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Memoria histórica
Marc Solanes: “Mi bisabuela luchó en el frente y fue considerada una mala madre, pero lo hizo por sus hijas”
Cuando Marc Solanes Calderón (Cerdanyola del Vallès, 1993) introdujo el nombre de su bisabuela en la base de datos del archivo histórico de la biblioteca de la Universidad Autónoma de Barcelona el ordenador solo le devolvió el vacío. Toda una sesión buscando información sobre María Ferrer, militante del Partido Socialista Unificado (PSU) durante la Guerra Civil que batalló en el frente de Aragón, y nada encontró sobre ella. Cuando las luces de la sala se apagaban decidió introducir el nombre de su bisabuelo, Pere Casulleras, en el minuto de descuento. Ante sus ojos asombrados se desplegaba toda una pantalla con sus huellas bibliográficas.
Memoria histórica
Desenterrando la memoria histórica de las abuelas
Vicenta pasaba las noches en vela confeccionando ramos de flores de papel que vendía para conseguir aceite, judías y pan para sobrevivir. Su bisnieta recupera hoy su historia.
Solanes asegura que decidió escribir la historia de las mujeres de su familia para rellenar esos vacíos, que son habituales cuando se habla de ellas. Con Las niñas de Elna (Pollen, 2024) pretende hacer justicia con todas esas mujeres que en su día fueron consideradas malas madres por dedicarse a la política o incluso por introducirse en las líneas de batalla, como hizo su bisabuela. Para ello ha tardado cuatro años en los que, además de recoger documentación para ir resolviendo los enigmas que guarda el pasado de su familia, ha entrevistado a las supervivientes de aquellos días, entre ellas su abuela Luisa Casulleras.
Todo empezó cuando en una sobremesa Luisa señaló la televisión, donde se emitía un reportaje sobre una maternidad Suiza que había acogido a refugiadas españolas, conocida como La Casa de Elna. “Yo estuve allí”, expresó. Y, de repente, se abrió el abismo de curiosidad que este periodista se ha encargado de rellenar. Así es como un reportaje publicado en El Salto se ha transformado en libro. Y como una historia personal ha pasado al acervo colectivo.
Tú eres periodista, ¿cómo te das cuenta que la historia está en tu familia?
Por casualidad. Con mi abuela yo siempre había tenido mucha conexión. Supongo que por el distanciamiento de ser una segunda generación creo que ella vio una oportunidad de abrirse. Desde pequeño preguntaba mucho. Recuerdo que cuando tenía 14 años hice un trabajo sobre la Guerra Civil para el instituto, sobre cómo habían vivido los bombardeos, porque tanto los padres de mi padre como los de mi madre habían estado en los bombardeos.
Un día, mi abuela empezó a hablar. Estábamos en el comedor y salió en la tele la maternidad de Elna, en una serie de reportajes de TV3, y ella dijo: “Yo he estado allí”. Nos quedamos todos sorprendidos. Mi abuela está muy bien de la cabeza. Y resultó que era verdad. Empezó a explicar poco a poco lo que recordaba, cómo eran las escaleras que recordaba, las niñas, los vestidos y sacó la foto, que es la portada del libro, en la puerta de la cocina. Entonces a partir de ahí empecé a tirar del hilo.
¿Cómo se tira del hilo?
Es una mezcla de periodista y de nieto, son los dos personajes que se van mezclando. Porque tienes que encontrar espacios muy cómodos, espacios seguros para ella. Entonces lo que hacíamos era que cada vez que iba a comer a su casa cuando estábamos acabando e íbamos a por el postre, yo le preguntaba. Empezó a hablar también del campo de concentración de Argelès (Francia). Ella estuvo allí y tampoco nadie lo sabía. Se sabía algo, pero son esas cosas que quedan ahí en el aire y nadie se atreve a pescar.
Memoria histórica
Luisa Casulleras, recuerdos en la Casa de Elna durante el horror de la guerra
Durante la Guerra Civil, Luisa Casulleras fue una de esas pocas afortunadas que vivieron durante algún tiempo en la Maternidad Suiza o, como se la conoce popularmente, la Casa de Elna.
Yo no apuntaba nada, cuando llegaba a casa lo escribía. Eran todo entrevistas informales al principio y cuando ya vi que tenía un grueso de información suficiente, decidí plasmarlo en un reportaje novelado, un reportaje literario un pelín largo sobre la historia de mi abuela, que precisamente publicó El Salto y quedó muy bien. A la gente le gustó muchísimo y dije vamos a sacar algo más de esto, porque parece que ella está dispuesta. Era como una terapia para ella. Mi padre le decía que por qué no le había contado nada de todo esto nunca.
El acercamiento personal se ha compatibilizado con el acceso a fuentes y documentos. ¿Cómo ha sido ese acceso?
Mi bisabuela era oscense, fue a vivir a Zaragoza, allí conoció a mi bisabuelo y se fueron a Lleida a vivir. Entonces, empecé a entrevistar a historiadores especializados en toda esa zona durante la Guerra Civil. Y después cuando ya tenía un poco el marco de lo que podría haber pasado, empecé a buscar documentos específicos de los protagonistas. Busqué en archivos de memoria histórica, sobre todo los archivos de memoria del Ministerio [de Cultura]. Al principio, no encontraba nada de nada. Mi bisabuela se llamaba María Ferrer y había muchas. Entonces me centré más en mi bisabuelo, que se llamaba Pere Casulleras Sitjas, dos apellidos y un nombre que no eran tan fáciles de combinar porque había pocos que los tuvieran. Y a partir de mi bisabuelo empecé a sacar más información. Era una persona que se supone que no era militante y que la culpa de todo lo que había pasado era de mi abuela. Mi bisabuelo era un hombre de bien que no quería meterse en política y se supone que por culpa de mi bisabuela habían acabado todos mal y resulta que no, estaban los dos igual de metidos.
Tu bisabuela era militante del PSU y además estuvo en el frente. Se cuentan pocas historias de las mujeres en el frente.
Sí, era militante del PSU. También estaba en sindicatos del sector textil porque mi abuela era sombrerera. Yo creo que es a partir del sindicalismo textil que empieza a meterse en política. Hay una escena, que mi abuela no se acordaba de ella, y me explicó la hermana de mi bisabuelo, Neus, quien murió hace unos meses, que se encargaba de cuidar a las niñas cuando ella no estaba. Un día María cogió el saco, metió ropa rápidamente como pudo, algo de comida y dijo: “Me voy a luchar”. Y añadió: “Si no vuelvo, llamad al Pere”.
Y a partir de ahí empecé a descubrir que era una de las pocas mujeres que fue al frente de Aragón. Según los especialistas que he entrevistado no puedo certificar que estuviera luchando, pero sí haciendo tareas, haciendo las comidas, cuidando a los heridos o trayendo material de un sitio para otro. Y cuando volvía, volvía hecha un desastre, o sea que estaba en posiciones complicadas.
Llega un momento que se tienen que exiliar. Cuéntame un poco.
Ellos viven en Lleida, mi bisabuelo era mecánico. Y cuando los franquistas llegan a Lleida unos días antes, ellos se van a Cervera. La historia oficial y familiar era que se abrió otro taller mecánico en Cervera y se fueron hacia allá para seguir con la vida como si no pasara nada. Yo acabé descubriendo que en Cervera había un hangar de reparación de avionetas y de tanques republicanos, sobre todo en toda la zona de la Plana, y mi bisabuelo lo que hacía era reparar los aviones. Un día mi bisabuelo baja por las escaleras, bombardean el bloque de pisos donde muere y ahí sí que mi bisabuela, sin mi bisabuelo y con las tres niñas, decide que tiene que irse ya. Los fascistas estaban prácticamente encima. Entonces coge a las niñas y empieza a tirar para Francia.
Los franceses seleccionaron a los refugiados españoles como a ganado. A mí familia la mandaron al campo de concentración de Argelès
Y llegan caminando.
Llegan caminando. Sí, sí. Los recuerdos de mi abuela son que casi todo el camino fue andando y en carro en algunos momentos. A veces en algún tren, a veces en alguna clase de vehículo, pero sobre todo andando. Mi bisabuela estaba muy magullada, estaba débil, le costaba caminar y una vez llegaron a la frontera los franceses seleccionaron a los refugiados españoles como a ganado. Así les trataron los franceses donde se esperaban encontrar la gran república socialista defensora de los derechos humanos. A ellas las colocaron en el campo de concentración de Argelès. Para construir este campo se valló la playa de un sitio a otro y se metió a la gente ahí dentro. Dormían en pequeños barracones, los que se podían hacer barracones, la mayoría pues en la arena con el frío que hacía y bebían agua de la playa.
¿Y cómo acaban en la maternidad de Elna?
Este es el gran misterio del libro que no está resuelto. Lo que yo concluyo es que al final María tenía muchos contactos por su militancia. Entonces ella consigue salir del campo y a través de diferentes contactos y amistades que la conectan secundariamente a Elisabet, que es la enfermera que abre la maternidad, logra desplazarse hasta allí y trabajar junto a la hija mayor, Teresa. Ellas dos limpiaban el suelo, cuidaban de las mujeres, las iban a buscar con el coche, las traían. Y están un tiempo allí gracias a ese pacto de trabajo. En ese tiempo Luisa, que es mi abuela, y su hermana pequeña disfrutan de un oasis en medio de todo aquello. Disfrutan de los mejores días en años. Tienen comida, tienen tres platos al día, comen de todo, juegan, salen al jardín. No hay bombas. No hay peligro. Se pueden ir a correr metros y metros allá sin vigilancia. Y así es como lo cuenta ella, como algo que la marcó muchísimo en el sentido de que fueron los días más felices, seguramente de su juventud.
Pero deciden volver a España.
Si vuelven. Pero antes de volver, María lo que hace es intentar enviarlas a Rusia. Hay un momento en el que la República intenta enviar a muchos hijos de combatientes a Rusia para que tuvieran una oportunidad allí porque se veía que la cosa estaba jodida y que parte de esos niños difícilmente se podrían formar en España. Como los padres seguramente acaban siendo apresados, lo que hacen es enviar a todos estos hijos a Rusia con familias de adopción por acuerdos entre el Gobierno republicano y el ruso. Querían que allí tuvieran como mínimo la oportunidad de formarse y una vez formados, decidir si se quedaban a volver. Estos son los llamados niños de Rusia.
Entonces enviaban autobuses por las casas donde había niños refugiados. En uno de estos viajes el autobús pasa por Elna y María intenta que sus hijas se vayan. Y Teresa, que es la hermana mayor, coge a las hermanas, las aprieta fuerte contra el suelo y le dice a su madre que no, que no se van, que no se las van a llevar, que no las van a separar y que van a seguir juntas con ellas.
Cuando Franco da la orden de que los refugiados vuelvan deben de volver por Irún para ficharlos. Ellas estaban cerca de la Junquera, y entonces dan toda la vuelta hasta la parte oeste del sur de Francia. Y una vez en Irún las fichan y vuelven a Lleida en tren. Mi abuela recuerda ese viaje como un verdadero horror. Fueron muchísimas horas. Dice que cuando salió del tren todavía se movía el suelo durante horas. Luego María acude a la casa de la Guardia Civil y le dice a las niñas que si no sale, que se vayan con su tía.
Sí que es verdad que las mujeres están desaparecidas en la Guerra Civil. De hecho, cuando yo cuento que mi bisabuela estuvo en el frente al principio no se lo creían ni alguno de los historiadores
¿Se persona por propia voluntad?
Esto es lo que me cuenta Teresa. Había militado en Lleida, por lo tanto quedarse en Lleida era algo muy peligroso para ella. Seguramente acabaría muerta o apresada. Teresa recuerda que María salió y le dijo: “Vete con tus hermanas que yo ya volveré”. Entonces ellas se van caminando a casa de su tía y no la vuelven a ver nunca más.
La siguiente noticia que tienen son unas cartas enviadas desde Zaragoza con un apodo que es Nicolasa. En ellas le cuenta a sus hijas que de momento no puede ir a verlas, que está enferma, que se va a poner bien y que cuando se ponga bien les va a dar la vida que no les ha podido dar, la que les ha prometido. De hecho, en la última carta ella dice que ya está mucho mejor y que seguramente en unas semanas o en unos días va a poder volver a verlas. Y unos días después muere. La historia que me llega a mí es que la asesinan. Pero encontramos el certificado de defunción y dice que muere durante una operación por un quiste de ovario. Sí que tenía seguramente un quiste de ovario, porque ella se tocaba mucho el vientre, le dolía, tenía un bulto, pero no sabemos si seguramente la dejaron morir. Muere en diciembre de 1940.
Es interesante este ejercicio de retrospectiva, principalmente por situar a las mujeres en el mapa. ¿Qué pasó con las mujeres durante Guerra Civil? ¿Por qué no se habla de ellas?
Mira, yo siempre digo que este libro lo tendría que haber escrito una mujer. Pero mi hermana es artista y pinta y yo escribo. Entonces se ha dado así.
Sí que es verdad que las mujeres están desaparecidas en la Guerra Civil. De hecho, cuando yo cuento que mi bisabuela estuvo en el frente al principio no se lo creían ni alguno de los historiadores. ¿Una mujer en el frente? Eso es imposible. Como mucho haciendo tareas de manutención… Y yo les decía que mi bisabuela volvía con heridas en las piernas, coja y hecha un desastre. Dudo que estuviera solo cocinando. Ha habido como una conjura para silenciarlas y para eliminar su papel. Seguramente eran pocas porcentualmente las que estaban allí, pero fueron fundamentales para la guerra y para todo lo que vino después.
Esta era una historia para, no solo reivindicar el papel de la mujer en la memoria histórica de España, sino para reivindicar la distorsión que años después sigue habiendo sobre el papel de la mujer en esa época. A mí me llegó la historia de que mi bisabuela fue una mala madre, o sea, mi abuela y sus hermanas tienen un mal recuerdo de mi bisabuela y se decía que la bisabuela fue egoísta porque militó y prefirió la política a sus hijas. Esa es la historia que se nos ha contado siempre. Yo no me atrevo a concluir nada ni a dictar sentencia, pero lo que sí que sé es que lo que hizo, lo hizo por sus hijas, por asegurarles un futuro a sus hijas y porque veía lo que venía, ¿no? Luchó hasta el final por sus hijas, evidentemente por la República Española, pero sobre todo por su familia, para que tuvieran más oportunidades. Quise desmitificar un poco todo esto y al final me encuentro con la historia de una mujer que hacía lo que hacía por amor.
El libro es una invitación a destapar todas estas historias, a irte a comer con tu abuela y cuando acabes de comer, a preguntarle por todo lo que ha vivido
Siempre se vincula al papel de la mujer a los cuidados. Y esta historia le da la vuelta a la tortilla y nos enseña otra cara de la participación de las mujeres durante la República, durante el exilio y durante los primeros momentos de la dictadura.
Sí, sí, totalmente. Cuando me encuentro con gente que lo ha leído que a lo mejor no está muy politizada, y me expresa que le recuerda a la historia de su familia y esto es una historia de mujeres… Entonces, si la gran mayoría de las personas que se leen el libro me dicen esto es que hay una historia escondida que está por destapar. Y al final el libro es una invitación a destapar todas estas historias, a irte a comer con tu abuela y cuando acabes de comer, a preguntarle por todo lo que ha vivido y todo lo que pasó en esa época. Y cada vez vamos más tarde, porque cada vez son más mayores todas las personas que vivieron esa época.
Mi abuela ahora va a cumplir 94 años, o sea, imagínate. Pero los que están a tiempo que lo hagan. No es una invitación a que preguntemos, es a que les demos la oportunidad de hablar. Seguramente los hombres han hablado mucho de la Guerra Civil. Quedan vivas muchas más mujeres que hombres de esa época. Pues es una oportunidad para que por fin hablen, ¿no? Mi abuela ha tenido la oportunidad de reivindicar todo lo que hicieron prácticamente 80 años después de vivirlo. Es una invitación a que todos preguntemos a las mujeres de nuestro árbol genealógico.
A veces es difícil porque como tú comentas en el libro, las personas para seguir viviendo olvidan.
Totalmente. No es que olviden, es que se obligan a olvidar. Lo que sí que te puedo asegurar es que hay un mecanismo en la gente que ha vivido estos traumas tan extremos de olvidar para sobrevivir. Y esto es 100% verídico. Mi tía abuela Teresa, que también murió hace un año y medio, y la cual fue una pieza fundamental para destapar toda esta historia, me dijo, después de varias entrevistas: “Lo siento mucho pero es que de verdad que yo sé que lo sabía. Pero decidí no saberlo y ya no puedo rescatarlo. Ya no lo sé. Por mucho que me preguntes, yo ya no sé todo esto. No tengo estas respuestas”. Me decía que se había obligado a olvidarlo, porque si no se hubiera obligado a olvidarlo, no hubiera podido criar a sus hermanas y no hubiera podido llegar hasta aquí.
¿Y no sentiste un poco de miedo o vértigo a la hora de saber que estabas abriendo puertas que quizás no deberías abrir o no estabais preparados para abrirlas?
Sí, de hecho, en la presentación del libro una prima mía cogió el micrófono cuando habíamos acabado y dijo que al principio pensaba que estaba siendo un egoísta y que por egocentrismo profesional estaba destapando una historia que sabía que le podía hacer muchísimo daño a su abuela, que en este caso era Teresa. “Pero después de leer el libro te doy las gracias por haber hecho todo esto y por haberlo hecho como lo has hecho. Porque ahora tengo dos hijos, ahora le podré contar a mis hijos todo lo que pasó con mi abuela y toda la verdad”, me explicó.
Si yo no me dedicara a preguntar, no me dedicara al periodismo, yo no hubiera sacado esta historia a la luz
Es un ejercicio muy importante, muy necesario, muy valiente. Y además yo creo que, como tú dices, vamos a perder mucha parte de la historia porque se están muriendo. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Hablar con quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Yo soy periodista. Para derribar estas barreras tiene que haber una parte muy vocacional de querer saber, de tener una necesidad imperativa de saberlo y de que hasta que no lo sepas no vas a parar. Evidentemente, respetando el dolor que pueda causar y manteniendo la distancia en los momentos que hace falta hacerlo, ¿no? Pero si yo no me dedicara a preguntar, no me dedicara al periodismo, yo no hubiera sacado esta historia a la luz.
Entonces creo que es complicado. Si no tienes esta vocación férrea de destapar estas historias, da miedo y da vértigo porque no quieres causar dolor, porque esto causa dolor. Esto ha causado dolor en mi abuela, en sus hermanas y en todas las personas que han estado alrededor de esto. La hermana de mi bisabuelo entró en un episodio de demencia y se pensaba que estaba en plena Guerra Civil y que caían bombas en la residencia y me llamó su hija. Yo le había entrevistado porque era una de las piezas centrales, porque era la persona más mayor de la época. Y ahí pensé en parar todo. Ahí aparecieron las primeras líneas rojas de verdad. Pero bueno, al final se resolvió bien el episodio. Parece que no hubo consecuencias de todo ello. Entonces pude seguir hacia adelante con el permiso evidentemente, de sus hijas.
Entiendo que es complicado, pero yo animaría que a pesar del dolor que creamos que puede causar, a veces ese dolor es reparador a largo plazo. A corto plazo puede parecer que estamos abriendo heridas y que estamos abriendo un dolor muy grande, pero a largo plazo las heridas acaban cicatrizando mejor de lo que estaban, porque al final son heridas que muchas veces nunca han sido curadas. Mi abuela y sus hermanas nunca habían hablado de esto. Era un trauma que tenían aparcado. No abrirlo les dolió, de hecho mi abuela en una de las últimas entrevistas, ella también lo reconoce. “A mí me ha ayudado a aplacar todo este dolor. Y si no hubiera sido por esto, pues no me podría ir en paz. Y ahora sí que me voy. No del todo, pero hay una parte de mí que ahora reconoce que he hecho bien en hablar de todo esto”, me dijo
Hablamos de periodismo literario. ¿Cómo se construye una obra de periodismo literario?
Pues no lo sé, porque es mi primera obra. Pero, se construye utilizando los mecanismos del periodismo. O sea, se construye siendo muy fiel a la no ficción. Siendo muy fiel a los principios deontológicos y profesionales y muy paciente con las herramientas que debes utilizar. Se construye con mucha paciencia, con mucha persistencia y sobre todo con mucho trabajo. No se puede ficcionar. Evidentemente hay partes reconstruidas del pasado que no son 100% fehacientes a lo que ocurrió, pero sí que beben de otras escenas que historiadores certifican que pasaron así. Estuve cuatro años y medio para escribir esto. Imagínate, es un libro corto.
Y, sobre todo, para hacer periodismo literario hay que intentar no perder la mirada. Y cuando encuentras esa mirada, recordarte constantemente desde dónde estás narrando. Sobre todo no perderla, porque es muy fácil perderla. Y si la pierdes, pierde el sentido el relato.
Nunca ha habido una reparación. Y difícilmente parece que la vaya a haber. Estamos en uno de los periodos progresistas más alentadores de los últimos años y no parece que avancemos nada en ese sentido
Y ya por último, tu abuela, imagino o entiendo que tenía miedo y sigue teniéndolo. Ya ha pasado mucho tiempo, pero en este país las personas mayores siguen teniendo miedo a contar lo que sucedió durante la guerra y el franquismo y más si tenían padres comprometidos ¿Por qué crees que en este país está durando tanto el miedo?
Porque nunca ha habido una reparación. Nunca. Y difícilmente parece que la vaya a haber. A lo mejor estamos en uno de los periodos progresistas más alentadores de los últimos años y no parece que avancemos nada en ese sentido. Nada. Cuándo sería el momento perfecto para hacer justicia de todo lo que ocurrió. Por lo tanto, si no está pasando ahora, ¿cuándo va a pasar eso? A mí me da mucho miedo también pensar que si ahora no se hace, probablemente no se va a hacer. Y eso es terrorífico. Y al no haber esa reparación, el miedo sigue alimentándose.
Y ¿por qué tenemos tanto miedo? Porque la historia se repite. La historia en cierto es cíclica y cometemos los mismos errores y podemos volver a los mismos pozos una y otra vez. Creemos que por obviar los problemas no volveremos a repetir esos errores pero este el mayor fracaso. Queriendo olvidar todo aquello, estamos volviendo a vivir escenas. Evidentemente yo no puedo decir si las escenas de terror de hoy tienen algo que ver con las que se vivieron hace 80 años. Pero sí que mi abuela a veces compara ese terror político de entonces y de ahora. Creo que el hecho de callar y de silenciar todo aquello lo único que hace es alimentar los fantasmas. Y tenemos que cambiar la mentalidad. Tenemos que destapar todo aquello para evitar repetir todos estos errores. Y da mucho miedo, evidentemente. Si a mí me da miedo, no me puedo imaginar el miedo que les dio a todas las protagonistas de este libro. Pero es necesario. Es necesario para que ni nosotros ni nuestros hijos vuelvan a vivir lo mismo.
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Precioso artículo y el libro tiene una importancia brutal en cuanto a memoria histórica e historias personales de las víctimas.
Es terribles el ver como desde la instituciónes no se ha hecho nada para promover esa transferencia oral de sucesos sobre la guerra civil y la dictadura, lo que hubiera ayudado mucho a las familias y a la verdad.
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