Opinión
¿Quién le riega las plantas a Tilda Swinton?

Cierto cine de prestigio invisibiliza el factor trabajo hasta límites grotescos, con tareas completamente borradas del presente privlegiado de sus personajes, y al mismo tiempo abonando el terreno de una representación de lo obrero a ficciones ambientadas en el pasado o relegadas al circuito independiente… o a productos mainstream dedicados al disciplinamiento clasista.
‘La habitación de al lado’, de Pedro Almodóvar
Una escena de la película ‘La habitación de al lado’, de Pedro Almodóvar.
3 feb 2025 09:30

En La habitación de al lado (2024), de Pedro Almodóvar, hay una escena en el primer tercio de la película en la que la protagonista, la moribunda reportera de guerra de éxito Martha, interpretada por Tilda Swinton, se pone a regar las plantas de su balcón y llama a su amiga, la escritora superventas Ingrid (Julianne Moore) para contarle lo satisfactorio que le resulta.

Unos pocos minutos antes se ha establecido que Martha llevaba varias semanas ingresadas en el hospital gravemente enferma, y al visitar la casa todas las flores estaban en perfecto estado, incluso particularmente lustrosas. Una licencia: La habitación de al lado es la historia de la aceptación de Martha de su propia muerte y el duelo adelantado de Ingrid al respecto. Justificado por el gusto del personaje, todo está lleno de flores, como las coronas de un funeral.

Hasta que, al regarlas, las convierte en reales, y no metafóricas, y eso hace poco lógico que estuviesen tan en forma sin nadie que las regase. Así que el guión hace que Ingrid le diga: “Creía que tenías a alguien para eso”. Y Martha responda: “Sí, pero hoy he querido hacerlo yo”. En los créditos de la cinta, los cameos de Melina Matthews o Juan Diego Botto solo aparecen como “el fotógrafo” o “la abogada”, personajes utilitarios a la trama principal que no llegan a tener nombre, pero es que la persona que riega las plantas ni siquiera tiene presencia. Como la enfermera que acomoda a Martha cuando está hospitalizada y de la que solo recibimos su voz y un brazo.

En La tierra transformada (Crítica, 2024), el historiador británico Peter Flankopan recoge las recomendaciones de Cicerón sobre la dedicación a la agricultura para ilustrar el Periodo Cálido Romano. Básicamente viene a acusar al senador e intelectual romano de ser un poco pijo, cuando remata: “No mencionaba, sin embargo, que había una gran diferencia entre ocuparse de la naturaleza como pasatiempo y hacerlo para ganarse la vida; y tampoco que la capacidad de disfrutar con un trabajo agotador depende de tener la opción de decidir hacerlo o no, precisamente aquello de lo que carece quien lo realiza por obligación”.

El cine de grandes autores europeos, con notables excepciones, tiende a situarse en una burbuja mágica de privilegio, que solo se critica desde lo grotesco cuando es por parte de gamberradas como las del sueco Ruben Östlund

La habitación de al lado ganó el año pasado el León de Oro en el Festival de Venecia. El cine de grandes autores europeos, con notables excepciones, tiende a situarse en una burbuja mágica de privilegio, que solo se critica desde lo grotesco cuando es por parte de gamberradas como las del sueco Ruben Östlund, favorito de la clase del Festival de Cannes. Pero pocas veces se señala cómo el mundo de El triángulo de la tristeza (2022) viene a ser más o menos el mismo que el de Call me by your name (2017), de Luca Guadagnino, un artefacto clasista y misógino oculto bajo la coartada de su historia de amor entre hombres.

De hecho, se le puede reprochar a otro italiano, el ‘esteta’ Paolo Sorrentino, la misoginia rampante de La gran belleza (2013), Youth (2015), por supuesto la reciente Parthenope (2024) e incluso Fue la mano de Dios (2021) —todas maravillosos espectáculos visuales, que además encantarían al sabio de Cicerón, pero no se trata de eso. Pero pocas críticas se leerán recordando la permanente invisibilidad y anonimato de las personas que posibilitan que Jep Gambardella coma o se vista antes de ir a arruinar fiestas de alta sociedad con su afilada lengua. ¿Quién le da de comer a la jirafa? Ya, ya, ya sé que no importa. Y de eso se trata.

No es que todo el cine de prestigio invisibilice por igual a la clase obrera o el trabajo doméstico, en cualquiera de sus formas, pero tiene la virtud de, cuando lo hace, hacerlo mucho, muy bien y sin que nadie se lo reproche. Y, sobre todo, dejando el terreno abonado a una gran mayoría de productos accesibles y dirigidos al gran público que se basan o bien en el paternalismo y la estigmatización de lo obrero, o bien en el disciplinamiento clasista estableciendo modelos aspiracionales altamente tóxicos.

Siguiendo con las nominadas a los inminentes Premios Goya, si se muestran conflictos laborales o de clase, o la identidad del personaje se basa en el trabajo, siempre será en el pasado, como en la comunitarista El 47 (2024), de Marcel Barrena, o La virgen roja (2024), de Paula Ortiz.

El cine patrio, tradicionalmente, solo aborda estas cuestiones desde la comedia, casi siempre paternalizando a las clases bajas —denle una oportunidad, si tienen paciencia, a Odio el verano (2024)—, con raras excepciones como Sis dies corrents (2021), de Neus Ballús, donde el trabajo forma parte de la normalidad de sus protagonistas sin dramas ni miserabilismos, e incluso desde el humor y cierto optimismo vital. Tres cuartos de lo mismo para Por donde pasa el silencio (2024), de Sandra Romero, que aun así, si la película no aborda las cuestiones de clase con paternalismo, sí que lo recibe por parte del análisis especializado.

El cine hollywoodiense normaliza, en su mainstream, otra imagen de lo que es la situación “normal” de una familia, como con los trabajos indefinidos de los padres de ‘Inside Out’

No uso normalidad como algo gratuito: en El 47, los trabajos como conductor de autobús del protagonista, con la cara de Eduard Fernández, o como panadero de su mejor amigo, en este caso Salva Reina, son “normales” porque son el punto de vista que se nos transmite. El cine hollywoodiense normaliza, en su mainstream, otra imagen de lo que es la situación “normal” de una familia, como con los trabajos indefinidos de los padres de Inside Out (2019-24). De hecho, ¿de qué trabaja la madre de Andy en la saga Toy Story? ¿Y las versiones modernas de la Tia May de Spiderman, ahora interpretadas por actrices más jóvenes de lo habitual, como Marisa Tomei en el cine y Kari Wahlgren en la nueva serie de animación?

Los problemas laborales solo lo son cuando se refieren a la precariedad urbanita, y enfocados desde la falta de oportunidades por medrar siguiendo las reglas del juego capitalista. Curiosamente en esto se suelen distinguir comedias románticas o eróticas que sobre el papel no tienen ni un ápice de conflicto económico en su argumento, pero siempre empoderan a su protagonista femenina por la vía de convertirla en una killer de los negocios… y en pegar el braguetazo con un macho alfa de clase infinitamente superior. Las hijas de 50 sombras de Grey (2015) caminan todas en esa dirección, con el último ejemplo siendo la española Pídeme lo que quieres (2024), en la que directamente el trabajo de ella es recortar personal en las empresas de él para que sean más rentables. Todo estos mientras la inicia en el mundo swinger, a veces metiéndole a terceras personas en la cama sin avisar.

Curiosamente, en Up in the air (2009), de Jason Reitman, donde George Clooney interpreta a un alto directivo especializado en despedir a gente sin que se enfade —al parecer eso en Estados Unidos es un puesto específico— al que quieren sustituir por una videollamada, precisamente el conflicto laboral del personaje va por ahí. Quiere mandar obreros al paro siendo más humano. La película luego gira en torno a lo vacío de su existencia y su andropausia, pero que una compañera más joven quiera sustituirlo por una pantalla para poder ser más eficiente despidiendo no deja de tener su gracia: las nuevas generaciones quieren invisibilizar a los trabajadores.

Y la cuestión es: ¿por qué no hablamos más de ello? ¿Por qué el análisis de cada estreno no se fija con la misma lupa en el reflejo del mundo del trabajo y las diferencias de clase en lo que está pasando? ¿Por qué es mayor pecado ser machista u homófobo que clasista, si además casi siempre va todo junto? ¿Es una enajenación autoinducida, es que quienes leemos y escribimos de cine vivimos en la misma burbuja de privilegio, o al menos en la parte precaria aspiracional, o es que la estigmatización de lo obrero nos rodea de la misma forma que el océano al pez, y ya vemos solo agua? ¿Los trabajadores solo merecen ser retratados como su propia normalidad en productos minoritarios o que los traten con condescendencia?

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