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Neoliberalismo
La ortodoxia económica intenta, por Navidad, volver a las andadas
La corriente de pensamiento dominante intenta volver de nuevo a las andadas, pero esta vez por Navidad. Inasequible al desaliento, pretende retomar su hoja de ruta, tras dar por concluida lo peor de la pandemia. Ello viene a colación de las últimas recomendaciones, comentarios, sugerencias o propuestas de las principales organizaciones económicas multilaterales respecto a nuestro país. Tampoco nos debemos olvidar de los relatos y análisis del actual gobernador de Banco de España sobre los problemas y peligros que acechan a España. Todos ellos resultan cansinos, repetitivos, imbuidos por un halo de racionalidad fingido. Se han olvidado muy rápido de lo sucedido durante la Gran Recesión y vuelven a recomendarnos las mismas recetas y propuestas, como si no hubiese pasado nada. Desde la contención salarial y el control del gasto y deuda pública, pasando por el eterno abaratamiento del despido, o la eterna sugerencia de sistemas de pensiones pre-financiados -total o parcialmente-… El problema es que cuando usamos los datos y tratamos de contrastar las hipótesis detrás de sus recomendaciones, éstas no se cumplen, se rechazan.
La ortodoxia económica –neoclásicos y neokeynesianos-, para hacer que sus modelos funcionen de manera coherente tienden a reducir significativamente la complejidad y los detalles más finos de la economía a través de un conjunto de premisas completamente alejadas de la realidad. Los economistas más dañinos son aquellos cuyo trabajo no está sujeto a las necesarias restricciones que marcan la realidad de los datos, a pesar de lo cual se animan a extraer conclusiones y hacer recomendaciones de política económica. Esto ha dado lugar a determinados modelos apriorísticos, generados en su inmensa mayoría por think-tanks conservadores bien financiados, sobre el papel del gasto público, la deuda privada, los salarios, o sobre cómo funcionan los mercados. Las economías que describen son fruto de una imaginación febril, y rara vez se han visto en el mundo real.
Pensamiento gregario: incompetencia estructural e instinto de clase
Al final, ese virus conocido como “Realidad”, que describió el economista postkeynesiano australiano Steve Keen, y que comenzó a afligir a los economistas de la corriente principal tras la Gran Recesión, haciéndoles rechazar los argumentos que solían utilizar para justificar sus modelos, ha sido tratado mediante la negación y evitación de la Realidad. Ingenuamente, pensábamos que seguirían el método científico. ¡Qué va! Han adoptado el pensamiento gregario. Éste se caracteriza por una tendencia a examinar muy pocas alternativas; una falta de evaluación crítica de las ideas de los demás; un alto grado de selectividad en la recopilación de información (manipulación); una falta de planes de contingencia; una frecuente racionalización de las malas decisiones; una ilusión de invulnerabilidad de grupo y moralidad compartida, donde los verdaderos sentimientos y creencias son suprimidos, manteniéndose una ilusión de unanimidad. Como corolario final, se auto-designan guardianes de la esencia (centinelas de la información) para proteger al grupo de la información negativa.
El hecho de que en algunos casos ni siquiera se molesten en leer los elementos de las teorías alternativas, junto con los insultos, sugiere que esos economistas están actuando más como guardianes de la mente que como académicos
El hecho de que en algunos casos ni siquiera se molesten en leer -por no hablar de entender- los elementos de las teorías alternativas, junto con los insultos, sugiere que esos economistas están actuando más como guardianes de la mente (defendiendo una ortodoxia rota) que como académicos. Tan sencillo como evaluar una idea por sus méritos.
La pregunta es inmediata, ¿por qué después de tanta evidencia continúan recomendando las mismas recetas? Sólo caben dos respuestas, la incompetencia estructural, o el instinto de clase. En realidad hay una mezcla de las dos hipótesis, pero el empecinamiento de la implementación de políticas fracasadas hace que la balanza se decante finalmente por la segunda.
Economía
Las falacias sobre el repunte de la inflación
La inflación actual y las relaciones de causalidad deuda pública-crecimiento
Analicemos brevemente dos episodios que se han dado a lo largo de 2021. El primero de ellos, el repunte de la inflación. La inflación actual la están provocando dos aspectos que son consecuencia directa de propuestas defendidas por los economistas ortodoxos. Por un lado, la financiarización de la economía, mediante procesos de liberalización que no se deberían haber producido, como el acceso a los mercados derivados de materias primas a fondos institucionales, y su reflejo en la evolución de los precios de la energía y de los alimentos no elaborados. Por otro, el abaratamiento del factor trabajo, con la deslocalización y concentración empresarial subsiguiente, especialmente en las cadenas de suministro, provocando el actual repunte de los precios de los bienes industriales. ¿Han escuchado ustedes alguna crítica a esos procesos de liberalización de mercados? ¿Han leído algún mea culpa sobre los procesos de deslocalización industrial por y para abaratar costes? ¡Es el mercado amigo! Eso, sí, según ellos, no hay que trasladar el repunte brutal de la inflación, debido a su incompetencia, a aumentos salariales. Lo dicen después de haber destrozado al factor trabajo.
El segundo de esos episodios, personalmente, me provoca bochorno. Ya saben, aquellos que se despreocuparon de la deuda privada, y, por lo tanto, ni olieron atisbo de Gran Recesión, están asustadísimos por los crecimientos de la deuda pública global. Obviamente, aun siguen sin comprender las balanzas sectoriales de Wynne Goodley, y por lo tanto no pueden inferir que en toda recesión de balances privados aumenta la deuda pública, y que dicho aumento es el motor de la recuperación económica.
Para terminar a todos ellos les ofrezco, como regalo navideño, dos lecturas interesantes. Por un lado, Household debt and business cycles worldwide publicado en 2017 en The Quarterly Journal of Economics, y donde los autores, ortodoxos, afirman que “un aumento de la relación entre la deuda de los hogares y el PIB predice un menor crecimiento del PIB y mayor desempleo a medio plazo para un panel no equilibrado de 30 países desde 1960 hasta 2012”. Una conclusión obvia para cualquier economista postkeyniano, especialmente aquellos que estudiaron y aprendieron con Hyman Minsky. Pero, reconozcámoslo, es un paso que esa ortodoxia lo asuma, e incluso publique, aunque con varias décadas de retraso, que la deuda privada importa, y mucho.
Por otro lado, Nonlinearities in the relationship between debt and growth:(no) evidence from over two centuries publicado en 2019 en Macroeconomic Dynamics, y donde el autor, en un análisis para 27 países, desarrollados y en vías de desarrollo, concluye así su último párrafo: “Los resultados que se presentan en este documento socavan algunas de las conclusiones populares sobre este tema tan cargado de política que representan el ajuste fiscal como una necesidad para la estabilidad y la sostenibilidad económica a largo plazo..... En realidad, destaco la ausencia de pruebas de no linealidad, como el popular umbral del 90% de la deuda soberana en relación con el PIB, o de especificaciones polinómicas en la relación a largo plazo entre la deuda soberana y el crecimiento y el desarrollo, que ha sido el objetivo explícito de la literatura empírica que cito y reviso”. El autor, en definitiva, no encuentra pruebas de una relación de equilibrio a largo plazo entre la deuda pública y el crecimiento económico. Dado que una relación de equilibrio a largo plazo representa un requisito previo para cualquier causalidad a largo plazo entre ambas variables, ésta no existe.
Sin embargo, a pesar de tanta evidencia, los economistas ortodoxos, desde su control de los organismos multilaterales, siguen erre que erre. Obviamente, ya no es un tema de incompetencia estructural, que lo es, sino, todavía más grave, de defensa de unos intereses de clase, entre ellos, el suyo.