica
El último viaje de Ascensión
La historia de Ascensión Mendieta es el reflejo social de miles y miles de familias que llevan décadas reclamando justicia para unas víctimas ninguneadas por el Estado.
profesor de historia en la UC3M, especialista en historia del anarquismo
El pasado 16 de septiembre fallecía Ascensión Mendieta Ibarra, un símbolo de la lucha de la memoria histórica en España. Tuve la suerte de conocer a Ascensión en el trascurso de un homenaje a las víctimas del franquismo en el cementerio de Guadalajara convocado por el Foro por la Memoria de la ciudad y apoyado, entre otros, por la Amical Mauthaussen. De lo poco que pude hablar con ella en aquel acto y, también, un poco después en un artículo que escribí en relación al procedimiento de exhumación de su padre Timoteo Mendieta Alcalá; de aquellas conversaciones me quedó una cosa clara: el objetivo de Ascensión era recuperar el cadáver de su padre asesinado, darle digna sepultura y cerrar a nivel personal una página ominosa de una historia terrible en España que se llamó dictadura franquista. Su empeño le llevó a la consecución de su objetivo.
La historia de Ascensión es el reflejo social de miles y miles de familias que llevan décadas, ya sea por iniciativa individual o a través de las asociaciones de memoria y de carácter civil que han sido surgiendo, reclamando justicia para unas víctimas ninguneadas por el Estado. Unas víctimas que no solo son relegados al olvido de la historia, sino que son tratadas de segunda categoría o como un agente molesto que para algunos solo sirve para “reabrir viejas heridas”.
Una anormalidad en una democracia asentada que le cuesta asimilar que en la lucha de estos militantes asesinados están algunas de las bases de su propia existencia. Un capítulo que otros países asumieron desde muy temprano y que en España “todavía es demasiado pronto para hacerlo”. Claro está que en alguno de esos países el fascismo fue derrotado tras la Segunda Guerra Mundial y en España se mantuvo durante décadas.
La Ley de Amnistía de 1977 es la normativa legal a la que han apelado sucesivos gobiernos cuando se le ha reclamado la necesidad de verdad, justicia y reparación para las víctimas de una dictadura que duró casi 40 años
Si bien tras la muerte de Franco se inicia un proceso de Transición que restablece libertades democráticas en el país, tampoco es menos cierto que el nuevo sistema se dotó de algunos mecanismos de contención para evitar que los crímenes de la dictadura fueran juzgados, como fue la Ley de Amnistía de 1977. Una normativa legal a la que han apelado sucesivos gobiernos cuando se le ha reclamado la necesidad de verdad, justicia y reparación para las víctimas de una dictadura que duró casi 40 años. Ese es uno de los muros con los que personas como Ascensión Mendieta se toparon una y otra vez.
La oportunidad para personas como Ascensión se dio cuando la justicia argentina intervino para tratar de esclarecer los crímenes de la dictadura franquista. El trabajo desarrollado por personalidades como Carlos Slepoy o la jueza María Servini pusieron el problema español a nivel internacional, mostrando la realidad coja de nuestro país a la hora de analizar estas cuestiones.
Sin embargo, el muro de contención para ir más allá, seguía siendo fundamental. Exhortos del Gobierno español impedían a la justicia argentina intentar depurar responsabilidades con personajes aún vivos de la dictadura y la política de exhumaciones se dejaba a disposición de los juzgados locales. Aun así, gracias a esta cuestión como a al interés de la ONU por el tema español, hizo que Ascensión Mendieta pudiese conseguir un objetivo que su familia tenía pendiente desde que el 16 de noviembre de 1939 su padre fuera asesinado en las tapias del cementerio de Guadalajara.
Otras anomalías se dan en nuestro país, como por ejemplo la política de exhumaciones, que hace que estas no sean asumidas por el Estado, sino que queda a la tarea de las asociaciones civiles de la memoria histórica
Sin embargo, no son solo los vericuetos del entramado jurídico español lo que dificulta la tarea de la memoria histórica. Otras anomalías se dan en nuestro país, como por ejemplo la política de exhumaciones, que hace que estas no sean asumidas por el Estado, sino que queda a la tarea de las asociaciones civiles de la memoria histórica. En este caso, el mecenazgo se convierte en fundamental para poder acometer estas cuestiones, ya sea por donaciones como las que sindicato noruego Elogit hizo o a través de campañas de crowfounding como la que se dio en el Monte de Estépar en Burgos.
También son necesarias voceros y portavoces que intenten una y otra vez blanquear el franquismo. Un mediático revisionismo histórico que intenta repartir responsabilidad en un golpe de Estado que solo tiene como responsables a los militares que lo perpetraron y que intenta, igualmente, mostrar una imagen de violencia y venganza en muchas víctimas del franquismo.
El propio Timoteo Mendieta ha sido objeto en alguna ocasión de esta “caza de brujas”, al acusarle de haber sido responsable de crímenes en su pueblo, Sacedón, buscando ahí las responsabilidad de su ejecución. Sin embargo la propia sentencia de aquellos tribunales militares formados conforme a un golpe de Estado sentenció a muerte a Timoteo Mendieta por adhesión a la rebelión al ser integrante de un Comité del Frente Popular como representante de la UGT, sindical a la que estaba afiliado.
La obscenidad en estos casos se produce por la utilización sesgada de los documentos y por la credibilidad que se da a pies juntillas a la Causa General y fuentes similares. La temporalidad y procedimientos de los llamados Comités del Frente Popular (para el neofranquismo historiográfico, las “checas”), su composición y duración en el tiempo, están perfectamente estudiadas por diversos historiadores de reconocido prestigio que siempre en estas ocasiones son obviados. La investigación histórica no es una cuestión de izquierdas y derechas sino de honestidad científica e investigadora.
Una mujer con dignidad que nunca le perdió la cara a la justicia. De esas que en España y en particular en Guadalajara no sobran
No podemos olvidar que la lucha por la memoria de los represaliados del franquismo en la provincia de Guadalajara (como en muchas otras) comenzó justo tras la muerte de Franco, y eso ha llevado a pequeñas conquistas como dignificar parte de las fosas que se sitúan en el cementerio de la capital. Igualmente, importantes trabajos de investigación sobre el periodo nos van acercando a las dimensiones de la represión.
Ascensión se convirtió en un símbolo de lucha por la recuperación de la memoria cuando en su avanzada edad no dudó en seguir reclamando el cadáver de su padre, trasladándose a Argentina para prestar declaración frente a la jueza Servini. Su imagen de entereza en la fosa de Guadalajara cuando su padre fue exhumado es una imagen que impactó, así como las sucesivas entrevistas que concedió. Una mujer con dignidad que nunca le perdió la cara a la justicia. De esas que en España y en particular en Guadalajara no sobran (me viene ahora mismo a la cabeza también la lucha de mi siempre admirada Emilia Cañadas).
Ascensión nos dejó el pasado 16 de septiembre pero su impronta, su lucha y su tesón se quedaron con nosotros. Ella consiguió solo una parte de lo que quería, pero hoy descansa en paz junto a los restos de su padre Timoteo Mendieta en el cementerio civil de Madrid. ¡Descansa en paz, Ascensión!