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Desiertos, montañas, lagos y glaciares son parte de la geografía chilena, repartida de norte a sur. El principal núcleo urbano del país es la ciudad de Santiago, su capital. Y es en medio de éste paisaje donde nace Luis Alejandro, el mayor de siete hermanos y fruto de una familia sencilla y humilde.
En algún momento escuchó “si uno nace pobre, siempre será pobre”. Y él pensó “si yo estudio, no tengo por qué seguir siendo pobre. O al menos seré pobre, pero con mejor situación de vida”. Así se lo propuso y fue como el motor que ha conducido su vida, su obsesión. Tenía claro que sus padres no podrían costearle los estudios superiores, así que apenas terminó el instituto se puso a trabajar para poder cubrir sus gastos académicos. Con el tiempo logró graduarse como Ingeniero, también como Técnico en Comercio Internacional y hasta tiene un certificado de Locutor.
“No somos inmigrantes”
Por motivos laborales, Luis Alejandro dejó atrás su tierra natal y hasta los momentos ha vivido en Estados Unidos, México, Argentina y actualmente en España.
Era finales de los años ochenta, un tiempo dónde las negociaciones comerciales debían hacerse cara a cara “no había móviles, ni Internet de forma popularizada. Una época totalmente diferente. Había que ir en persona y ver lo que se podía ofrecer y vender”. Durante esos años Alejandro, como le suelen llamar aquí en España, “vivía más en un avión, que en casa”.
Todos nacimos en el planeta Tierra. Y los hombres por conquistar, han delimitado los territorios. Yo no pedí esa división. Yo solo soy un terrícola.
Con esta historia tan nómada, está claro por qué no cree en las ‘divisiones’. Dice con convicción: “No creo en banderas, ni fronteras, ni religiones.” Aclara su idea al decir que “todos nacimos en el planeta Tierra. Y los hombres por conquistar, han delimitado los territorios. Yo no pedí esa división. Yo solo soy un terrícola. Cuando piensas de esa manera, comienzas a abrirte y a adecuarte a todo. Somos importantes como seres humanos, no somos distintos por haber nacido en un lugar o en otro: somos terrícolas.” Y mucho menos se describe como inmigrante, “yo siento que pertenezco a la tierra a donde voy”, declara con una sonrisa.
No sabía qué era Logroño, ni qué era La Rioja
A principio del año 2.000, Alejandro regresa a Santiago, pero sintió que ya no encajaba “los amigos, o se habían marchado o se habían casado, mi familia también estaba en sus labores. Ya no tenía contactos, era como comenzar de cero”. Pensó en regresar a EE.UU., pero con el Ataque a las Torres Gemelas, vio complicado el trámite del visado. Es allí cuando se plantea venir a España.
Llega a la península en el 2.002, pensaba establecerse en Cataluña, pero un amigo chileno le dice “pero ¿por qué no te vas a Logroño?”. Alejandro no tenía idea de dónde quedaba La Rioja. Su amigo le dio el contacto de su hermana quien, a su vez, le describió Logroño como “una ciudad bien pequeñita, que tiene de todo y en la que estarás a gusto”.
Sin dudarlo, Alejandro llegó a la ciudad logroñesa y al mes comenzó a trabajar como encargado de una constructora. En ese entonces tenía visado de turista, pero con el tiempo y con trabajo se hizo con la residencia permanente.
Crecer entre tangos, milongas, pasodoble y jotas
De Chile extraña solo a su gente, a sus padres y a sus dos hijos, que ya son profesionales. Pero, a pesar de que tiene muchos recuerdos de su vida allí, no extraña al país. “Incluso el clima de Santiago se parece mucho al de Logroño, así que tampoco extraño eso”.
Alejandro nunca antes había venido a estas tierras, es a través de su abuela materna, que era española, que se había formado una idea de cómo era el país.
De su infancia y juventud guarda con afecto los fines de semana familiares, enmarcados por la música. “Los sábados imperaban los tangos y las milongas, porque eran los ritmos preferidos de mi padre. Pero los domingos, mi madre era quien llenaba la casa de pasodobles y jotas”. También dice que sabía de España por un jefe español que tuvo su padre y a través de los contactos que fue él haciendo personalmente en su vida laboral, quienes le hablaban muy bien de la tierra del pasodoble.
De Logroño a todo lo largo y ancho de la península
Recuerda claramente el día que llegó a España. Sus amigos le recibieron temprano en el aeropuerto de Madrid. Y cuando llegó a Logroño, se fijó en el nombre de la calle por la que entró a la ciudad Calle Chile, “¡madre mía!”, exclamó con sorpresa entre risas.
Siente que esta tierra lo recibió con amigos y buena comida. Además, él mismo asegura que su experiencia previa en otros países, le ha dado herramientas para adaptarse rápidamente a nuevos entornos. De Logroño y su gente le gusta “la cercanía, el saber estar, que es una ciudad limpia, (el servicio de) la salud -que es prioridad- y, como dice su himno, aquí no te sientes extranjero.”
Eso sí, Alejandro pensaba que al venir a vivir a “la cuna de la lengua castellana” el idioma no le supondría un problema. Pero los primeros días, al hablar con algún local pensaba “¡¿qué me está diciendo?!” Y es que hay muchas palabras y expresiones que se le hacían totalmente desconocidas, era como volver aprender otra lengua.
Su trabajo en el área de construcción y en el área comercial, le han permitido conocer muchos sitios de España, incluso dice que ha visitado más lugares de la península que muchas de sus amistades españolas.
“No tenía en mente tramitar la nacionalidad”
Comienza la crisis de la Burbuja Inmobiliaria y Alejandro se plantea Suecia como próximo destino. “Uno es de dónde se hace y en catorce años aquí, me siento de aquí. Pero si me voy a Suecia, seguramente con el tiempo me sentiré sueco, aunque sea moreno.” Definitivamente él no tiene miedo a comenzar de nuevo, simplemente lo ve como un aprendizaje.
Conoció a su actual pareja en Logroño hace más de diez años, pero su relación con ella comenzó años después, cuando pensaba marcharse a Suecia. El amor le brindó el elemento que le faltaba para sentirse totalmente estable en España, así que decide quedarse e iniciar el proceso para optar por la nacionalidad.
“Crear una empresa en España en más difícil”
Aquí quiso tener un programa de radio para fomentar las pymes y las micro-pymes, basado en su experiencia previa en producción en una radio chilena. “No conseguí el respaldo necesario en España”. Y es que, según su experiencia, considera que en éste país carecemos de un apoyo adecuado para emprender. “En EE.UU. creé una empresa en una hora, aquí es toda una historia burocrática de semanas y se requiere invertir mayor capital”.
En ocasiones aisladas ha sentido un trato distinto por ser extranjero. Recuerda puntualmente situaciones donde se le acercaban y le decían que querían hablar con el dueño de la empresa y verse en la situación de tener que aclararles que él es el dueño.
Alejandro se reconoce como una persona tan valiosa como los que ya están en cualquier lugar. “Llego a un sitio convencido de lo que puedo aportar y no pensando en qué me van a dar. Uno tiene que emigrar con la autoestima en su lugar, dando y reconociendo en uno mismo el valor que tiene, como persona y profesional. Vengo a demostrar lo mejor que puedo ser”.