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Música
Begoña Astigarraga: “Nos habíamos criado con tal falta de libertad que salir de aquello era una prioridad”
Begoña Astigarraga, bajista en Vulpes, grupo de punk vasco que llegó a recibir una querella de la Fiscalía en 1983 tras su actuación en un programa de TVE, habla, entre otras cosas, de su impacto mediático en aquella época y la nueva ola represiva contra la libertad de expresión.
Begoña Astigarraga tenía 21 años cuando salió en 1983 en el programa de TVE Caja de ritmos tocando el bajo en las Vulpes. Aquella actuación dio una excusa al periódico ABC para abrir una línea de ataque contra el PSOE por su gestión de la televisión pública, que había permitido que la banda vasca de punk cantara en horario infantil que les gustaba ser unas zorras.
La batalla se saldó con la cancelación del programa, la dimisión de su director y una querella de la Fiscalía del Estado contra el grupo. Vulpes terminó por disolverse. Después de aquello, Begoña tocó durante un año en Primitivos. Luego se mudó a Londres y dejó la música.
Desde hace poco ha dejado también el bullicio del Casco Viejo de Bilbao para vivir en las afueras. Lo que no parece abandonar es el deje punki: “No pongas a qué me dedico, no me parece relevante. Si a alguien le interesa mucho, que busque”, dice. Y da un sorbo a su café sin inmutarse.
Al repasar la prensa del 83 se encuentran páginas surrealistas como una “encuesta” de ABC a personajes sevillanos. En concreto, el vicepresidente del Consejo de Cofradías y Hermandades, quizá como garante de la moral, tachaba de “inadmisible” la canción reconociendo que ni siquiera había visto el programa. ¿Cómo vivisteis el revuelo mediático? ¿Leíais la prensa u os mantuvisteis al margen?
Claro que leíamos lo que decían de nosotras. Fue flipante todo el lío que se montó de la noche a la mañana, entrevistas, reportajes, columnas de opinión en las principales cabeceras, viñetas en revistas satíricas de gran tirada como El Jueves, una querella criminal del fiscal general del Estado, salimos hasta en El Caso. En fin, fue evidente desde el principio que aquello era algo que interesaba a alguien y nosotras estábamos en medio de la corriente intentando que no nos engullera, pero al final fue perjudicial para nosotras y acabamos separándonos.
¿Alguna vez sientes nostalgia?
No me gusta anclarme en el pasado. Vulpes fue para mí una etapa de mi vida, genial, divertida, enérgica y llena de experiencias, pero ha habido otras tan interesantes o más. No sé si llamarlo nostalgia, pero sí echo de menos en la juventud de hoy ese espíritu que teníamos entonces y que tanto se ha idealizado. Nos íbamos de casa sin nada, a vivir a otros países sin sentir la necesidad de seguridad, nos habíamos criado con tal falta de libertad y tantas imposiciones morales que salir de aquello era una prioridad.
¿Crees que al final lo que quedó fue la imagen-mito de las jovencitas rebeldes y poco de vuestro discurso?
Quedó la imagen de cuatro chavalas rebeldes que cantaban cosas reivindicando nuestro espacio y nuestros derechos, pero porque nos hicieron mediáticas sin comerlo ni beberlo. Nuestras canciones mostraban inconformismo, y lo decíamos con todo el descaro porque así era el punk. Queríamos tocar, divertirnos, como lo hacían los chicos, pero a nuestra manera.
Pasa de mí era una respuesta adolescente al mensaje de nuestros padres de ser formales, educadas y estudiosas, a los novios posesivos o a quienes te miraban mal por la calle por vestir con las medias rasgadas, los pelos cardados y de colores.
Sexo por la cara era decirles a los hombres “yo soy la que decido cuando quiero sexo y no te asustes de que te lo diga a la cara, también puedo disfrutar contigo y decirte adiós, o pedirte sexo sin compromiso”. Pero también cantábamos contra la amenaza nuclear, contra la iglesia, la policía, las normas y los políticos. Siempre con ironía y humor. Yo creo que a pesar de que Me gusta ser una zorra fue la canción bandera, en los conciertos y las maquetas quedó todo nuestro mensaje, y mucha gente lo conoce.
Pienso que, siendo mujeres, el escándalo en TVE tuvo más impacto mediático, pero está claro que las querellas han caído y siguen cayendo igual 35 años después
¿Fuisteis un blanco fácil quizá por ser mujeres? No pasó nada con otros grupos, como Siniestro total y su Sexo chungo…
Cuando grabamos para Caja de Ritmos nos pidieron que cambiáramos las letras. Nos negamos porque preferíamos que taparan con un pitido ciertas palabras y demostrar así que la transición no había traído la libertad de expresión.
Finalmente se emitió íntegra y no pasó nada, al menos hasta que, diez días después, ABC publicó en portada el titular “Una canción obscena, nuevo escándalo en TVE” y la letra de la canción.
Ese titular ya dice mucho de que la derecha católica ya recriminaba al PSOE, recién llegado al Gobierno, la gestión de la televisión pública. Solo fuimos el instrumento. Pienso que, siendo mujeres, fue mucho más impactante mediáticamente, pero está claro que las querellas han caído y siguen cayendo igual 35 años después.
¿Crees que vuestras letras seguirían resultando ofensivas ahora que se dice que el feminismo está de moda?
Supongo que hoy en día podría haber pasado algo parecido. Siempre hay mentes cínicas dispuestas a escandalizarse por cualquier cosa si entienden que va en contra de la moral cristiana. Ahí está el caso de las Pussy Riot.
Sin embargo, a mí me indigna ver programas en algunas cadenas privadas donde se da una imagen retrógrada de la mujer, aun de mujer objeto, o videoclips musicales que me dan ganas de vomitar. No diría que el feminismo está de moda, lo que pasa es que se cuestiona todo más abiertamente, los casos de abusos sexuales han dejado de esconderse, el maltrato machista se denuncia, las reivindicaciones de igualdad salarial, la paridad en las tareas del hogar... Hay mucho espacio ganado, pero aún queda muchísimo terreno por andar.
El vuestro fue el primer ejemplo mediático de censura después de la dictadura franquista. ¿Qué opinas de casos similares más actuales?
Suelo interesarme por ellos y, lamentablemente, no se limitan a letras de canciones de grupos. Hay obras como la del artista Abel Azkona en la que se escribía con hostias la palabra “pederastia”, las querellas contra los titiriteros, contra el cantante de Def con Dos, la sentencia de dos años y un día de cárcel para los 12 raperos del colectivo La Insurgencia, entre otros muchos. Son querellas que atentan contra la libertad de expresión en la propia actividad artística y que son arbitrariamente interpretadas.
Eso sí, casi siempre se judicializa a una corriente ideológica concreta. En el sentido contrario se ven pocas sentencias, pero se escuchan muchas barbaridades que justifican o hacen apología de la violencia machista, comentarios xenófobos y racistas, apología del abuso sexual contra las mujeres, y otras cosas que a mí me parecen mucho más peligrosas.
Alguna vez habéis comentado que, después de la polémica, vuestra gira fue censurada de forma soterrada. ¿Cómo fue tocar fuera de Euskadi?
Yo no diría que fuimos boicoteadas, si no, no nos habrían contratado para tocar en tantos sitios. Entrábamos en un mundo que desconocíamos, había promotores interesados en vender Vulpes en el cartel de una forma morbosa.
Al principio nos ponían como teloneros a bandas mucho más profesionales que nosotras que no coincidían para nada en estilo, y por tanto el público tampoco. Con el tiempo, y algunos buenos palos, fuimos aprendiendo a elegir mejor dónde y con quien tocar.
Actuamos en Rockola, en la meca de la movida madrileña, y los seguratas, que eran policías de paisano, nos hicieron una encerrona y nos dieron leña por, según ellos, poner al público en su contra.
En Palma de Mallorca nos advirtieron de que había militares en la sala dispuestos a disparar al aire si cantábamos cierta canción. Había sitios donde nos recibían de maravilla y otros donde tuvimos que salir por patas y sin cobrar porque no nos dejaban actuar en paz. Era todo bastante surrealista.
En Euskal Herria lo llevamos mejor, aún no había una infraestructura de gaztetxes donde poder tocar, pero actuábamos en plazas de pueblo con grupos punks y también en salas de fiesta donde te iba a ver gente de todo pelaje, y claro, a veces se pasaban mil pueblos.
¿Planeáis alguna otra vuelta del grupo o con la grabación de 2005 en recuerdo de Lupe saldasteis las cuentas con los años 80?
Aquella fue una oportunidad que nos surgió a raíz de hacer un homenaje por los diez años de la muerte de Lupe, la batería. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo para robarle horas a nuestras vidas de madres y trabajadoras, ponernos al día y preparar bien unos cuantos temas. De ese tirón salió la idea de hacer una nueva producción de los viejos temas y dejar grabado un CD con la mayoría de canciones. Ese debía ser el broche de Vulpes y así fue. No hay perspectivas de un revival.