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Opinión
Reinas feministas
El intento de modernizar la monarquía tras sucesivos suspensos a la institución ha incluido guiños igualitarios. Pero la Corona no puede ser feminista porque no es feminista arrodillarse ante nadie.
En una escena de The Crown, el marido de la reina de Inglaterra, el Duque de Edimburgo, le pregunta: “¿Eres mi esposa o mi reina?”. Isabel II responde: “Soy ambas, y un hombre de verdad se arrodillaría ante las dos”. La serie pone en escena una biografía ficcionada sobre la reina Isabel II de Inglaterra y hace serios esfuerzos por mostrarla como un símbolo de superación: Isabel II es una mujer que se abre paso en un mundo de hombres que no están dispuestos concederle ningún crédito y consigue, en un entorno hostil, ejercer un poder con firma propia.
En 2019, durante una entrevista con motivo del lanzamiento de la tercera temporada de la serie, la actriz que interpreta en esa temporada a “Lilibet”, Olivia Colman, declaró haberse enamorado de un personaje que considera “la feminista suprema”. “Ella es el sostén de la familia. Ella es la que está en nuestras monedas y billetes. El príncipe Felipe tiene que caminar detrás de ella”, justificaba.
Pero, no. Ni el feminismo aspira a que ningún hombre se arrodille ante las mujeres ni ninguna reina puede ser un icono feminista.
Sin embargo, las luchas de las mujeres han adquirido una relevancia que coloca la agenda de los feminismos en primera línea, y esto no pasa desapercibido a las productoras que se lanzan a recuperar y poner en valor historias de mujeres —lo cual es bienvenido, también si son reinas— ni a las monarquías en su intento de perpetuarse. En la serie, la máxima “the Crown must always win” (la Corona siempre debe ganar) refleja muy bien este principio monárquico: el de seguir porque sí, porque siempre ha sido así. Y, ante tamaño objetivo, ¿por qué no usar al feminismo, a las mujeres o al discurso de la igualdad?
Al contrario que la británica, con amplio apoyo, la Corona española es consciente de la significativa pérdida de apoyo que ha puesto en evidencia hasta 2015 el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En 1995, cuando el CIS preguntaba a la ciudadanía su opinión sobre la Casa Real, su nota era de 7,5. En abril de 2015, última ocasión en la que el CIS se interesó por el asunto, la ciudadanía suspendió a la institución con una nota media de 4,34. La Corona se ha ganado a pulso esa falta de apoyo a golpe de juancarladas, la última, la salida de España sin billete de vuelta del emérito Juan Carlos I tras saberse que se investiga su fortuna en paraísos fiscales. Pero nunca sabremos qué habría dicho un CIS después de esto.
En junio de 2014 —después de que, en abril de 2013, la nota del barómetro tocara fondo con un 3,68— se producía el cambio de mando en favor de Felipe VI. Tras la abdicación del rey Juan Carlos I, Felipe VI fue proclamado rey e hizo un esfuerzo por renovar la imagen de la Corona tras ocupar el trono con algunas medidas como una bajada de sueldos, libertad de elección de símbolos religiosos o la inclusión de colectivos LGTB a sus audiencias. Muchos cambios simbólicos y alguno económico trataban de ofrecer un relato diferente sobre la Casa Real.
Sin embargo, el cambio fundamental ya se había producido en 2004, cuando Felipe contrajo matrimonio con Letizia, una “plebeya” con familiares republicanos que, en la comparecencia ante los medios para anunciar el compromiso con Felipe, en noviembre de 2003, se atrevía a cortar al entonces heredero de la Corona.
Pero, no. Ni la introducción en la familia real de una mujer sin derechos hereditarios y con ganas de hablar, ni el debate abierto sobre las leyes de sucesión después de que la pareja haya tenidos dos hijas hacen de la Casa Real una institución remotamente feminista. Tampoco sirve al feminismo el supuesto compromiso de la Reina con causas feministas como la lucha contra la violencia de género. En mayo de 2019, el Observatorio de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) eligió a Letizia como “la personalidad más destacada” en la erradicación de la violencia de género en un momento en el que la irrupción de Vox en el Parlamento servía para amplificar los discursos negacionistas de esta violencia. La reina, en su discurso, pidió “seguir combatiendo y enfrentando” la violencia de género “con todas las herramientas” que permita el Estado de derecho y, también, con educación. Pese a ello, algunas organizaciones feministas no pudieron evitar mostrar su sorpresa por el premio.
La monarquía no puede ser feminista por la misma razón por la que no puede ser democrática: porque es lo contrario a la igualdad de oportunidades
Nada de eso esconde que la monarquía hunde sus cimientos en una sociedad de clases que no tiene ningún encaje en un movimiento que pretende, como mínimo, una igualdad más allá de la meramente formal (y, como máximo, darle la vuelta al sistema). La monarquía no puede ser feminista por la misma razón por la que no puede ser democrática, porque es lo contrario a la igualdad de oportunidades, y no hace de ella una institución más igualitaria el que una reina pronuncie discursos contra la violencia machista.
Además, no puede ser feminista, ni igualitaria, una institución que mantiene la preferencia del varón en la ley que regula la sucesión al trono. Es una anomalía insostenible que el artículo 56 de la Constitución consagre esta preferencia —“la sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores, en la misma línea el grado más próximo al más remoto, en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”—, en contra de otro artículo, el 14, que proclama la igualdad —“los españoles son iguales ante la ley”—.
Pero es que, de modificarse este artículo, que evidentemente ha de ser señalado por machista, tampoco sería la monarquía más feminista ante un eventual reinado de Leonor, ni es la Corona británica más feminista que la española por tener al frente a Isabel II: una institución que se legitima por la herencia divina no puede tener cabida en ningún plan que se diga feminista.
Por si fuera poco, la Corona concentra como ninguna institución el uso para sus propios intereses de los cuerpos mujeres, que son meros instrumentos para dar herederos a las familias reales. Para la Corona, es preceptivo utilizar los cuerpos de las mujeres, y además esto se hace en el seno de un modelo de familia único y patriarcal que el feminismo solo puede poner en duda y que la institución monárquica legitima. No es casual que la Reina, con un papel discreto y abnegado, obtenga la mejor valoración entre los integrantes de la Casa Real en la encuesta: un 5,9, más de un punto por encima que Letizia, que obtiene un 4,7, según el barómetro que El Salto junto a los 15 medios de la Plataforma de Medios Independientes publica hoy.
Así que, no, la monarquía no puede ser feminista porque no es feminista arrodillarse ante nadie, tampoco ante esa reina que en The Crown reclama ser escuchada: es la misma que, en una de las primeras escenas, durante su infancia, escribe en sus cuadernos que la Corona solo debe responder ante Dios.
No hay monarquías feministas, porque el feminismo a lo único que puede aspirar es a terminar con un sistema que perpetúa la desigualdad
The Crown es una muy recomendable serie y Olivia Colman una estupenda actriz en su papel de Lilibet. Pero no, no hay monarquías feministas, ni hace falta, porque el feminismo a lo único que puede aspirar es a terminar con un sistema que legitima la desigualdad y la perpetúa.
Y no hay reinas feministas… A no ser, tal vez, las tres reinas magas de Gloria Fuertes. Pero ante Melchora, Gaspara y Baltasara no haría falta arrodillarse. Ellas sacarían para compartir un puchero (unas sopitas de leche / con pan y escabeche) en torno al que congregarse para confabular contra Felipe VI.
Informe monarquía PMI 2020 by El Salto periódico on Scribd